FOSCOR IL•LUSIONADA
Recuerdo aquel verano
Con sus púberes manzanas y sus árboles cautivos
Teófilo Cid
El cos darrere de la finestra com la
pedra en aquest orb beuratge
tancat dels ulls i la sang en
presència de la pluja
que mulla el rostre i y reflecteix
una onada de núvols:
en aquesta foscor il•lusionada,
sempre sorda la claredat, la llum fatigada
que sotsobra en el pensament i en la
proclama dels ulls.
Sempre tan a prop encara que el seu
basc estiga distant del meu galop.
Enganya el cadàver del dia i el
fulgor cremat de la pluja.
Tot i així, acumule totes les imatges
que poden agafar les meues mans.
(Hem begut el dol amb la semblança
d’un mirall de febre,
quantes pors s’obren en les temples?
¿Quanta ombra parpelleja
al meu alè i esguita de llum el meu
estimbador?
Quants altars de grafitti com a
genets descolorits en el gris
del presene que ens dispara els seus
malsons?)
Ens perd joiosament la foscor. Ens
enfureix el cruixit
socarrimat, amerat de vertígens
ardents, de caliu de bèstia.
Al no-res només hi ha els rius
fluvials del silenci.
Els ossos i el seu dubte de rostres
esperen submergir-se en l’etern.
L’alienació i els seus nusos
intolerables ens transformen.
Nus anem enmig d’abismes fendits de
mortalles;
entreobert el bisturí de l’abandó amb
aroma esmorteïda.
Ací, resten tacats de mossegades els
sentits: no és destral, però sí,
ganivet la follia que envolta els
costats.
Ja el cansament es llig al front i,
tanmateix, l’assossec
és distant. Tan distant que cada
vegada es prolonga més l’horitzó.
Encara és alta l’ebriesa i la
garrotxa espessa.
.
Poema d’ANDRÉ CRUCHAGA traduït en
català per PERE BESSÓ
.
.
OSCURIDAD ILUSIONADA
Recuerdo aquel verano
Con sus púberes manzanas y sus árboles cautivos
Teófilo Cid
El cuerpo tras la ventana como la
piedra en este ciego brebaje
cerrado de los ojos y la sangre en
presencia de la lluvia
que moja el rostro y refleja un
oleaje de nubes:
en esta oscuridad ilusionada, siempre
sorda la claridad, la luz fatigada
que zozobra en el pensamiento y en la
proclama de los ojos.
Siempre tan cerca aunque su vasco
esté distante de mi galope.
Engaña el cadáver del día y el fulgor
quemado de la lluvia.
Aún así, acumulo todas las imágenes
que pueden asir mis manos.
(Hemos bebido el duelo con la
semejanza de un espejismo de fiebre,
¿cuántos miedos se abren en las
sienes? ¿Cuánta sombra parpadea
en mi aliento y salpica de lumbre mi
despeñadero?
¿Cuántos altares de grafiti como
jinetes descoloridos en el gris
del presente que nos dispara sus
pesadillas?)
Nos pierde gozosamente la oscuridad.
Nos enfurece el crujido
chamuscado, empapado de vértigos
ardientes, de rescoldo de bestia.
En la nada solo están los ríos
fluviales del silencio.
Los huesos y su duda de rostros
esperan sumergirse en lo eterno.
La enajenación y sus nudos
intolerables nos transforman.
Desnudos vamos entre abismos hendidos
de mortajas;
entreabierto el bisturí del abandono
con aroma mortecino.
Aquí, están manchados de mordidas los
sentidos: no es hacha, pero sí,
cuchillo la locura que envuelve los
costados.
Ya el cansancio se lee en la frente
y, sin embargo, el sosiego
está distante. Tan distante que cada
vez se prolonga más el horizonte.
Todavía es alta la ebriedad y espesa
la breña.
.
Del libro: «Mi memoria se ha cansado
de llover y esperarte», 2022
© André Cruchaga
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