Pere Bessó, notable poeta, traductor, y político español
RELLOTGE CALCINAT/ RELOJ CALCINADO
NOTA INTRODUCTORIA Y TRADUCCIÓN DEL POETA PERE BESSÓ
Querido André:
De nuevo vuelvo, aunque con cansancio external, a leerte, repensarte y, finalmente, a traducir un texto tuyo. En unos momentos que no son buenos tiempos justamente para la lírica. Y he escogido este poema tuyo porque dentro de tu poética es una vuelta de tuerca más de los desvalimientos de la noche. De hecho, recurres a la conjunción de metáfora clásica -el tocón calcinado: a la orilla del río, como lo quería Machado- con la metonimia del rejoj calcinado, por las cenizas del tiempo. Un tiempo, una vez más, que desdoblas en su consideración socializado e histórico y el subjetivo de la edad. En cualquier caso, resulta altamente significativo, a la manera que entendía en la autonomía lírica, Riffaterre, cómo desarrollas y amplificas la idea del fuego reducido a cenizas, perdón el tiempo (la maquinaria del tiempo, su reloj) calcinado, como expresión de desasimiento, desprendimiento y abandono. Something in the ways que ya no mueve, por recordar el viejo tema de los Beatles mucho antes de la apocalipsis cruchaguesca. Ilustrativo, sin duda, el comienzo del poema en esa suerte de escritura tan cabal y que una lectura perezosa -o mejor, cansada- situaría entre retazos de cierto surrealismo muy pasmado de claves -y léxico- indigenista, que surge de manera natural, sin forzarlo y un deliberado expresionismo rampante, como tantas veces he señalado ya.
Contigo no hay medias tintas, André, o te dejas llevar o te sumerges, pero en cualquier caso las aguas de tus poemas arrastran al lector. Llegues a la orilla o al ahogo. En tu poema -éste, sin ir más lejos- no necesitas un tono ascendente pues, como si de una novela de intriga se tratase, lo tuyo es comenzar in media res, sin crescendo ni abultamientos de retórica innecesaria. He dicho retórica? Claro, en tí, amigo mío, la retórica es magnificente, pero no formalismo baladí. Es retórica intencional y culmina en el sentido, por enciima de los sentidos, que los explotas y mucho. Dicho de otro modo, juegas con el lector llevándolo a la terra nullius de lo connotativo y lo substancial. Tu adjetivación es precisa y certera desde los primeros versos, tan es así que a veces uno no se detiene ante el acicate del epíteto, tan caro a tu escritura.
Dices ya en los primeros versos:
El reloj ha dejado de ser palabra con balcones; ahora tiene escapularios
de telarañas, sombras malolientes, entrañas de absurda angustia.
La sordidez ha llegado al punto de las enredaderas, a la rígida
embriaguez de la ceniza, al aire purulento del quebranto; la imagen
del reloj escarba en los epítetos de la saliva,
en el sordo travesaño de la duda.
Y el lector -o la lectora, que también las tienes avezadas a tu escritura- ven como culminas desde el buen comienzo un tipo de suma elíptica muy tuya: desde el signo reloj y su metonimia por tiempo hasta la palabra en el tiempo y la palabra en libertad, con balcones. Y pueden ser arrastrados en esa lógica del discurso poético que permite ligar diversos ámbitos de otrora: Desafías la inteligencia y la sensibilidad de tu parroquia, amigo, obligándola a interpretar o desvelar el jeroglífico del poema: el reloj es, en unos casos, tratado a través de la metáfora copulativa; en otros, determinativa; finalmente, la metáfora pura no queda a un lado; sin ánimo de profesar en esta nota a vuela pluma, te destaco que en esa enumeración acumulativa hay también oposición en el eje temporal: ha dejado de ser/ahora es/tiene:
escapularios de telarañas [metáfora A (lo religioso) de B (lo viejo, deshabitado...); sombras malolientes [expresividad de la metáfora pura en donde el plano real es substituido por una quasi sinestesia: aturde lo visual conjugado a través del olor]; el paroxismo que juega en el poema a través del desajuste aparente, desballestamiento o descontrol finamente marcado de lo concreto y su abstracción deliberada: entrañas de absurda angustia [una capacidad absoluta de traslación de significado, ay... Por un lado, la metáfora tiene su arranque en lo formal: reloj/entraña -corazón-, pero, por otro, el reloj como mesura del tiempo se entronca en la experiencia del pesimismo existencial: la angustia enmarcada en el absurdo del devenir y los flujos y reflujos hacia las antesalas de muerte.
Sin duda alguna en estos primeros versos el poeta nos ubica en la atmósfera de la lectura, tal cual desea: no poco ingenio y suelta de lastre hay en esa manera no sólo de concebir y reflecionar al tiempo que surge, como en lecho de imanes corredizos, el escribivir, del poeta.
La imagen deconstructiva -incluso en el nivel puramente lingüístico- del reloj, de nuevo a través, del proceso acumulativo de asociaciones, símbolos, metáforas incide en los siguientes versos que he remarcado: sordidez de las enredaderas; rígida embriaguez de la cenizas; aire purulento del quebranto...
Perderse en el análisis del poema fuera otra cosa. Hoy, amigo André, sólo he querido, en parte, declararte algunas apuntaciones de lo mucho que te leo y el goce que me dejas.
Un abrazo.
Pere Bessó
Mislata, Valencia, 19 Mayo 2011
RELLOTGE CALCINAT
There is something in the way
You are always somewhere else…
APOCALYPTICA
El rellotge ha deixat de ser paraula amb balcons; ara té escapularis
de teranyines, ombres pudentes, entranyes d'absurda angúnia.
La sordidesa ha arribat al punt de les enfiladisses, a la rígida
ebriesa de la cendra, l'aire purulent del trencalòs; la imatge
del rellotge esgarrapa en els epítets de la saliva,
en el sord travesser del dubte.
Al cap i a la fi, les aigües del rovell també devoren
l'entranya dels esglais, les moltes mans que té la brega en terra,
els fonells de sal desafinada en les ninetes,
i fins i tot la dentadura trencada de les frontisses al Via Crucis
de l'estupor; de sobte trobe obscé que el subconscient
destile estranyes aigües sense trascendència,
desvetlaments innecessaris, sedants de curullada foscor, reixats oxidats,
andròmines arnades per la canícula,
massa ulls superposats en el fum, com si importara
el fang trencat en l'erm de les portes.
Res no té sentit quan l’edat s’ha convertit en un vestigi:
Quan les almàixeres han arquejat els balcons,
i els desigs s'enemisten amb certs olors.
Al capdavall ningú no sap la fi de les borrufades, trencat el mentó, escopint
misèria, esperant el bategament de la requincalla, el diluvi de la nàusea,
el vòmit que s’escapa de la pluja àcida de les voravies;
ningú no sap què fan les formigues als escapularis,
damunt del rellotge humà minvat en la balança del dèspota,
el nàufrag petrificat en l’escuma,
els animals domèstics que cohabiten en el llit del raig d’agua
de la mendicitat del somni degollat en la traidoria.
Sempre em toca pesar en grams l’afany: dormir amb la disfressa
dels mercats, llepar el baf de l’estupor,
riure en el joguet desitjat d’un infant,
mossegar la mata de plàtans de la impudícia, escriure,
hui que està
de moda en les parets, certes consignes amb coltells.
No sempre és fàcil lletrejar els cèntims tirats al carrer,
quan les carretes retorcen el paviment,
o la brutícia ens commina en presència absoluta de la fam.
De més a més, u no aguanta els dits magolats per la pedra del gruny,
per l’infern de la ceba descomposta, pels últims llums
que acompanyen les sepultures.
De cert, en la floridura s’han perdut les estovalles: hi ha melòdiques
trencades com canelobres en aquest rellotge sense cap fotografia;
jo me n’he adonat, després de veure com es crema la vida,
i es fendeix l’ansietat al cel,
i es perden els apedaçaments, i xiuxiueja la paraula ajupida fins a
sagnar en la cambra fosca de la consciència, en el termpteig
de tant jeroglífic mort al cuir de l’aurora.
Baratària, maig de 2011
RELOJ CALCINADO
There is something in the way
You are always somewhere else…
APOCALYPTICA
El reloj ha dejado de ser palabra con balcones; ahora tiene escapularios
de telarañas, sombras malolientes, entrañas de absurda angustia.
La sordidez ha llegado al punto de las enredaderas, a la rígida
embriaguez de la ceniza, al aire purulento del quebranto; la imagen
del reloj escarba en los epítetos de la saliva,
en el sordo travesaño de la duda.
Después de todo, las aguas de la herrumbre también devoran
la entraña de los pavores, las tantas manos que tiene el bregar en tierra,
los témpanos de sal desafinada en las pupilas,
e inclusive la dentadura rota de las bisagras en el Vía crucis
del estupor; de pronto me parece obsceno que el subconsciente
destile extrañas aguas sin trascendencia,
desvelos innecesarios, sedantes de colmada oscuridad, verjas oxidadas,
trastos apolillados por la canícula,
demasiados ojos superpuestos en el humo, como si importara
el barro roto en el baldío de las puertas.
Nada tiene sentido cuando la edad se ha convertido en un vestigio:
Cuando los almácigos han arqueado los balcones,
y los deseos se enemistan con ciertos olores.
Al final nadie sabe el final de las ventiscas, roto el mentón, escupiendo
miseria, esperando la pulsación de los tiliches, el diluvio de la náusea,
el vómito que se escapa de la lluvia ácida de las aceras;
nadie sabe qué hacen las hormigas en los escapularios,
sobre el humano reloj decrecido en la balanza del déspota,
el náufrago petrificado en la espuma,
los animales domésticos que cohabitan en el lecho del chorro de agua
de la mendicidad del sueño degollado en la alevosía.
Siempre me toca pesar en gramos el desvelo: dormir con el disfraz
de los mercados, lamer el vaho del estupor,
reír en el juguete deseado de un niño,
morder la mata de majoncho de la impudicia, escribir hoy que está
de moda en las paredes, ciertas consignas con cuchillos.
No siempre es fácil deletrear los centavos tirados en la calle,
cuando las carretas retuercen el pavimento,
o la suciedad nos conmina en presencia absoluta del hambre.
Por más, uno no aguanta los dedos magullados por la piedra del gruñido,
por el infierno de la cebolla descompuesta, por las últimas luces
que acompañan a las sepulturas.
De cierto, en el moho se han perdido los manteles: hay melódicas
rotas como candelabros en este reloj sin ninguna fotografía;
yo me he dado cuenta, después de ver cómo se quema la vida,
y se hiende la ansiedad en el cielo,
y se pierden los remiendos, y susurra la palabra encorvada hasta
sangrar en el cuarto oscuro de la conciencia, en el tanteo
de tanto jeroglífico muerto en el cuero de la aurora.
Barataria, mayo de 2O11
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