domingo, 25 de julio de 2010

POSTIL•LA AL PEU D’UNA ELEGIA/APOSTILLA AL PIE DE UNA ELEGÍA

Res no resta d’aquelles racions de llum, llevat dels llacs de les ninetes.
El riure fou menja sense pietat del temps.
A la demència punxant, li plouen cards, enfebrides nits
De paraules, dies sense prosòdia que no poden donar primers auxilis,
Ni un per què de le hores defallides
Grabado de André Masson








POSTIL·LA AL PEU D’UNA ELEGIA







Igual que largos ecos que a lo lejos se confunden
en una tenebrosa y profunda unidad,
vasta como la noche y como la claridad,
los perfumes, los colores y los sonidos se responden.
CHARLES BAUDELAIRE








Res no resta d’aquelles racions de llum, llevat dels llacs de les ninetes.
El riure fou menja sense pietat del temps.
A la demència punxant, li plouen cards, enfebrides nits
De paraules, dies sense prosòdia que no poden donar primers auxilis,
Ni un per què de le hores defallides
En la raó penúltima del lletreig. Possesa la pedrera de l’enigma
Entre els llavis, el mar que, cavall, es tornà peltre, ferradura
Sense comportes, coll groc de latrines oblidades.
A la llinda la vibració inefable de les culleres. —la llum que fou
Gramàtica i intel·ligència, la llum que semblà totpoderosa enmig
De les aigües, la llum que ara és misèria d’embut.
Sempre hi hagué goig per la vicissitud i l’avidesa sense sentit
Del rovell, per la concavitat de traus i botons, pel coll
Gris de les frontisses, i la mitja nuesa de les alforges.
Res no ens resta del món, llevat del suïcidi, —la branca de l’esperma
En el fèretre, la saviesa consumida en el cresol de mitjanit
Amb el seu badall de ritu tranuitat.
Al peu de les sabates mai no fou solemne el llenguatge.
Sempre les distàncies han desbaratat els meus sentits fins a
Cegar els camins transitats pels braços.
Mai no sabí si gaudeix la rosada en la pinta dels llumins, el pa urgent
Del vent, el marasme del bulliment en el soterrani dels paraigües.
Sóc un poeta trist, sense el·lipsis, ni hipèrboles, sense pronunciamients,
Només aquest fil agònic de les paraules,
Només el palpebreig de la sal que obri la meu porta. No tinc cap
Salconduit que em done monedes per a la meua butxaca, ni tota l’aigua
Per a llavar el rovell acumulat en les vèrtebres.
Damunt de les parets s’alcen, cegues cambres sense gavetes,
Manuals sense boques, mobles de fàstic i arna embriagada.
—Cap a on descórrer l’ombra del badall, el port sense fronteres,
La perversitat del costum homicida, les entrades de l’esbufec?
Als vestíbuls espera el cavall de la mort: no és un joc
El parrac en els temps de menjar, cap al llit amb passadissos
Sòrdids, sostenent en allò pròfug, l'angoixa.
Sé que hi ha necessitat de llànties o torxes per a transitar per
Aquest màstic de l’acabament, per aquest hivern de hienes,
Per aquesta hamaca del desvetlament. —Serem, —tu i jo— la postil·la
Enmig de l'eixam, aqueix terreny mutilat de la fugida,
Aquell ermot desarmat de les balances, aquest mapamundi confinat
De les ombres, la soga al coll de la canella.
Mai no tornarem a ser els mateixos després de la nostra pèrdua.
Baratària, 26.VII.2010









APOSTILLA AL PIE DE UNA ELEGÍA








Igual que largos ecos que a lo lejos se confunden
en una tenebrosa y profunda unidad,
vasta como la noche y como la claridad,
los perfumes, los colores y los sonidos se responden.
CHARLES BAUDELAIRE









Nada queda de aquellas raciones de luz, salvo los lagos de las pupilas.
La risa fue comida sin piedad por el tiempo.
A la demencia punzante, le llueven cardos, enfebrecidas noches
De palabras, días sin prosodia que no pueden dar primeros auxilios,
Ni un porqué de las horas desfallecidas
En la razón penúltimas del deletreo. Posesa la cantera del enigma
Entre los labios, el mar que, caballo, se tornó peltre, herradura
Sin compuertas, amarillo cuello de letrinas olvidadas.
En el umbral la vibración inefable de las cucharas. —la luz que fue
gramática e inteligencia, la luz que pareció todopoderosa en medio
De las aguas, la luz que ahora es miseria de embudo.
Siempre hubo gusto por la vicisitud y la avidez sin sentido
De la herrumbre, por la concavidad de ojales y botones, por el cuello
Gris de los goznes, y la media desnudez de las alforjas.
Nada nos queda del mundo, salvo el suicidio, —la rama de la esperma
En el féretro, la sabiduría consumida en el candil de medianoche
Con su badajo de rito trasnochado.
Al pie de los zapatos nunca fue solemne el lenguaje.
Siempre las distancias han desbaratado mis sentidos a tal punto
De cegar los caminos transitados por los brazos.
Nunca supe si goza el rocío en la peineta de los fósforos, el pan urgente
Del viento, el marasmo del hervor en el sótano de los paraguas.
Soy un poeta triste, sin elipsis, ni hipérboles, sin pronunciamientos
Más que este hilo agónico de las palabras,
Más que el parpadeo de la sal que abre mi aorta. No tengo ningún
Salvoconducto que me dé monedas para mi bolsillo, ni toda el agua
Para lavar la herrumbre acumulada en las vértebras.
Sobre las paredes se levantan, ciegas habitaciones sin gavetas,
Manuales sin boca, muebles de hastío y embriagada polilla.
—¿Hacia dónde descorrer la sombra del badajo, el puerto sin fronteras,
La perversidad de la costumbre homicida, los zaguanes del resuello?
En los vestíbulos espera el caballo de la muerte: no es un juego
El andrajo en los tiempos de comida, hacia la cama con pasadizos
Sórdidos, sosteniendo en lo prófugo, la congoja.
Sé que hay necesidad de lámparas o antorchas para transitar sobre
Este almácigo del acabamiento, sobre este invierno de hienas,
Sobre esta hamaca del desvelo. —Seremos, —vos y yo— la apostilla
En medio del enjambre, ese terreno mutilado de la huida,
Aquel páramo desarmado de las balanzas, este mapamundi confinado
De las sombras, la soga al cuello de la canela.
Jamás volveremos a ser los mismos después de nuestro extravío.
Barataria, 26.VII.2010




Que ya es jodido, Cru, la rama del esperma en el féretro. Vaya apostilla! Y vaya uso de cita de las correspondencias baudelaireanas! Ni siquiera algún haz de luz, alguna ola de maren esa continua transgresión del vivir en precario en la escritura. Miseria de embudo, dices. Poeta triste, sin elipsis, hipérboles ni pronunciamientos, dices. Bueno eso ya es más que discutible -o matizable, de la nuance, mon ami!- en ti, poeta de la salmodia y la acumulación como efectos disuasorios más que como puro ornamento.

Pero te diré más: no hay vuelta atrás. No hay paraíso al que volver desde la "gramática" y la "inteligencia". Qué más quisiéramos en ocasiones que volver al poeta niño y poder deletrear cada palabra de cada verso y de cada poema. Quizás así podríamos recuperar la alquimia de que hablaba l'enfant terrible, el amante de Les voyelles; quizás así podríamos recuperar el perfume de la carne joven y el sahumerio fuerte y narinal del almizcle de puta vieja. Ay, la Fanfalo del poeta del Albatros. Aquella mujerzuela capaz de filosofar entre copas de absenta: "el recuerdo no es más que un nuevo sufrimiento"...

Y sigues -vate, orate fratres- con tu sentido de la sal. En la doble acepción de percepción y pellizco o dedal de. La sal bíblica o sal marina contra los hierbajos, julios y cizañas que amenazan el poema. Tu sal no sólo es mantenimiento, sino también perversión, conjuro y confín. Sal para el vestíbulo de la casa; sal para el cojín orejero de los sueños; sal para la tapa del féretro; sal para el frontispicio y belfos de caballo de la mar del poema.

Un abrazo.

Pere Bessó,
Valencia, España, 25.VII.2010