Balcón del vértigo, 2014 (DPI)
ANDRÉ CRUCHAGA,
POETA
Ricardo Llopesa
Dice Elisabeta Botan que “André Cruchaga es uno de los poetas que viven
con claridad la conciencia”. Yo diría con ella que la poesía de Cruchaga es la
conciencia de su tiempo. Su poesía representa la fugacidad de la existencia, la
fuga del vivir cotidiano en las cosas, en el cielo, en el vuelo del pájaro. Es
la mirada que rapta lo efímero para quedar petrificada en las palabras. Ese
destino de su poesía bien podría ser otro, pero el poeta eligió el ritmo del
universo para plasmar la mirada. Esa que nace del ojo, y otra que nace de la
conciencia.
El compromiso de todo
poeta es dejar testimonio de su tiempo, de la época que le toca vivir. El
conflicto de la realidad es un conflicto interior del poeta. Roque Dalton tuvo
el genio de percibir la transformación que vivió El Salvador en los años de la
guerrilla y, mucho antes, en los albores del modernismo, Francisco Gavidia
percibió los cambios que se avecinaban, descubriendo la fragmentación del verso
alejandrino francés. En ambos casos, la visión del poeta es la del iluminado
que percibe el espíritu que le ha tocado vivir. Ahora, en otro tiempo, nuevo
porque las claves son distintas, la poesía de Cruchaga pretende aprehender el
maremagnum que vivimos, donde todo parece confuso, pero no lo es. La poesía de
Cruchaga es esa interpretación de nuestra época. Es la poesía en estado
caótico, pero donde todo está ordenado, como el caos urbano de la ciudad.
Los poemas de “Balcón
del vértigo” siguen la técnica del verso largo y libre, intenso y vertiginoso a
imagen y semejanza de nuestras vidas. Aunque Cruchaga está clasificado entre
los poetas surrealistas contemporáneos, pienso que la poesía de Cruchaga parece
surrealista, porque sus poemas están escritos desde la mirada del hombre moderno
que rompe las huellas gramaticales del pasado, convirtiendo la escritura en
zigzagueante y hasta irracional, porque es una interpretación del razonamiento
moderno. Decía Lemmonier, durante los años locos de la bohemia francesa del fin
de siglo, que sólo era posible alcanzar la reforma de la poesía utilizando
palabras nuevas. Darío siguió ese camino, por eso sus palabras tienen un brillo
diferente a sus contemporáneos. Pienso que la poesía de nuestro tiempo sólo se
explica a través del atropello de las palabras, con la finalidad de alterar la
semántica de la idea, que es la esencia del caos ordenado que vivimos.
Vivimos el imperio de
lo efímero, para decirlo con palabras de Lipovetsky. Es la cultura de la
fragmentación y lo esporádico, de lo que pasa como el viento, con el día, como
el calendario. La cultura es una negación de la cultura, porque el poeta está
en busca de su propio presente. Cruchaga, en “Balcón del Vértigo” se hace eco
de este vivir agitado en un mundo convulsionado, donde todo da la sensación de
vértigo. Caminar a la hora del mercado por cualquier calle salvadoreña produce,
irremediablemente, esa sensación de caos absoluto, que es el vértigo. No me voy
muy lejos. Tomo de ejemplo los primeros versos del primer poema, titulado
“Señuelo del dintel”, donde dice:
Con mis ojos de
autista juego eternamente a la respiración
de los instantes. Los
dos colores del arco iris musitan
en mi herida, ―Así veo los cuervos sobre el tapete de las nubes.
No necesitamos más
para comprender que su poesía se construye con un material muy distinto a la
tradición. Pareciera que la poesía de Cruchaga no tuviera precedentes en su
país, si tenemos en cuenta que el abrazo del modernismo fue un apretón tan
fuerte que duró mucho tiempo, como dijo Anderson Imbert.
Post scriptum (edición castellano-rumano)
Yo pienso que el poeta
escribe un libro en su vida, que es la suma de todos. Eso me ocurre cada vez
que entro en las páginas de un nuevo libro de Cruchaga, como es el caso de
“Postscriptum”, que junto al antes citado data de 2014. Por supuesto, que me
refiero a la forma y el estilo, que son el mayor logro del poeta. Y Cruchaga es
poeta.
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