sábado, 1 de enero de 2011

PRÓLOGO DEL LIBRO "BLASFEMIA DEL SUBSUELO", ESCRITO POR RICARDO LLOPESA


RICARDO LLOPESA
Instituto de Estudios Modernistas de Valencia, España



PRÓLOGO DEL LIBRO "BLASFEMIA DEL SUBSUELO",
POR RICARDO LLOPESA



Preciso es remontarse a poco más de un siglo para conocer un poco más de cerca el protagonismo literario que alcanzó, en la cumbre del pensamiento, la trayectoria poética de El Salvador y comprender el proceso que llega hasta la poesía de André Cruchaga. Ya sabemos que todo proceso de transformación, sobre todo el poético, es lento, debido a la hondura en que entierra sus raíces el lenguaje, convirtiéndose en involucionista.
Cuando Rubén Darío (1867-1916) llegó por primera vez a San Salvador, tenía doce años y el salvadoreño Francisco Gavidia (1863-1955) diecinueve. Éste había fundado, en 1880, y dirigía La Academia Literaria “La Juventud”, integrada por un grupo de muchachos ilusionados en darle brillo al verso de Víctor Hugo. Gavidia, su impulsor, supo distinguir con claridad la clave de la cesura en el verso alejandrino y el hexámetro griego, y le hizo a Rubén la revelación. Más tarde, con los años, Darío encontró en ese secreto el misterio del ritmo en el soneto y escribió “Caupolicán” (Santiago de Chile, 1888) haciendo sonar distinto el verso el castellano. Con esto quiero decir que el germen del modernismo surgió en la cabeza de un salvadoreño, pero fue el nicaragüense quien partió de los consejos de Gavidia, rompiendo los versos, a través de otros metros y generando otra música.
Pero el honor de Gavidia terminó por convertirse en herencia, hasta el punto que, como dijo Anderson Imbert, el abrazo del modernismo a El Salvador fue tan fuerte que terminó por convertirse en un enorme abrazo que duró más allá de la larga vida del anciano poeta. Este problema impidió avanzar, como hubiese sido lo correcto, por los caminos experimentales de la vanguardia y poner la poesía a la altura de los grandes.
Hubo que esperar la llegada de Roque Dalton (1935-1975) y su espíritu revolucionario para que la poesía entrase de lleno en la modernidad, con todo lo que implica ser moderno, en el contexto de las literaturas modernas, en busca de una línea distinta a la del pasado, que es la que ahora encontramos con nuevo ímpetu, tinte heroico y surrealista, en el libro Blasfemia del subsuelo, de André Cruchaga. Con el mérito de aparecer, conjuntamente, traducido al catalán por el poeta Pere Bessó, conocido en los ámbitos de la literatura.
Para quienes no lo saben, me permito trazar unos rasgos del traductor. En los primeros años del 70 publicó en Valencia la revista “Múrice”, que hizo historia porque iba tras lo nuevo y distinto, alejándose de la tan entroncada tradición. En este sentido, tanto España como El Salvador vivieron ahogados en el pantano del pasado. Bessó se inició en la poesía y sigue siendo poeta, pero eligió la política como medio para combatir la injusticia.
Nunca en el pasado podía imaginar que el poeta Bessó tradujese al catalán a un poeta salvadoreño. Al leer a André Cruchaga comprendí que es de los poetas que nacen para sembrar la semilla nueva que hace posible la reforestación de lo diferente. Lo que también hace que nuestro castellano explore todas las posibilidades de combinación, semejante a los números de las matemáticas o las notas del pentagrama, que siempre son los mismos, pero son siempre diferente, como lo es la palabra dentro del texto.
En el momento actual, la Poesía, en mayúscula, está en tránsito de dar un salto y dejar atrás las huellas del pasado. Para cumplir su cometido se asienta sobre una nomenclatura diferente, alejada de aquellas metáforas que huelen a polvillo viejo, haciendo posible la renovación, bajo el dictado de otro lenguaje poético. Muchos poetas del pasado más próximo a nosotros dejaron sus huellas impregnadas en poemas renovadores, al estilo de Darío, Huidobro o Paz, por poner tres ejemplos.
La poesía no se escribe con inspiración, sino con lucidez y rigor. La lección de Mallarmée quedó aprendida, cuando dijo que el poema se escribe con palabras, no con ideas. También queda atrás el lenguaje que convierte la lengua en discurso o en jerga, que es peor, porque el lenguaje es iluminación en la sombra. Esa es la mejor poesía. No obstante, cada quien es dueño en su casa de hacer del texto un discurso lógico o una jerga sin sentido. El problema más importante reside en el lector que busca la razón en un cuadro impresionista, sin detenerse a pensar que los tiempos han cambiado.
Blasfemia del subsuelo es un título que invita al lector culto a entrar en un espacio que le induce a trasladarse al ámbito de lo diferente. Lo que antes dijimos de Gavidia y de Darío. A su vez, recuerdo otros títulos de difícil comprensión, como el poema “Prosa para Des Esseintes” (1885), de Mallarmée, que inicia en la poesía la transgresión; título de donde Darío tomó el suyo para Prosas profanas (1896). Nada más empezar la lectura de la obra de Cruchaga, precisamente el tercer poema, que lleva el titulo del libro, “Blasfemia del subsuelo”, nos introduce en la atmósfera del poema, que refleja el caos de la vida, utilizando un lenguaje similar: “El absurdo también es un camino en la penumbra”. El léxico que lo explica adquiere la multiplicidad de los espejos o la simple interpretación de una realidad desdoblada, dentro de una sociedad marcada por rayos que no cesan de entrar a través de la información distorsionada: “El ojo es menos fiel que los pensamientos confesos, que los deseos”. El poeta se confiesa desde la lucidez, “Aliento de palabras extrañas y oscuras”, en busca de otro lenguaje, a fin de explicar las cosas cotidianas o verlas de modo distinto, tal como las interpreta la mente, lo que supone la soledad. No explico nada nuevo si digo que cuando miramos las nubes, cada quien las percibe de una manera distinta, a través de dibujos que son siempre diferentes. Es la realidad vista desde una mirada deformada, que es siempre distinta por escapar de la norma establecida. Cruchaga tiene razón y compromiso cuando escribe: “Ahora recuerdo que decir ciertas cosas o la verdad misma es un acto / Revolucionario…”. La revolución está en todas partes, el arte y la política tienen que militar dentro de la revolución para mantenerse vivos. En este sentido, el poeta confiesa una verdad: “El ojo es menos fácil que los pensamientos confesos, que los deseos.”
Esta crítica a la razón impuesta hay que mirarla en Cruchaga, no como una crítica al sistema, sino a la norma. “Son los viejos fuegos del desvarío los que atan las alas”, dice en el poema•”Dudas del aliento”. El poeta sabe lo que quiere en su empresa de cambio: “No quiero el zumbido de la plegaria”, ni “párpados caducos frente a mis pupilas”, “ni “la ternura en embaces de coca-cola o pepsi”, ni “ojos torturadores”, sino “un tren con escalera para subir al cielo”.
Luchar contra la crisis humana que padecen los pueblos hispanos, con una población de 500 millones de habitantes, supone hacerlo desde la base, donde reside la palabra, que es el léxico, todavía anclado en el pasado. Por tanto, en la tradición. En “Crimen conjetural” el poeta pasa a revisión al malestar que se produce en el seno de la sociedad, la monotonía, el exilio interior, la discordia, el desasosiego. Las referencias son muchas (“Una vez la monotonía se posa en el Universo, caen las begonias”); recurre a la imagen falsificada por la visión (“Hay jardines edificados por el espejismo de las pupilas”); el fluir de las revoluciones (“Desde luego las mareas alteran el fluir de la historia”); la pérdida de tiempo en la vida del fumador (“Convertir en ceniza la melancolía de los relojes”); el desencanto de banqueros y políticos (“Detener la comedia de los banqueros y los políticos”); el problema causado por las iglesias, principalmente la que se ha erigido como redentora de la humanidad occidental (“No sé si es posible atravesar en tren el cáncer de las iglesias”) o algo tan caduco como las ciudades envejecidas (“Sobre el papel todos los nombres de donde extraigo / Día a día, aquí, la muerte asedia con colmillos de luz ceniza: ─No sé si es el signo de los tiempos, [la transición, dirán los politólogos con dejo de sapiencia]”. El puño del poder “no padece fatiga”, “porque sus esqueletos ya nos volvieron indulgentes”. En este punto, no puede darse una verdadera poesía centroamericana sin que haga acto de presencia uno de los mayores insultos al ser humano por parte de quienes imponen su soberbia y hasta prepotencia.
Así, con verso amplio y suelto, de alto vuelo y estilo, que se distancia del léxico impuesto por la tradición, André Cruchaga, con pluma y no machete, poda y limpia, como cuando escribe: “Ciego estoy en la clarividencia del respiro: ─no deja de ser / tortura la maleza que sobre la piedra se yergue”.
Verso largo y libre, que al decir de Juan Ramón Jiménez, en 1905, es prosa. En ese caso, deberíamos hablar de los nuevos ritmos del verso prosaico o el despojo de los ritmos clásicos del verso. En el poema “Luis de Góngora”, homenaje al magnífico poeta español y padre de lo que fue luego el simbolismo francés, Cruchaga rinde pleitesía a la palabra del mago del lenguaje, cuyos versos iniciales dicen:

Desde la sal alada de la espuma a los hígados desclavados
de las carretas, el apareamiento del minuto acecha al alfabeto,
el incesto desclava las vírgenes habitadas, hasta el cortejo
dorsal de los pasmos.

Además del verso, el poema también es largo, bíblico, como los versos largos de Whitman, que fue el primero en librar la batalla en el campo de las letras y el primero en liberar el verso del corsé del metro e infundirle nuevos ritmos. Es hoy la intrépida aventura por modernizar este indomable potro castellano, que se resiste aferrándose al pasado, en lucha por encontrar otro ritmo y otra nomenclatura. En este sentido, la poesía de André Cruchaga camina en esa vanguardia.
Lo confesional salta a lo largo de todo el libro como radiografía del alma. Ya sabemos que la mejor biografía del poeta es su obra y esto, precisamente, es lo que hace grande a la obra. Los grandes poetas han sido confesionales, se implican e implican el tiempo que les tocó vivir. Las Confesiones de san Agustín es un ejemplo. También abundan las metáforas cargadas de novedad y originalidad, basten como ejemplo estas dos: “La estrella comestible de tu virginidad” y “El humo arde en cada palabra que escribo”. Cruchaga asume la escritura con sensualidad y sacrificio en la escritura. Nos recuerda a Flabert cuando escribía dolorosamente en lucha con la palabra. Cruchaga confiesa que: “En cada letra que escribo las consonantes se desangran, / igual que los ríos cuando los muerden los peces” (“Señuelo del dintel”).
El libro consta de treinta y ocho poemas de factura impecable. La mayoría de ellos llevan citas, no como despliegue de erudición, sino afinidad de espíritu o similitud con el texto, por el tema o la estética y vale la pena citar sus nombres, porque son nombres vigentes, de actualidad: Paul Gérardy, Louis Aragon, Carlos Marzal, José Lezama Lima, Julio Cortázar, Juan Eduardo Cirlot, Dionisio Ridruejo, Miguel de Unamuno, César Vallejo, Miquel Martí i Pol, Jean Arp, Charles Bukowsky, Emilio Adolfo Westphalen, Jon Juaristi, José Kóser, Roque Dalton, Arthur Rimbaud, Pere Quart, Philippe Soupault, Blas de Otero, Pere Bessó, Rafael Alberti y César Rosales.
Si André Cruchaga, por decisión propia, renunciara a la escritura y no dejase más que un libro, Blasfemia del subsuelo, sería como legar a la posteridad un monumento, similar al que se levanta en el parque, en San Salvador, a la memoria de Morazán, porque este libro es por sus propios méritos un monumento erigido a base de palabras, para convertirlas en una sólida construcción, hecha de piedra y espíritu.
Es poesía de alto aliento, sólo comparable a la labor de los grandes creadores. Desde mi punto de vista, un punto de vista muy personal, su poesía me deja atónito. Me recuerda la fuerza visionaria de poetas, como Pablo Antonio Cuadra y Ernesto Cardenal. En este sentido, su nombre, razonable es reconocerlo, se incorpora a la nómina de los grandes colosos de la poesía centroamericana y, por tanto, de la lengua castellana.
Y como los grandes poetas, André Cruchaga introduce en su discurso neologismos, por aquí y por allá, porque la lengua se le queda corta o porque necesita nuevas voces que hagan posible el fenómeno de decir más y precisar mejor, que el simple contenido de la palabra.


RICARDO LLOPESA
Instituto de Estudios Modernistas de Valencia
Diciembre de 2010


__________________

Ricardo Llopesa nació en 1948, en Masaya (Nicaragua); llegó a Madrid en 1965, y en 1967 a Valencia, donde vive. Residió como estudiante largas temporadas en París, Grenoble y Lille.

Su primer artículo apareció en el diario “Ideal” (Granada, España, 1967); su primer poema en la revista “Poesía Hispánica“ (Madrid, 1972), y su primer cuento en la antología “Narraciones hispanoamericas de tradición oral“ (Edit. Magisterio Español, Col. “Novelas y Cuentos“, Madrid, 1973).

Ha publicado centenares de artículos en periódicos y revistas de reconocido prestigio de España y América, como las históricas “Insula“ y “La Estafeta Literaria” (Madrid), “Cuadernos Americanos” (México), “Revista Hispánica Moderna” (Nueva York).

Ha colaborado con las Universidades de Columbia y Pitsburg (USA), Complutense y Alcalá (España), UNAN-León (Nicaragua) y UNAM (México), entre otras.

Es autor de quince ediciones críticas y anotadas de Rubén Darío, entre ellas, “Poesías inéditas” (Madrid, Visor, 1988); “Treatros”. Artículos desconocidos sobre Sarah Bernhardt en Chile (Aitana, Altea,1993; y Academia Nicaragüense de la Lengua, 2002); “Poesías desconocidas completas” (Aitana, Altea, 1994), en colaboración con los académicos José Jirón Terán y Jorge Eduardo Arellano ; “Prosas profanas” (Colección Austral, Espasa-Calpe, 1998, 2002 y 2008); “El canto errante” (2006), “Azul…” (Universidad León-Nicaragua, 2008 y 2010; y Universidad Alcalá, 2008), una “Biblioteca Rubén Darío” (8 vols., Valencia, 1996).

Fundó la Asociación (1993) y luego la Editorial Instituto de Estudios Modernistas (1999); la revista “Ojuebuey“ (1984-2003). Fue Presidente (1996-97) y Vicepresidente (1998-2009) de la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios. Desde 1997 es Miembro Correspondiente de la Academia Nicaragüense de la Lengua, Correspondiente de la Real Academia Española.

sábado, 25 de diciembre de 2010

SAINT GEORGE: DARRERA ESCALA/ SAINT GEORGE: ÚLTIMA ESCALA, COMENTARIO Y TRADUCCIÓN DE PERE BESSÓ


Lluny del centre ja de Salt Lake City, al sud, entre els congostos.
La carretera 15 com un vell dromedari, les viles disfressades
de postals, la respiració inflada i els ulls en el seu resplendor
desbordant: l'aurora es disfressa de menta inefable, tremola
el rostre damunt dels pergamins estesos dels estreps.
Carretera central de Saint George






SAINT GEORGE: DARRERA ESCALA/ SAINT GEORGE: ÚLTIMA ESCALA, COMENTARIO Y TRADUCCIÓN DE PERE BESSÓ



Querido André:

Mi presente de Navidad: tu poema de San Jorge a la gringa, a despecho de la vieja mitología. Un nuevo caballero de la poesía con las nuevas armaduras y el nuevo caballo metálico y su mesnada siguiéndole. Un nuevo San Jorge o San Andrés, si quieres, cabalgando hacia el bosque y las montañas desnudas a la búsqueda del nuevo dragón con su cola de pipas de petróleo. O los escorpiones con su veneno de oro negro. Y los nuevos peligros de siempre, los desfiladeros, las nieves o la soledad misma. Y el tiempo del frío para recordar o sumarse al paisaje. Un paisaje resucitado, soñado, digno de la visión. Un paisaje que a mí me hace recordar la noche lorquiana de Poeta en Nueva York, pero que acá con la misma intención de dimensión épica, Andrés, recuperas. Para Lorca la ciudad de neón y el puente de Brooklyn, para tí, amigo, lejos de la megaurbe, el paisaje abierto y desolado -la soledad de nuevo- en el que tampoco nadie duerme, pero acá como allá una última estación, una última escala, la frontera última.
[On the road again i back home, dos modos de cante jondo a la gringa, que en ti suponen el border line, las tierras fronterizas y la vuelta a casa no sólo junto a os tuyos, sino más interiorizada: la vuelta a la lengua de la madre, mujer y hermanos y a la escritura propia]
Alegra ver, hermano, cómo, pese al frío interior y el de las afueras, sigues, tal canned heat, de nuevo en la carretera de las grandes convenciones líricas del amor y desamor, paisaje, soledad, tiempo, muerte y trascendencia... Pero alegra aun más comprobar cómo en el poeta Cruchaga el tránsito de los días cuentan con ciudades y calendarios, santorales con hojas de poemas curtidos a la sazón, como éste:



SAINT GEORGE: DARRERA ESCALA





Lluny del centre ja de Salt Lake City, al sud, entre els congostos.
La carretera 15 com un vell dromedari, les viles disfressades
de postals, la respiració inflada i els ulls en el seu resplendor
desbordant: l'aurora es disfressa de menta inefable, tremola
el rostre damunt dels pergamins estesos dels estreps.
Cases de fusta i sostres de fantasia, escorpions petris
travessant el desert: el fred entumeix el meu alé, encara que semble
paradoxa aquesta gota d'univers al meu pit.
Aleteja un vent lleuger de tempesta: en les àrees de descans fume
un cigarret, mentre d'altres caminants passen amb l'insomni
en el volant. L'armari de paret de l'albor no cap en les meues mans,
ni jo em puc contindre la joia.
Famolencs, la nit ens devora amb astorament oceànic. Sí, és espessa
la nit i aqueixa lluerna que entrelluquem de penes en les fronteres.
El fred no cessa encara al desert. És com anar descalços i en secret
travessant les Muntanyes Rocoses i part dels Apalatxes.
Res no defugeix la set de la foguera, ni la foguera apaga el vol:
—Beatriu, Alfons, Roser i jo, escrivim en el quadern del paisatge;
Abriguem el palpebreig del temps amb les hores familiars;
Pugem a la targeta postal de la fantasia, mentre aprenem
Dels ocells, mentre la sendera ens cura com a casa.
Passem ciutats i ciutats en desvetlament amb un tràfic esclarit
Fins a l'alba: —no veierem a ningú eixint d'amagat del bosc,
Ni desconeguts amb un punyal en les mans.
Las Vegas a la nit és una festa irreal imaginada o ressuscitada:
Ací ningú no dorm amb el seu verdor de llums, —ningú no resta, tampoc,
Arran de les finestres, ningú no desperta de la seua nit íntima
De jocs i apostes.
Al capdavall, posàrem les estovalles dasmunt de la taula i menjàrem: afora un altre
Paisatge ja: verd i fred i uns altres roquissars grocs,
com els de Pasadena i Palmdale a California…

(Escrit en el camí a California des de (West Valley, Salt Lake City, en vehicle, --14 horas--11 de desembre de 2010.)




SAINT GEORGE: ÚLTIMA ESCALA





Lejos del centro ya de Salt Lake City, al sur, entre los desfiladeros.
La carretera 15 como un viejo dromedario, las aldeas disfrazadas
de postales, la respiración henchida y los ojos en su esplendor
desbordante: la aurora se disfraza de hierbabuena inefable, tiembla
el rostro sobre los pergaminos tendidos de las estribaciones.
Casas de madera y techos de fantasía, escorpiones pétreos
atravesando el desierto: el frío entumece mi aliento, aunque parezca
paradoja esta gota de universo en mi pecho.
Aletea un leve viento de tormenta: en las áreas de descanso fumo
un cigarrillo, mientras otros caminantes pasan con el insomnio
en el volante. La alacena del albor no cabe en mis manos,
ni yo puedo contener mi regocijo.
Hambrientos, la noche nos devora con oceánico azoro. Sí, es espesa
la noche y ese tragaluz que apenas divisamos en las fronteras.
El frío no cesa aún en el desierto. Es como ir descalzos y en sigilo
atravesando las montañas Rocosas y parte de los Apalaches.
Nada esquiva la sed de la hoguera, ni la hoguera apaga el vuelo:
—Beatriz, Alfonso, Rosario y yo, escribimos en el cuaderno del paisaje;
Abrigamos el parpadeo del tiempo con las horas familiares;
subimos a la tarjeta postal de la fantasía, mientras aprendemos
de los pájaros, mientras el sendero nos cuide como en casa.
Pasamos ciudades y ciudades en desvelo con un tráfico despejado
hasta el alba: —no vimos a nadie saliendo a hurtadillas del bosque,
ni desconocidos con un puñal en las manos.
Las Vegas en la noche, es una fiesta irreal imaginada o resucitada:
ahí nadie duerme con su verdor de luces, —nadie permanece, tampoco,
al pie de las ventanas, nadie despierta de su íntima noche
de juegos y apuestas.
Al final, pusimos el mantel sobre la mesa y comimos: afuera otro
paisaje ya: verde y frío y otros roquedales amarillos,
como los de Pasadena y Palmdale en California…

(Escrito en el camino a California desde (West Valley, Salt Lake City, UTA en vehículo, --14 horas--11 de diciembre de 2010.)

jueves, 23 de diciembre de 2010

L’OFICI DE LES PARAULES / EL OFICIO DE LAS PALABRAS-TRADUCCIÓN Y COMENTARIO POR EL POETA PERE BESSÓ

Pere Bessó, poeta, académico y traductor, España





L’OFICI DE LES PARAULES / EL OFICIO DE LAS PALABRAS-TRADUCCIÓN Y COMENTARIO POR EL POETA PERE BESSÓ


Querido poeta:


He acá el poema que trasviste el propio oficio del poeta y su material. Un metapoema a la carta, si no fuera porque te pierde el lirismo. Mejor, te gana. Pierdes en la vivisección, acaso. Ganas –y mucho- en el desbordamiento meticuloso del oficio. No podrías empezar más fuerte: ninguna palabra deja de serlo, tal cual, en el círculo de los siglos. Y, como quien no quiere la cosa, encierras la palabra en su redonda perfección y sin desgaste por mor del tiempo. Lo sabían los presocráticos y lo sabía Eliot, aunque éstas navegasen en paisaje yermo. También lo sabe la autora que te sirve de perfume en el vestíbulo: frente al tedio de la tarde el cuerpo de la vida, o el eco de las voces que el poeta lanza en la montaña. Y no se vale que juegues, como un niño, a la acumulación de autores en el patio interior del poema. No hay quiasmo, no hay duda, no hay preterición de la alquimia ni del vuelo del Otro: no name, no face, no number. Tu taxonomía de las palabras es rica, polimórfica y, sin embargo, ajustada en sí misma. Palabras blancas de nieve; palabras foscas de ala de búho; palabras carnales de sábana y lienzo; palabras que cabalgan en estrofas, aguas y cuerpos; palabras vísceras y palabras sed o comestibles… Pero todas y cada una como las mujeres que amamos una vez, con su específico y unívoco aroma. Palabras, sagradas palabras en cuya busca dejamos la piel, como el Otro dejó delicadeza, árbol de mar y vida. Y tú dejas no salvas sino la pólvora íntima de este siglo que te yergue. Palabras que escuchas en el trino de los pájaros descalzos y que meticulosamente reescribes de madrugada, palabras de azúcar, de volcán o indigestas, de vigilia o de exilios de sueños…




L’OFICI DE LES PARAULES



Ahora decido recrear el cuerpo de la vida
sin que dejen de oírse en el tedio de las tardes
las extrañas palabras de este siglo.
LOURDES GONZÁLEZ


Cap paraula no deixa de ser tal en el cercle dels segles;
totes són vísceres, cavalcadures, batalles de cos i llit.
A voltes són aqueixa nit habitada pel brufol i els rats penats,
a voltes fosques com l’horitzó que es perd en la malesa:
—sense dubte tenen massa ales per a la meua set nua:
llunes i universos comestibles.
No hi ha camins que prescindisquen de la seua flaire,
ni setmanes sense escopinades, ni parets sense oblits.
Si bé són innecessàries al llit, sovintegen en el mercat,
albirant la seua boca d’orquestra.
Per a aquest món de pólvora i plors, val la seua humida flaçada,
els ocells descalços damunt de l’herba,
el mapa blau del somrís amb el seu volcà de sucre.
Existesc i després les perpetue en cada pàgina que es fon
en les meues ninetes; davallen a les meues mans amb la seua camisa redona;
filen els tramvies del fum fins a soscavar la tristesa.
—quant pesaven en la valisa de Vallejo,
en el Ciudadano del olvido d’Huidobro, en La espada encendida,
de Neruda, en els Mal de amores d’Óscar Hahn?
Quant pesaven en els Diàlegs de Plató, o en Sòcrates, Heràclit,
En Descartes, Goethe, Góngora, Quevedo,
l’abís amb rostre d’arbre, els discursos cecs dels objectes,
l’home arrossegant les paraules imprescindibles,
—les de sempre, sense vacil•lacions, suportant la llum de l’aigua?
Hi ha paraules comestibles: primer es balbuceja l’escriptura;
Hi ha paraules que és precís tirar-les en paracaigudes;
Unes altres haurem d’engolir-les com l’oli de bacallà,
I d’altres, no menys importants, es fornegen al tinter de l’infinit.
Hi ha paraules per a tots els gustos:
depén una mica de les flaires que estiguen en la balança;
sense dubte hi ha paraules coentes: inodores i incolores,
i hi ha intermedis per a evitar les ensopegades en dejú
i la mala digestió.
amb la meua miopia, em proposí emprar les dels ocells. A ells els dec
el monòleg amb les estrelles, els dies de matinada,
l’aire fresc que s’amuntega en les meues esquerdes.
Descarte les paraules suspicaces per allò d’una indigestió:
a voltes només són ombra o espill del meu rostre;
hi ha moments que es converteixen en exili dels somnis…

Baratària, 21.XII.2010


EL OFICIO DE LAS PALABRAS




Ahora decido recrear el cuerpo de la vida
sin que dejen de oírse en el tedio de las tardes
las extrañas palabras de este siglo.
LOURDES GONZÁLEZ



Ninguna palabra deja de ser tal en el círculo de los siglos;
todas son vísceras, cabalgaduras, batallas de cuerpo y lecho.
A veces son esa noche habitada por el búho y los murciélagos,
a veces oscuras como el horizonte que se pierde en la maleza:
—sin duda tienen demasiadas alas para mi sed desnuda:
lunas y universos comestibles.
No hay caminos que prescindan de su aroma,
ni semanas sin escupitajos, ni paredes sin olvidos.
Si bien son innecesarias en la cama, abundan en el mercado,
asomando su boca de orquesta.
Para este mundo de pólvora y sollozos, vale su húmeda cobija,
los pájaros descalzos sobre la hierba,
el mapa azul de la sonrisa con su volcán de azúcar.
Existo y luego las perpetúo en cada página que se derrite
en mis pupilas; descienden a mis manos con su camisa redonda;
hilan los tranvías del humo hasta socavar la tristeza.
—¿cuánto pesaban en la valija de Vallejo,
en el Ciudadano del olvido de Huidobro, en La espada encendida,
de Neruda, en los Mal de amores de Óscar Hahn?
¿Cuánto pesaban en los Diálogos de Platón, o en Sócrates, Heráclito,
En descartes, Goethe, Góngora, Quevedo,
el abismo con rostro de árbol, los discursos ciegos de los objetos,
el hombre arrastrando las palabras imprescindibles,
—las de siempre, sin titubeos, soportando la luz del agua?
Hay palabras comestibles: primero se balbucea la escritura;
Hay palabras que es preciso tirarlas en paracaídas;
Otras habrá que ingerirlas como el aceite de bacalao,
Y otras, no menos importantes, se hornean en el tintero del infinito.
Hay palabras para todos los gustos:
depende un poco de las fragancias que estén en la balanza;
sin duda hay palabras cursi: inodoras e incoloras,
y hay intermedios para evitar los tropezones en ayunas
y la mala digestión.
con mi miopía, me propuse usar las de los pájaros. A ellos les debo
el monólogo con las estrellas, los días de madrugada,
el aire fresco que se amontona en mis grietas.
Descarto las palabras suspicaces por aquello de una indigestión:
a veces sólo son sombra o espejo de mi rostro;
hay momentos que se convierten en exilio de los sueños…

Barataria, 21.XII.2010

domingo, 19 de diciembre de 2010

ACUSE DE RECIBO* POR DANIÈLLE TROTTIER

Danièlle Trottier, Canadá






ACUSE DE RECIBO* POR DANIÈLLE TROTTIER



Mi estimado André,

Grata sorpresa me dio recibir tu último libro de hermosa portada. Realmente un sacro regalo que asocio a las fiestas navideñas que se avecinan. Me tomé estos días para echarle una mirada e intentar elegir los poemas que más me gustaban. Te cuento que estoy asombrada de lo activo que sigues siendo en la producción literaria y poética, y mi admiración por eso. Sin conocer mucho de catalán, intuyo que el traductor hizo un muy buen trabajo, y todo ello va merecido a la Gran Obra que vas edificando a lo largo de los años y lazos que vas tejiendo por el mundo.

Noté, con cierto asombro, una poesía amorosa, levemente erótica, en tu poemario, cosa nueva para mis conocimientos de tu obra. Me gustó, la verdad. También acerté a ver, a intuir, una retórica diferente en ciertos poemas, de lo que te conocía. Me refiero por ejemplo a este poema, IMAGINO ESPECTROS, que me llamó mucho la atención. Hay imágenes ahí que me atrajeron mucho, como La violencia colma el calendario y no hay puerta ilesa. O: Vagas calles donde el alba ha perdido toda fantasía. / Cada día las aldabas de la noche nos quitan el aire;

Tenía razón la Dra. Madera cuando menciona los binarismos, y de hecho me sedujeron los destellos de DÍAS CON ALTARES DESCOLORIDOS. En especial, el inicio de tu texto: Hay días donde los teléfonos no sirven para las emociones. ¡Me parece audaz como arranque! Pero cuán cierto, como el impulso de la cerbatana (Tarda el agua en su cósmica travesía, presiento la alacena / Del invierno con su confesa eucaristía.) ¡Nunca antes había percibido la “eucaristía” en ese entorno textual!

Me dejó intrigada ASONANCIAS por el tono y el tema. Sin olvidar la cita introductoria, que deslumbra por su ingenio, presagiando lo que el lector va a leer (injurias hechas a nuestras comunidades). Mientras el hambre parpadea / En las losas babélicas de la ideología. Esa estrofa vale por todo el poema (¡!)
Interesante también el recurso de las cursivas insertas en el texto poético: dos niveles de lectura y un dejo de no sé qué de saudade…

Te reconocí en ANDRAJO DE LA HORA…pensé en el libro que habíamos traducido Valérie y yo, el dedicado por entero a tu madre. Una pesadumbre en el diario vivir, una cierta oscuridad, pensamientos sombríos… Esperar hasta envejecer innecesariamente. Me quedé atónita leyendo este verso. Todavía sigo bajo el impacto de tu palabra. No hay idioma / Que abarque esta demencia de ausencias y harapos. Otro verso de choque, que rompe todos mis meridianos…

Me detengo aquí no sin agregar que siento en tu escritura un gran dolor – más fuerte que nunca – por tu patria.

Un gran abrazo, y gracias por haberme incluido entre tus cómplices poéticos,
daniela


*La poeta, novelista y traductora canadiense Danièlle Trottier se refiere a la obra recientemente publicada por André Cruchaga: Sublimación de la noche, en edición bilingüe: español-catalán.