CÀBALA DEL
CONJUR
No acumules avariento tus horas;
Que el tiempo no se haga más el
payaso
Tiéndelas por sobre todos los
abismos
Y atrapa en una red al ocaso.
Abraham Sutzkever
De totes les destrosses de les hores, mantenim el debat de l’ocàs
i les seues bijuteries i les seues transaccions d’irremeiables objectes.
Cada vegada ens mossega la nafra en l’os viu d’aurores apagades,
una habitació d’abismes li ret culte als prostíbuls,
als inferns on es trasbalsa la por amb terboleses de tendresa.
A estones caminem sobresaltats per un territori de dubtes,
un sanglot a mercè del desvari desbocat, (no sempre un pot
alliberar-se de la seua pròpia ombra, ni de l’esquelet de l’esperit,
ni de la raó que desconeix els somnis, ni de l’assetjament de la llum
a l’ull.) No sé del contingut buit de la nit i la seua llenya seca de
matossar.
Malgrat l’amor obscur dels penya-segats, em llance a la seua foscor.
Hi ha hores, llavors, d’humits rellotges com eterns revòlvers,
pianos de monticles mutilats, gossos de la mida de la fúria,
destrals de pedra que fan trencadís l’alè i la memòria.
Darrere de l’ull, s'acumula, per cert, un ros retallat de músiques
visibles només a l’espill del conjur de la càbala de l’insomni.
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CÁBALA DEL
CONJURO
No acumules avariento tus horas;
Que el tiempo no se haga más el
payaso
Tiéndelas por sobre todos los
abismos
Y atrapa en una red al ocaso.
Abraham Sutzkever
De todos los destrozos de las horas, mantenemos el debate del ocaso
y sus bisuterías y sus transacciones de irremediable objetos.
Cada vez nos muerde la llaga en el hueso vivo de auroras apagadas,
una habitación de abismos le rinde culto a los prostíbulos,
a los infiernos donde se trasiega el miedo con turbiedades de ternura.
A ratos caminamos sobresaltados sobre un territorio de dudas,
un sollozo a merced del desvarío desbocado, (no siempre uno puede
liberarse de su propia sombra, ni del esqueleto del espíritu,
ni de la razón que desconoce los sueños, ni del asedio de la luz
en el ojo.) No sé del contenido vacío de la noche y sus chiriviscos.
A pesar del amor oscuro de los acantilados, me lanzo a su oscuridad.
Hay horas, entonces, de húmedos relojes como eternos revólveres,
pianos de montículos mutilados, perros del tamaño de la furia,
hachas de piedra que hacen quebradizo el aliento y la memoria.
Detrás del ojo, uno acumula, por cierto, un rocío cercenado de músicas
visibles, solo en el espejo del conjuro de la cábala del insomnio.
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Del libro: ‘Fuego de llaves invisibles’, 2021
©André Cruchaga
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