CADASCÚ TÉ UNA HISTÒRIA
Sus manos están floreciendo
en los prados olvidados de mi piel
me recuerdan el rojo alfabeto
del deseo escrito en la historia de mi cuerpo
Serkan Engin
Del renou dels porus, aquesta mena de
trànsit damunt dels dorments
del vol d’aquell deliri desbaratador
del cerç. (Cadascú té
una història, de vegades soterrada, del cos i els
ulls.)
Batega la set com un allau d’ombres,
mentre creix el degoteig de l’eco.
En realitat, no hi ha data de
caducitat per a la memòria, tampoc pau
en una ciutat on l’alegria és un
objecte sumptuari i escàs.
Malgrat tot, és entranyable l’alfabet
de l’ala, els espais somiats
enmig de la pols, els trossos de
despulla amb les seues bèsties agres,
aquest orb misteri d’albada que
abrace durant les setmanes.
Desperte i els ulls són ací, amb el
seu ofici frenètic de deliri.
Despert i recorde totes les nits
oblidades a les meues mans i pell.
Tot el cos de les paraules, la
rugositat del gemec, o el tors
encara descobert de la melangia, o la
fugida lleugera del sucre.
Avui passa que només recorde l’ombra
vermella del teu pit inefable
i el subsòl dels carrers que
s’endugué la puresa
i la humitat d’hivern i el designi de
l’alè i el niu extasiat.
.
. Poema d’ANDRÉ CRUCHAGA traduït en
català per PERE BESSÓ
.
CADA QUIEN TIENE UNA HISTORIA
Sus manos están floreciendo
en los prados olvidados de mi piel
me recuerdan el rojo alfabeto
del deseo escrito en la historia de mi cuerpo
Serkan Engin
Del bullicio de los poros, esta
suerte de transitar sobre los durmientes
del vuelo de aquel delirio arrollador
del cierzo. (Cada quien tiene
una historia, a veces sepultada, del cuerpo y los
ojos.)
Late la sed como un alud de sombras,
mientras crece el goteo del eco.
En realidad, no hay fecha de
caducidad para la memoria, tampoco paz
en una ciudad donde la alegría es un
objeto suntuario y escaso.
Pese a todo, es entrañable el
alfabeto del ala, los espacios soñados
en medio del polvo, los pedazos de
despojo con sus bestias agrias,
este ciego misterio de alborada que
abrazo durante las semanas.
Despierto y los ojos están ahí, con
su oficio frenético de delirio.
Despierto y recuerdo todas las noches
olvidadas en mis manos y piel.
Todo el cuerpo de las palabras, la
rugosidad del gemido, o el torso
aun descubierto de la melancolía, o
la fuga ligera del azúcar.
Hoy pasa que solo recuerdo la sombra
roja de tu pecho inefable
y el subsuelo de las calles que se
llevó la pureza
y la humedad de invierno y el
designio del aliento y el nido extasiado.
.
Del libro: ‘Fuego de llaves
invisibles’, 2021
©André Cruchaga
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