L’ESPINA I LA
SEUA INFINITUD
aún queda mucho tiempo por
delante:
entre dos luces pueden verse aún
jirones de las sombras que
llevamos.
Carlos Pujol
Res no hi ha de nou en aquesta pol•lució d’ossos damunt
de la fulla que descendeix
del record, ni vell l’arbre nu de l’hivern
en el seu espès sender de terra, estany on llegim miratges.
Enmig de l’aigua de riu, procurem netejar el mur de pedra
que respirem en un firmament de nit-dia, paradís i mort.
A la tomba de núvols de la tempesta, saquegem el nínxol de l’ombra
de la morfologia tantes vegades present del dubte.
Mai no diguí que fóra fàcil creuar el bosc de foc i a l’ensems callar
la tempesta posterior a les asimetries de l’expiració.
En tot hi ha un joc pervers en un desert de criptes circulars,
una cova que ens perd, un infern obsessiu d’assetjaments.
A la llum de l’onzena hora necessitem reinventar els precipicis,
o, almenys, obligar-nos a donar testimoni del destemps que sap
a atrocitat, acreix la broma i ens crivella, rosega el forcejament.
Ja des de l’entranya, l’espina comença amb la seua infinitud.
Ja des de la cadena, un només percep els excessos del deliri.
.
. Poema d’ANDRÉ CRUCHAGA traduït en català per PERE BESSÓ
.
LA ESPINA Y
SU INFINITUD
aún queda mucho tiempo por
delante:
entre dos luces pueden verse aún
jirones de las sombras que
llevamos.
Carlos Pujol
Nada es nuevo en esta polución de huesos sobre la hoja que desciende
del recuerdo, ni viejo el árbol desnudo del invierno
en su espeso sendero de tierra, estanque donde leemos espejismos.
En medio del agua de río, procuramos limpiar el muro de piedra
que respiramos en un firmamento de noche-día, paraíso y muerte.
En la tumba de nubes de la tormenta, saqueamos el nicho de la sombra
de la morfología tantas veces presente de la duda.
Nunca dije que fuera fácil cruzar el bosque de fuego y a su vez callar
la tormenta posterior a las asimetrías de la expiración.
En todo hay un juego perverso en un desierto de criptas circulares,
una cueva que nos pierde, un infierno obsesivo de asedios.
En la luz de la undécima hora necesitamos reinventar los precipicios,
o, al menos, obligarnos a dar testimonio del destiempo que sabe
a atrocidad, arrecia la bruma y nos acribilla, mordisquea el forcejeo.
Ya desde la entraña, la espina empieza con su infinitud.
Ya desde la cadena, uno solo percibe los excesos del delirio.
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Del libro: ‘Fuego de llaves invisibles’, 2021
©André Cruchaga
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