lunes, 6 de diciembre de 2021

TERRA DEL NÀUFRAG │ TIERRA DEL NÁUFRAGO

 

Imagen FB de Pere Bessó


TERRA DEL NÀUFRAG

 

 

y en el espejo de unas manos llenas de agua

iba a mirarse la esperanza, y estaba limpia, y sonreía.

Carlos Sahagún

 

 

En l’aigua de set d’una guitarra, les juntures de la gota

a les mans d’aquest llegir espills imaginaris al besllum de la pedra

del vestigi retingut en el cucleig de l’horitzó del caliu.

Sempre parlem de l’esperança, malgrat la presència de tombes

en l’alè, o en la sobretaula de l’última carícia.

De temps en temps ens disfressem de hostes honoraris.

Enmig de les nostres mans, la irrealitat de cada instant,

el sabor de l’esquívol, la gelor de la fossa que ens convoca,

i també, els abastos que té la punxada del desarrel.

No sé si alguna vegada sonriguérem davant de l’espavent del foc i la llum,

o només era un promontori de llenya darrere de la pluja de sang de l’ànima.

Tot era un sòlid blanc als ulls, una profusa campana

dins del somni, en la labor d’un viatge sense rellotge.

Però el destí li posa arteres muralles a qualsevol viatge.

I en aquest fabulejar, cap oracle no es refugi sinó patíbul.

En aquesta terra de nàufrags, les hèlices semblen plats trencats.

.

. Poema d'ANDRÉ CRUCHAGA traduït en català per PERE BESSÓ

.

 

TIERRA DEL NÁUFRAGO

 

 

y en el espejo de unas manos llenas de agua

iba a mirarse la esperanza, y estaba limpia, y sonreía.

Carlos Sahagún

 

 

En el agua de sed de una guitarra, las junturas de la gota

en las manos de este leer espejos imaginarios al trasluz de la piedra

del vestigio retenido en el graznido del horizonte del rescoldo.

Siempre hablamos de la esperanza, pese a la presencia de tumbas

en el aliento, o en la sobremesa de la última caricia.

De vez en cuando nos disfrazamos de huéspedes honorarios.

En medio de nuestras manos, la irrealidad de cada instante,

el sabor de lo esquivo, la heladez de la fosa que nos convoca,

y también, los alcances que tiene la punzada del desarraigo.

No sé si alguna vez sonreímos frente al asombro del fuego y la luz,

o solo era un promontorio de leña tras la lluvia de sangre del alma.

Todo era un sólido blanco en los ojos, una profusa campana

adentro del sueño, en la labor de un viaje sin reloj.

Pero el destino le pone arteras murallas a cualquier viaje.

Y en esa fabulación, ningún oráculo es refugio sino patíbulo.

En esta tierra de náufragos, las hélices parecen platos rotos.

.

De ‘Camino disperso’, 2021

©André Cruchaga


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