ESCLATS FERMENTATS
No te apoyes en la tiniebla, ella vendrá
vendrá como un estallido de algodón, un pecho fustigado
que en silencio se quiebra en lo más recóndito de la habitación
Thomas Boberg
Des de l’estació de tren del pretèrit
desbordada en fum, la llavor
enganyosa del seu embolcall, el
llindar prolix d’ortopèdies.
És el silenci que se abalança sobre
tots els objectes que m’envolten,
el llit sumit en el no-res, o una
mínima ombra de llum com l’abís
de la set que anihila els mons
pensats en l’escorça de l’arbre.
Sé que tot es trenca en el desconegut
de l’evaporació dels ulls;
queda, si de cas, el tuf del cel amb
les seues ulleres galopants.
Qualsevol amb trellat pot sentir el
pessigolleig dels esclats
fermentats de les habitacions soles:
el silenci en la seua broma,
la pedra d’embriaguesa on reposen els
àngels dissoluts de l’ara.
Com tants oprimits, mossegue els
parcs perduts del món,
i gaudesc, en certa manera, els
malsons i els dies petrificats en l’oïda.
Al cap i a la fi mai no sé on ha d’anar
la llança dels llampecs,
ni quin destí tenen els meus braços i
pit als racons dels ossos.
Una cosa, però, és definitiva: mai el
fem no abrigarà les meues illades,
ni el crit substituirà un pany,
malgrat el desvari.
.
. Poema d’ANDRÉ CRUCHAGA traduït en
català per PERE BESSÓ
.
ESTALLIDOS FERMENTADOS
No te apoyes en la tiniebla, ella vendrá
vendrá como un estallido de algodón, un pecho fustigado
que en silencio se quiebra en lo más recóndito de la habitación
Thomas Boberg
Desde la estación de tren del
pretérito desbordada en humo, la semilla
engañosa de su envoltura, el umbral
prolijo de ortopedias.
Es el silencio el que se abalanza
sobre todos los objetos que me rodean,
la cama sumida en la nada, o una
mínima sombra de luz como el abismo
de la sed que aniquila los mundos
pensados en la corteza del árbol.
Sé que todo se quiebra en lo
desconocido de la evaporación de los ojos;
queda, si acaso, el ijillo del cielo
con sus ojeras galopantes.
Cualquiera en sus cabales puede
sentir el cosquilleo de los estallidos
fermentados de las habitaciones
solas: el silencio en su bruma,
la piedra de embriaguez donde reposan
los ángeles disolutos del ahora.
Como tantos oprimidos, muerdo los
parques perdidos del mundo,
y gozo, en cierto modo, las
pesadillas y los días petrificados en el oído.
Al cabo nunca sé a dónde debe ir la
lanza de los relámpagos,
ni qué destino tienen mis brazos y
pecho en los rincones de los huesos.
Algo, sin embargo, es definitivo:
jamás el estiércol abrigará mis ijares,
ni el grito sustituirá una cerradura,
pese al desvarío.
.
Del libro: ‘Fuego de llaves
invisibles’, 2021
©André Cruchaga
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