TERRA DEL NÀUFRAG
y en el espejo de unas manos llenas de agua
iba a mirarse la esperanza, y estaba limpia, y sonreía.
Carlos Sahagún
En l’aigua de set d’una guitarra, les
juntures de la gota
a les mans d’aquest llegir espills
imaginaris al besllum de la pedra
del vestigi retingut en el cucleig de
l’horitzó del caliu.
Sempre parlem de l’esperança, malgrat
la presència de tombes
en l’alè, o en la sobretaula de
l’última carícia.
De temps en temps ens disfressem de
hostes honoraris.
Enmig de les nostres mans, la
irrealitat de cada instant,
el sabor de l’esquívol, la gelor de
la fossa que ens convoca,
i també, els abastos que té la
punxada del desarrel.
No sé si alguna vegada sonriguérem
davant de l’espavent del foc i la llum,
o només era un promontori de llenya
darrere de la pluja de sang de l’ànima.
Tot era un sòlid blanc als ulls, una
profusa campana
dins del somni, en la labor d’un
viatge sense rellotge.
Però el destí li posa arteres
muralles a qualsevol viatge.
I en aquest fabulejar, cap oracle no
es refugi sinó patíbul.
En aquesta terra de nàufrags, les
hèlices semblen plats trencats.
.
. Poema d'ANDRÉ CRUCHAGA traduït en
català per PERE BESSÓ
.
TIERRA DEL NÁUFRAGO
y en el espejo de unas manos llenas de agua
iba a mirarse la esperanza, y estaba limpia, y sonreía.
Carlos Sahagún
En el agua de sed de una guitarra,
las junturas de la gota
en las manos de este leer espejos
imaginarios al trasluz de la piedra
del vestigio retenido en el graznido
del horizonte del rescoldo.
Siempre hablamos de la esperanza,
pese a la presencia de tumbas
en el aliento, o en la sobremesa de
la última caricia.
De vez en cuando nos disfrazamos de
huéspedes honorarios.
En medio de nuestras manos, la
irrealidad de cada instante,
el sabor de lo esquivo, la heladez de
la fosa que nos convoca,
y también, los alcances que tiene la
punzada del desarraigo.
No sé si alguna vez sonreímos frente
al asombro del fuego y la luz,
o solo era un promontorio de leña
tras la lluvia de sangre del alma.
Todo era un sólido blanco en los
ojos, una profusa campana
adentro del sueño, en la labor de un
viaje sin reloj.
Pero el destino le pone arteras
murallas a cualquier viaje.
Y en esa fabulación, ningún oráculo
es refugio sino patíbulo.
En esta tierra de náufragos, las
hélices parecen platos rotos.
.
De ‘Camino disperso’, 2021
©André Cruchaga
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