martes, 14 de diciembre de 2010

ANDRÉ CRUCHAGA EN LA POESÍA SALVADOREÑA-POR MIGUEL FAJARDO KOREA

Miguel Fajardo Korea, Educador, Poeta y Ensayista Costarricense





ANDRÉ CRUCHAGA EN LA POESÍA SALVADOREÑA


POR MIGUEL FAJARDO KOREA,
EDUCADOR, POETA, ENSAYISTA COSTARRICENSE



(Costa Rica). La poesía tiene una virtud: es un encuentro y un desencuentro. Las posibilidades de convergencia desde la poesía son múltiples. En este caso, internet fue el acercamiento; los libros, su fortaleza. Una tercera fase, será conocernos personalmente, en el momento oportuno, en algunos de nuestros países centroamericanos.
El trabajo de difusión de André Cruchaga (1957) es excepcional. Sus páginas Web están al servicio de la extensión cultural sin distingos de nacionalidad e ideologías. Se esmera, cada día por ofrecer los mejores y más exquisitos portales a la luz intensa de la poesía. Muchísimas gracias, André Cruchaga, por ofrecernos espacios de conocimiento tan frescos y caminos humanos y literarios, tan vastos y reconfortantes para el espíritu.
El Lic. André Cruchaga es profesor de humanidades y Ciencias de la Educación. Ha sido académico en enseñanza media y universitaria. Su bibliografía es extensa, con 19 libros desde 1992 hasta la fecha, a saber: Alegoría de la palabra, Fantasía del agua, Fuego de la intimidad, Espejo de invierno, Memoria de Marylhurts, Visión de la muerte, Antigua soledad, Insomnio divagante, viento, Césped sobre el fuego, Fugitiva luz de los espejos, Fantasía del bosque, Enigma del tiempo, Roja vigilia, Querencia del follaje, Rumor de pájaros, Oscuridad sin fecha, Pie en tierra y Viajar de la ceniza —hasta ahora—.
De su sostenida producción literaria, me interesa centrar mi abordaje lírico, entres de su más reciente producción, a saber: “Oscuridad sin fecha”, 2006; “Pie en tierra”, 2007 y “Viajar de la ceniza”, 2010.
Su obra poética ha sido traducida al francés por Danièlle Trottier y Valèrie St Germain; al vasco por Miren Eukene Lizeaga; al griego por Lía Karavia; al holandés por Michel Krott; al rumano por Liliana Popescu y al catalán por Pere Bessó. Fungió como jurado en la bienal literaria “José Antonio Ramos Sucre”, Venezuela, 2007. Ha obtenido diversos premios.
“Oscuridad sin fecha” contiene un orientador prólogo del escritor David escobar Galindo —a quien conoicí en Costa Rica hace muchos años—. Es una edición bilingüe español/vasco.
En la poesía de Cruchaga existe un dossier de antifaces, aunque al hablar de la vida no se debe tener miedo a los fantasmas. Sin embargo, las hormigas se mueren al ver los espejos. La vida nocturnal es un horizonte de soledad, verjas y sombras en la luna. Es decir, en el mapa lírico de Cruchaga campea una honda preocupación por la nostalgia de los espejos, lo inanimado es una respuesta donde “El silencio nos arroja rostros reales”.
El ánimo del cansancio es un desgarramiento en el espacio corporal. Mares y noches, bocanadas y desgarramientos. Sus preocupaciones estelares son el silencio que habla y ve, porque “Nos toca morir en un país de gritos”. Es el grito humano como un vector semiótico de repercusiones en el atardecer de la sonrisa, en el círculo cabalístico, o bien, en las tumbas hambrientas.
La ubicuidad es otro de los rasgos de este mapa lírico “Uno se da cuenta de que ya no se es de aquí ni de allá”. La mirada se comporta, entonces, como uno de los signos del futuro en el ayer, es decir, siempre. “Un corazón donde latía el río” es una imagen plurisignificativa de hondo arraigo expresivo, en el trópico del oleaje, en la hierbabuena del tiempo.
Existe un acendrado espíritu de búsqueda por los desaparecidos, por sus olvidos “Tan atroces como hablar con las sombras”. Dice Benedetti que “el olvido está lleno de memoria” y, en esa dimensión, el autor salvadoreño expresa “la tempestad de la ciudad y sus desaparecidos”. El tópico central de la ciudad, con todos sus contornos y expresiones desangeladas. “Este país fue hecho prohibido para el olvido”, es un verso contundente, restallante. Es una incisiva reflexión para todos.
Ironiza cuando aduce “Sé que la vida, de vez en cuando, es un manicomio”. La vida, el mundo mismo se comportan de esa manera. Los actos coyunturales son problemáticos, hoy. A veces, “La vida es un viaje a cero. En otro momento discursivo remarca “Me duele saber que la vida encarna oscuridades”, a pesar de ello, “Su sombra es mi ser. Mi compañía. El centro de mí”. Es decir, la fuerza humana es un sujeto activo en este mapa lírico. Esa condición actancial le permite decir “Un segundo en un vaso es la vida”.
“Pie en tierra” incursiona en un dualismo de entrada “Contemplar es vivir. Vivir es despertar”. Es como si el río de la irrealidades sujetaran al poeta y le indicaran otras rutas, aunque “De nada sirve abrir los ojos: todo es sombra”. Y en esa vastedad de la sombra distinta “La noche tiene un solo ojo ciego”. La ceguedad del mundo es asombrosa. Tenemos tanta capacidad para destruir, que se debe “Descubrir los pasos desgastados en los espejos”.
Los poemas de este poemario de Cruchaga son más extensos, como si quisiera expresarnos todo su dolor, su angustia existencial ante los avatares del mundo, ante los quehaceres de las fronteras, aunque “Aunque nada es posible con ellos para que no se pudran las palabras”.
El sujeto lírico aboga por los desaparecidos “Luego sobrevienen los exterminios selectivos”. Las estadísticas planetarias, en ese sentido, son apabullantes. Uno se queda incrédulo ante tanta barbarie y eso que estamos en el Siglo XXI “Sólo me queda esperar noticias/Y asumir la culpa/Y recoger el espejo de mí mismo en pedazos”. Los poetas no renunciaremos a seguir denunciando ese Apocalipsis.
“Ahora nadie ve y nadie ha visto”(…) “Comiéndose la vida”. El dolor como comida es un signo devorador “Por mucho tiempo a los vivos nos come el luto”. Sus doloridos acentos singularizan una especie de esquema recolectivo de la angustia y los traumas humanos más evidentes, porque “Vivir aquí es una aventura de la sed”.
En el universo poético de André Cruchaga “Jamás regresaremos al mismo sitio/de donde partimos”, porque “Todos no somos los mismos”. En ese encontrarse y desencontrarse que es la vida, la voz de Cruchaga es un resquicio para reflexionar sobre la condición vital “Por eso la mayor fatalidad es estar vivo, seguir vivo”. Las herencias le preocupan al poeta “Partir dejando a otros, espectros de sí mismo”.
“Viajar de la ceniza” (2010) es una hermosa edición bilingüe español-francés, con un prólogo de María Eugenia Caseiro. Deseo compartir con los lectores del periódico AEXIÓN-COSTA RICA, exquisitos versos del más reciente poemario de André Cruchaga, para ello, para ello, transcribiré una muestra selecta de su poesía, con honda calidad reflexiva, a saber:
¿Acaso el olvido borra la historia?
¿Quién nos mordió la existencia?
¿Alguien puede quitar las piedras sobre la aurora?
“Ni los verdugos socavaron el umbral de la esperanza”
“La eternidad solo es posible a través de la memoria”
“Toda la vida ha estado llena de ti”
“Un día abrazamos el cuerpo desvelado”
“Hemos aprendido a vivir en el patio de la historia”
“La vida, es decir, la huella digital de ser de mi alma”
En las lecturas de André se advierte una fortaleza que afirma su concepción cosmovisionaria. Puede observarse en ellas, epígrafes testimoniales de figuras tan relevantes como Antonio Gamoneda, Pablo Neruda, Andrés Sabella, Roque Dalton, Manuel Altolaguirre, Luis Cardoza y Aragón, Jorge Luis Borges, Gabriela Mistral, Juan Antonio Massone, César Vallejo, Bertolt Brecht o Juan Ramón Jiménez, entre otros.
Saludamos al maestro André Cruchaga y a los dilectos poetas y amigos Carmen González Huguet y Jorge Galán, porque sabemos que sus esfuerzos por mejorar el mundo son recurrentes, a pesar de todas las insanias y velocidades que nos asedian cada día de la tierra.

El presente artículo escrito por Miguel Fajardo Korea, fue publicado en el Periódico ANEXIÓN de Costa Rica, año 18, Número 208 octubre-noviembre de 2010.