TOT PERDURA MENTRE PERSISTEIX LA FEBRE
Me voy. A través del pequeño puente de piedra, cubierto de memoria,
Me estoy alejando, escapando de los sonidos que me encadenan.
Milena Letić
M’allunye del mur de pedra de les
golfes cremades al rostre.
Sota d’els ulls els ocells que mai no
arribe a veure,
la memòria que s’ofega en els passos
perduts de les exsudacions
de l’ací i de l’ara dels despropòsits
de la pols i l’abominable.
No puc fugir, però, de la proclama
del ros i la seua albada,
no puc gelar-me en els lladrucs de la
nostàlgia i l’espill
despietat que em mossega les
paraules,
els engonals, els peus, el respir del
cos del desig, el tumult
d’ofecs en l’ombra d’una llàgrima
clavada a les venes.
En realitat sempre em trobe ací
vetlant el fruit de la vida del cadàver.
En realitat el paisatge s’ageganta en
el peix del pecat ancestral,
en el gratacel irracional de la
cabellera amarrada a la panna
del teu excels paisatge, al cigne
humit del paladar,
al celatge del capoll que el vent
desfà amb el rem de l’alè.
Sempre mamprenc la marxa, però em
queda al cel de la boca
aquesta pèrdua de còpula, cega i
fosa, com la melassa a l’espill.
.
. Poema d’ANDRÉ CRUCHAGA traduït en
català per PERE BESSÓ
.
TODO PERDURA MIENTRAS PERSISTE LA
FIEBRE
Me voy. A través del pequeño puente de piedra, cubierto de memoria,
Me estoy alejando, escapando de los sonidos que me encadenan.
Milena Letić
Me alejo del muro de piedra de los
desvanes quemados en el rostro.
Bajo los ojos los pájaros que nunca
alcanzo a ver,
la memoria que se ahoga en los pasos
perdidos de las exudaciones
del aquí y del ahora de los
despropósitos del polvo y lo abominable.
No puedo huir, sin embargo, de la
proclama del rocío y su alborada,
no puedo helarme en los ladridos de
la nostalgia y el espejo
despiadado que me muerde las
palabras,
las ingles, los pies, el respiro del
cuerpo del deseo, el tumulto
de ahogos en la sombra de una lágrima
clavada en las venas.
En realidad siempre estoy aquí
velando el fruto de la vida del cadáver.
En realidad el paisaje se agiganta en
el pez del pecado ancestral,
en el rascacielos irracional de la
melena amarrada al témpano
de tu excelso paisaje, al cisne
húmedo del paladar,
al celaje del capullo que el viento
deshace con el remo del aliento.
Siempre emprendo la marcha, pero me
queda en el cielo de la boca,
ese extravío de cópula, ciego y
derretido, como la melaza en el espejo.
.
Del libro: ‘Fuego de llaves
invisibles’, 2021
©André Cruchaga
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