I és així com l’espill transparenta el present del poema,
la volença a les estovalles de les campanetes,
els velers que endinsen en les temples la bretxa necessària
per tal d’alçar cada dia la foguera vessada en la taula.
Imagen tomada de Miswallpapers.net
RELECTURA DE L’ALÉ/ RELECTURA DEL ALIENTO. COMENTARIO Y TRADUCCIÓN: PERE BESSÓ.
Querido André:
Un poeta que es capaz de ver en el vaso de agua de la mesa de trabajo el pozo del deseo puede también releer el aliento en cualquiera de los objetos y lugares reales o ensoñados: alacena, luna llena, rocío con perfume de hierbabuena o una simple cerilla. En barcos, trenes o gaviotas puede iluminar el “aliento del poema”:
A veces hay sombras desvaídas que se vuelven invisibles: sombras
donde se congrega el umbral del aliento.
Para ese poeta capaz de alentar los deseos a través de la escritura vale la introspección en el umbral de la conciencia:
Cada relectura nos da la luz necesaria para caminar de nuevo
sobre la desbandada de ventanas que pasa por la rendija del aliento
Una relectura que es seducción misma de nuevo. Relectura capaz de transportar a los viejos mitos de la desposesión y de la desnudez: amantes ciegos, falsos profetas, desamparados… hasta volver a dar luz al mito de la hoja de laurel en el propio poema:
Me seduce la desnudez, ¿dónde estás Daphne, con tus largas trenzas
amarrando al borracho del deseo?
Pere Bessó
RELECTURA DE L’ALÉ
En l’harmonia de l’armari de paret, la lluna redona il•lumina en las mans.
En la antesala de l’alba, la menta del ros, el llumí que refila,
com un altre ull en las ninetes: rellig l’alé en obrir-se el pols.
Dia rere dia els vaixells en las gavines, els trens en l’ala,
quasi com una llum alada que mai no termina, sinó en l’infinit;
en el bulliment del poema, tots els somnis: l’aleteig franc de la tinta,
costera amunt la pàgina en la fam, la xanca de les línies
en l’alfabet, com l’aigua blanca que s’escola en la gola.
El tragí diari sempre resulta una mena de sorpresa:
sal, sang i sucre donen vida a l’alé des dels pastos del goig.
I és així com l’espill transparenta el present del poema,
la volença a les estovalles de les campanetes,
els velers que endinsen en les temples la bretxa necessària
per tal d’alçar cada dia la foguera vessada en la taula.
A voltes hi ha ombres esvanides que es tornen invisibles: ombres
on es congrega el llindar de l’alé;
d’altres potser no faran aquest exercici de transparència i cremen
de bona hora els manuscrits de l’ànima,
cremen el xiuxiueig dels carrers del temps amb ànima de serfs.
(En la humitat és propici llavar la saliva de les parets,
oferir la mà sense taques i sense por al proïsme,
mirar el límit del tobogan de l’ocell aturat al cantó
de la fulla que es balanceja en l’evangeli del sexe;
hem viscut a mercé de la nit deixant-nos per l’espiera
de les ombres, sense cap altra alcova que la demència del País en agonia;
ara toca desaprendre els crepuscles,
i matar el llop gris dels records, l’última tomba dels fantasmes
al peu del cel i els estranys beuratges de la història.)
Cada relectura ens dóna la llum necessària per a caminar de nou
sobre la desbandada de finestres que passa per l’escletxa de l’alé;
veig el subsòl de la consciència en perpetu assetjament,
tirada pels cavalls del somni, cascos de pòstum ardiment,
rellotges amb la pus a flor del metall,
absurds que llepen les puntes de les aletes dels peixos.
Atie la flama del cresol a l’hora de aguaitar la tinta del quadern,
damunt de la gespa, l’esquirol, l’alé, la necessitat de pegar
els bocins dels plats trencats, tocar la pedra de la illada,
entretindre’m en el bar de les plenàries legislatives, caminar
damunt de l’espill mentre plou i el fang es fa fang.
Vull rellegir de nou tot el planeta: em sedueixen els
amants cecs que perllonguen la seua agonia en el mocador, els falsos profetes
que udolen al barranc de la fossa comuna dels desemparats.
Em sedueix el despullament, on ets Daphne, amb les teues llargues trenes
amarrant l’embriac del desig?
Damunt de la taula un got amb aigua com a pou dels desigs…
Baratària, octubre de 2011
RELECTURA DEL ALIENTO
En la armonía de la alacena, la luna llena alumbra en las manos.
En la antesala del alba, la hierbabuena del rocío, el fósforo que trina,
como otro ojo en las pupilas: releo el aliento al abrirse el pulso.
Día a día los barcos en las gaviotas, los trenes en el ala,
casi como una luz alada que nunca termina, sino en el infinito;
en el hervor del poema, todos los sueños: el aleteo franco de la tinta,
cuesta arriba la página en el hambre, el zanco de las líneas
en el alfabeto, como el agua blanca que se cuela en la garganta.
El trajín diario siempre resulta una suerte de sorpresa:
sal, sangre y azúcar, le dan vida al aliento desde los pastos del gozo.
Y es así como el espejo transparenta el presente del poema,
la querencia al mantel de las campánulas,
los veleros que internan en las sienes la brecha necesaria
para levantar cada día, la hoguera derramada en la mesa.
A veces hay sombras desvaídas que se vuelven invisibles: sombras
donde se congrega el umbral del aliento;
otros quizá no hagan este ejercicio de transparencia y quemen
a temprana hora los manuscritos del alma,
ardan en el susurro de las calles del tiempo con alma de siervos.
(En la humedad, es propicio lavar la saliva de las paredes,
ofrecer la mano sin manchas y sin miedo al prójimo,
mirar el límite del tobogán del pájaro estacionado en la esquina
de la hoja que se columpia en el evangelio del sexo;
hemos vivido a merced de la noche dejándonos por la mirilla
de las sombras, sin más alcoba que la demencia del País en agonía;
ahora toca desaprender los crepúsculos,
y matar al lobo gris de los recuerdos, la última tumba de los fantasmas
al pie del cielo y los extraños brebajes de la historia.)
Cada relectura nos da la luz necesaria para caminar de nuevo
sobre la desbandada de ventanas que pasa por la rendija del aliento;
veo el subsuelo de la conciencia en perpetuo asedio,
tirada por los caballos del sueño, cascos de póstumo ardimiento,
relojes con la pus a flor del metal,
absurdos que lamen las puntas de las aletas de los peces.
Atizo la llama del candil a la hora de acechar la tinta del cuaderno,
sobre el césped, la ardilla, el aliento, la necesidad de pegar
los pedazos de los platos rotos, tocar la piedra del ijar,
entretenerme en el bar de las plenarias legislativas, caminar
sobre el espejo mientras llueve y el barro se hace fango.
Quiero releer de nuevo todo el planeta: me seducen los ciegos
amantes que prolongan su agonía en el pañuelo, los falsos profetas
que aúllan en el barranco de la fosa común de los desamparados.
Me seduce la desnudez, ¿dónde estás Daphne, con tus largas trenzas
amarrando al borracho del deseo?
Sobre la mesa un vaso con agua como el pozo de los deseos…
Barataria, octubre de 2011
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