TORBACIÓ INTERNA
Igual a este paisaje exterior que me circunda: devastado.
Y más, que me circuncida. A saber: río tan bello rojo, sin peces;
montaña del oro, sin hojas; áreas amarillas, calcinadas.
Juan Cobos Wilkins
Todo estava previst com un temple de
xiprers freds en l’alè.
La distància cada vegada ens anava
arraconant amb el seu tall d’indiferència.
En nosaltres la pèrdua sempre fou
circular com una moneda cega
en què no se sap el rumb, ni el so en
tocar la pedra o el cel.
I, tot i que el foc sempre fou ací,
la seua verdor tenia abismes.
Ho sé, si de cas, com un ocell a la
deriva de l’erm;
respire sense saber què hi ha a
l’altra banda del riu: si és només fullaraca
el pressentiment, les larves que
mosseguen i devasten la meua ferida,
o és aquesta veu remota que a posta
es desplaça com un animal domèstic
en els meus pensaments i em venten al
barranc de la nit.
Sovint és dur el peix vacil•lant dels
grisos, l’hivern sense ella
i la finestra desterrada que assumeix
la ficció com un guió de pel•lícula.
El record encara revela la casa i la
pell lluminosa de la tempesta
Com aquesta remor del mar que
s’escolta de lluny.
El cert és que trenque l’alba en un
estat de levitació i desballestament.
.
. Poema d’ANDRÉ CRUCHAGA traduït en
català per PERE BESSÓ
.
TURBACIÓN INTERNA
Igual a este paisaje exterior que me circunda: devastado.
Y más, que me circuncida. A saber: río tan bello rojo, sin peces;
montaña del oro, sin hojas; áreas amarillas, calcinadas.
Juan Cobos Wilkins
Todo estaba previsto como un templo
de cipreses fríos en el aliento.
La distancia cada vez nos iba
arrinconando con su filo de indiferencia.
En nosotros el extravío fue siempre
circular como una moneda ciega
en el que no se sabe el rumbo, ni el
sonido al tocar la piedra o el cielo.
Y, aunque el fuego siempre estuvo
ahí, su verdor tenía abismos.
Lo sé, acaso, como un pájaro a la
deriva del páramo;
respiro sin saber qué hay al otro
lado del río: si es solo hojarasca
el presentimiento, las larvas que
muerden y devastan mi herida,
o es esa voz remota que adrede se
desplaza como animal doméstico
en mis pensamientos y me avientan al
barranco de la noche.
Con frecuencia es duro el pez
titubeante de los grises, el invierno sin ella
y la ventana desterrada que asume la
ficción como un guión de película.
El recuerdo todavía revela la casa y
la piel luminosa de la tempestad
como ese murmullo del mar que se
escucha desde lejos.
Lo cierto es que amanezco en un
estado de levitación y desquicio.
.
Del libro: ‘Fuego de llaves
invisibles’, 2021
©André Cruchaga
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