SOM LLOGATERS NOMÉS
somos inquilinos eternos
que esperamos el invierno
y su bufanda de fuego
Danijela Trajković
I no hi hares més: som llogaters de
vells pedrissos del desús.
A cada aresta de sang, el cudol com a
campana filial
als nostres peus, a aquest no-res que
ens desperta en la foscor.
Cada ull de l’hivern s’evapora en les
nostres palpebres i ens colpeja
Quan s’acreix la seua febre de negres
ocells o peixos.
Davant de tanta espera només ens
queda la flassada esbocinada
de la nit i les seues circumstàncies
esgotades de pol•len i la seua fam
de braços i les abelles escapçades en
la pell.
Ningú, per cert, és amo de res. La
nuesa és condició en la llista
de proscrits, les faunes sordes que
aixopluguen l’horitzó.
Sovint resulta inútil respirar davant
de l’aurora.
O pensar en el caos de les trufes, en
la calamarsa que s’escampa
en el llom dels gossos, en una
carícia obligada al llit de mort.
Quan l’eternitat s’enquista en la
ment, vénen els cascos
de la nit, aquestes veus que
fantasiegen amb el seu dolor ocult.
És probable que en una llàgrima
prisada d’hivern ens abrace el foc
i les seues mossegades de lladrucs al
coll. I ens esquince en la seua borrufada.
.
. Poema d’ANDRÉ CRUCHAGA traduït en
català per PERE BESSÓ
.
SOMOS INQUILINOS SOLAMENTE
somos inquilinos eternos
que esperamos el invierno
y su bufanda de fuego
Danijela Trajković
Y no hay nada más: somos inquilinos
de viejos poyetones del desuso.
En cada arista de sangre, el guijarro
como campana filial
a nuestros pies, a esa nada que nos
despierta en la oscuridad.
Cada ojo del invierno se evapora en
nuestros párpados y nos golpea
cuando arrecia su fiebre de negros
pájaros o peces.
Ante tanta espera nos queda
solamente, la cobija despedazada
de la noche y sus circunstancias
agotadas de polen y su hambre
de brazos y las abejas decapitadas en
la piel.
Nadie, por cierto, es dueño de algo.
La desnudez es condición en la lista
de proscritos, las faunas sordas que
cobijan el horizonte.
A menudo resulta inútil respirar
frente a la aurora.
O pensar, en el caos de las patrañas,
en el granizo que se esparce
en el lomo de los perros, en una
caricia obligada en el lecho de muerte.
Cuando la eternidad se enquista en la
mente, vienen los cascos
de la noche, esas voces que fantasean
con su dolor oculto.
Es probable que en una lágrima
plisada de invierno, nos abrace el fuego
y sus mordiscos de ladridos al
cuello. Y nos desgarre en su ventisca.
.
Del libro: ‘Fuego de llaves
invisibles’, 2021
©André Cruchaga
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