ONZENA NIT
Desde esta cueva húmeda que es mi garganta aprendo un canto nuevo,
siembro. No dispongo de tiempo para morir, tengo que cuidar a otros
para limpiarme.
Katia Rejón Márquez
Ningú no disposa de més camí que el
traçat en la foguera
dels somnis de l’ocell saltant en
l’onzena nit de la pira,
ni dels fruits secs de les paraules
en el buit de les hores.
Hi ha un buit d’arbre o ombra en
aquesta flama de campana freda
Al voltant del temps imaginari.
A aquesta hora ens sembla escoltar
una música de comiats.
Tant i mentres, el cor comparteix el
seu silenci, el seu tenaç llenguatge
de somnambulisme, la seua llegió de
xiprers: ací el dubte, la mort.
Una gavina remolcada en el pit, una
gola premuda
de grisos, un sermó de goteigs a la
vora d’un fonògraf
corcat en el cel brut i invisible on
només hi ha diaris
amb classificats que ningú no llig:
recorde l’ungüent musical
d’algun blues, una sonata de vaixell
descurat a vora de l’aigua.
Entre una hora i una altra, juga el
cor devorant peixos.
Jugue ací mentre llostreja: sóc una
criatura a mercè
de la terra, entre nostàlgies i
llibres que es volen reinventar
com un fullatge de lluernes, com una
porta que ens recorde.
.
. Poema d’ANDRÉ CRUCHAGA traduït en
català per PERE BESSÓ
UNDÉCIMA NOCHE
Desde esta cueva húmeda que es mi garganta aprendo un canto nuevo,
siembro. No dispongo de tiempo para morir, tengo que cuidar a otros
para limpiarme.
Katia Rejón Márquez
Nadie dispone de más camino que el
trazado en la hoguera
de los sueños del pájaro saltando en
la undécima noche de la pira,
ni de los frutos secos de las
palabras en el hueco de las horas.
Hay un vacío de árbol o sombra en esa
llama de campana fría
alrededor del tiempo imaginario.
A esa hora nos parece escuchar una
música de adioses.
Mientras el corazón comparte su
silencio, su tenaz lenguaje
de sonambulismo, su legión de
cipreses: ahí la duda, la muerte.
Una gaviota remolcada en el pecho,
una garganta apretada
de grises, un sermón de goteos al
borde de un fonógrafo
carcomido en el cielo sucio e
invisible donde solo hay periódicos
con clasificados que nadie lee:
recuerdo el ungüento musical
de algún blues, una sonata de barco
descuidado a la orilla del agua.
Entre una hora y otra, juega el
corazón devorando peces.
Juego aquí mientras amanece: soy una
criatura a merced
de la tierra, entre nostalgias y
libros que quieren reinventarse
como un follaje de luciérnagas, como
una puerta que nos recuerde.
.
De ‘Camino disperso’, 2021
©André Cruchaga
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