Luis García Gil, Cádiz, España
Escribe André Cruchaga como vive, con la palabra resplandeciente y veraz sobre los labios. Escritura nacida de la vida, nacida del encuentro con las cosas pequeñas, con el universo de lo cotidiano. Poeta verdadero que busca y encuentra los cauces del verdadero sustento poético. Decía Jaime Gil de Biedma que la poesía le salvaba de la muerte. Y es esa la raíz de todo poema un misterioso combate por la permanencia, más allá del olvido y de la muerte, más allá de los silencios indescifrables que nos esperan.
Lectura del silencio responde a estas exigencias y es un poemario emotivo, de adjetivación precisa y timbre poderoso. Poesía del origen, del ayer habitado, de los trenes que esconde la memoria intuida de la vida. Recordar para acercarnos más a nosotros mismos y recordar en silencio porque es absoluta la sugerencia del título del libro de André Cruchaga. La infancia que refulge en la palabra del poeta con claridad sonora, aleteando con el vuelo preciso de su revelación. Versos que existen, que son por sí mismos, y que luego forman parte de un todo unitario. Nombres rotos y ausencias entrecruzándose como jazmines cuyo aroma perdimos, como novias barridas por el beso del olvido. El poeta asume la naturaleza frágil de la vida en cada peldaño lírico que va ascendiendo.
Lectura del silencio es libro de muchas lecturas, como toda poesía que se exige y nos exige ha de contar con el compromiso del lector atento y sensible. Vivimos tiempos especialmente difíciles para el verso. El cantaautor jiennense Joaquín Sabina afirma que la gente no lee, que los libros se pudren en las estanterías, que la poesía hay que salir a cantarla. No es cierto. La poesía también hay que cantarla pero como complemento porque ante todo exige el encuentro con la palabra impresa, el temblor delicado del poema en la intimidad de la noche, el táctil recorrido por las páginas de un libro. Ahí radica el verdadero enriquecimiento del poema que se lee casi a escondidas, de ahí viene su revelación, su eco, es ésa la lectura del silencio que André nos propone con versos que recorren densamente los espacios del recuerdo, las luces infinitas de esa memoria fértil que el tiempo nos derrama.
El poeta Carlos Bousoño escribió un hermoso y profundo libro titulado Oda en la ceniza. Poesía que tenía mucho de meditativa junto a su indudable sugerencia lírica. La poesía de Lectura del silencio es también poesía que medita, que piensa, que transita por ese sentimiento trágico de la vida que recorriera Miguel de Unamuno. Palabras sobre los raíles, sobre los caminos, sobre la vida que buscamos en cada parada, en cada itinerario. André nombra al silencio y nos dice que está hecho de “inverosímiles espejos”. La soledad “se toca y se calla” y la fe redime cuando nos quedan las palabras para sustentarnos, para invitarnos a su cálida complicidad. Aquí se resume el sentido de este libro abierto a las mareas del tiempo indescifrable, aquí estalla el hondo discurso del poeta, las ricas tonalidades de su verso.
La palabra de André es ancha, emocional, llena de vida, pese a sus múltiples desasosiegos. Llega al lector porque se siente, porque no se fía al engaño o a la estratagema verbal. No estoy de acuerdo con el maestro Pessoa al expresar que el poeta es un fingidor. En cada verso de todo gran poeta hay una verdad que nos duele, que nos propone sutiles encuentros con las lágrimas, con nuestra propia interioridad perdida. El verso de André no miente y es un desbordante río que no deja de donarnos palabras y senderos. Palabras que nacen paradójicamente del silencio, de lo no dicho, de lo que se amaga y finalmente ha de darse como se da un espejo para que nos miremos en él, a la manera de Sthendal.
Os invito a leer el libro Lectura del silencio desde este Cádiz galopante por las olas del mar. André es ya un poeta sumergido en una madurez rotunda, en la estación total de la palabra deslumbrante y viva. Lectura del silencio es fiel reflejo de esa madurez y habita con palabras los callados rincones del alma porque como dice en uno de sus versos “el labio cerrado está callado de mensajes”. Obvio por tanto todo preámbulo y dejo paso al poderoso anhelo de eternidad que lleva aparejada la poesía de André Cruchaga, poesía que se queda en la memoria del que la recibe y la hace suya.
Luis García Gil
Tamarindos, Cádiz, España.
Julio de 2002.
______Lectura del silencio_____
Escribe André Cruchaga como vive, con la palabra resplandeciente y veraz sobre los labios. Escritura nacida de la vida, nacida del encuentro con las cosas pequeñas, con el universo de lo cotidiano. Poeta verdadero que busca y encuentra los cauces del verdadero sustento poético. Decía Jaime Gil de Biedma que la poesía le salvaba de la muerte. Y es esa la raíz de todo poema un misterioso combate por la permanencia, más allá del olvido y de la muerte, más allá de los silencios indescifrables que nos esperan.
Lectura del silencio responde a estas exigencias y es un poemario emotivo, de adjetivación precisa y timbre poderoso. Poesía del origen, del ayer habitado, de los trenes que esconde la memoria intuida de la vida. Recordar para acercarnos más a nosotros mismos y recordar en silencio porque es absoluta la sugerencia del título del libro de André Cruchaga. La infancia que refulge en la palabra del poeta con claridad sonora, aleteando con el vuelo preciso de su revelación. Versos que existen, que son por sí mismos, y que luego forman parte de un todo unitario. Nombres rotos y ausencias entrecruzándose como jazmines cuyo aroma perdimos, como novias barridas por el beso del olvido. El poeta asume la naturaleza frágil de la vida en cada peldaño lírico que va ascendiendo.
Lectura del silencio es libro de muchas lecturas, como toda poesía que se exige y nos exige ha de contar con el compromiso del lector atento y sensible. Vivimos tiempos especialmente difíciles para el verso. El cantaautor jiennense Joaquín Sabina afirma que la gente no lee, que los libros se pudren en las estanterías, que la poesía hay que salir a cantarla. No es cierto. La poesía también hay que cantarla pero como complemento porque ante todo exige el encuentro con la palabra impresa, el temblor delicado del poema en la intimidad de la noche, el táctil recorrido por las páginas de un libro. Ahí radica el verdadero enriquecimiento del poema que se lee casi a escondidas, de ahí viene su revelación, su eco, es ésa la lectura del silencio que André nos propone con versos que recorren densamente los espacios del recuerdo, las luces infinitas de esa memoria fértil que el tiempo nos derrama.
El poeta Carlos Bousoño escribió un hermoso y profundo libro titulado Oda en la ceniza. Poesía que tenía mucho de meditativa junto a su indudable sugerencia lírica. La poesía de Lectura del silencio es también poesía que medita, que piensa, que transita por ese sentimiento trágico de la vida que recorriera Miguel de Unamuno. Palabras sobre los raíles, sobre los caminos, sobre la vida que buscamos en cada parada, en cada itinerario. André nombra al silencio y nos dice que está hecho de “inverosímiles espejos”. La soledad “se toca y se calla” y la fe redime cuando nos quedan las palabras para sustentarnos, para invitarnos a su cálida complicidad. Aquí se resume el sentido de este libro abierto a las mareas del tiempo indescifrable, aquí estalla el hondo discurso del poeta, las ricas tonalidades de su verso.
La palabra de André es ancha, emocional, llena de vida, pese a sus múltiples desasosiegos. Llega al lector porque se siente, porque no se fía al engaño o a la estratagema verbal. No estoy de acuerdo con el maestro Pessoa al expresar que el poeta es un fingidor. En cada verso de todo gran poeta hay una verdad que nos duele, que nos propone sutiles encuentros con las lágrimas, con nuestra propia interioridad perdida. El verso de André no miente y es un desbordante río que no deja de donarnos palabras y senderos. Palabras que nacen paradójicamente del silencio, de lo no dicho, de lo que se amaga y finalmente ha de darse como se da un espejo para que nos miremos en él, a la manera de Sthendal.
Os invito a leer el libro Lectura del silencio desde este Cádiz galopante por las olas del mar. André es ya un poeta sumergido en una madurez rotunda, en la estación total de la palabra deslumbrante y viva. Lectura del silencio es fiel reflejo de esa madurez y habita con palabras los callados rincones del alma porque como dice en uno de sus versos “el labio cerrado está callado de mensajes”. Obvio por tanto todo preámbulo y dejo paso al poderoso anhelo de eternidad que lleva aparejada la poesía de André Cruchaga, poesía que se queda en la memoria del que la recibe y la hace suya.
Luis García Gil
Tamarindos, Cádiz, España.
Julio de 2002.
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