PERTANYC A
LLOCS DE TEMPESTA
miro esta mañana, lo que queda de
ella no es más
que una pequeña pila de piedra
caliza dispersada por el viento,
fragmentos lo suficientemente
grandes como para construir nidos,
Lidija Dimkovska
Pertanyc a aquests llocs on la tempesta ha arrasat amb tot.
Sempre els ulls han sigut assotats per aquesta soledat dels espills.
En la carícia diluïda del vent, el punt cec del niu,
aquest lloc en què els ocells fan màgia amb l’absolut.
Mentre l’ou de la desraó passa a follia, l’alè expandeix
els seus genolls, abans de caminar per l’enderroc de les seues plomes.
El que hem de resumir cada dia són els imprevistos polsants
de l’ull de mussol estès en el camí.
Tot i que de vegades el tall del penya-segat ens distrau amb
la seua fonda nafra.
Des de la ploma èbria de les ombres, la llum rebregada de les pedres,
el respir impúdic de la nuesa, els focs opressors
i aquest record de fum del zodíac.
Res no és es suficient per a construir disbarats als cèrcols de llaunes
d’una bicicleta, o en els somnis mentre creix la servitud.
En fi, un aparenta la vida devorant robes de silenci, o buits
al punt del fred: el vertigen sempre és un maleït infinit.
.
. Poema d’ANDRÉ CRUCHAGA traduït en català per PERE BESSÓ
.
PERTENEZCO A LUGARES DE TORMENTA
miro esta mañana, lo que queda de
ella no es más
que una pequeña pila de piedra
caliza dispersada por el viento,
fragmentos lo suficientemente
grandes como para construir nidos,
Lidija Dimkovska
Pertenezco a esos lugares donde la tormenta ha arrasado con todo.
Siempre los ojos han sido azotados por esa soledad de los espejos.
En la caricia desleída del viento, el punto ciego del nido,
ese lugar en el que los pájaros hacen magia con el absoluto.
Mientras el huevo de la sinrazón pasa a locura, el aliento expande
sus rodillas, antes de caminar sobre el escombro de sus plumas.
Lo que tenemos que resumir cada día son los imprevistos pulsantes
del ojo de búho extendido en el camino.
Aunque a veces el filo del acantilado nos distrae con su honda llaga.
Desde la pluma ebria de las sombras, la luz estrujada de las piedras,
el respiro impúdico de la desnudez, los fuegos opresores
y este recuerdo de humo del zodíaco.
Nada es suficiente para construir desatinos en los rines
de una bicicleta, o en los sueños mientras crece la servidumbre.
En fin, uno aparenta la vida devorando ropas de silencio, o vacíos
al punto del frío: el vértigo siempre es un maldito infinito.
.
Del libro: ‘Fuego de llaves invisibles’, 2021
©André Cruchaga
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