BALCONES/BALCONS-NOTA INTRODUCTORIA Y TRADUCCIÓN DE PERE BESSÓ
Querido Cru:
Un poema excelente. Pareciera que iniciaras una senda lírica al hablar de los barrotes de balconadas de antaño, aquéllas que competían con miradores y celadores de tiempos de romanticismo tardío y modernismo postcolonial. Eso pareciera cuando te encantas al apenas sugerir los mensajes enviados desde la distancia que encaraban los enamorados. Pareciera, pero no.
La senda del poema queda iluminada ya desde los primeros versos. El óxido, el paso del tiempo y sus huellas en los barrotes de hierro:
Desde afuera el pánico se pierde entre las calles, pero
Desde dentro los cuerpos respiran páginas secas de un libro carcomido.
Desde estos primeros versos que acá señalo aparecen los límites del universo. La frontera del miedo y la transgresión del cobijo seguro. En primer plano, las marcas deícticas: desde dentro/desde fuera. Pareciera como si el universo tuviera sus zonas calientes en las calles y la zona cálida de la casa, por modesta que nos aparezca. Hasta acá, se podría pensar en el punto de arranque de la denuncia social. Sí, es cierto, pero el poema cuyo núcleo se desarrolla a través del cultivo de la miseria, el miedo y, sobre todo, la omnipresencia de la muerte (con su simbología de Bestiario: escorpiones y arañas, pero también iconología: el alarido del perro ante la tumba), no acaba en este descriptivismo social al que tantas veces acude André Cruchaga. No. El lamento no es sólo denuncia.
O, si se quiere, esto es lo que hay, y no lo parte de la materia ni anecdotario poéticos. El poeta llega a la otra orilla del mero aceptar y esperar la ráfaga del pánico que penetra los cuerpos y se enseñorea de ellos. Hay mucho más, hay de modo recurrente en André Cruchaga un sentido de la naturaleza del ser que se ahoga y cicatriza en el miedo existencial que deriva de un pesimismo biográfico. Y dejó el apunte de pesimismo biográfico porque, querido amigo, aunque sólo te escribo una breve nota al poema, algún día habremos de volver a ubicar esta idea, desarrollarla o desecharla, pues en modo alguno trato de equivocar la senda de este poema con referencias académicas a ciertas maneras del pesimismo existencial europeo, lo que no vendría al caso, pues tus poemas no arrancan prima facie de la angustia del existir, no es el tuyo un pesimismo de honda raíz ontológica que parta de apriorismos sobre la naturaleza del hombre. Ni siquiera señalaría las raíces evangélicas, aunque sea a menudo una de las fuentes de tu poesía.
Sin duda alguna, merecen comentario estos balcones que van desde el poema que describe los dos escenarios en los que el balcón con sus barrotes no eximen de la continuidad, al cabo, de los territorios de la calle al ámbito más íntimo del interior de la casa y su centro, el lecho:
Sólo queda cerrar los ojos y esperar que pase la noche agarrada de la mano
Con el grito de la luna, junto al despojo…
Solos, la mujer y el hombre, tambaleando entre los alfileres del viento.
Solos, entumecidos, esperando a lo que dicta la noche sin paréntesis.
—Solos, atrás de los balcones creciendo en la vegetación del miedo,
Esperando que la ráfaga muerda los sentidos…
Un abrazo, mi hermano.
Pere Bessó
BALCONS
Les cases semblen la complicitat d’un altre temps —discrets missatges
Entre cada ferro on l’aire i el paisatge de penes entren als ulls.
La sal del temps els tria per al rovell i tanmateix continuen
Implacables. Des de fora el pànic es perd entre els carrers, però
Des de dins els cossos respiren pàgines seques d’un llibre corcat.
Dia i nit crepiten els sentits —día i nit tancat l’univers
Als ulls. La llum de penes, la soledat com una pesada cortina d’hivern.
L’espera pal•lideix en les paraules, l’aire és breu en la respiració.
La por creix en moments on el suïcidi sembla un transeünt;
Per això els balcons s’han tornat fidels centineles, íntim somni
Per a evitar les transgresions, encara que la transparència es faça pesada
Roca del secret i a la fi u perda tota fragància…
Són després de tot, substitució de les paraules: Rostre de temors.
El respir creix en la crudesa de cada ferro, el seu silenci cavernós
fa agònica la tendresa. Ara els veiem pertot arreu, és infatigable
La seua abundància davant de les dents depredadores de la violència.
Fins quan aquesta foscor anirà en les nostres sabates? Fins quan
Els faedors de la mort seran impunes a les portes i habitacions?
Entre la foscor de la mort les cases com a botí i la vida enterbolida.
Fins quan deixarà d’allargar els seus cabells de furtiva metzina?
Fins quan aquest escorpió deixarà de respirar en les lluernes
De la foscor? La lluna de penes es cola amb el seu uniforme blanc
Entre les finestres —aqueixa lluna amb ànima que baixa dels arbres i il•lumina
La guitarra dels pensaments…
El pànic no sols creix al carrer, sinó darrere d’aquests barrots, on la pau
Es fa més inestable i les dents masteguen immensos bocins de por.
Aquest llarg desassossec es torna boira als braços i sutze als llavis.
L’alegria la desconeixen les ulleres dels cossos anul•lats, els claus
De mitjanit travessant el somni, el manoll de morts esquinçant
Els ferros gelats, les paraules en la diadema de la saliva,
Sense més habitants que la foscor de las habitacions on els cossos
Llepen la histèria a través dels mocadors tancats de les aranyes.
Mai abans no fou el vent tan grotesc davant dels espills, ni la fusta
Tan clivellada com la misèria en un llit sense llençols.
Darrere dels barrots, confuses les paraules al rostre. Els gossos
Udolant damunt de les tombes vivents, la set absurda de l’espavent —única set
Possible damunt de cavalls d’asfíxia. Déu no es deixa mirar davant de l’assassí.
Només resta tancar els ulls i esperar que passe la nit agafada de la mà
Amb el crit de la lluna, junt a la despulla…
Sols, la dona i l’home, trontollant entre les agulles de cap del vent.
Sols, entumits, esperant allò que dicta la nit sense parèntesi.
—Sols, darrere dels balcons creixent en la vegetació de la por,
Esperant que la ràfega mossegue els sentits…
Baratària, 02.II.2009.
BALCONES
Las casas parecen la complicidad de otro tiempo —discretos mensajes
Entre cada hierro donde el aire y el paisaje apenas entran a los ojos.
La sal del tiempo los elige para la herrumbre y sin embargo siguen
Implacables. Desde afuera el pánico se pierde entre las calles, pero
Desde dentro los cuerpos respiran páginas secas de un libro carcomido.
Día y noche crepitan los sentidos —día y noche cerrado el universo
A los ojos. La luz apenas, la soledad como una pesada cortina de invierno.
La espera palidece en las palabras, el aire es breve en la respiración.
El miedo cunde en momentos donde el suicidio parece un transeúnte;
Por eso los balcones se han vuelto fieles centinelas, íntimo sueño
Para evitar las transgresiones, aunque la transparencia se vuelva pesada
Roca del sigilo y al final uno pierda toda fragancia…
Son después de todo, sustitución de las palabras: Rostro de temores.
El respiro cunde en la crudeza de cada hierro, su silencio cavernoso
Hace agónica la ternura. Ahora los vemos en todas partes, es incansable
Su abundancia ante los dientes depredadores de la violencia.
¿Hasta cuándo esta oscuridad andará en nuestros zapatos? ¿Hasta cuándo
Los hacedores de la muerte serán impunes a las puertas y habitaciones?
Entre la oscuridad de la muerte las casas como botín y la vida enturbiada.
¿Hasta cuándo dejará de alargar sus cabellos de furtiva ponzoña?
¿Hasta cuándo este escorpión dejará de respirar en los tragaluces
De la oscuridad? La luna apenas se cuela con su uniforme blanco
Entre las ventanas —esa luna con alma que baja de los árboles e ilumina
La guitarra de los pensamientos…
El pánico no sólo cunde en la calle, sino tras estos barrotes, donde la paz
Se hace más inestable y los dientes mastican inmensos pedazos de miedo.
Este largo desasosiego se vuelve niebla en los brazos y hollín en los labios.
La alegría la desconocen las ojeras de los cuerpos anulados, los clavos
De medianoche atravesando el sueño, el manojo de muertos rasgando
Los hierros helados, las palabras en la diadema de la saliva,
Sin más habitantes que la oscuridad de las habitaciones donde los cuerpos
Lamen la histeria a través de los cerrados pañuelos de las arañas.
Nunca antes el viento fue tan grotesco frente a los espejos, ni la madera
Tan agrietada como la miseria en una cama sin sábanas.
Detrás de los barrotes, confusas las palabras en el rostro. Los perros
Aullando sobre tumbas vivientes, la sed absurda del espanto —única sed
Posible sobre caballos de asfixia. Dios no se deja mirar ante el asesino.
Sólo queda cerrar los ojos y esperar que pase la noche agarrada de la mano
Con el grito de la luna, junto al despojo…
Solos, la mujer y el hombre, tambaleando entre los alfileres del viento.
Solos, entumecidos, esperando a lo que dicta la noche sin paréntesis.
—Solos, atrás de los balcones creciendo en la vegetación del miedo,
Esperando que la ráfaga muerda los sentidos…
Barataria, 02.II.2009.
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