domingo, 31 de octubre de 2010

BALCONES/BALCONS-NOTA INTRODUCTORIA Y TRADUCCIÓN DE PERE BESSÓ

Pere Bessó, poeta y traductor español





BALCONES/BALCONS-NOTA INTRODUCTORIA Y TRADUCCIÓN DE PERE BESSÓ


Querido Cru:


Un poema excelente. Pareciera que iniciaras una senda lírica al hablar de los barrotes de balconadas de antaño, aquéllas que competían con miradores y celadores de tiempos de romanticismo tardío y modernismo postcolonial. Eso pareciera cuando te encantas al apenas sugerir los mensajes enviados desde la distancia que encaraban los enamorados. Pareciera, pero no.

La senda del poema queda iluminada ya desde los primeros versos. El óxido, el paso del tiempo y sus huellas en los barrotes de hierro:

Desde afuera el pánico se pierde entre las calles, pero
Desde dentro los cuerpos respiran páginas secas de un libro carcomido.

Desde estos primeros versos que acá señalo aparecen los límites del universo. La frontera del miedo y la transgresión del cobijo seguro. En primer plano, las marcas deícticas: desde dentro/desde fuera. Pareciera como si el universo tuviera sus zonas calientes en las calles y la zona cálida de la casa, por modesta que nos aparezca. Hasta acá, se podría pensar en el punto de arranque de la denuncia social. Sí, es cierto, pero el poema cuyo núcleo se desarrolla a través del cultivo de la miseria, el miedo y, sobre todo, la omnipresencia de la muerte (con su simbología de Bestiario: escorpiones y arañas, pero también iconología: el alarido del perro ante la tumba), no acaba en este descriptivismo social al que tantas veces acude André Cruchaga. No. El lamento no es sólo denuncia.

O, si se quiere, esto es lo que hay, y no lo parte de la materia ni anecdotario poéticos. El poeta llega a la otra orilla del mero aceptar y esperar la ráfaga del pánico que penetra los cuerpos y se enseñorea de ellos. Hay mucho más, hay de modo recurrente en André Cruchaga un sentido de la naturaleza del ser que se ahoga y cicatriza en el miedo existencial que deriva de un pesimismo biográfico. Y dejó el apunte de pesimismo biográfico porque, querido amigo, aunque sólo te escribo una breve nota al poema, algún día habremos de volver a ubicar esta idea, desarrollarla o desecharla, pues en modo alguno trato de equivocar la senda de este poema con referencias académicas a ciertas maneras del pesimismo existencial europeo, lo que no vendría al caso, pues tus poemas no arrancan prima facie de la angustia del existir, no es el tuyo un pesimismo de honda raíz ontológica que parta de apriorismos sobre la naturaleza del hombre. Ni siquiera señalaría las raíces evangélicas, aunque sea a menudo una de las fuentes de tu poesía.

Sin duda alguna, merecen comentario estos balcones que van desde el poema que describe los dos escenarios en los que el balcón con sus barrotes no eximen de la continuidad, al cabo, de los territorios de la calle al ámbito más íntimo del interior de la casa y su centro, el lecho:

Sólo queda cerrar los ojos y esperar que pase la noche agarrada de la mano
Con el grito de la luna, junto al despojo…
Solos, la mujer y el hombre, tambaleando entre los alfileres del viento.
Solos, entumecidos, esperando a lo que dicta la noche sin paréntesis.
—Solos, atrás de los balcones creciendo en la vegetación del miedo,
Esperando que la ráfaga muerda los sentidos…

Un abrazo, mi hermano.
Pere Bessó


BALCONS



Les cases semblen la complicitat d’un altre temps —discrets missatges
Entre cada ferro on l’aire i el paisatge de penes entren als ulls.
La sal del temps els tria per al rovell i tanmateix continuen
Implacables. Des de fora el pànic es perd entre els carrers, però
Des de dins els cossos respiren pàgines seques d’un llibre corcat.
Dia i nit crepiten els sentits —día i nit tancat l’univers
Als ulls. La llum de penes, la soledat com una pesada cortina d’hivern.
L’espera pal•lideix en les paraules, l’aire és breu en la respiració.
La por creix en moments on el suïcidi sembla un transeünt;
Per això els balcons s’han tornat fidels centineles, íntim somni
Per a evitar les transgresions, encara que la transparència es faça pesada
Roca del secret i a la fi u perda tota fragància…

Són després de tot, substitució de les paraules: Rostre de temors.
El respir creix en la crudesa de cada ferro, el seu silenci cavernós
fa agònica la tendresa. Ara els veiem pertot arreu, és infatigable
La seua abundància davant de les dents depredadores de la violència.
Fins quan aquesta foscor anirà en les nostres sabates? Fins quan
Els faedors de la mort seran impunes a les portes i habitacions?
Entre la foscor de la mort les cases com a botí i la vida enterbolida.
Fins quan deixarà d’allargar els seus cabells de furtiva metzina?
Fins quan aquest escorpió deixarà de respirar en les lluernes
De la foscor? La lluna de penes es cola amb el seu uniforme blanc
Entre les finestres —aqueixa lluna amb ànima que baixa dels arbres i il•lumina
La guitarra dels pensaments…

El pànic no sols creix al carrer, sinó darrere d’aquests barrots, on la pau
Es fa més inestable i les dents masteguen immensos bocins de por.
Aquest llarg desassossec es torna boira als braços i sutze als llavis.
L’alegria la desconeixen les ulleres dels cossos anul•lats, els claus
De mitjanit travessant el somni, el manoll de morts esquinçant
Els ferros gelats, les paraules en la diadema de la saliva,
Sense més habitants que la foscor de las habitacions on els cossos
Llepen la histèria a través dels mocadors tancats de les aranyes.
Mai abans no fou el vent tan grotesc davant dels espills, ni la fusta
Tan clivellada com la misèria en un llit sense llençols.

Darrere dels barrots, confuses les paraules al rostre. Els gossos
Udolant damunt de les tombes vivents, la set absurda de l’espavent —única set
Possible damunt de cavalls d’asfíxia. Déu no es deixa mirar davant de l’assassí.
Només resta tancar els ulls i esperar que passe la nit agafada de la mà
Amb el crit de la lluna, junt a la despulla…
Sols, la dona i l’home, trontollant entre les agulles de cap del vent.
Sols, entumits, esperant allò que dicta la nit sense parèntesi.
—Sols, darrere dels balcons creixent en la vegetació de la por,
Esperant que la ràfega mossegue els sentits…

Baratària, 02.II.2009.






BALCONES



Las casas parecen la complicidad de otro tiempo —discretos mensajes
Entre cada hierro donde el aire y el paisaje apenas entran a los ojos.
La sal del tiempo los elige para la herrumbre y sin embargo siguen
Implacables. Desde afuera el pánico se pierde entre las calles, pero
Desde dentro los cuerpos respiran páginas secas de un libro carcomido.
Día y noche crepitan los sentidos —día y noche cerrado el universo
A los ojos. La luz apenas, la soledad como una pesada cortina de invierno.
La espera palidece en las palabras, el aire es breve en la respiración.
El miedo cunde en momentos donde el suicidio parece un transeúnte;
Por eso los balcones se han vuelto fieles centinelas, íntimo sueño
Para evitar las transgresiones, aunque la transparencia se vuelva pesada
Roca del sigilo y al final uno pierda toda fragancia…

Son después de todo, sustitución de las palabras: Rostro de temores.
El respiro cunde en la crudeza de cada hierro, su silencio cavernoso
Hace agónica la ternura. Ahora los vemos en todas partes, es incansable
Su abundancia ante los dientes depredadores de la violencia.
¿Hasta cuándo esta oscuridad andará en nuestros zapatos? ¿Hasta cuándo
Los hacedores de la muerte serán impunes a las puertas y habitaciones?
Entre la oscuridad de la muerte las casas como botín y la vida enturbiada.
¿Hasta cuándo dejará de alargar sus cabellos de furtiva ponzoña?
¿Hasta cuándo este escorpión dejará de respirar en los tragaluces
De la oscuridad? La luna apenas se cuela con su uniforme blanco
Entre las ventanas —esa luna con alma que baja de los árboles e ilumina
La guitarra de los pensamientos…

El pánico no sólo cunde en la calle, sino tras estos barrotes, donde la paz
Se hace más inestable y los dientes mastican inmensos pedazos de miedo.
Este largo desasosiego se vuelve niebla en los brazos y hollín en los labios.
La alegría la desconocen las ojeras de los cuerpos anulados, los clavos
De medianoche atravesando el sueño, el manojo de muertos rasgando
Los hierros helados, las palabras en la diadema de la saliva,
Sin más habitantes que la oscuridad de las habitaciones donde los cuerpos
Lamen la histeria a través de los cerrados pañuelos de las arañas.
Nunca antes el viento fue tan grotesco frente a los espejos, ni la madera
Tan agrietada como la miseria en una cama sin sábanas.

Detrás de los barrotes, confusas las palabras en el rostro. Los perros
Aullando sobre tumbas vivientes, la sed absurda del espanto —única sed
Posible sobre caballos de asfixia. Dios no se deja mirar ante el asesino.
Sólo queda cerrar los ojos y esperar que pase la noche agarrada de la mano
Con el grito de la luna, junto al despojo…
Solos, la mujer y el hombre, tambaleando entre los alfileres del viento.
Solos, entumecidos, esperando a lo que dicta la noche sin paréntesis.
—Solos, atrás de los balcones creciendo en la vegetación del miedo,
Esperando que la ráfaga muerda los sentidos…

Barataria, 02.II.2009.

martes, 12 de octubre de 2010

CAMPANARIO DEL OMBLIGO-COMENTARIO Y TRADUCCIÓN AL CATALÁN POR PERE BESSÓ

Pere Bessó, poeta y traductor español






CAMPANARIO DEL OMBLIGO-COMENTARIO Y TRADUCCIÓN AL CATALÁN POR PERE BESSÓ



Querido poeta:

Hoy prefiero este tratamiento que no es distanciador sino dignificante para quien bien oficia. En verdad he gozado con la lectura de “Campanario del ombligo”, texto descaradamente sensual y, más aún, erótico. Que el título, antesala y pórtico del poema, trabe tal metáfora es digno de estudiar. Una metáfora arriesgada entre lo monumental y lo diminuto: ¿qué semejanza o contigüidad aportan el uno al otro para que el lector descubra por ley de asentimiento tal metáfora? A de B. Plano real y plano simbólico. ¿Pero un campanario del ombligo? Éste, amigas y amigos, es el riesgo con el que trata cada noche el poeta. La ruptura de la lógica de uso, por la lógica transracional del sentido que se libera. ¿No dijeron acaso nuestros clásicos –incluyo los modernos, José lezama Lima- que el cuerpo de la amada es una catedral? Basta con leer el poema y se comprende que García Lorca o Aleixandre, más allá de la comparación, vieran, sentidos avizor, que el cuerpo era águila o toro. Y acá no se trataba meramente de acudir a beneficio de inventario a los animales totémicos, como sí es el caso del gato de la cita de Carlos Barral, poco pródigo a semejantes excesos de aireamiento íntimo. Un gato, por cierto, que se debate de la noche al alba entre las puntas de sus patas (uñas) y las puntas de los senos de Eos o Ios, la diosa de la Aurora, un alba animificada y tan femenina como los albores de la poesía.
Pero volvamos al hilo de Ariadna y a los tibios infiernos de André Cruchaga. Un ombligo capaz de llamar in media res a la protuberancia, a las señales deleitosas, parada y fonda, bien puede ser considerado no sólo el centro umbilical del cuerpo, sino –sigamos la metágora lexicalizada- el ombligo del mundo. Y es un ombligo que clama en el desierto del poeta. Y no la primera vez que en alguno de sus poemas. (Sería curioso hacer una lectura de los entresijos del cuerpo y de la piel que André Cruchaga canta). Un ombligo que es también metáfora de género próximo, como lo es el vientre del arbusto o del montículo, metáforas o imágenes preclaras que no necesitan mayor aviso. Un ombligo que llama a cumplir religiosamente como tal. Un campanario que guarda en su interior la campana del clamor evangélico. Un campanario que no sólo debemos referenciar junto con campana y badajo, sino también con campánula; es decir con el menudo badajillo crepuscular, ni más ni menos que, en mi opinión, el clítoris de la amada. Arriesgo, lo sé. Pero la saliva del poeta es mi mejor testigo en esta escritura del deseo o lo que se ha convenido en llamar, desde la perspectiva de género, escritura del cuerpo.
Y está claro que, a partir de la senda del interior del poema que con la metáfora iniciática se vislumbra, podemos gozar el viático carnal. Y es así como encontramos un tratamiento simbólico a todas luces del mejor erotismo. Y lo grandioso es que André Cruchaga construye a partir de estructuras lexicalizadas por doquier: leemos el ‘portillo’, por ejemplo, y nos viene a la mente esa expresividad de las gentes sencillas con que denominan la entrada a la caverna del goce. Leemos la deleitosa y dulce ‘sal marina’ del goce y sabemos cómo en el común mortal sal y sudor se emparentan, etc. Y así nos encadenamos en la morosidad de la caricia junto a los ayes, perdón, trinos de las aves que organan (orgañan, orgasman). Así lo quería, por ejemplo, el maestro Gonzalo de Berceo en el prohemio de los Milagros de Nuestra Señora. Y así la membresía adicta del poeta amigo volverá los ojos al bosque, pero también al mar, sin necesidad de trasegar en la noche del delirio el ámbito de la intimidad propia. No resultará ocioso, pues, que el clímax aparezca en el poema como ritmo de acantilado y clamor de incendio. Un clímax al que se aboca el poeta resuelto en el nido de la fronda más oculta, súbitamente iluminada. Y la campana tañe y repica. Y el ombligo se da a los últimos y más altos jadeos.
Permítaseme, para acabar, la expresión al uso de la tierra serrana que guardo para otros menesteres: “¡Aguas por todas las tablas!”
Mis saludos plenos de afecto y cordialidad, poeta amigo.
Pere Bessó.

València, 12 Octubre 2010.






CAMPANARI DEL MELIC



alba rosada sobre el gris de un gato,
con las puntas nocturnas de los pechos
CARLOS BARRAL



En el fons, la saliva perllonga les baixes aigües del finestró. Plantar
Ninetes en la redonesa del paper, avançar en la grossària del vent,
Madurar el refilet en cada espai de la carícia.
Aquest campanari de tebi brancall, tiba la rotació dels rellotges,
Mossega el bufit redó del temporal.
Per a quan la sang bade els seus llençols, el dia serà costella
En aquest desvetlament de filosa finestra. I vindran els perfums petrificats
En las mans. I la llengua jugant a l’abisme.
Hem recorregut kilòmetres de tendresa. Migdies de cuixes.
La sal, líquida, recorre com una hamaca la pell i la pluja del secret.
Per sort les aigües del llit no ens perden,
En l’assedegat rusc de l’espessura.
Entre l’índigo de les veles, les arestes de l’escuma al litoral,
—el pètal en la pipa del bosc,
La insomne aurora de les bragues, la fèrtil nineta de la set,
L’altre jo en el dolmen del toro. En el monticle que afronta l’aurora.
Estic. Estem en l’ona nord de les onades. En el ritme penya-segat
De la roca, en el clam elevat a incendi.
Fa passos l’aigua en la flama. Vaixell de sang la font ígnia
De l’hora en la llum de l’horitzó.
No arriba la nit ni el dia s’extingeix. Només és ona i vol el mar
Del pàlpit en la seua brisa circular d’illa.
El verdor s’endreda en les ninetes. El verd exhalat de la talaia,
La garsa ascendida a munt de fulles,
L’efluvi immens de l’escriptura en el melic.
S’escruixen els arcans trencats del velam. El llot del firmament.
Aquesta vermella intuició de l’ànsia. Aquest viril ofici en la randa.
I no és per a menys el manglar en el miratge.
I no és per a menys, l’horitzó erràtic, després que s’enfunda
El guix en la mossegada del paisatge.
I no és per a menys, la imatge i els símbols: la llum hostial de l’eura,
El ventall lunar al peu de la cal•ligrafia. Al peu del ràfec del pa.
En el torrent de la taula o el tamborinet duplicat
D’aigües i fanals incandescents.
Aquesta mena de campanari salta entre les gavines del pit.
Blanc i negre, palpebres i pesca en la fuga, fumerals i xarxes,
Trens blaus als ulls. Trens de colors confosos.Vaixells salats.
Ocres tutelars en la boca.
Lents olis dels fanals en l’espill del psalm trafegat.
Aigües totes en l’aeroplà líquid del jardí, en l’ull de les quartelles,
En el verd niu del fil, en la nineta absorta de la fronda.

Baratària, 03.XI.2010



CAMPANARIO DEL OMBLIGO




alba rosada sobre el gris de un gato,
con las puntas nocturnas de los pechos
CARLOS BARRAL



En el fondo, la saliva prolonga las bajas aguas del postigo. Plantar
Pupilas en la redondez del papel, avanzar en el grosor del viento,
Madurar el trino en cada espacio de la caricia.
Este campanario de tibia ramazón, tensa la rotación de los relojes,
Muerde el soplo redondo del temporal.
Para cuando la sangre quiebre sus sábanas, el día será costilla
En este desvelo de filosa ventana. Y vendrán los perfumes petrificados
En las manos. Y la lengua jugando al abismo.
Hemos recorrido kilómetros de ternura. Mediodías de muslos.
La sal, líquida, recorre como una hamaca la piel y la lluvia del sigilo.
Por fortuna las aguas del lecho no nos pierden,
En la sedienta colmena de la espesura.
Entre el índigo de las velas, las aristas de la espuma en el litoral,
—el pétalo en la pipa del bosque,
La insomne aurora de las bragas, la fértil pupila de la sed,
El otro yo en el dolmen del toro. En el montículo lindando en la aurora.
Estoy. Estamos en la ola norte del oleaje. En el ritmo acantilado
De la roca, en el clamor elevado a incendio.
Hace pasos el agua en la llama. Barco de sangre la fuente ígnea
De la hora en la luz del horizonte.
No llega la noche ni el día se extingue. Sólo es ola y vuelo el mar
Del pálpito en su brisa circular de isla.
El verdor se enreda en las pupilas. El verde exhalado de la atalaya,
La garza ascendida a hojerío,
El efluvio inmenso de la escritura en el ombligo.
Estremecen los arcanos rotos del velamen. El lodo del firmamento.
Esta bermeja intuición del ansia. Este viril oficio en el encaje.
Y no es para menos el manglar en el espejismo.
Y no es para menos, el errátil horizonte, después que se enfunda
La tiza en la mordida del paisaje.
Y no es para menos, la imagen y los símbolos: la luz hostial de la yedra,
El abanico lunar al pie de la caligrafía. Al pie del alero del pan.
En el torrente de la mesa o el taburete duplicado
De aguas y faroles incandescentes.
Esta suerte de campanario salta entre las gaviotas del pecho.
Blanco y negro, párpados y pesca en la fuga, chimeneas y redes,
Trenes azules en los ojos. Trenes de colores confundidos. Barcos salados.
Ocres tutelares en la boca.
Lentos óleos de los faroles en el espejo del salmo trasegado.
Aguas todas en el aeroplano líquido del jardín, en el ojo de las cuartillas,
En el verde nido del filo, en la pupila absorta de la fronda.

Barataria, 03.XI.2010

viernes, 8 de octubre de 2010

ESCENAS EN LA CALLE-POEMA DE ANDRÉ CRUCHAGA-ESPAÑOL-CATALÁN. TRADUCCIÓN Y COMENTARIO DE PERE BESSÓ

Pere Bessó, poeta y traductor español





TRADUCCIÓN Y COMENTARIO POR PERE BESSÓ:


Querido André:

Te agradezco la dedicatoria de un poema como éste. Particularmente, porque está en una de las vertientes de tu material poético, pero en el poema Escenas en la calle, más explícito, y en el que te prodigas. En efecto, esa vertiente dolorosa de denuncia de la que habría que hablar in extenso, ya que siéndolo en parte, no es una denuncia social al uso de los poetas comprometidos en un mensaje político alternativo de transformación. Social, cívica. No. En tus poemas hay mayor profundidad y ese ahondamiento es dolor íntimo a la manera de los clásicos. Lo he apuntado en más de una ocasión. Un dolor alto; es decir, un dolor hondo: te duele la patria, como le dolía a Cervantes o Quevedo la suya. Hay, pues, un reconocimiento de raigambre, una explosión dolorida que sabe que uno no es, no puede serlo parcialmente. La conciencia radical de que uno no es, si no es pueblo. Es esta constatación que se torna ontológica el ámbito lírico del poeta capaz, amigo mío, de acudir al tratamiento lírico descriptivo que escoge, y no al azar, el papel de las escenas. “Escenas” que recuerdan la inmediatez de la prosa periodística, si se quiere, pero hay más, mucho más a la manera de las escenas de Ramón de la Cruz o Larra. Y, si mucho estiramos, el tratamiento de la escena dramática a la manera del mejor Valle-Inclán, o las notas de viaje del joven Azorín, republicano, desordenado, individualista y anárquico, si quieres, pero un prodigio, también, de lo que llamamos como pura convención personalidad de escritura, estilo. En ese hacinamiento de lugares y personajes que toda escena ‘costumbrista’ debe retratar, describir o, al menos, apuntar, André, amigo, has salido esplendoroso. Brilla tu ironía, tus disfemismos, tu tratamiento de los fantasmas personales y colectivos, pero hay, también, dolor y, a la vez, amor compasivo de acendrado lirismo por tu patria. Todo el poema es radical, en el sentido de su étimo radix, de raíx. Nada ociosa, pues, la cita. Al pelo: no hay que bajarse sino a las calles de San salvador para encontrarse con el topos del descenso a los infiernos. André, como un nuevo canto de lira del poeta órfico nacional, da testimonio. Y permite que haya escogido unos versos nucleares, porque repito que el sentido de totalidad del poema, verso a verso, evita caída alguna o desgana al lector:

Ahora vivimos una época de gansterismo local. —Alguien nos dice
Que es parte del folclor nacional, como el día dedicado a las pupusas,
A las carreras de cinta, al jueves de ceniza con su confeti.
No es extraño, en pleno centro de San Salvador, caminar entre ríos
De espesa orina, polución de discursos, manicomio de semáforos,
Peleas callejeras o huir de un delincuente en una parada de buses.
Por eso uno no puede respirar con los ojos cerrados,
Ni gozar de las musas entre el paisaje de humo de las calles,
Ni peinarse con el espejito mágico de la virgen María.
Uno ve a niñas, todavía, dando chiche a bebés en las cunetas, junto
A la vecindad de las moscas, los canillitas, y los amigos de lo ajeno:
Constituyen escenas oscuras en la transparencia de los ojos, digo.

Escenas obscuras en plena calle –nos es arriesgado la alusión al poema negro, (black pulp poem) un elemento sobre el que la crítica a la escritura del poeta habría de incidir de manera seria y contundente-, y a la luz meridiana del día, ante la transparencia de los ojos claros, la mirada neta del poeta que se duele en su soledad de amor solidaria y compartida. Léase el poema en voz alta y comprenderá el lector la contundencia del clímax de los tres versos finales. Y quizás se comprenda, una vez más, la honda significación que Cruchaga recupera con la inserción renovadora del topos virgiliano de la 'alta noche'.

Un abrazo, Amigo Cru, y reitero mi agradecimiento por la dedicatoria de este poema, lo que me ha inducido a pergeñar esta breve y personal anotación. Y, como siempre, acompáñete mi traducción de tu poema a mi lengua literaria, el catalán.

Pere



ESCENAS EN LA CALLE




A Pere Bessó


Demás están túnica y manto,
—Para bajar a los infiernos,…
FRANCISCO GAVIDIA




Uno ve hoy en día, ángeles y demonios en las calles. Lluvias como aserrín
Desparramado a lo largo de las aceras. Niños de Atocha, Satos Rosarios,
Ramos de flores domésticas, trompos, capiruchos, yoyos,
Hacinamientos en los mercados, la ciudad subiendo su caspa religiosa
Para volver a la inocencia, quitar los pecados,
Aunque el resto de la semana, a excepción de los domingos, se pierdan
Las normas de urbanidad, el amor al prójimo,
El auxilio al menesteroso.
Los domingos guardamos en una nevera la espuma del espejo,
Por aquello del escarnio y la imagen de uno en el vecindario.
Por un momento pensé que uno no envejecía tan pronto, pero resulta
Que estaba equivocado: uno envejece cargando el deudo de suciedades
Que otros tiran en la calle.
Por si fuera poco, repetimos las encíclicas como urracas.
Envejecemos con la cara desvivida de la respiración, añorando
Una mecedora para escuchar mejor el zumbido de las moscas.
En el signo de los tiempos presentes dejan de ser importantes las normas
De urbanidad, aunque la biblia se exhiba desde un balcón
Con gallardetes y los perros ladren al vecino que pasa o se acerca.
Desde las imágenes satelitales del Sistema meteorológico es posible
Ver el río que destruye el himen de los pétalos,
Los patios de las casas, los animales de corral, las huellas del Bicentenario
Con todo y sus dioses, semidioses y héroes.
Debo confesar que aquellos oficios antiguos ya no existen.
Ahora vivimos una época de gansterismo local. —Alguien nos dice
Que es parte del folclor nacional, como el día dedicado a las pupusas,
A las carreras de cinta, al jueves de ceniza con su confeti.
No es extraño, en pleno centro San Salvador, caminar entre ríos
De espesa orina, polución de discursos, manicomio de semáforos,
Peleas callejeras o huir de un delincuente en una parada de buses.
Por eso uno no puede respirar con los ojos cerrados,
Ni gozar de las musas entre el paisaje de humo de las calles,
Ni peinarse con el espejito mágico de la virgen María.
Uno ve a niñas, todavía, dando chiche a bebés en las cunetas, junto
A la vecindad de las moscas, los canillitas, y los amigos de lo ajeno:
Constituyen escenas oscuras en la transparencia de los ojos, digo.
Aunque en realidad, nunca he encontrado fantasías plenas
En los escombros cotidianos de la ciudad por más que me esfuerce.
Algo de todo esto se lo lleva el viento o lo distribuye en la ciudad.
De hecho esta es parte de la felicidad que vivimos diariamente.
Ya para nosotros no es imposible vivir en medio del hampa. Es parte
De la luz inventada por nuestras alas. Es parte de la esencia transfigurada
Piedra fundacional del excremento de los estadistas,
Alta noche donde aprendemos el anonimato…

Barataria, 08.X.2010




ESCENES AL CARRER


A Pere Bessó


Demás están túnica y manto,
—Para bajar a los infiernos,…
FRANCISCO GAVIDIA


Es veuen hui en dia, àngels i dimonis als carrers. Pluges com serradures
Esbargides al llarg de les voravies. Infants d’Atocha, Sants Rosaris,
Rams de flors domèstiques, trompitxols, capirots, jo-jos,
Garberaments als mercats, la ciutat pujant la seua caspa religiosa
Per a tornar a la innocència, llevar els pecats,
Per bé que la resta de la setmana, a excepció dels diumenges, es perden
Les normes d’urbanitat, l’amor al proïsme,
L’auxili al necessitats.
Els diumenges guardem en una nevera l’escuma de l’espill,
Per allò de l’escarn i la imatge d’un mateix en el veïnatge.
Per un moment pensí que no s’envellia tan aviat, però resulta
Que estava equivocat: envellim carregant el parent de brutícies
Que uns altres tiren al carrer.
Per si no hi haguera prou, repetim les encícliques com garses.
Envellim amb la cara desviscuda de la respiració, enyorant
Una agronxadora per a escoltar millor el brunzir de les mosques.
En el signe dels temps presents deixen de ser importants les normes
D’urbanitat, encara que la bíblia s’exhibesca des d’un balcó
Amb gallardets i els gossos lladruguen el veí que passa o s’acosta.
Des de les imatges de satel•litals del Sistema meteorològic és possible
Veure el riu que destrueix l’himen dels pètals,
Els patis de les cases, els animals de corral, les empremtes del Bicentenari
Amb els seus déus, semidéus i herois, i tot.
Dec confesar que ja no hi ha aquells oficis antics.
Ara vivim una època de gangsterisme local. —Algú ens diu
Que és part del folklore nacional, com el dia dedicat a les truites de farina i dacsa,
A les carreres de cinta, al dijous de cendra amb el seu confeti.
No és estrany, en ple centre San Salvador, caminar entre rius
D’espés pixum, pol•lució de discursos, manicomi de semàfors,
Baralles carrereres o fugir d’un delinqüent en una parada de bus.
Per això no es pot respirar amb els ulls tancats,
Ni gaudir de les muses entre el paisatge de fum dels carrers,
Ni pentinar-se amb l’espillet màgic de la verge Maria.
Veiem nines, encara, alletant bebés en les cunetes, junt
Al veïnat de les mosques, els venedors de periòdics, i els amics de l’alié:
Constitueixen escenes fosques en la transparència dels ulls, dic.
Tot i que, en realitat, mai no he trobat fantasies plenes
En els enderrocs quotidians de la ciutat per molt que m’esforce.
Una part de tot açò se l’emporta el vent o la distribueix en la ciutat.
De fet aquesta és part de la felicitat que vivim diàriament.
Ja per a nosaltres no és impossible viure enmig de la briva. És part
De la llum inventada per les nostres ales. És part de l’essència transfigurada
Pedra fundacional de l’excrement dels estadistes,
Alta nit on aprenem l’anonimat…

Baratària, 08.X.2010