Existeixes encara ací, cega ciutat del desencís. Ciutat cansada.
Ciutat morta. Ciutat lasciva i grisa.
Dorms en les taquilles de la meua ferida. Sues llampecs miserables,
L’ira crema a la conca dels ulls. El desamor en la seua tempesta
Més sinistra. Les branques seques de les fonts.
Ciutat morta. Ciutat lasciva i grisa.
Dorms en les taquilles de la meua ferida. Sues llampecs miserables,
L’ira crema a la conca dels ulls. El desamor en la seua tempesta
Més sinistra. Les branques seques de les fonts.
Ilustración tomada de la red
EXISTEIXES ENCARA CEGA CIUTAT DEL DESENCÍS
poema d'André Cruchaga traduït al català per Pere Bessó
Los pueblos se han hundido en la fosa que abrieron,
su pie quedó atrapado en la red que ocultaron.
SALMO IX
En la noche alguien pasea con mis ropas
SALMO IX
En la noche alguien pasea con mis ropas
Y las lleva puestas.
MARIN SORESCU
MARIN SORESCU
Existeixes encara ací, cega ciutat del desencís. Ciutat cansada.
Ciutat morta. Ciutat lasciva i grisa.
Dorms en les taquilles de la meua ferida. Sues llampecs miserables,
L’ira crema a la conca dels ulls. El desamor en la seua tempesta
Més sinistra. Les branques seques de les fonts.
Carros fúnebres acaricien les ninetes.
Les culleres del vertigen trenquen l’alba agriades. —És així de simple:
La ronya de la melangia. L’endreçat gos de les llàgrimes,
Les vesprades amb els seus albellons bruts, les banderes grogues
Dels davantals, les carretes de la boira a les palpebres.
—És així de simple: la immobilitat tancant la memòria. El perfum
A xiprer, a aqueixa pudor a mort de les paraules penjant dels ossos.
L’obscenitat es vesteix de llençols oblidats. Substància humana
De la plaga, d’aqueixos insectes invisibles que manquen de ventilació.
Existeixes encara cega ciutat murallada per la mort.
Incomprehensible a les lleis. A la roba neta dels espills.
Existeixes en aquest hivern de ganivets. En aquesta llengua de formigues.
Existeixes en aquest ros sense cambres. En aquest so sord de volta.
En aquest trenc d’alba amb plagues al llit.
En aquest calendari sense sutura ni cauteri.
En aquest perfum que no olora a melodies. En aquest cos desconegut,
Deixat en la garriga de l’asfalt, al cantó del prostíbul,
I fins i tot als magatzems i esglésies.
Existeixes encara cega ciutat de la foscor. Existeixes. Vius. Mors.
En cada llengua es desencamina la teua natura. En cada coltell volen
Els cabells. En cada funerària sucumbeixen els llits.
En cada somni els pantalons lligats al rovell.
Davant de la set, l’aigua de la llibertat. No aquesta presó inhabitable.
No la respiració trencant la gola. No la sal fins a ser catedral
De la impunitat. No aquest crit de caçadors sense quarter.
Quan ve la nit cauen els fonells en la raó.
Cau ebri el cel.
Els peixos negres del foc belluguen la seua cua.
la destroça s’apodera de la casa. S’agrupen els ciris apagats.
Gemega l’all en les brases de l’alé.
Aletegen les mans redones de la mort. Mossega la llimonada
Dels fòsfors, gira la carn en la fel de tants murs.
—Fins quan aquesta insadollable òliba de la mort?, fins quan?
Fins quan anar en el cavall de les mortalles. Fins quan.
Fins quan les portes rodolant en la gespa. Fins quan.
Fins quan aquest bri dur del temps. Fins quan.
Fins quan aquest nus de sanglots. Fins quan. Fins quan.
Fins quan la rosa blanca de l’iris en l’escena de la sang.
Fins quan. Fins quan.
Fins quan l’esperança esdevinguda pedra. Fins quan.
Fins quan aquesta mel grisa dels cadàvers. Fins quan.
Fins quan la fronda sense lluernes. Fins quan.
Fins quan aquests ecos de claus martellejant els tímpans.
Fins quan. Fins quan…
16.III.2010
Traducción Pere Bessó
EXISTES AÚN CIEGA CIUDAD DEL DESENCANTO
Los pueblos se han hundido en la fosa que abrieron,
su pie quedó atrapado en la red que ocultaron.
SALMO IX
En la noche alguien pasea con mis ropas
SALMO IX
En la noche alguien pasea con mis ropas
Y las lleva puestas.
MARIN SORESCU
MARIN SORESCU
Existes aún aquí, ciega ciudad del desencanto. Ciudad cansada.
Ciudad muerta. Ciudad lasciva y gris.
Duermes en las taquillas de mi herida. Sudas relámpagos miserables,
La ira arde en la cuenca de los ojos. El desamor en su tempestad
Más siniestra. Las ramas secas de los manantiales.
Carros fúnebres acarician las pupilas.
Las cucharas del vértigo amanecen acedadas. —Es así de simple:
La sarna de la melancolía. El adiestrado perro de las lágrimas,
Las tardes con sus albañales sucios, las banderas amarillas
De los delantales, las carretas de la niebla en los párpados.
—Es así de simple: la inmovilidad cerrando la memoria. El perfume
A ciprés, a ese ijillo de las palabras colgando de los huesos.
La obscenidad se viste de sábanas olvidadas. Substancia humana
De la llaga, de esos insectos invisibles que carecen de ventilación.
Existes aún ciega ciudad amurallada por la muerte.
Incomprensible a las leyes. A la ropa limpia de los espejos.
Existes en este invierno de cuchillos. En esta lengua de hormigas.
Existes en este rocío sin habitaciones. En este sonido sordo de bóveda.
En este amanecer con llagas en la cama.
En este calendario sin sutura ni cauterio.
En este perfume que no huele a melodías. En este cuerpo desconocido,
Dejado en la breña del asfalto, en la esquina del prostíbulo,
Y hasta en los almacenes e iglesias.
Existes aún ciega ciudad de la oscuridad. Existes. Vives. Mueres.
En cada lengua se extravía tu naturaleza. En cada cuchillo vuelan
Los cabellos. En cada funeraria sucumben las camas.
En cada sueño los pantalones atados a la herrumbre.
Ante la sed, el agua de la libertad. No esta prisión inhabitable.
No la respiración rompiendo la garganta. No la sal hasta ser catedral
De la impunidad. No este grito de cazadores sin cuartel.
Cuando viene la noche caen los témpanos en la razón.
Cae ebrio el cielo.
Los peces negros del fuego menean su cola.
El destrozo se apodera de la casa. Se agrupan los cirios apagados.
Gime el ajo en las brasas del aliento.
Aletean las manos redondas de la muerte. Muerde la limonada
De los fósforos, gira la carne en la hiel de tantos muros.
—¿Hasta cuándo esta insaciable lechuza de la muerte?, ¿hasta cuándo?
Hasta cuándo andar en el caballo de las mortajas. Hasta cuándo.
Hasta cuándo las puertas rodando en el césped. Hasta cuándo.
Hasta cuándo esta brizna dura del tiempo. Hasta cuándo.
Hasta cuándo este nudo de sollozos. Hasta cuándo. Hasta cuándo.
Hasta cuándo la rosa blanca del iris en la escena del sangre.
Hasta cuándo. Hasta cuándo.
Hasta cuándo la esperanza convertida en piedra. Hasta cuándo.
Hasta cuándo esta miel gris de los cadáveres. Hasta cuándo.
Hasta cuándo la fronda sin luciérnagas. Hasta cuándo.
Hasta cuándo estos ecos de clavos martillando los tímpanos.
Hasta cuándo. Hasta cuándo…
16.III.2010
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Caramba, amigo Cru, vaya descripción de la ciudad ciega, con un procedimiento de acumulación -diríase- obsesiva que lleva a la salmodia de los últimos versos con ese interrogante Hasta cuándo que llega a bombardear ojos y consciencia. Una ciudad del desencanto que suda, respira, vive y muere. Un desencanto animado/animificado que haría las delicias de Goya, Valle-Inclán o el mismo Trakl... pues ya lo he constatado en más de una ocasión que buceas en las aguas del expresionismo plástico y literario. Con todo, habría de conocer más las costumbres indígeneas de velorios y velatorios en El Salvador, pues tengo para mí que en tu poema hay reminiscencias o trasfondo más o menos consciente de la presencia y culto de la Muerte, que nada tienen que envidiar a las huellas de nuestra Edad Media europea.
Una ciudad ciega - también de copla de ciego- (y) de ira y desencanto que tampoco desdice la melancolía y el desencuentro. Es, pues, este tu poema, un sarpullido complejo en donde el sentimiento y estado de ánimo se dejan llevar por tu voz que no poco es pincel alucinado o ensoñado y sí mucho pensamiento desfragmentado. Y, aunque parezca una improvisación, que no lo es, seguro que Juan Rulfo hubiese gozado tu poema. Apenas conozco la narrativa salvadoreña del llamado "realismo mágico", pero la cita de Rulfo a través de sus cuentos o Pedro Páramo me llega recurrente, por eso te lo digo.
Bueno, poeta, en todo caso, estoy obligado a señalarte que me encanta (sic) haber paseado por tu ciudad del desencanto.
Una ciudad ciega - también de copla de ciego- (y) de ira y desencanto que tampoco desdice la melancolía y el desencuentro. Es, pues, este tu poema, un sarpullido complejo en donde el sentimiento y estado de ánimo se dejan llevar por tu voz que no poco es pincel alucinado o ensoñado y sí mucho pensamiento desfragmentado. Y, aunque parezca una improvisación, que no lo es, seguro que Juan Rulfo hubiese gozado tu poema. Apenas conozco la narrativa salvadoreña del llamado "realismo mágico", pero la cita de Rulfo a través de sus cuentos o Pedro Páramo me llega recurrente, por eso te lo digo.
Bueno, poeta, en todo caso, estoy obligado a señalarte que me encanta (sic) haber paseado por tu ciudad del desencanto.