domingo, 28 de octubre de 2018

BUIT INFATIGABLE

Imagen del FB de Pere Bessó





BUIT INFATIGABLE




Solo como una nota que florece en las alturas del vacío
Vicente Huidobro




No sé quants buits hi ha en els ecos, ni quina porfidia premonitòria té el paisatge mullat del teu cos: deambule en aquests jocs obscurs que té la normalitat, en les èbries altures de les fondalades. A Coralville, respiren les últimes raneres, el neguit entumit de la neu al costat de la veu enredada en els ossos. A la destil·leria de Cedar Ridge sempre hi ha vi blanc per a vessar en la cripta que produeix el vertigen.

El talús és infatigable i s’estén des de l’imaginari amniòtic de les grutes que lladrugen, fins als colps despietats de l’angoixa.

Sagnen les vísceres fins buidar-se. No hi ha res escrit en l’agenda de demà, ni un ocell canviable per al vol.

Només llostreja l’orfandat entre fantasmes. Crema el cos inversemblant dels claus. Agulles de cap de soledat mosseguen la carn i hi depositen la seua lloança sinistra.

En l’argila, només el vent desembasta aquest vell cresol d’hivernacle.


Poema d’ANDRÉ CRUCHAGA traduït en català per PERE BESSÓ





VACÍO INFATIGABLE




Solo como una nota que florece en las alturas del vacio
Vicente Huidobro




No sé cuántos vacíos hay en los ecos, ni qué porfía premonitoria tiene el paisaje mojado de tu cuerpo: deambulo en esos juegos oscuros que tiene la normalidad, en las ebrias alturas de las hondonadas. En Coralville, respiran los últimos estertores, la desazón entumecida de la nieve junto a la voz enredada en los huesos. En la destilería de Cedar Ridge siempre hay vino blanco para derramarlo en la cripta que produce el vértigo.

El talud es infatigable y se extiende desde el imaginario amniótico de las grutas que ladran, hasta los golpes despiadados de la angustia.

Sangran las vísceras hasta vaciarse. No hay nada escrito en la agenda de mañana, ni un pájaro canjeable para el vuelo.

Sólo amanece la orfandad entre fantasmas. Arde el cuerpo inverosímil de los clavos. Alfileres de soledad muerden la carne y ahí depositan su alabanza siniestra.

En la arcilla, sólo el viento deshilvana este viejo candil de invernadero.

Del libro: “Antípodas del espejo”, 2018
©André Cruchaga