César Ramírez, Caralvá-escritor salvadoreño
"SUBLIMACIÓN DE LA NOCHE" DE ANDRÉ CRUCHAGA
POR CÉSAR RAMÍREZ, CARALVÁ,
Cuando nos reunimos, usualmente no hablamos de nosotros, puesto que domina la palabra en ese universo diminuto e hipnótico que permanece oculto al mundo material.
Hablamos con un café en la mano, observando y dejando que el mundo observe nuestros extraños ropajes poéticos, así transcurren las horas que pueden ser años. Para algunos el pecado más grave del mundo, el ocio, pero esa condición visible no capta el prolongado tiempo de trabajo en las madrugadas, ni el infinito trabajo en desvelos por investigaciones o una palabra perdida, tampoco explica como nacen los libros después de tanto trabajo, puesto que solo nos ven disfrutando un café…
En su momento intercambiamos libros, esas publicaciones heréticas que se multiplican por miles sin permiso de los obispos literarios y los comisarios ortodoxos que pronuncian anatemas, esos que predican odio por el pecado de escribir, puesto que su objetivo no es publicar, sino el pecado es escribir sin su permiso. Que pena que el mundo lea los manuscritos y nos publiquen en otras naciones, saludando la libertad. Que generosidad tiene el mundo para los poetas, elimina las fronteras para reconocer a uno de los suyos, porque André Cruchaga ha sido traducido al idioma vasco, francés, griego, holandés, rumano, catalán.
Así es nuestro encuentro, con libros en la mano que tienen el sentimiento más humilde del planeta, compartir el ascendente camino de las palabras desde el infierno del silencio a la luz de los lectores.
Así la palabra escrita y publicada, cita elementos esenciales ajenos al desastre del silencio o la desoladora imagen destructiva de nuestra sociedad, pero ahí está nuestra respuesta siempre aspirante a una nueva democracia.
En un momento son ineludibles las acciones conceptuales: caos, razón, temor, combate, cambiar al mundo con una pequeña frase, entonces observar la derrota del abismo, puesto que nosotros sabemos que el abismo habita entre nosotros, por ello nos esforzamos en combatirle desde la poesía. Y no se extrañen, antes de buscar al mal allá en la galaxia, observamos muy bien sino se encuentra entre nosotros. Anotando que los pequeños seres con su séquito profano, no pueden impedir que las naciones lean nuestros poemas más alegres en medio de tanta miseria espiritual.
Por eso la irreverencia de un libro ejerce su propia libertad.
De esa forma al leer el libro de André Cruchaga: Sublimación de la noche, encuentro la vigilia libertaria del amigo que otorga un regalo luminoso a los lectores:
“Esperar hace envejecer innecesariamente.. ”
Ya no esperar… que maravillosa respuesta… nosotros no esperamos nada.
Pero como la vida no termina con nuestro café y existe la oportuna secuencia del amanecer, afirma:
“Vos ya no debes pensar en el suicidio ”
Así que el trabajo es la poesía que monta guardia contra sus opresores:
“Detrás de la vida, hay monstruos agazapados y al acecho”
Mientras el reposo de la palabra celebra el encuentro por su triunfo, también existe fuera del combate la tranquilidad de la madrugada al observar la creación constante.
“Toca empezar a escribir los epitafios del perfume”
En cierto momento reconocer: caos, combatir la oscuridad y descubrir el abismo debe ser norma y no excepción.
En otras circunstancias estas arpas dialécticas materialmente claman a diario por hacernos sus prisioneros sobre lo cual meditamos en el presente, con la oportuna acción que nos invita a luchar de nuevo… hora tras hora, porque en ocasiones no basta combatir emotivamente, sino con la frialdad de las madrugadas audaces para conquistar nuevas visiones del universo.
“ Como el remedo curvo de los algoritmos…”
Así se entrega el poeta al trabajo voluntario más allá de un salario, aún con la duda si merece un lector que acompañe su palabra:
“No sé si un día la Santísima Trinidad será con nosotros,
sin la furia singular de los taladros, sin hacer eterno lo errático..”
La vida capitalista es muy eficiente para recordarnos nuestro sitio en este planeta, también el lugar de ángeles o demonios, cuestión de gustos sin olvidar el poema emergente…
“La escritura es resistencia. Sol ilimitado del surco.”
André es responsable por su don de la palabra y como lo anota:
“Hay jardines que mis ojos no ven.”
Casi al borde del libro, la materia humana se libera:
“ La hojarasca de los muertos, - de mis muertos -, los que amaba en el silencio de la pena.
Hay crímenes al otro lado de los sueños.”
De tal forma que la poesía anuncia la luz liberada, con esa extraña canción de esperanza que habita en sus jardines.
Celebrar el libro de André es compartir el oficio que desnuda al mundo, un libro que acepta el abismo y el caos, acepta la multitud de opiniones, incluso a los opresores instaurados en sus palacios yugulares, pero sin rendirse, afirma su vocación por un mundo diferente y alegre:
“Cantamos, gritamos, soñamos.
La soledad inventa barcos matutinos;
La lluvia cabellos grises sobre el horizonte
Desde ese balcón del tiempo libro mis batallas…”
Y donde Sublimación de la noche construye su amplio horizonte luminoso.
César RamírezCaralvá
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