domingo, 13 de noviembre de 2011

SENSE DIR ADÉU/SIN DECIR ADIÓS- COMENTARIO Y TRADUCCIÓN: PERE BESSÓ

Imagen tomada de Miswallpapers.net





SENSE DIR ADÉU/SIN DECIR ADIÓS- COMENTARIO Y TRADUCCIÓN: PERE BESSÓ




Querido André:

Si en el anterior poema de similar factura formal los elementos biográficos cundían, en éste, por el contrario, prima la reflexión queda sobre el tiempo pasado y el recuerdo, la vida y la muerte. El poema en sí es una respuesta a contrafuero al Ensayo de una despedida a la manera de Francisco Brines. Sin decir adiós, sin necesidad de formalizar anunciación exquisita y premeditada, es a la vez el goce lúcido del arrebato y el cóagulo que obtura la sangre.

Por decirlo de modo sencillo, el poema de Cruchaga es tanteo entre la puerta –el límite- y las gaviotas –la libertad. Ese tanteo que es el fondo del poema se traduce en el juego de los espejos: los vislumbres, antinomias (la libertad con sus argucias) y falsas paradojas con ruptura del sentido de manera provocadora para la atención del lector: uno se sube al taburete o se baja de él, pero no se baja al mismo… a no ser que se quiera usar la escalera de la luz para bajar a los infiernos.

Y por citar un ejemplo tan expresivo en donde el par de opuestos cerca/lejos se nos muestra en la metáfora y, a la vez, metonimia horizonte de los poros. Ni qué decir tiene que el poeta es en el ámbito formal un exquisito de la retórica como arma poética.

Baste observar cómo el (des)crédito de la existencia se mece en la sucesividad de el tintero de la lucidez y el apremio del arrebato, dos metáforas que, de leerse en cruzamiento de quiasmo, sorprende su resolución: el apremio del tintero y, por ello, de nuevo, en clara lectura metonímica: la urgencia de la escritura. Pero si en el plano formal el poeta domina, controla, convengamos en señalar otro de los tropos que llevan directamente a la significación y sentido. Nos referimos al mecanismo (señalado en anteriores ocasiones) conocido como definición, a la manera de los clásicos poetas cortesanos de los siglos XIV y XV tan bien estudiados por Blecua padre. A diferencia, sin embargo, de aquéllos, André Cruchaga no opta por un artificioso hato o seguido de estrofas, sino por la brevedad e, incluso, en ocasiones, la elipsis, el anacoluto o el sobreentendido.

Sólo un apunte más de las formas que adquieren en su sistema de signos poéticos vida (aliento)/muerte (moho):

Dejamos a quemarropa el aliento y nos fundimos en la ferocidad del moho

Frente a la instantaneidad definitiva del tiro a quemarropa, el poeta constata la muerte cotidiana que sufraga el lento florecer del moho. Y ello es de agradecer pues nos permite seguir gozando del devenir de su escritura.

Pere Bessó, Mislata, Valencia, noviembre de 2011





SENSE DIR ADÉU




Sense dir adéu avancen les paraules cap a la nit: ja hem ultrapassat qualsevol crit d’abraços; un dia deixàrem de ser la saba vessada, el tinter de la lucidesa i ens cresqué la urgència del rampell, —la fugida galopant que coagulà el cànter de la promesa, només té sentit en el núvol torb de l’imprecís, ferida implacable la llibertat amb les seues argúcies, fosques mossegades per l’assot de les dents. En el tempteig, l’espera es fa incerta; hui, potser, només viurà en el secret del record, en aquesta set de portes amb gavines. Sovint hom mor als límits perennes del gemec; cada dia és més certa la incertesa davant de l’escala de la llum. Morir sense comprendre el llençol de la falda, baixar al tamborinet de la llàgrima, mentre el llavi marxa en els dies de l’èter. Viure veient com s’extingeixen les mans, l’ala de l’alegria, veure morir els trens, els pals en l’horitzó dels porus, però també en les idees. Deixem a boca terrosa l’alé i ens fonem en la ferocitat del rovell…






SIN DECIR ADIÓS






Sin decir adiós avanzan las palabras hacia la noche: ya hemos traspasado cualquier grito de abrazos; un día dejamos de ser la savia derramada, el tintero de la lucidez y nos cundió el apremio del arrebato, —la huida galopante que coaguló el cántaro de la promesa, sólo tiene sentido en la nube torva de lo impreciso, herida implacable la libertad con sus argucias, hoscas mordidas por el azote de los dientes. En el tanteo, la espera se hace incierta; hoy, acaso, sólo viva en el sigilo del recuerdo, en esta sed de puertas con gaviotas. A menudo uno muere en los límites perennes del quejido; cada día es más cierta la incertidumbre frente a la escalera de la luz. Morir sin comprender la sábana del regazo, bajar al taburete de la lágrima, mientras el labio parte en los días del éter. Vivir viendo cómo se extinguen las manos, el ala de la alegría, ver morir los trenes, los mástiles en el horizonte de los poros, pero también en las ideas. Dejamos a quemarropa el aliento y nos fundimos en la ferocidad del moho…

Barataria, noviembre de 2011