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MOSTRARI DE L’OBLIT
L’oblit s’ha fet de tants freds, de tants parracs necessaris. Disbauxa.
Gorges. Les prestatgeries de la desmesura, mosseguen, quasibé immòbils les ales.
Sempre sobren diferents maneres per a abaixar-se i respondre al món.
Sovint en el llit s’aprén la lliçó de tots els incendis.
Ara la nit és un muntó d’estrelles opaques.
Una paraula o l’eco de la mateixa pot oxidar les al·leluies, el rovell
del descolor, els claus del xiuxiueig,
o el carbó envellit de portes. (Hi ha maneres subtils de conrear la cendra;
cels soterrats o somorgollats, primaveres subterrànies, llànties
espectrals sense heràldica: amb la teua antigor d’ossos, res no deixarà de ser oblit,
espectrals sense heràldica: amb la teua antigor d’ossos, res no deixarà de ser oblit,
ni campanar fructuós.
Fan mal tots els pertrets condemnats a l’estupor. Fa mal el taló de sal
Fan mal tots els pertrets condemnats a l’estupor. Fa mal el taló de sal
i el repic de rostres com funesta proclama.)
Dels temps viscuts, només la fúria de les tombes, l’esquelet groc
de les ombres, el cresol apagat de les paraules, el morrió
a l’altura del cactus, les bastides flotants en la imminència dels imants.
S’acaba consumint tots els ocells.
—Tu ho saps des que l’espiga s’ha tornat pols.
Morirem marcits d’hores; morirem de boques sense noms; morirem
vençuts de pals, en la carn inevitable de l’oblit, en la primor del fil.
Entre el paper i la tinta, hi ha llargues pastures d’epitafis…
Dels temps viscuts, només la fúria de les tombes, l’esquelet groc
de les ombres, el cresol apagat de les paraules, el morrió
a l’altura del cactus, les bastides flotants en la imminència dels imants.
S’acaba consumint tots els ocells.
—Tu ho saps des que l’espiga s’ha tornat pols.
Morirem marcits d’hores; morirem de boques sense noms; morirem
vençuts de pals, en la carn inevitable de l’oblit, en la primor del fil.
Entre el paper i la tinta, hi ha llargues pastures d’epitafis…
Poema d’ANDRÉ CRUCHAGA traduït al català per PERE BESSÓ
MUESTRARIO DEL OLVIDO
El olvido se ha hecho de tantos fríos, de tantos
harapos necesarios. Hartazgo.
Desfiladeros. Las estanterías de la desmesura, muerden, casi inmóviles las alas.
Siempre sobran diferentes maneras para inclinarse y responder al mundo.
A menudo en el lecho uno aprende la lección de todos los incendios.
Ahora la noche es un montón de estrellas opacas.
Una palabra o el eco de la misma, puede oxidar los aleluyas, la herrumbre
del descolor, los clavos del susurro,
o el carbón envejecido de puertas. (Existen maneras sutiles de cultivar la ceniza;
Desfiladeros. Las estanterías de la desmesura, muerden, casi inmóviles las alas.
Siempre sobran diferentes maneras para inclinarse y responder al mundo.
A menudo en el lecho uno aprende la lección de todos los incendios.
Ahora la noche es un montón de estrellas opacas.
Una palabra o el eco de la misma, puede oxidar los aleluyas, la herrumbre
del descolor, los clavos del susurro,
o el carbón envejecido de puertas. (Existen maneras sutiles de cultivar la ceniza;
cielos sepultados o sumergidos,
primaveras subterráneas, lámparas
espectrales sin heráldica: con tu antigüedad de huesos, nada dejará de ser olvido, ni fructuoso campanario.
Duelen todos los atavíos condenados al estupor. Duele el talón de sal y el repique
espectrales sin heráldica: con tu antigüedad de huesos, nada dejará de ser olvido, ni fructuoso campanario.
Duelen todos los atavíos condenados al estupor. Duele el talón de sal y el repique
de rostros como funesta proclama.)
De los tiempos vividos, solo la furia de las tumbas, el esqueleto amarillo
de las sombras, el quinqué apagado de las palabras, el bozal
a la altura del cactus, los andamios flotantes en la inminencia de los imanes.
Uno acaba por consumir todos los pájaros.
—Vos lo sabés después que la espiga se ha convertido en polvo.
Moriremos marchitos de horas; moriremos de bocas sin nombres; moriremos
vencidos de mástiles, en la carne inevitable del olvido, en la delgadez del hilo.
Entre el papel y la tinta, hay largos pastizales de epitafios…
De los tiempos vividos, solo la furia de las tumbas, el esqueleto amarillo
de las sombras, el quinqué apagado de las palabras, el bozal
a la altura del cactus, los andamios flotantes en la inminencia de los imanes.
Uno acaba por consumir todos los pájaros.
—Vos lo sabés después que la espiga se ha convertido en polvo.
Moriremos marchitos de horas; moriremos de bocas sin nombres; moriremos
vencidos de mástiles, en la carne inevitable del olvido, en la delgadez del hilo.
Entre el papel y la tinta, hay largos pastizales de epitafios…
Barataria, 26.VI.2015
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