sábado, 13 de noviembre de 2010

SAL ANUNCIADA DEL VERTIGEN EN LA BOIRA / SAL ANUNCIADA DEL VÉRTIGO EN LA NIEBLA - COMENTARIO Y TRADUCCIÓN: PERE BESSÓ

Pere Bessó, poeta y traductor





SAL ANUNCIADA DEL VERTIGEN EN LA BOIRA / SAL ANUNCIADA DEL VÉRTIGO EN LA NIEBLA - COMENTARIO Y TRADUCCIÓN: PERE BESSÓ

Querido André:


Otro de los poemas que hay que señalar como muestra de tu buen saber hacer. Pocos autores he leído que hayan poetizado el rompimiento del alba y la llegada de las primeras luces del día como tú. Y, antes de seguir, he de afirmarte sin rubor alguno que el tema de la albada es uno de los informantes de mi escritura. Efectivamente, el amanecer –o la amanecida, sea el matiz- es recurrente en la buena poesía de todos los tiempos, y lugares. E innúmeros poetas se han dejado llevar –seducir- por la impronta de la lírica paisajística o la amorosa. Otros han preferido el brote expresionista o incluso metafísico. Y los ha habido, en fin, que se reclamaron del pesimismo existencial: cualquier noche pasada fue mejor. Y así, alba tras alba, a lo largo de la Tradición. Sin embargo, con tu poema me acerco al Alba feminizada que desde el bosque toma el lindero hacia las primeras casas de la villa, en donde humea el claror en los pucheros de las buenas humildes gentes. Sí, hablo de Rimbaud, pero también de Francis Jammes y, a mucho estirar, de Paul Claudel, quien pese a su cristianismo narcotizante nunca dejó de lado el albatros baudelaireano …
Y, aunque es cierto que todos los poetas que he citado son de expresión francesa (aube, aube!), tiene su razón: la cultura anglosajona, desde mis lecturas, se entrega más al juego de entreluces, atardecer o anochecer. El twilight. Son los franceses –también los catalanes o los poetas arabigoandalusíes- quienes entretejen versos que clarean. E iluminan. Ésa es la palabra justa para el péndulo de la poesía que también hoy encuentro a la manera de la huella necesaria [Y habrás de perdonarme mi eurocentrismo en esta nota a picado de dedos entumecidos]. No luz de vaivén. Trasluz. Luz en la trastienda del ser que contempla el orbe desde esa persiana y ventana de pájaros delgados –ocells prims, amigo, fíjate qué belleza sonora, pero también cuánta luz en su fonética lírica- No es ocioso ni incidental que des el salto apropiado, ordenado hacia la luz maestra. Y que sea Guillén, el beato Guillén quien te alumbre en la unidad del ser frente al mundo. El desasosiego del cuerpo y la mente ensoñados, adormilados, cabeceantes frente al universo camino del esplendor. Tu poema en búsqueda de la armonía…
Aun sabiendo, justamente por eso, que la tierra de la piel está quemada por la sal, una alta sal que anuncia el vértigo de la bruma. El vértigo de las apariencias que se bate en las barricadas alzadas a la luz de los ojos insomnes. Dicho a tu manera, Cru, del desasosiego de la noche, la ruptura y la fiebre, a la unidad del cuerpo y la mente. Si no gozo de amanecida, quede al menos la aceptación del propio vivir y la carne –los huesos- de su memoria desperezada:

Amanece en mis bolsillos la ventana de la niebla. Crece la garganta
Entre el filo de las persianas, pájaros delgados en la sonrisa de las manos.
Dobla el campanario en la taberna del alma. Voces pululantes
En el vértigo sobre la nube oscura del pájaro. Pasa el afiche del viento
En medio de las pupilas como una barricada de esquinas grises.
La sal se eterniza en los hombros; la flor del beso en los poros
Camina descalza hasta convertirse en césped.
—Cada mañana trae mojados alelíes. Mapas pintados de confecciones
Absurdas, y péndulos sin desplazamiento de hipotenusas.
Ya no hay apariencias, sino el reposo de la materia, los pies sobre
La tierra, el rumbo entero de lo que fueron los desasosiegos.
Ahora es una sola unidad el cuerpo y la mente.

Pere Bessó, Valencia, 13 Noviembre 2010.



SAL ANUNCIADA DEL VERTIGEN EN LA BOIRA




Mi memoria ya es carne, ya un placer
-soñado- resucita,
ya la verdad de mi vivir da cita.
¿Alma, cuerpo? Mi ser.
JORGE GUILLÉN




Trenca l’alba en les meues butxaques la finestra de la boira. Creix la gola
Entre el fil de les persianes, ocells prims en el somriure de les mans.
Dobla el campanari en la taverna de l’ànima. Veus pul•lulants
En el vertigen damunt del núvol fosc de l’ocell. Passa l’afixat del vent
Enmig de les ninetes com una barricada de cantons grisos.
La sal s’eternitza en els muscles; la flor del bes en els porus
Camina descalça fins a tornar-se gespa.
—Cada matí porta violes mullades. Mapes pintats de confeccions
Absurdes, i pèndols sense desplaçament d’hipotenuses.
Ja no hi ha aparences, sinó el repòs de la matèria, els peus damunt
De la terra, el rumb sencer d’allò que foren els desassosecs.
Ara és una sola unitat el cos i la ment.
En quins carrers tristos té lluïssor la boca, el cos esquinçat, nu
Dels dies nascuts al buit dels ulls?
—La sal és un confús martiri de llençols: ens corca i preserva;
Ens buida el cossí dels ulls,
Es farta en la cara com un sol blanc, com premut paraigües.
D’ençà aquesta perennor pressentida: ací es nodreixen les branques de la vida,
El sentit de la vida, el litoral del destí amb les seues ungles.
És un morir diari aquesta acumulació d’equipatges;
Ens desvivim cada volta que els minuts, redons, giren sense encert
Damunt l’ossada del deliri.
La sal anunciada, pressentida, ens aventa cap al crit on s’alça
El cos i entra de seguida a la boca amarga de la boira.
De sobte es perd la certesa de la transparència, el món objectiu
De les sabates, el tràfic mut de les voravies.
Mai no ha sigut fàcil entendre les aigües inefables que corren sort
Estranya en els braços grocs de la fullaraca. Sempre és així per a pujar
Les escales de la molsa, el pis de sorra dels litorals
Un día o un altre, el capell fosc del vertigen: l’argent viu de la sal
En vaixells estranys, l’ofeg mastegat com residu d’esquerdes,
—demència repetida en l’ombra del reble.
Al capdavall, la sal ens mossega les dents i trenca el fil de les ungles;
I fumeja en la seua dissonància de badall,
I crema en la inclemència la seua mateixa paradoxa: el rictus d’anunciar
La gota de sang que flueix del no-res a la boira.
Un dia tindré només memòria: ací els escaldums en el paladar,
Batalla guanyada pel silenci, per l’ala cremada de la pira…

Baratària, 11.XI.2010

SAL ANUNCIADA DEL VÉRTIGO EN LA NIEBLA




Mi memoria ya es carne, ya un placer
-soñado- resucita,
ya la verdad de mi vivir da cita.
¿Alma, cuerpo ? Mi ser.
JORGE GUILLÉN




Amanece en mis bolsillos la ventana de la niebla. Crece la garganta
Entre el filo de las persianas, pájaros delgados en la sonrisa de las manos.
Dobla el campanario en la taberna del alma. Voces pululantes
En el vértigo sobre la nube oscura del pájaro. Pasa el afiche del viento
En medio de las pupilas como una barricada de esquinas grises.
La sal se eterniza en los hombros; la flor del beso en los poros
Camina descalza hasta convertirse en césped.
—Cada mañana trae mojados alelíes. Mapas pintados de confecciones
Absurdas, y péndulos sin desplazamiento de hipotenusas.
Ya no hay apariencias, sino el reposo de la materia, los pies sobre
La tierra, el rumbo entero de lo que fueron los desasosiegos.
Ahora es una sola unidad el cuerpo y la mente.
¿En qué calles tristes tiene brillo la boca, el cuerpo rasgado, desnudo
De los días nacidos en la oquedad de los ojos?
—La sal es un confuso martirio de sábanas: nos corroe y preserva;
Nos vacía el cuenco de los ojos,
Se harta en la cara como un sol blanco, como apretado paraguas.
De ahí esta perennidad presentida: aquí se nutren las ramas de la vida,
El sentido de la vida, el litoral del destino con sus uñas.
Es un morir diario esta acumulación de equipajes;
Nos desvivimos cada vez que los minutos, redondos, giran sin atino
Sobre la cárcava del delirio.
La sal anunciada, presentida, nos avienta hacia el grito donde se alza
El cuerpo y entra en seguida, a la boca amarga de la niebla.
De pronto se pierde la certeza de la transparencia, el mundo objetivo
De los zapatos, el tráfico mudo de las aceras.
Nunca ha sido fácil entender las aguas inefables que corren suerte
Extraña en los brazos amarillos de la hojarasca. Siempre es así para subir
Las escaleras del musgo, el piso de arena de los litorales.
Un día u otro, el sombrero oscuro del vértigo: el azogue de la sal
En vasijas extrañas, el ahogo masticado como residuo de grietas,
—demencia repetida en la sombra del cascajo.
Después de todo, la sal nos muerde los dientes y rompe el filo de las uñas;
Y humea en su disonancia de badajo,
Y quema en la inclemencia su propia paradoja: el rictus de anunciar
La gota de sangre que fluye de la nada a la niebla.
Un día tendré sólo memoria: ahí la pepitoria en el paladar,
Batalla ganada por el silencio, por el ala ardida de la pira…

Barataria, 11.XI.2010