TOTA BRASA ÉS INCENDI
Nuestro fuego es también cenizas.
Tu boca está fría y silenciosa hoy.
Dezső Kosztolányi
Cap brasa no deixa de ser incendi al
coixí, sobretot,
quan hi ha brins de foc en els ocells
de la panolla de l’entranya
obrint-se al temps, entre les
fronteres de la son i l’alè.
Cada rauxa, un grapat d’arena als
ulls,
un ferro lent foradant les boques, un
graner de cendra anticipada
en l’alba, un respirar ecos
d’absolut.
Avui sagne d’orfandat damunt de la
pedra de l’ofec, flames en rebel•lió
sobre el cos, campanades d’un
purgatori indicible, cec
a borbolls d’impureses. Sagne en la
foscor de ganivets,
mentre al cap em mossega la dentadura
del pressentiment.
Fora de la teua boca el bosc em perd
en el seu espessor.
Necesite arrecerar-me en les teues
cuixes, en l’ebrietat del capoll hivernal,
en l’alfabet de la flassada ara que
la veu incinera els metalls.
En la introspecció que desarma
qualsevol insomni, potser avancem
el festí de cendra que ens espera al
llindar.
Desfeta l’alba, ens cremem com un
brunzir de substàncies,
o estatues: després només serà remot
el mirotejament de la fossa.
.
. Poema d’ANDRÉ CRUCHAGA traduït en
català per PERE BESSÓ
.
TODA BRASA ES INCENDIO
Nuestro fuego es también cenizas.
Tu boca está fría y silenciosa hoy.
Dezső Kosztolányi
Ninguna brasa deja de ser incendio en
la almohada, sobre todo,
cuando hay briznas de fuego en los
pájaros de tuza de la entraña
abriéndose al tiempo, entre las
fronteras del sueño y el aliento.
Cada arrebato, un puñado de arena en
los ojos,
un hierro lento horadando las bocas,
un granero de ceniza anticipada
en el alba, un respirar ecos de
absoluto.
Hoy sangro de orfandad sobre la
piedra del ahogo, llamas en rebelión
sobre el cuerpo, campanadas de un
purgatorio indecible, ciego
a borbotones de impurezas. Sangro en
la oscuridad de cuchillos,
mientras en la cabeza me muerde la
dentadura del presentimiento.
Fuera de tu boca el bosque me pierde
en su espesura.
Necesito guarecerme en tus muslos, en
la ebriedad del capullo invernal,
en el alfabeto de la cobija ahora que
la voz incinera los metales.
En la introspección que desarma
cualquier insomnio, quizás anticipemos
el festín de ceniza que nos espera en
el umbral.
Deshecha el alba, nos quemamos como
un zumbido de sustancias,
o estatuas: después solo será remoto
el espejeo de la fosa.
.
Del libro: ‘Fuego de llaves
invisibles’, 2021
©André Cruchaga
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