jueves, 12 de marzo de 2009

André Cruchaga, el cazador de metáforas-María Eugenia Caseiro

María Eugenia Caseiro, Cuba-USA





Aquí va este poema: Rastro de los sueños. A menudo uno escarba en el propio subconscinete y ahí, en ese entramado de la existencia misma, se encuentran ángeles y demonios.
André Cruchaga





André Cruchaga, el cazador de metáforas
Por María Eugenia Caseiro

Rastro de los sueños; así titula André Cruchaga el poema que ha sido objeto de las presentes especulaciones críticas. Un título glosado hoy por Cruchaga en 47 versos, pero preludiado, antecedido, por todas y cada una de sus metáforas -las prehistóricas- producidas para llegar a esta denominación que bien podría ser el nombre propio de un poemario completo, o yendo más allá, el título que acopia, en cuatro palabras, toda la obra de André Cruchaga.

Cuarenta y siete versos ensartan el collar de Rastro de los sueños, casi una metáfora por verso que puede estudiarse separada de la anterior o la siguiente sin dejar a un lado el sentido metafórico intratextual conjunto -constante en la obra de André Cruchaga-. De ello se desprende, no de este poema, esquemática de su trabajo, si no del conjunto Cruchaga, que puede que todavía esta labor de cazador le lleve toda su vida, y que toda su vida, la del antes y la del después, sea la caza interminable de tales sueños metafóricos; muchísimos más cuanto más devela. Sería cuestión de dedicar libros enteros a internarse en la selva de su poesía, netamente distintiva, metafórica, neobarroca, y sobre toda cosa apasionada. Sus imbricados versos se dejan llevar por el pasaje oblicuo de una discursiva en que, a pesar de lo intrincada, puede palparse el impromptu.

Aunque esté considerado como un arquetipo postraumático en poesía, el vocablo sueño, de condición ampliamente polisémica, partiendo de sus diferentes acepciones, se entroniza generalmente en el plano de la actividad onírica (ensoñaciones) y es ahí que antes de que la ciencia lograse dar al traste con una serie de cuestiones de verdadero interés para lograr entender mejor la actividad del cerebro humano en el período de sueño, incluso en el de vigilia, ya todas las culturas, grandes o pequeñas; todos los pueblos, razas, religiones del planeta, han conferido al sueño una tremenda importancia, siendo que muchos sueños han pasado a tener un carácter de historicidad. El propio Platón, que por una parte y apoyado en su dialéctica puso discípulos y adversarios frente a Sócrates y les hizo descubrir, por medio de sus contradicciones, ideas que tenían en sí mismos sin saberlo, concedía sin embargo a los sueños origen divino. Así Aristóteles, fundador de la lógica, asociaba los sueños a la experiencia. Por este camino hasta nuestros días, al sueño, aparte de su importancia vital como función biológica, que aún no se logra establecer qué mecanismos intervienen en él, ni qué funciones o factores biológicos abarca, a pesar de estar estrechamente relacionado con el cerebro y su actividad mental, también se le adjudican acepciones de índoles sagrada y misteriosas .

Este preámbulo que de alguna manera se halla vinculado al que precede al poema de Cruchaga y en que el autor habla de "escarbar" en el subconsciente, en esa búsqueda en la que tropieza con "ángeles y demonios", es apenas una de las disímiles rutas para entrar en la gruta de la poesía de André Cruchaga. Poesía recóndita, a veces laberíntica, pero siempre en contraste con altos momentos de vuelo en que se lanza en pos de un universo galáctico, desconocido, surrealista.

Regresando al poema cuyo título evoca en mí ese peregrinaje de su libro Viajar de la ceniza, publicado recientemente y que tuve el gusto de prologar, y presentir al tiempo que vaticinar, un nuevo viajar, esta vez por las anchurosas carreteras de los sueños de Cruchaga ya que Cruchaga es un domador de sueños, un cazador de metáforas; y, ¿qué es una metáfora? si no una especie de sueño con sus caprichosas torceduras llevado a las grafías del lenguaje.

El viaje, el incansable peregrinar de André Cruchaga por las sendas de la imaginación, es una de las constantes de su poesía. Rastro es también un vocablo de condición polisémica. Se rastrea en busca de algo, se persigue un rastro; lo hace nuestro autor: busca con olfato de cazador, persigue la presa, la captura, y aún con la inquietante certidumbre del instante de su captura, la sirve, ya palpitante, ya vencida, cocida y aromada con el sello del montero. Hablar de rastro, es también hablar de trazas, de los vestigios (de un todo) que nos llevan a la búsqueda de ese todo (los sueños como un todo) o de lo verdaderamente esclarecedor de esos sueños, y éste sería el caso de Rastro de los sueños, no de un sueño si no de los sueños, del sueño infinito, de ese sueño que es uno y son todos, de ese sueño que me atrevería a especular, es atrapar el infinito en una metáfora. Y como la letra de un tango, “en un beso la vida”, la vida en una metáfora es la premisa de nuestro cazador. Así la presa de Cruchaga se sirve viva, latente.

Cruchaga crea el ambiente que recrea por medio de la fusión de sus imaginarios de vueltas simbólicas al tiempo que deslinda de forma natural dentro de esa atmósfera aparentemente caótica, la necesidad de su búsqueda incesante. Siempre he dicho -lo creo- que el único orden posible es aquel que se halla en el caos, y es esa cantera caótica precisamente, cementero de donde nuestro autor extrae la roca para dar paso su orden; ordenado caos de Cruchaga pleno de yacimientos, de venas, de pozos, de galerías, en que nuestro cazador se convierte en Dios y crea la circunstancia desde la circunstancia misma, en un imaginario en que pareciera batallar con legiones de abrumadoras imágenes, con miríadas de episodios inenarrables que se agolpan. Pero para Cruchaga, contrariamente a ese rasgo de la obra de Salvador Spriú en la que el paso del tiempo conduce siempre a un final, aunque sólo haya una vida y sólo haya un tiempo que se agote, nuestro cazador no sólo prevé la circunstancia si no que asume el imponderable de que no puede ni debe perder un solo átomo de esa fuente de irradiaciones que recibe del tiempo -el cronométrico- en forma de relámpagos; relámpagos de oscuridad luminosa o de luminosidad oscura, como se les quiera llamar, que Cruchaga atrapa con voracidad, atesora en metáforas de versos fulmíneos, en palabra centelleante..., para correr en busca de otro y otro y otro relámpago que mantengan para siempre fuera de ese final, no a él, el Dios circunstancial, el cazador, si no a su presa: la palabra cifrada.

Consciente e inconsciente, con ángeles y demonios escritos en versos cifrados, la poesía de Cruchaga es presa lista para el comensal hambriento, y ya la historia, o la vida misma, se encargará de preservar sus mensajes.

Para André Cruchaga no existe el sosiego, nada es más importante que ir en pos de sus sueños, de los sueños; nada más importante que esas sombras que aletean en la luz o esas luminiscencias que aletean en la oscuridad, y a las que debe dar captura para que no queden fuera del juego del tiempo, y sea de esa única y difícil forma, cuanto más complejo más completo el escenario, el mundo, el universo de junglas con presas vírgenes que le obsesiona y en el que ya nunca abandonará su oficio de cazador solitario.



María Eugenia Caseiro
buhowriter@hotmail.com
12 de marzo de 2009

N.A. Las consideraciones o valoraciones críticas del reciente poema de André Cruchaga, Rastro de los sueños, cuya lectura e interpretaciones especulativas me asaltaron en momentos de insomnio, son causa, no de una lectura a tan altas horas si no de la lectura habitual, tal vez sea mejor decir el seguimiento, de la poética de Cruchaga. Me disculpo de antemano si ha resultado en algún desacierto, el que mi ojo amateur no logre abarcar toda la profundidad que amerita el trabajo de este poeta.
__________Rastro de los sueños________



“Rastros del sueño”, tejidos de la memoria:
Eco de un tiempo transfigurado en las persianas
Cálidas de las pupilas. El firmamento hundido
En las manos —el tren roto del calendario
En la lengua de los rieles, las ramas del viento
Como una lluvia que la música no borra.
—Aquí y allá, jugando al ajedrez del horizonte,
Al jardín oscuro de los relojes, a la sed que no sacia
Las lunas del País, al árbol del silencio
En los meses de la garganta, al fantasma del asfalto
En la noche caminando con cuervos y sicarios.
El amor y la ternura otra vez en la ausencia:
—sólo en los parques se ve el temblor de las sombras
Y esa forma del tiempo ceñida a la boca.
Esa forma de refugio marmóreo y de granito.
Los pies furiosos y cansados de caminar sobre
Las hojas de los libros, las calles carcomidas
Por el ansia, a veces apretada furia de la angustia.
Las horas arden en su partida moribunda:
Muerden en la centella de la almohada
—soplan los muros, las puertas y las ventanas.
El polvo ahoga los poros y junta la ceniza en los cuadernos
Donde hemos ido escribiendo las aguas interiores.
El hierro ha formado su violín de halcones, —sordos
Violines en la niebla de la tormenta, transiciones
Que sólo son posibles en la noche de los espejos.
El jadeo de los metales hiende la memoria:
Hoy discurren vahos en medio de respiraciones ácidas.
La sequedad puede más que un lecho de humedad plena.
La inocencia se perdió en cada palabra: hoy
Se ha llenado de pretextos e indiferencia y destiempo.
Los antiguos miedos fraguan su lado oscuro,
La rugosidad es demasiado habitual y carcome
Como un fuego a ciegas los sembradíos de la transparencia.
Luego los objetos en negro, la respiración
En su concavidad pétrea —las aguas bajando sin voz
Por los espejos y de nuevo la luz oscura ardiendo
En el cuerpo como la noche que cuelga sus ojeras
En el desván líquido de las pupilas…
La raíz del sueño se queda en la garganta, en la sombra
Súbita que se respira: Ahí la memoria juega
Sin palabras, pero arde frente al vértigo —hacia
Las aguas del aliento donde se lamen los suspiros.
El sueño siempre juega a ser un sueño de irrealidades:
Y por más días y lámparas o noches,
Ahí están rotos los párpados junto a una estación
Sin pupilas fiables, a los pañuelos del alba.
Barataria, 11.III.2009
______________
María Eugenia Caseiro es poeta, narradora, ensayista e historiadora cubana. Puede leer más de esta notable escritora en: Arte poética-Rostros y versos, Álbum Nocturno y Laberinto del Torogoz, entre otros sitios donde ella publica muestras de su extensa obra.

jueves, 12 de febrero de 2009

Prólogo a Viajar de la ceniza

María Eugenia Caseiro, Cuba-USA


__________Prólogo*_________
Viajar de la ceniza
Voyage à travers les cendres


“Todo poema auténtico, nace de la emoción, del sentimiento, de los valores sustentados por el poeta en su trance de materializar la vida interior: los gozos o los desgarramientos, sin que ello, necesariamente linde con lo trivial.”
André Cruchaga

André Cruchaga, orfebre de la poesía, posee una extensa trayectoria en este arte que practica desde los catorce años. Ha participado en diferentes certámenes nacionales y eventos literarios en su país natal, El Salvador, y publicado más de una decena de libros. Cruchaga, es poeta de la experiencia, sabe observar desde dentro, percibir emanaciones, respetar los cánones de la estética y encontrar esencia aún en lo mortecino o lo apagado. Su poesía intimista, llena de encrucijadas, es discurso persuasivo en que emergen espontáneamente una gama de impresiones, de sentimientos que unidos al desasosiego y la impotencia para subvenir a las aves quejumbrosas por la sed bajo las frondas del camino, nos sumergen en un mar de poesía distintiva tras la huella de su propia voz, elocuente voz que sale de la concepción inmediata de la idea, y que en la memoria, intenta escudriñar más allá del entendimiento, hacerse parte de cada perspectiva, mano que se extiende a palpar la textura de la conciencia para acarrear sobre sus espaldas el peso de la incertidumbre y volcarlo en elucubraciones que terminan por desbordarse en cataratas de imágenes y de buena poesía retórica.


“Su voz tiene la proximidad del horizonte
Y la geometría circular del espejo;
La ternura se hizo en ella con nombre y apellido,
El tiempo le dio las lecciones del sueño
Y el diáfano rumor de su vocación materna.
Todo fue luz; y el hábitat, una parábola.
De la angustia supo hacer un jardín;
Del hambre, un viaje de entendimiento.
Ahora, sin embargo, está en el umbral
De su propia sombra:
Sólo ella sabe, despierta o dormida
Del leve cielo de los cirios…”

“Viajar de la ceniza” trabajo que certeramente comienza su autor con una cita de Hugo Lindo, es un cuadernillo, como él mismo le ha nombrado, de poemas elegíacos que rayan la hipocondría del ser que vive encadenado, un viaje al interior de la conciencia germinando en un proceso de deslumbramiento de ésta (el yo poético), ante la percepción de una muerte que no da tregua, y una vida en la que ya no puede vivirse sin sentirse aprisionado por la angustia de sus corolarios. Es todo un vía crucis de sacudidas por las que atraviesa el ser golpeado y zaherido, un abatirse y debatirse en presencia de la muerte, esa muerte materializada, cuando nos habla especialmente de su madre, y que “será siempre, ráfaga del viento en sus sienes” y ha de moverle a plantearse continuas interrogantes que articulen la garra de un espectro sobre su garganta.

“¿Qué fue del arco iris? ¿Dónde está la memoria?
¿Acaso el olvido borra la historia?”

Es a veces esa muerte, la que camina con zapatillas de seda y ronda el misterio en cada paso, quien le intimida en continuo acercamiento y aún sabiendo que ha de imponerse con el beso eterno que nada ni nadie puede detener, siente incontenible, la frustración de no haber podido predecir.

“Era la muerte la que venía;
Soplaba entre la rama de los árboles,
Golpeaba con su nudo las ventanas,
Besaba con su frío la carne.”

Poeta de recursos, Cruchaga encuentra la frescura de la imagen a pesar de lo exhausto que puede parecer el tema tratado, y como buen artesano de la palabra que sabe utilizar los elementos líricos y afinarlos en cada transcurso en el poema, hace de éste un aliado con la misma destreza conque repercute el carácter de sus conmovedoras reflexiones.

“En la puerta del pecho, la madera suelta su voz;
Sin detenerse, el espejo de los pájaros…”


En este viajar de la ceniza, nuestro autor esgrime sus cuitas empleando una suerte de enumeración casi iterativa a lo largo de los textos, que a veces se convierte en arenga recriminatoria en un continuo germinar de imágenes que le obliga a mostrar, partiendo de tantas miradas como espejos tiene su alma horadada, no tanto lo nefasto de la muerte, sino las estrías de su propio pensamiento, desde una atmósfera fatigosa de sobrellevar, y donde el sujeto lírico es voz insistente o rayo que no cesa, y llegado a este punto me viene a la mente el soneto 6 de Hernández, cuyo verso final resume las desazones de este trabajo de Cruchaga: “¡cuánto penar para morirse uno!” Quizás haya otro denominador común en estos pasajes de Viajar de la ceniza y “aquel rayo”, y es el gusto del autor por el lenguaje depurado sin el abuso de las figuras léxicas, pero esto sería entrar en materia de comparaciones y no ha sido otra mi intención que la de acercar un poco la lámpara sobre el pozo de mis propias elucubraciones al entrar en un pequeño análisis del trabajo poético de Cruchaga en estas elegías que han traído a mi memoria las penas hernandianas.

Entonces, el hombre que fluye en el tiempo, atado a ese tiempo y entre las divergencias que conciben lo indefectible y lo cotidiano, sabe que su destino es ciertamente la inexistencia, que sus trabajos son de un fruto que no ha de prevalecer en lo particular…

“Toda la vida fue para este fin de áspero pantano.
Todo el fuego para este desvelo
En que, al fin, mudas de semblante”

...y que su luz de pensamiento ha de terminar en la total ignorancia.

“Mañana seré lámpara enterrada”

Lo hemos visto en este verso, que podría ser la columna de todo el poemario, y que forma parte del poema Lamentaciones de mi madre, donde hábilmente el poeta pone en boca de esa voz (ya memoria) de su madre, las palabras adecuadas para mostrar su propia frustración ante la muerte (aquí vuelvo a recordar, ahora a Calderón con los admirables monólogos de Segismundo), poema que dado el orden cronométrico que el autor ha querido conferirle al cuadernillo, se encuentra como el número once, pero que bien puede encabezar el trabajo. Aquí otra muestra del mismo texto:

“Incierto es el amor en la intemperie.
Es la noche o el día creciendo en espejismos.
La vigilia del azogue me impide la sonrisa.”

Y termina esa voz de su madre, que es su propia consciencia diciendo:

“Si la desolación es una aljaba con saetas,
Esta muerte es más atroz que cualquier tortura.”

Sin embargo, y a pesar de que la inconsciencia es el enemigo más temido, por ello el colocarla en voz de la madre muerta, la falta de conocimiento del futuro, que hablando de la muerte es todo un hecho, no cuenta con suficiente eficacia para detener la esperada continuidad, y en esa urgencia de sosiego, mientras encuentra la esperanza, el poeta sondea el dolor y lo va sombreando a base de códigos, de mecanismos que lo develan a partir de su lírica proverbial con la que nos arrastra:

“Uno se queda siendo dueño de nada.
No sirven las ventanas ni las manos”

“De la vida a la muerte sólo hay un paso:
Un goce sutil con muchas estaciones,
Un estar y olvidar que se ha vivido”

Cruchaga se aleja constantemente de lo habitual y simple para escuchar con el oído pegado la intuición y articular el poema con limpieza, concediendo un sagrario a sus estrategias semánticas que son consecuentes y muy variadas.

“Ella jamás duerme fuera del ámbito humano;
Lo que es su vida lo irradia en la noche:
Impone su dominio en la luna de los huesos”

Atisba en cada metáfora y parece trasponerse y sobrepasar el sosiego sin interrupciones, encontrar la elipsis y revelarla.

“Casa sola ya. Sombra callada;
Sin ningún habitante, salvo el silencio”

Esa cognoscencia de lo sagrado de la escritura le anima en los intervalos en que pareciera caer desde las cumbres de sus pensamientos, donde pudo ser muy probable que se apagara la voz y se notase el cansancio de ese aletear en lo mismo, y hasta bajar la guardia y perder la partida, pero se sabe cierto, conocedor de cada torcedura, por ende hábil y consciente, entonces echa garra a la esperanza, a la evocación de un anillo de continuidad.

El sujeto lírico resurge a pesar de la muerte. De lo contrario, ¿qué objeto tendría una poesía como la suya, que se convierte en facultad y planteamiento del dilema?. Si no hay disyuntiva, y solamente un plano en que morar mientras la vida pasa y la razón nos ha de abandonar, si por mucho que luchemos, todo ha de ser en vano, entonces, ¿por qué la insistencia en el concepto cíclico de la vida? Aquí estos versos que nos devuelven, con gran sutileza, a lo simbólico del reemplazo.


“Parte de ti se queda en las vigas de esta casa;
En la faz del dintel;
Tu voz viva en la memoria, aunque estés muerta.
Aquí dejas tu alma que nos mira
Como la llave íntima de la conciencia.
Tu adiós tiene la dulzura de la espera”

André Cruchaga tiende un puente en donde estuvo colocada una barrera, y en estos últimos versos, pareciera vivir en la clave de la idea del retorno, motivo por el cual no se entrega totalmente a la desesperanza….

“En este mundo donde los brazos acarician
La piedra oscura de la muerte.”

“¡Hoy estás toda de nuevo, como un surtidor
De la caricia!”

Finalmente, el arraigo, el apego, imperan en el tierno corazón del hombre con toda su raigambre, y la voz del poeta triunfa, se deja escuchar con nuevos arpegios y ocurre el rescate milagroso de la fe, la imagen que elude la apostasía y se aferra de nuevo la raíz en una suerte de epitafio en donde la madre, a pesar de su partida, sigue siendo ese eje que mueve el mundo.

“Mi madre mira desde arriba,
La propia emancipación del calendario.”

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Viajar de la ceniza de André Cruchaga es un trabajo digno de consideración a la hora de una lectura reflexiva. Sus poemas son poemas nacidos de la experiencia, brotados desde el dolor íntimo, como el propio autor expresara al ponerlos en mis manos, y nombrarme la primera depositaria de los mismos.

Innegablemente he disfrutado tanto de su valor literario como humano, y quise corresponder a su confianza y a su gran autenticidad como poeta, hombre sensible y luminoso, devolviendo con estas líneas que ciertamente brotaron de la admiración causada por la lectura de sus versos, una pequeña fracción de la emoción y el sentimiento impregnados a todo lo largo de su obra.

María Eugenia Caseiro
Ciudad de Miami, mayo 7 del 2006
__________________
Prólogo a la versión en español del libro "Viajar de la ceniza" que saldrá publicado este año de 2009.

viernes, 30 de enero de 2009

Oscuridad sin fecha

Delfina Acosta, Paraguay





_______Oscuridad sin fecha__________
Delfina Acosta



Tiene la poesía de André Cruchaga algo de cotidianeidad y, al mismo tiempo, mucho de invención (toda poesía, por supuesto, es invención) que va más allá de los límites de la imaginación, para revelarnos un lenguaje poético puro, diferente a cuanto se ha leído hasta ahora de los poetas clásicos y de los contemporáneos.

Todas sus palabras, apasionadamente expresivas, están llenas de metáforas y de imágenes que nos acercan un estilo único. No; no hay lirismo en su obra. Hay mucho de experimentación, porque Cruchaga intenta deshacer a la palabra de su sentido perenne, eterno y permanente, para alumbrarnos con un cofre de luz, que va, inquieto, por todos los rincones de sus versos. El poeta salvadoreño toma la poesía en sí misma, como un pedazo de cuarzo, para ver en él las líneas, las formas, los colores. En su obra (original), hallará el lector el amor, el olor a muerte, el dolor que no cesa, la desesperanza, lo inesperado y la alegría. Esta poesía suya, en la que constantemente se mueve la vida en todas sus manifestaciones, gusta de los extremos.


Con un arte personalísimo, André Cruchaga aborda la creación literaria, y le imprime fuerza a sus versos. No tiene más elementos que una imaginación grande como un bosque y una intención evidente de derrotar el lenguaje torpe y artificioso de la poesía de estos tiempos. Hay que acercarse a la obra de este vate con mucho cuidado, y esto lo digo porque su lenguaje, su estilo son capaces, en su desbordamiento, de influir con fuerza en la poesía ajena.

Cruchaga es un poeta que versifica la vida, la de los demás, la suya, el mundo ancho y ajeno, y la interrogante de la existencia.


A manera de paréntesis

Y hablando de la vida no hay por qué temerle a los fantasmas.
Toda su penuria tiene su esperanza y su sigilo.
A veces los sueños nos vienen en una taza de café espeso,
Humeante, sonando al sonido sordo de la madera.
Sé después de andar entre inviernos caóticos,
Que las hormigas mueren viendo espejos inasibles...
_____________
Publicado en: ABC COLOR, Asunción, Paraguay, Domingo 28 de Enero de 2007.



jueves, 29 de enero de 2009

El poeta y su destino

Claudia Hérodier, El Salvador






____EL POETA Y SU DESTINO____
Claudia Hérodier


Presentación de libros:
Pie en tierra y Oscuridad sin fecha de André Cruchaga

Antes de entrar de lleno en materia quiero explicar que para esta tarea de la presentación de dos libros que considero excelentes por su densidad temática como por la riqueza, lo punzante y mordiente de sus imágenes, como son Oscuridad sin fecha y Pie en tierra, me sentí llamada a recurrir a un filósofo, traductor, poeta y crítico literario argentino, como es Santiago Kovadloff, a fin de poder ponerme a la altura de la poética de André, y por ello acudirán en mi auxilio algunas de sus palabras.

Lo primero que me sorprendió al leer el prólogo de Oscuridad sin fecha, escrito por Escobar Galindo, fue el que calificase la obra de André como “Poesía en permanente oficio de autodescubrimiento, sin desgarramiento ni quebraduras” cuando, en realidad, es un profundo ge-mido que desborda la sensibilidad humana:

“Supe desde niño de la materia oscura
y así dibujé presentes omnímodos.”

dirá el poeta en Retrospectiva del miedo, a lo que añadirá en Eterno juego en los ojos:

“Una plegaria dulce palpita alrededor de los féretros.
La muerte es un sonido que espero
entre esta prisa de vivir bajo la zozobra
y una casa con sus techos caídos.”

Por otra parte, las palabras que Cruchaga puso al frente de su libro Pie en Tierra, amarraron mis curiosidades de lectora en un punto preciso, ahí cuando dice: “Jamás he sido poeta social en el sentido que nunca he tenido ─desde mi poesía─ la pretensión didáctica proselitista de los temas sociales; pese a ello, mi poesía aborda con fidelidad y plena conciencia artística los problemas de nuestro tiempo histórico”, así como el hecho de que al final de cada poema aparezca el nombre de un lugar imaginario, como espacio desde donde el poeta nos habla, seguido de la fecha en que escribió.

Por otro lado, al ponerme en contacto directo con los textos, empezaron a golpearme de tal modo las palabras, que tuve que suspender por un tiempo su lectura y relectura, a fin de darme oportunidad de asimilarlos integralmente. Mientras, leí otros libros, entre ellos ese de Kovadloff, que me había obsequiado Juan Sánchez (Los poderes del poeta [1] ) y descubrí que a cada tanto, a medida que avanzaba en la lectura, los versos de André me tenían sujetada del cuello, me rodeaban como abejas y el zumbido era un eco permanente de eso que leía… al punto que fui subrayando en los distintos ensayos que recoge, lo que consideré le calzaba a Cruchaga como un guante.

Poeta de sensibilidades múltiples, de un lirismo lúcido, anclado en una conciencia crítica que a su vez se finca en su yo-relacional (yo-psicológico en consonancia con los otros y lo otro, el yo-individual imbuido de lo colectivo, que construye su subjetividad en la medida que asume la otredad como algo propio), elige, en estos dos libros, la actualidad “como espacio privilegiado donde irrumpe lo poético”, como diría el autor argentino, al tiempo que opta por un “lenguaje verosímil”, en el que las imágenes y los contrastes (de belleza patética) ponen de manifiesto su ser común denominador de experiencias ciudadanas, tanto como del hombre del siglo XX.En estos dos libros, el poeta no se sustrae de la “opresiva atmósfera” de lo cotidiano, enmarcada en los parámetros de lo occidental cuyo “extravío ontológico” lo ha llevado a implantar el “instinto de muerte” y a evitar con ello el canto del poeta, no su palabra. De ahí, quizás, que arranque su Pie en Tierra diciendo:

“Vida intensa la rosa que muere pronto.
El cuerpo mordiendo el grito en la boca.
Los días seculares. Los cuerpos cansados, sin reír;
la casa estrecha. Sin sombras y sin alma:
habitaciones sin muebles donde la aurora
es casi hoyo y la luz una bóveda”. (p.5)
y más adelante, en Cuestión de Conciencia, diga:

“Hemos llegado hasta la fosa de la barbarie
y respirado huesos y obsesos pálpitos de sombras.
Nada nos detiene aunque el dolor cubra el alfabeto.
Hay neblina en la palabra y lobos en el alma,
y, entre ambas, un cielo de grises y rastrojos.” (p.111-112)

Ya antes, en Oscuridad sin fecha, habrá dicho:

“El País que sueño arde en mi alma
con sus crudas huellas de muerte cotidiana.
Aquí nacieron mis ojos y vi el sol sobre la tierra,
girando sobre la retina de la noche y de la aurora.
No fue fácil tocar el fondo de sus labios:
para recorrerte miles de cuerpos cayeron sin resucitar,
heridos, ciegos, bajo una lluvia de ventanas.
País densamente hondo de féretros, de noches,
y sombras que se llevan las manos al pecho
para hacer creer que duele, punza, el recuerdo de la penumbra.” (p.30)

Así como en su poema Eterno juego en los ojos:

“Eran ellos y yo, todos los muertos
habitantes subterráneos del fuego,
de peces siderales con lámparas sangrantes.

Era yo cuando la sangre penetró otro espíritu.

Era yo frente a las luciérnagas del vacío.
Sigo siendo yo, es verdad, con otro corazón entre labios fugados
y una soledad con osamentas.” (p.66)

O bien como recoge el poema titulado Anticipo, del mismo libro:

“¿Adónde se va desnudo masticando el último beso?
No. No lo sé. No sé si Dios vive en esta agua oscura.
En este cielo duro bajo tierra…
Muchos me dijeron: Aquí comienza la vida eterna,
pero esto es extraño cuando uno se pierde
en los brazos hondos, sin origen, de la herrumbre.
Otros invocaron el misterio de Lázaro y fue inútil.
Sólo la tierra se movió con la pala del sepulturero.” (p.78)

Quizás por ello, “incapaz de reconciliar el sueño de la fe con el horizonte de la experiencia”, como diría Kovadloff, y por cuanto ese instinto de muerte ha impedido a su vez la existencia de un “espacio redencional” que le otorgue una esperanza, el poeta (como otro hombre en el mundo, o como un Dios), haya fundado su ser de poeta, su quehacer poético y su poética en un único principio rector que no es más ni menos que un “principio ético-estético”, entendiendo por ello lo que posibilita y da cuerpo al estar siendo del ser humano en el estar, y no al estar del mismo sin ser, tal como se desprende de la lectura del poema Dolor de patria:

“Patria, intangible eres. Infortunio eres.
Túnel eres: humo de la brasa donde gobierna la neblina
y los acantilados crecen como arbustos
de espesas montañas:

no encuentras más resquicio a la esperanza
que el aguacero que te arrastre al mar
donde acabe el dolor de estar sin ser.

a lo que el poeta opone radicalmente otro poema titulado Oficio de poeta, en el que dice:

“La mirada amiga de tantos poetas,
está allí, lluvia en la frente,
universo humano de ventanas,
abriendo sueños en los labios del futuro.”
(…)“Hoy puedo nombrar y sujetar las palabras:
es mío el íntimo reflejo del ojo,
la fiel caligrafía de la herida
y el arcano gesto de la conciencia.

Lo demás es inútil. Inútil la muerte, la pistola
la navaja y la posesión ajena.
Inútil los caminos mudos.
Inútil el regazo si no tiene el halo pagano
que lo hiera.

(Luego el poeta vence al gusano tutelar de la vida
para ganar la luz irreversible de la mariposa)…

Mi oficio, entonces, es de insomnios, umbrales y cenizas.” (p.79)

Habiendo ganado la luz para los hombres a través de la vigilia, situado siempre en los límites de lo existente, haciendo acopio de los rescoldos de la Historia –de lo deshumanizado, el poeta restaura lo humano por su oficio y por ello vence a la muerte. El futuro, pues, se llenará de sueños de otro futuro más lejano y atestiguará que el poeta es un deber-ser ineludible del hombre en tanto conjunta humanidad. Es así que la “función ontológica” de la poesía y sus poetas (la ‘razón-de-ser’), queda sellada de manera irreversible.

Pero, volviendo a lo del principio, a aquello de ‘poeta social’, André me seguía dejando la interrogante siguiente: ¿No se nombra como poeta social porque no se concibe, en tanto poeta, como un “hacedor de lo real” sino como un “intérprete del mundo”? Ojo con esto, me dije, pues ciertamente pareciera al leerlo, en una primera vuelta, que no es un poeta propositivo con su mundo y, sin embargo, ya decodificando los elementos que intervienen en el acto creativo y su producto, en este caso su poesía, descubrí que: ya sólo el ámbito en el que el poeta se instala para ejercer su oficio, para devenir quien es, nos dice mucho acerca de la respuesta a mi pregunta, pues no se trata sólo del mundo con su diversidad de poblaciones, culturas, lenguas y costumbres, el país natal, con sus ciudades llenas de calles y problemas, las zonas rurales abandonadas, desposeídas y sufrientes, (todo ello como puede desprenderse de la temática que abarca y como ustedes comprobarán cuando lo lean), sino su ámbito real, el que opera sobre sí mismo y le da sentido en tanto realidad concreta al tiempo de extenderse a la ‘otra’ realidad, la de los otros y lo otro, aquello que el poeta ha adoptado como suyo, como constitutivo y raigalmente suyo, es una ínsula nominada y creada por Cervantes… y este hecho, este hecho de situarse precisamente ‘ahí’ es el que opera como ‘clave’ para descifrarlo.

Por supuesto, me refiero a la ínsula de Barataria en la que Sancho Panza fungiera como Gobernador. Pero, para comprender mejor lo que enseguida habré de decir, voy a compartir con ustedes algunos fragmentos de una clase de literatura de la Universidad Complutense de Madrid, que bajé de la Web [2] , en la que se explica y aclara qué significa Barataria en la historia del mundo (no sólo el literario) y, sin duda, el por qué de la adopción de ella por parte del poeta, como un espacio interior en el que está cimentada su palabra, como ya dije, al tiempo que opera (y esto es lo interesante) como propuesta sutil para todos los hombres. Escuchemos pues:

Antes que nada, conviene decir que, por lo común, se cree que Don Quijote es el opuesto exacto de Sancho Panza, punto sobre el cual “Salvador de Madariaga acude a clarificarnos, "…esta línea antitética de primera impresión se resuelve en un delicado y complejo paralelismo cuyo desarrollo es una de las maravillas de este libro genial. Sancho es, en cierto modo, una transposición de Don Quijote en una clave distinta”.Dicho esto, y entrando ya en lo de Barataria, ya cuando Sancho va a asumir su cargo como Gobernador, “Don Quijote previene a su escudero de los peligros que traen las altas magistraturas: "... que los oficios y grandes cargos no son otra cosa sino un golfo profundo de confusiones” (...y le aconseja) “no olvidarse de la humildad de su procedencia, "has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo. Del conocerte saldrá el no hincharte, como la rana que quiere igualarse al buey", "has gala de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores.”. (...Así) “Su humildad lo lleva a renunciar al “don”, será Sancho, Sancho a secas. “Refugiarse en su antroponímico sin trastocarlo es asumir su origen pero es también mostrar a sus súbditos cómo el hombre puede romper las amarras del determinismo y apuntar a la libertad.”“Don Quijote le explica cómo aplicar la justicia: "Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia que las informaciones del rico". Debe buscar la verdad "por entre las promesas y dádivas del rico como por entre los sollozos e importunidades del pobre" y ser piadoso con el que sufre. "Al que has de castigar con obras no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones”. “Son famosos los juicios que lleva a cabo, tal es su trascendencia que a partir de allí los insulares "tuvieron a su gobernador por un nuevo Salomón”.“También es significativo lo que piensa hacer después de empaparse de pueblo en sus salidas de ronda por las plazas, como aconseja Don Quijote en su carta: "Visita las cárceles, las carnicerías y las plazas; que la presencia del gobernador en lugares tales es de mucha importancia>. Dirá Sancho: "es mi intención limpiar a esta ínsula de todo género de inmundicia y de gente vagabunda, holgazana y mal entretenida; porque quiero que sepáis, amigos, que la gente baldía y perezosa es en la república lo mismo que los zánganos en las colmenas, que se comen la miel que las trabajadoras abejas hacen”.(Sancho) “Da pruebas de su honestidad y de no abusar de su poder : "desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano: quiero decir que sin blanca entré en este gobierno y sin ella salgo, bien al revés de cómo suelen salir los gobernadores de otras ínsulas”.(Cervantes), “disfrazando de parodia el gobierno de Barataria, sugiere a los lectores de su tiempo que el hombre puede rasgar las ataduras de su estamento social y desde la libertad, construir la equidad.”

“Él enuncia una metáfora poética detrás de la cual se esconde una posible metáfora social: los Sanchos del mundo gobernando para los suyos, encarnando la búsqueda de verdad y justicia.”“Al igual que su amo llega a la conclusión de que así no debe ser el mundo y a partir de eso trata de cambiar la realidad”. […] “La hazaña de Sancho es "el trasbordo de un mundo a otro, de uno ruin a otro noble" y eso mismo es lo que planteamos en la clase: la posibilidad de creer en una utopía y acercarnos a ella.”Es, pues, desde una intra-metáfora (imitando a Unamuno), de una metáfora poética encarnada en sí mismo, que el poeta nos habla.

“He soñado, no lo niego. Pero los sueños
no existen más allá de la vida misma.
He soñado con una ciudad última:
-hacienda de pescadores justos-;”(p..26,Oscuridad sin fecha)

dirá el poeta en su libro Oscuridad sin fecha, aunque advierte, en los siguientes versos, cuán difícil y peligrosa es la tarea de pretender que los sueños se conviertan en realidad en un mundo como el nuestro, hijo de su tiempo, heredero de la filosofía de Descartes y por tanto de la Modernidad (y hablamos del siglo XVII), en la que se asume que por el hecho de pensar y pensarse (“Pienso, luego, existo”), el hombre es el garante de la existencia, y por ello crea devenir el dueño y señor de todo cuanto existe.

“El siglo XVII ─dirá Kovadloff─ asentó las bases de una epistemología a la que todavía estamos pagando tributo. Su tesis primordial, que es, a la vez, la más petulante de sus tesis, pretende que la lógica del entendimiento gobierne arbitrariamente la del mundo, y supone que la obsecuencia y el servilismo de la naturaleza hacia el hombre serán infinitos. Se establece así, entre las leyes de la observación y las que son inherentes a lo observado, un vínculo de dependencia a favor de las primeras: conocer significará dominar, saber querrá decir estar en condiciones de sojuzgar, y el progreso será homologado a la pura explotación. Desoída, y más que desoída, devastada, la Tierra es hoy un receptáculo de órdenes, el territorio de una cadena de abusos monstruosos practicados en nombre de una concepción de la vida que esconde detrás de eufemismos tecnocráticos, los impulsos de una sensibilidad criminal.” [3] Por ello, siguiendo con lo del sueño y los pescadores justos, en los siguientes versos el poeta afirme:

“a cambio he tenido casa sin balcones, manos obscenas,
y una marea cuyo filo corta los labios.” (p.26)

O como dirá en Sombra del País (I), de Oscuridad sin fecha:

“De repente, alguien te cimbra un arpón de soledades;
esto, porque te consideran conspirador de la noche.” (p.28)

Sin embargo, y pese a que como dirá en el poema Mis ojos ahora, del mismo libro:

“A la mañana también le digo noche
y a los huecos del terror les digo paz” (p. 1º28)

y pese a que el “estatuto ontológico” del mal social de nuestros días viene, según el autor, de la conquista, y se formaliza legalmente a partir de la Independencia (con lo cual personalmente no estoy de acuerdo porque considero que obviamos el enunciado de la repartición del poder en la época pre hispánica, también raíz de nuestro mal), el poeta pida que resucitemos:

“Los que no han podido amar la vida,
resucitados sean, convertidos sean,
no serviles
a la cruz
ni a la trinchera
ni a la tumba.” (p.113, Pie en Tierra)

“Para aquellos que hacen estallar begonias sangrientas,
un rayo de luz haga
gotear pájaros de sus sienes...” (p.114, Pie en Tierra)

Opuesta así la resistencia del poeta al “instinto de muerte” que permea nuestra historia, abierto a la indagación del otro sobre su quehacer y su oficio, sabedor que este oficio es el garante de humanidad y de futuro, diga de pie sobre la tierra:

“Si alguien me pregunta, ahora, qué hago, yo digo que
cavar
en la tierra: busco la comunión del pensamiento,
para ello, extiendo los brazos y me interno, confiado,
en el bosque...” (p.125 Pie en Tierra)

Siéntete, pues, André, honrado de ser el depositario vivo de la frase de León Felipe con la que concluye la clase de literatura antes aludida:“El poeta no es aquel que juega habilidosamente con las pequeñas metáforas verbales, sino aquel a quien su genio prometeico despierto lo lleva a originar las grandes metáforas:sociales,humanas,históricas,siderales ...”

Claudia HérodierJueves 6 de septiembre de 2007

[1] Kovadloff, Santiago. Los poderes del poeta, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid, 1991.
[2] Roxana Sosa y Alicia Brandou. Extraído de http://www.ucm.es/
[3] Opus cit. pág. 47.