martes, 10 de junio de 2014

ANDRÉ CRUCHAGA, ENTRE MUNDOS Y SUBMUNDOS.

Elisabeta Botan, escritora y traductora rumana




ENSAYO


ANDRÉ CRUCHAGA, ENTRE MUNDOS Y SUBMUNDOS.
(COMENTARIO AL LIBRO POST-SCRIPTUM)


Por ElisbetaBotan



André Cruchaga  es uno de los poetas que viven con la claridad de la conciencia y respeto al universo. Eso se refleja de sobra en sus poemas, sus versos son manantiales de sabiduría que fluyen por paisajes de una belleza embriagadora.
Posee el arte de transformar la desolación en belleza y los lamentos en una obra sinfónica. Hace malabarismo con cualquier conjunto de palabras, jugando con asombrosas  metáforas hasta crear cuadros con imágenes muy expresivas y a veces sobrepuestas en una multitud de planos. Crea en el mismo poema una infraestructura de mundos y submundos, entre luces y sombras, entre espejismos y sueños.
André Cruchaga se sitúa en la primera línea de los más destacados escritores de la contemporaneidad que buscan el universo de un paraíso perdido. Pero él no se retira del mundo, se inventa su propio abecedario secreto y crea un lenguaje inconfundible, como una ceremonia sacra, con imágenes fantasmagóricas, códigos y símbolos.
Vive en la poesía y para la poesía. La poesía es su destino. Y aún así, a veces, la misma poesía es la que “endurece el alma”, ya que, según el mismo poeta expresa: “la poesía no sólo está hecha de alas, su ebriedad, a menudo nos hace tocar fondo”.
El ojo es la búsqueda del sí, “grito mi nombre”, en un universo que está sumiso a lo efímero que limita el ser en sus búsquedas. Es evidente el alejamiento del paraíso perdido y la búsqueda febril de un camino de salida. El paraíso es concretamente definido como la felicidad, como un último patíbulo de un mundo perdido. El arrepentimiento y la compasión por la contemporaneidad atávica, ansiosa, le está causando sufrimiento al poeta.
El tiempo cobra dimensiones específicas, es parte de lo real, es la propia historia en su fluidez intolerable con el individuo y la persona lúcida necesita preguntar y razonar sobre la existencia, ya que el ser humano parece estar programado para destruirse.
Las preguntas materializadas o no, quedan en el pensamiento que el lector intuye como un hilo de esperanza.  Y el dolor frente a este mundo es percibido de una manera metafísica.
Aunque nunca nombra a Dios en sus poemas, su camino es espiritual. El aliento de Dios podría entreverse y sentir en muchos otros elementos como “la catedral de la aurora”, “destellos”, “la urna del aliento”, el incienso, la luz del candil, el encuentro con lo inefable de la escritura, que podría ser la musa, el don de escribir,  etc.
Las palabras, no son sólo un instrumento de búsqueda, ellas cobran cuerpo e identidad, adquieren atributos humanos, laten en el ritmo del corazón, pueden ser infieles y tiránicas. Tienen el poder de lesionar o incluso de derrumbar muros. Las palabras ya no son el liante de la comunicación sino un obstáculo para ella.
Eso me hace pensar en lo que decía Antoine de Saint-Exupéry: “la voz es la fuente de la discordia “ya que la palabra del poeta aunque se alza con claridad no le ofrece a su yo la posibilidad de llevar un dialogo con el mundo que le rodea.
La libertad interior es una fuga tras una larga iniciación “me he gastado los zapatos en el asfalto”; y “aquel  vuelo a cortas distancias en medio de la barbarie”, señala que el drama está afuera y el poeta tiene pocos y efímeros momentos para salir de lo cotidiano, de la realidad, para vivir su felicidad en absoluta soledad.
La poesía es una lucha contra el mundo, es el esfuerzo de recuperar un paraíso que se derrumba donde su yo solamente se puede salvar a través de una búsqueda interior, la puerta es el ojo que vuelve la mirada hacía sí mismo.
El universo exterior es un acantilado, inhóspito, donde el alma no puede descansar, el desvelo, en un rincón del inconsciente colectivo auto-destructivo, vulnerable frente a la “barbaría “contemporánea.
Los paréntesis son metáforas donde el explica e intenta justificarse frente a sí mismo y no para un posible lector, porque los grandes escritores escriben para ellos mismos. Es el placer de escribir, es una manera de salvación, es un exorcismo "ningún desgarramiento fue mayor a mi propia escritura, —lo sé ahora (justo ahora) cuando desciendo a la barca de los muertos". Y la escritura es una “metamorfosis”.
En este viaje que nos ofrece el libro Post-Scriptum a través de la lectura se puede disfrutar ese gozoso misterio, entre inquietantes preguntas y descubrimientos, donde transcurren tiempos y se descifran sueños.
Cualquier lector, por muy exigente que sea, se encuentra fascinado desde el primer instante, de viajar a través de “los trenes escondidos de la infancia” para llegar “recorriendo las calles de la memoria “hasta un camino que tiene como testigos, sus propios zapatos,  y de rebuscar en el baúl de la infancia.
La poesía de André Cruchaga se guía por la luz y nos señala más allá de la lectura el camino hacía “la catedral de la aurora”.

Elisabeta Boțan, poeta rumana y traductora
3. V. 2014, Madrid, España

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