Imagen del FB de Pere Bessó
BUIT INFATIGABLE
Solo como
una nota que florece en las alturas del vacío
Vicente Huidobro
Vicente Huidobro
No sé quants buits
hi ha en els ecos, ni quina porfidia premonitòria té el paisatge mullat del teu
cos: deambule en aquests jocs obscurs que té la normalitat, en les èbries
altures de les fondalades. A Coralville, respiren les últimes raneres, el
neguit entumit de la neu al costat de la veu enredada en els ossos. A la
destil·leria de Cedar Ridge sempre hi ha vi blanc per a vessar en la cripta que
produeix el vertigen.
El talús és
infatigable i s’estén des de l’imaginari amniòtic de les grutes que lladrugen,
fins als colps despietats de l’angoixa.
Sagnen les
vísceres fins buidar-se. No hi ha res escrit en l’agenda de demà, ni un ocell
canviable per al vol.
Només llostreja
l’orfandat entre fantasmes. Crema el cos inversemblant dels claus. Agulles de
cap de soledat mosseguen la carn i hi depositen la seua lloança sinistra.
En l’argila, només
el vent desembasta aquest vell cresol d’hivernacle.
Poema d’ANDRÉ CRUCHAGA traduït en català per PERE BESSÓ
VACÍO INFATIGABLE
Solo como
una nota que florece en las alturas del vacio
Vicente Huidobro
Vicente Huidobro
No sé cuántos
vacíos hay en los ecos, ni qué porfía premonitoria tiene el paisaje mojado de
tu cuerpo: deambulo en esos juegos oscuros que tiene la normalidad, en las
ebrias alturas de las hondonadas. En Coralville, respiran los últimos
estertores, la desazón entumecida de la nieve junto a la voz enredada en los
huesos. En la destilería de Cedar Ridge siempre hay vino blanco para derramarlo
en la cripta que produce el vértigo.
El talud es
infatigable y se extiende desde el imaginario amniótico de las grutas que
ladran, hasta los golpes despiadados de la angustia.
Sangran las
vísceras hasta vaciarse. No hay nada escrito en la agenda de mañana, ni un
pájaro canjeable para el vuelo.
Sólo amanece la
orfandad entre fantasmas. Arde el cuerpo inverosímil de los clavos. Alfileres
de soledad muerden la carne y ahí depositan su alabanza siniestra.
En la arcilla,
sólo el viento deshilvana este viejo candil de invernadero.
Del libro: “Antípodas del espejo”, 2018
©André Cruchaga
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