Luis Alberto Ambroggio, [Fotografía de Nicole Chávez]
EL REPIQUE DEL DESGARRAMIENTO Y HOMENAJE EN VIAJAR DE LA CENIZA DE ANDRE CRUCHAGA
Y esto es vivir, Manzana del Mar Muerto,
Fragancia de la tarde,
Tersura de la piel,
Vibración del espamo:
Esto es vivir.
Morir cada minuto,
Viajar de la ceniza a la ceniza
Oculto, sí, pero infalible y poderoso.
Luciérnaga de sangre coagulada. Viento helado
Bajo el suplicio de una luz sin caracoles.
Bosque de cipreses apagados. Bosque negro
Negro silencio del polem multiforme.
…
Asombro negro. Negra gaviota del crepúsculo.
…
Haces callar con la lengua muda de los candelabros
Esa voz ardiente de las alas.
Los poemas que siguen exploran las aproximaciones experimentadas ante la inminencia de la muerte como acontecimiento en desarrollo, como evento revelador y transformante, encarnado en la figura materna, en quien está basado y a quien está dedicado este poemario “con certeza de amor intemporal”. A partir de “El mismo rostro” (¿Alguien puede detener la menuda sílaba de lo fugaz,/Y el aroma del beso cuando llueve alelíes?), “El cordero de la muerte” (Se vuelve trino de escombros… ), “Ceniza eres, ceniza de todos”, “Fruto de la tierra”, “Lamentaciones de mi madre” (Inertes ya mis alas, la tentación del abismo), “Respiración final” (Raíz muriendo, tierra gris de la jornada), “Boceto de la muerte”, “Eternidad efímera”, “Ensayo de una visión”, “Cenizas misteriosas”, “La vida como un vuelo” (De la vida a la muerte solo hay un paso;/…/Al final un fuego insomne desvela la niebla/…/La voz ida se convierte en asombro;/Y el cuerpo en remota memoria de pupilas…), “Resplandor ultimo” (Otra vez he de bajar al abismo del tiempo/…/Y hoy es ceniza lo que fue carne y hueso…), “Lección simbólica” (Yo la vi luminosa desde mi infancia/.../Su luz se cierra silenciosa), “Certeza inconfesable”, “Casa sola”, “Pasado inútil”, “La vida fluye río abajo”, “Elegía última”, “Honda luz”, “Dialéctica del tránsito” (El viaje de golpe y sin sandalias/Quema el surco de andar sobre las aguas). “Canción sin oído”, “Verdad presentida”, poemas que en su mayoría acaban significativamente con puntos suspensivos.
Como señala María Eugenia Caseiro en su prólogo al poemario, “el autor esgrime sus cuitas empleando una suerte de enumeración casi iterativa a lo largo de los textos” que le trae a la mente “el soneto 6 de Hernández, cuyo verso final resume las desazones de este trabajo de Cruchaga: ¡cuánto penar para morirse uno!.”
Si en la afirmación canónica de que todos los poemas son o poemas de amor (eros) o poemas de muerte (thanatos), este poemario es una unidad de ambos en una lamentación polisémica del amor herido por la lenta, irrevocable experiencia de la muerte. Luego de la “Noche final” (que el poeta escribe en la Voz de su madre): Ya he olvidado los recuerdos/Paredes sin memoria bordan los ladrillos/…/La soledad de los espejos calla en su abismo,/Las pupilas rasgan el ámbito de la Nada/…, llega el desenlace el “Día 28 de Mayo”: Se ha ido hoy con ese pálido frío de lo inasible;/Su corazón ha callado…/Hoy te me has ido como se va el campanario/Del Alba…/Es partir sin gozo y avivar la sed con cicatrices;/Desgarrar la entraña en el dintel de la esperanza/Y abrir el silencio de una luz muda sin guitarras… Pero el poeta recupera en los poemas finales la vida y el amor después de la muerte: Hoy estás entre pájaros de luz;/…/íHoy estás toda de nuevo, como un surtidor/De la caricia! (del poema “Ahora la luz vuelta cielo”) y La tumba vacía es sólo un pájaro sobre la piedra (del poema “Vencimiento de la muerte”), enraizados e iluminados en la fe bíblica de la inmortalidad y resurrección, cerrándose el poemario con un regalo poético al autor en francés bajo el título “La fleur dans las cendres”, que nos remonta a la alegoría del Ave Phoenix. Con el texto y los paratextos, la esfera se cierra y se abre, en la unidad dinámica de este poemario sensible, profundo y que involucra a la audiencia, al lector en la experiencia de lo poetizado: a partir de la última página se presiente que ya es otro el repicar de los versos hacia el futuro, el amor que vence a la muerte eternamente, como lo discutí previamente en el ensayo “La muerte del tiempo” del poemario El testigo se desnuda (Madrid: 2002). Repiques filiales ahora de versos que son un homenaje a su madre que es “Ahora la luz vuelta cielo”. André Cruchaga una vez más consiguió literaria y humanamente en Viajar de la Ceniza lo que siempre ha sostenido: “Todo poema auténtico, nace de la emoción, del sentimiento, de los valores sustentados por el poeta en su trance de materializar la vida interior: los gozos o los desgarramientos” y se multiplica por dos, en la reencarnación al francés de esta edición bilingüe.
Washington, DC, 4 de setiembre de 2010.
©Luis Alberto Ambroggio
ACADEMIA NORTEAMERICANA DE LA LENGUA
Luis Alberto Ambroggio
Academia Norteamericana de la Lengua Española
Academia Norteamericana de la Lengua Española
EL REPIQUE DEL DESGARRAMIENTO Y HOMENAJE EN VIAJAR DE LA CENIZA DE ANDRE CRUCHAGA
Viajar de la Ceniza/Voyage à travers les Cendres (El Salvador: 2010, 93 pags.). Este conjuro de emociones de un auténtico artesano y promotor de la poesía, es un preludio, un presagio, un morir por adelantado la muerte de otro, de un ser profundamente querido, en este caso específico el de su madre, personificación con nombre y apellido de la ternura. Se siente como un repetido desagarramiento elegíaco, con el repique y su eco, de imágenes, de geometrías de espejos, que expresan de muchos modos y al mismo tiempo de un mismo modo, el sentimiento del yo poético, al tocar íntimamente la humanidad de la experiencia que está viviendo y, de esa manera, nos toca a todos. Con los versos epigráficos del poema XIII de Sólo la voz de Hugo Lindo:
Y esto es vivir, Manzana del Mar Muerto,
Fragancia de la tarde,
Tersura de la piel,
Vibración del espamo:
Esto es vivir.
Morir cada minuto,
Viajar de la ceniza a la ceniza
Oculto, sí, pero infalible y poderoso.
Nos introduce Cruchaga a la experiencia de esa muerte, después de la cual pareciera no existir otra. Esa muerte que nos equilibra y nos va escribiendo en la vida; tema que recoge en el título de dos de sus poemas, ecos de glosas populares, “La mayor parte de la muerte siento” y “Quien vive, muere”. Algo así como lo que consiguió Dylan Thomas en su poemario Autumn Sequel, expresando y sintiendo el fondo vital de la relación entre la vida y la muerte, resignado a la pobreza lingüística que experimentaba ante el hecho de la muerte. Pero André Cruchaga, “el poeta que habla con la muerte”, recurre con su maestría del arte poético, a todos los artificios del lenguaje, a la amplia gama de posibles referentes, imágenes, metáforas y alteridades para poetizar esta difícil vivencia de “La muerte que venía”. La describe en el poema:
Luciérnaga de sangre coagulada. Viento helado
Bajo el suplicio de una luz sin caracoles.
Bosque de cipreses apagados. Bosque negro
Negro silencio del polem multiforme.
…
Asombro negro. Negra gaviota del crepúsculo.
…
Haces callar con la lengua muda de los candelabros
Esa voz ardiente de las alas.
Los poemas que siguen exploran las aproximaciones experimentadas ante la inminencia de la muerte como acontecimiento en desarrollo, como evento revelador y transformante, encarnado en la figura materna, en quien está basado y a quien está dedicado este poemario “con certeza de amor intemporal”. A partir de “El mismo rostro” (¿Alguien puede detener la menuda sílaba de lo fugaz,/Y el aroma del beso cuando llueve alelíes?), “El cordero de la muerte” (Se vuelve trino de escombros… ), “Ceniza eres, ceniza de todos”, “Fruto de la tierra”, “Lamentaciones de mi madre” (Inertes ya mis alas, la tentación del abismo), “Respiración final” (Raíz muriendo, tierra gris de la jornada), “Boceto de la muerte”, “Eternidad efímera”, “Ensayo de una visión”, “Cenizas misteriosas”, “La vida como un vuelo” (De la vida a la muerte solo hay un paso;/…/Al final un fuego insomne desvela la niebla/…/La voz ida se convierte en asombro;/Y el cuerpo en remota memoria de pupilas…), “Resplandor ultimo” (Otra vez he de bajar al abismo del tiempo/…/Y hoy es ceniza lo que fue carne y hueso…), “Lección simbólica” (Yo la vi luminosa desde mi infancia/.../Su luz se cierra silenciosa), “Certeza inconfesable”, “Casa sola”, “Pasado inútil”, “La vida fluye río abajo”, “Elegía última”, “Honda luz”, “Dialéctica del tránsito” (El viaje de golpe y sin sandalias/Quema el surco de andar sobre las aguas). “Canción sin oído”, “Verdad presentida”, poemas que en su mayoría acaban significativamente con puntos suspensivos.
Como señala María Eugenia Caseiro en su prólogo al poemario, “el autor esgrime sus cuitas empleando una suerte de enumeración casi iterativa a lo largo de los textos” que le trae a la mente “el soneto 6 de Hernández, cuyo verso final resume las desazones de este trabajo de Cruchaga: ¡cuánto penar para morirse uno!.”
Si en la afirmación canónica de que todos los poemas son o poemas de amor (eros) o poemas de muerte (thanatos), este poemario es una unidad de ambos en una lamentación polisémica del amor herido por la lenta, irrevocable experiencia de la muerte. Luego de la “Noche final” (que el poeta escribe en la Voz de su madre): Ya he olvidado los recuerdos/Paredes sin memoria bordan los ladrillos/…/La soledad de los espejos calla en su abismo,/Las pupilas rasgan el ámbito de la Nada/…, llega el desenlace el “Día 28 de Mayo”: Se ha ido hoy con ese pálido frío de lo inasible;/Su corazón ha callado…/Hoy te me has ido como se va el campanario/Del Alba…/Es partir sin gozo y avivar la sed con cicatrices;/Desgarrar la entraña en el dintel de la esperanza/Y abrir el silencio de una luz muda sin guitarras… Pero el poeta recupera en los poemas finales la vida y el amor después de la muerte: Hoy estás entre pájaros de luz;/…/íHoy estás toda de nuevo, como un surtidor/De la caricia! (del poema “Ahora la luz vuelta cielo”) y La tumba vacía es sólo un pájaro sobre la piedra (del poema “Vencimiento de la muerte”), enraizados e iluminados en la fe bíblica de la inmortalidad y resurrección, cerrándose el poemario con un regalo poético al autor en francés bajo el título “La fleur dans las cendres”, que nos remonta a la alegoría del Ave Phoenix. Con el texto y los paratextos, la esfera se cierra y se abre, en la unidad dinámica de este poemario sensible, profundo y que involucra a la audiencia, al lector en la experiencia de lo poetizado: a partir de la última página se presiente que ya es otro el repicar de los versos hacia el futuro, el amor que vence a la muerte eternamente, como lo discutí previamente en el ensayo “La muerte del tiempo” del poemario El testigo se desnuda (Madrid: 2002). Repiques filiales ahora de versos que son un homenaje a su madre que es “Ahora la luz vuelta cielo”. André Cruchaga una vez más consiguió literaria y humanamente en Viajar de la Ceniza lo que siempre ha sostenido: “Todo poema auténtico, nace de la emoción, del sentimiento, de los valores sustentados por el poeta en su trance de materializar la vida interior: los gozos o los desgarramientos” y se multiplica por dos, en la reencarnación al francés de esta edición bilingüe.
Washington, DC, 4 de setiembre de 2010.
©Luis Alberto Ambroggio
ACADEMIA NORTEAMERICANA DE LA LENGUA
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