Carátula de Viaje póstumo, André Cruchaga
VIAJE PÓSTUMO/ VIATGE
PÒSTUM
Cruchaga, A. (2014) El Salvador: Imprenta Rilcadone.
José Siles
González CEU Facultad Ciencias de la Salud. Universidad de Alicante Cómo citar
este artículo (reseña) en edición digital: Siles González, J. (2015). Viaje
Póstumo/ Viatge pòstum (Reseña). Cultura de los Cuidados (Edición digital) 19,
41. Disponible en: http://dx.doi.org/10.14198/cuid.2015.41.21>
Correspondencia
Por José Siles González
Se nos presenta la edición en castellano y
valenciano de una obra del poeta salvadoreño André Cruchaga cuya traducción ha
estado a cargo de Pere Bessó filólogo y catedrático de lengua y literatura
española. André Cruchaga es profesor de humanidades y como núcleo enriquecedor
de su actividad docente, ha desarrollado una importante y extensa obra poética
que ha sido galardonada con diferentes premios literarios y ha traducido a
diferentes idiomas: francés, rumano, holandés, vasco, valenciano, etc. Entre
sus obras destacan: Alegoría de la palabra (1992), Visión de la muerte (1994),
Enigma del tiempo (1996), Roja Vigilia (1997), Rumor de pájaros (2002), Pie en
tierra (2007), Caminos Cerrados (2009), Viajar de la ceniza (2010), Cuaderno de
ceniza (2013), Balcón del vértigo (2014), Post scriptum (2014), etc. Además ha
publicado sus poemas en las revistar literarias más prestigiosas de España y
América Latina.
André
Cruchaga es un poeta de gran altura que puede provocar cierta hipoxia y
desvanecimiento en los lectores desprevenidos que no están acostumbrados a
caminar por senderos contiguos a los grandes desfiladeros donde habita, en la
profundidad abisal, la palabra con mayúsculas. La palabra como sentimiento que
es imagen y que se funde con aromas telúricos de tiempos imperecederos: la
metáfora al servicio de una creatividad combativa sostenedora de esa clase de
dignidad se sustenta en la observación de la realidad; un entorno envolvente
cuyo caos es tan subterráneo y trascendente que se intangibiliza en la
superficie insustancial y rutinaria de una vida cotidiana fabricada para
convertirnos en inconscientes. Sí, el poeta salvadoreño, con su verso inflamado
que todo lo ilumina, nos despierta y avisa del creciente auge del pensamiento
automático que acaba transformando nuestra existencia en un devenir superfluo
entre horarios lineales de comidas, cenas, idas y venidas al trabajo y largas
sentadas frente al sedante televisor.
El
poeta Cruchaga emplea herramientas como el simbolismo y la metáfora para
rescatar trozos de conciencia faenando poéticamente en los caladeros de un ultra-realismo
cargado de dolor e incertidumbre: paso incontrolable del tiempo,
envejecimiento, muerte, despropósitos del ser humano que acaba transformando lo
más hermoso en pura miseria…, inexistencia; pero mediante su poesía profundiza
en los temas centrales de la vida como la misma muerte (asalariada por la vida
para sus propios fines…, especialmente el postrero y definitivo):.Así en
“Muerte” nos avisa de que es la medida de todas las cosas:
“Muero cada día cuando resbalo en la cuerda
floja del tiempo, este aliento carece ya de sombreros cae la respiración hasta
los tobillos, ¿qué me queda después de lamer los excrementos? (Morir antes que
mueran las palabras es la mejor solución). Morir como se embriaga el tejado… “
(Cruchaga, 2014: 192)
Cruchaga
es un poeta que no hace concesiones a la galería y reinterpreta la realidad
desnuda del discurrir de la vida como metáfora de navegación existencial donde
todo está en conexión:
Navegación “A través
del barro, las manos tallan las distancias: esos pasos lentos del desvelo, las
sombras diurnas del relámpago, la piedra de la fatiga donde deslumbran tantas
instantáneas (…)” (Cruchaga, 2014: 164).
También
se detiene el poeta en las secuelas del paso del tiempo y la manifestación de
un inevitable arte, El olvido:
“Sueño ya el olvido y
las extrañezas en vísperas de relojes caducos. El horizonte es irreparable en
las postrimerías de la edad (también los mostradores huesudos de las
talabarterías, los disfraces cumplidos de los funerales sobre el mundo infinito
del desquicio)(…)”
Es
Cruchaga un poeta atento a los sentimientos que le provocan sus capacidades
perceptivas y lo refleja magistralmente en “Olfato”:
“Cuando el árbol de
repente abre sus dominios, el olfato implora al pájaro etéreo del cierzo,
-volveré a trepar al vendaval de la noche, a su dosis de trementina, a su
embriaguez de escritura muerta”.
En
el poema que da título al poemario “Viaje póstumo”, el poeta se sitúa en una
posición álgida de anticipada nostalgia para despedirse sin desistir de estar y
dejando constancia de lo que pensará y hablará cuando ya no pueda pensar ni
hablar:
“Que la luz hunda su
imagen en mi lápida. Animada y visible al mismo tiempo. Más allá de lo anónimo
y el olvido, soy ciudadano de este país. Pon una rosa sin aldabas sobre mi
cruz, un pétalo tan solo hacia el horizonte como vos una calle que desafíe al
tiempo (…)”
Por
todo esto y mucho más presente en su dilatada obra, André Cruchaga es un poeta
de gran altura que puede llegar a provocar cierto vértigo en los lectores
desprevenidos que tal vez estén más acostumbrados a la poesía de salón donde
emerge de forma rebuscada y artificiosa lo amable, feliz y bienaventurado que
es ese bicho bipedestador que es el hombre. No, no están acostumbrados a
caminar por senderos contiguos a los grandes desfiladeros donde habita, en la
profundidad abisal, la palabra con mayúsculas…, la única capaz de aprehender y
transmitir cuestiones tan esenciales como la auténtica y contradictoria
realidad del ser humano.
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