Les ombres són com el rovell: devem allunyar-nos dels rellotges
oxidats, de l’horitzó opac, de les banderes mortes
que albiren a través de les finestres.
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SÓLO LA REBELDÍA ENCUMBRA
REBEL•LIA/REBELDÍA-COMENTARIO Y TRADUCCIÓN: PERE BESSÓ
Rebeldía. No podemos dormir quietos ante los signos de la barbarie. Estamos ante una nueva glaciación, pero ésta absolutamente distinta y marcada por la ausencia de ideología y de valores. La señal del Poder, y baste. Ante este nuevo signo de la llegada de los nuevos bárbaros -menos literaria (Kavafis, DH Lawrence) que efectiva- de nuestra civilización sólo podemos acrecentar los gestos -trazos- de la conciencia a través de la escritura. Sólo ella desde la sinceridad nos salva de la vejación y la inmolación, porque sólo ella nos advierte:
Las sombras son como la herrumbre: uno debe alejarse de los relojes
oxidados, del horizonte opaco, de las banderas muertas
que asoman a través de las ventanas.
Uno debe ponerse a salvo porque la escoria es persistente,
si se equivoca el camino desembocamos en los cementerios
El último verso, sin embargo, arremete contra la dejadez, la blandura y aquello de que sea lo que Dios quiera:
A veces, sólo la rebeldía nos empina hacia el horizonte.
Y observemos el matiz: no nos empuja sino que nos alza, nos eleva, endereza y empina. Loado horizonte sea el de los rebeldes.
REBEL•LIA
Una corona de trens s’enrosca en les temples, sagnen els reguers
dels mapes, cruixen les àncores de les branques en els seus metalls rebels;
a voltes és l’únic que ens salva davant de la domesticitat:
el subconscient salta, mossega les dents de la cendra, beu
del migdia, amb els seus embocadors purulents.
Sent que és l’únic que ens salva quan tenim la immolació
davant de nosaltres, el pols trencat en absència d’arc del cel;
el dol camina fos pels carrers, sagnen les portes
inaccesibles de la pols, la caiguda malalta del cel,
amb la seua vella arna de calendari, amb graneres de mirades sinistres.
Davant del fum, la rebel•lia de les aigües per a rentar els ciments
de les parets, el vestíbul de les estàtues, la celofana de les mirades,
els forats de les culleres,
les hamaques arremolinades en la foscor.
Davant del borinot de l’estrèpit i la vexació, l’arma possible
per a combatre és la rebel•lia, no el cel cremat de les parpelles,
no el triangle equilàter dels paracaigudes, ni la simfonia en gris
major del fogó, el radi tallat de la circumferència,
no l’ofec agenollat en el núvol de la boirina del cigar.
Les ombres són com el rovell: devem allunyar-nos dels rellotges
oxidats, de l’horitzó opac, de les banderes mortes
que albiren a través de les finestres.
Devem deslliurar-nos de perill, perquè l’escòria és persistent,
si errem el camí desemboquem als cementeris;
la llum ha sigut sempre una plantació de butxaques: precedeix
a la possessió del firmament, pertany als cavalls llostrejats
en la boca, a l’art d’interrogar l’ombra de les campanes.
Indagar és qüestió de caminar en el desert:
no podem dormir quiets enmig de la barbàrie,
ni agenollar-nos sobre les cendres de les funeràries. L’única possibilitat
és no domesticar l’escriptura, ni sucumbir a las circumstàncies;
cada dia és necessari posar el temps en el quiròfan,
escabotar la bava de les tombes,
resistir la inseguretat explorant cada desarrel,
agafar seriosament els anys de camins foscos, les mans inverses
del pàlpit, la llunyania que sovint es perd en les teules.
A cada jardí el seu hivern de formigues, allò subtil aparentement
per bé que siga còpia del caos, asil de la penombra, equipatge de fullarca.
Aixi com així, no es poden obrir les portes: és necessari
enderrocar-les, fins que sagnen les baldes i el dia cante
i el camí s’allibere de garrotxa i el coixí, riu sense murs.
A voltes, només la rebel•lia ens dreça cap a l’horitzó.
Baratària, setembre de 2011
REBELDÍA
Una corona de trenes se enrosca en las sienes, sangran las acequias
de los mapas, crujen las anclas de las ramas en sus rebeldes metales;
a veces es lo único que nos salva frente a la domesticidad:
el subconsciente salta, muerde los dientes de la ceniza, bebe
del mediodía, con sus tragantes purulentos.
Siento que es lo único que nos salva cuando tenemos la inmolación
frente a nosotros, el pulso roto en ausencia de arco iris;
el luto anda derretido en las calles, sangran las puertas
inaccesibles del polvo, la caída enferma del cielo,
con su vieja polilla de calendario, con escobas de miradas siniestras.
Ante el humo, la rebeldía de las aguas para limpiar los cimientos
de las paredes, el vestíbulo de las estatuas, el celofán de las miradas,
los agujeros de las cucharas,
las hamacas arremolinadas en la oscuridad.
Frente al moscardón del estrépito y el vejamen, el arma posible
para combatir es la rebeldía, no el cielo quemado de los párpados,
no el triángulo equilátero de los paracaídas, ni la sinfonía en gris
mayor de la hornilla, el radio sajado de la circunferencia,
no el ahogo arrodillado en el nubarrón de la neblina del cigarro.
Las sombras son como la herrumbre: uno debe alejarse de los relojes
oxidados, del horizonte opaco, de las banderas muertas
que asoman a través de las ventanas.
Uno debe ponerse a salvo porque la escoria es persistente,
si se equivoca el camino desembocamos en los cementerios;
la luz ha sido siempre una plantación de bolsillos: precede
a la posesión del firmamento, pertenece a los caballos amanecidos
en la boca, al arte de interrogar la sombra de las campanas.
Indagar es cuestión de caminar en el desierto:
no se puede dormir quieto en medio de la barbarie,
ni arrodillarse sobre las cenizas de las funerarias. La única posibilidad
es no domesticar la escritura, ni sucumbir a las circunstancias;
cada día es necesario poner el tiempo en el quirófano,
cercenar la baba de las tumbas,
resistir a la inseguridad explorando cada desarraigo,
tomar en serio los años de caminos oscuros, las manos inversas
del pálpito, la lejanía que a menudo se pierde en las tejas.
A cada jardín su invierno de hormigas, lo aparentemente sutil
aunque sea copia del caos, asilo de la penumbra, equipaje de hojarasca.
Así por así, no se pueden abrir las puertas: hay necesidad
De derribarlas, hasta que sangren las aldabas y el día cante
Y el camino quede libre de breña y la almohada río sin muros.
A veces, sólo la rebeldía nos empina hacia el horizonte.
Barataria, septiembre de 2011
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