lunes, 25 de mayo de 2009

Prólogo a Destellos del tacto-Luis Gallegos Valdés

Luis Gallegos Valdés, El Salvador, visto por Bollani




Prólogo
Destellos del tacto

El poeta ha querido que sea yo su presentante en esta otra salida suya al campo siempre -atractivo pero arriesgado- de la poesía. Y he aceptado con agrado el cometido, tras aquilatar la calidad de este poemario.

Ante todo el título es un acierto, porque nos sitúa de inmediato dentro de la sensibilidad del poeta, dentro de su orbe lírico, haciéndonos descender hasta las raíces de su ser, al tiempo que prepara nuestra ascensión hacia la ramazón de su árbol vital, en el que anidan pájaros y nubes. Circulamos por su savia a través de veintidós breves poemas desde lo oscuro hasta la luminosidad del día. En cada uno de ellos hay uno o varios destellos, que son como las señales de una sensibilidad extremadamente delicada, los indicios, a veces dolorosos y otras exultantes, frente a un entorno -a una realidad- que el poeta, lejos de ignorarlos, trata de superarlos mediante una sumersión en lo más vivo e íntimo de sí mismo.

Estos destellos contribuyen a esclarecer una visión onírica, a acercarnos a recuerdos perdidos en el trasfondo de la memoria, pero que la palabra rescata para elevarlos a símbolos. " Quién no quisiera ser ahora/ memoria del sueño en lo verde, / en la edad del ala/ o del espejo?"

Es un vivir atento a los diversos momentos de la jornada, al mediodía seguro, al atardecer inquietante, a la noche que acecha la vigilia del poeta desde todos sus rincones. Este busca su identidad perdida en las sombras, en agónico trance; pero recobrada tras una lucha agobiante con esas sombras que la mano aparta para hallar un resquicio esperanzador. "He dormido en la noche, eso es todo: / pájaros y caballos me acecharon. / Desde entonces soy marino/ y ando en vigilias eternizadas"

Por galerías insospechadas los pasos adelantan, a ratos temerosos, a ratos seguros, sin titubeo. El alma se transforma en relámpago al dejar inerme al cuerpo en unas gradas, desangrándose; y penetra entonces, en círculos que multiplican el tiempo y el espacio, que hacen desarrollar una vida en un instante, "porque siendo huésped de la luz,/ transcurro en sílabas opacas...." Atenido a la palabra, que "es un imperio de gozos y agonías", el poeta cumple un ciclo vital en fuga a lomos de la imaginación, cuyas alas lo impulsan, cada vez más, en loca espiral. Su fe en el verbo lo salva de caer al pedir una linterna con filo "y las raíces de la lengua en una palabra..."

Músicas oscuras se escuchan trastornando esa palabra. El tacto "descarnado y esparcido" busca la presencia de las fuerzas más recónditas, y hay un desgarrón doloroso en la piel debido a ese forcejeo nocturno. Ala y granito chocan haciendo gemir las paredes; pero "la luz es un hilo de pájaros que capitanea/ otras presencias". El lector -en mi seguimiento- hará a su vez esta trayectoria a través del sueño en la que el poeta trata de salir a flote, asaltando "cerraduras violentas", rompiendo muros apretados, en medio de la niebla y el vacío. "Ah, los destellos del tacto, de la voluntad/ no traen viñedos..."

Extraer de ellos la luz es todo un triunfo, frente a "esta fría voluntad derramada", caída de la nocturna lámpara como aceite, inútil ya. Porque existe "la eternidad del árbol", ese árbol por cuya savia el poeta nos ha hecho circular desde el abismo a la cumbre, desde la raíz al ala, desde los socavones más profundos hasta la áurea nube. Y ello gracias a la identidad recobrada entre los vericuetos de la memoria anciana y joven, lenta o veloz para hacer que el tiempo se haga reversible. Oídos y vocablos, eficacia de lo audible sobre los cauces sordos de la angustia, sobre los pedregales infinitos, calcinados, de una tierra de nadie...

Podría llevar más lejos la paráfrasis, mas creo que basta para el cabal sentido de este poemario, que nos introduce en ámbitos de luz y de sombra, de angustia y de gozo, de alegría y de dolor. La aventura del poeta traspasa las horas del día con la rapidez de la emoción espoleada por la palabra, y de "el pórtico de lo virginal" hemos arribado, "en tentativa de actos y compañías", a "la flor del tiempo y las edades", en un periplo que va "más allá del vocablo que gobierna/ los movimientos y las compañías". Lo cual quiere decir que el poeta nos ha hecho partícipes, generosamente, de su aventura diurna y nocturna.

LUIS GALLEGOS VALDES
(San Salvador, octubre 27 de 1985).

martes, 12 de mayo de 2009

André Cruchaga en el panorama poético centroamericano

Miguel Fajardo Korea, Costa Rica





André Cruchaga en el panorama poético centroamericano


Por Lic. Miguel Fajardo Korea, poeta y educador
Premio Nacional de Educación de Costa Rica, 2008


(Costa Rica).-La poesía tiene una virtud: es un encuentro y un desencuentro. Las posibilidades de convergencia desde la poesía son múltiples. En este caso, Internet fue el acercamiento; los libros, su fortaleza. En una tercera fase, será conocernos personalmente, en alguno de nuestros países centroamericanos.

El trabajo de difusión cultural de André Cruchaga (1957) es excepcional. Sus páginas Web están al servicio de la extensión cultural sin distingos de nacionalidades. Se esmera, cada día por ofrecer los mejores y más exquisitos portales a la luz intensa de la poesía. Desde Costa Rica, muchísimas gracias, André Cruchaga, por ofrecernos espacios de conocimiento tan frescos y caminos humanos y literarios, tan vastos y valiosos.

El Lic. André Cruchaga es profesor de humanidades y Ciencias de la Educación. Ha sido académico en enseñanza media y universitaria. Su bibliografía es extensa, con 18 libros desde 1992, a saber: Alegoría de la palabra, Fantasía del agua, Fuego de la intimidad, Espejo de invierno, Memoria de Marylhurts, Visión de la muerte, Antigua soledad, Insomnio divagante, Viento, Césped sobre el fuego, Fugitiva luz de los espejos, Fantasía del bosque, Enigma del tiempo, Roja vigilia, Querencia del follaje, Rumor de pájaros, Oscuridad sin fecha y Pie en tierra –hasta ahora-.

De su sostenida producción literaria, me interesa centrar mi abordaje lírico, con base en dos de sus libros poéticos, a saber: “Oscuridad sin fecha”, 2006 y “Pie en tierra”, 2007.

“Oscuridad sin fecha” contiene un orientador prólogo del escritor David Escobar Galindo –a quien conocí en Costa Rica hace muchos años-. Es una edición bilingüe español/vasco. La traducción al vasco es de Miren Eukene Lizeaga.

En la poesía de Cruchaga existe un dossier de antifaces, aunque al hablar de la vida no se debe temer a los fantasmas, sin embargo, las hormigas se mueren al ver los espejos. La vida nocturnal es un horizonte de soledad, verjas y sombras en la luna. Es decir, en el mapa lírico de Cruchaga campea una honda preocupación por la nostalgia de los espejos, donde lo inanimado es una respuesta donde “El silencio nos arroja rostros reales”.

El ánimo del cansancio es un desgarramiento en el espacio corporal. Mares y noches, bocanadas y desgarramientos. Sus preocupaciones estelares son el silencio que habla y ve, porque “Nos toca morir en un país de gritos”. Es el grito humano como un vector semiótico de repercusiones en el atardecer de la sonrisa, en el círculo cabalístico, o bien, en las tumbas hambrientas.

La ubicuidad es otro de los rasgos de este mapa lírico “Uno se da cuenta que ya no se es de aquí ni de allá”· La mirada se comporta, entonces, como uno de los signos del futuro en el ayer, es decir, siempre. “Un corazón donde latía el río” es una imagen plurisignificativa de hondo arraigo expresivo, en el trópico del oleaje, en la hierbabuena del tiempo.

Existe un acendrado espíritu de búsqueda por los desaparecidos, por sus olvidos “Tan atroces como hablar con las sombras”. Dice Benedetti que “el olvido tiene memoria” y, en esa dimensión, el autor salvadoreño expresa “La tempestad de la ciudad y sus desaparecidos”. El tópico central de la ciudad, con todos sus contornos y expresiones desangeladas. “Este país fue hecho prohibido para el olvido”, es un verso contundente, restallante. Es una incisiva reflexión para todos.

Ironiza cuando aduce “Sé que la vida, de vez en cuando, es un manicomio”. La vida, el mundo mismo se comportan de esa manera. Los actos coyunturales son problemáticos, hoy. A veces, “La vida es un viaje a cero”. En otro momento discursiva remarca “Me duele saber que la vida encarna oscuridades”, a pesar de ello, “Su sombra es mi ser. Mi compañía. El centro de mí”. Es decir, la fuerza humana es un sujeto activo en este mapa lírico. Esa condición actancial le permite decir “Un segundo en un vaso es la vida”.

“Pie en Tierra” incursiona en un dualismo de entrada “Contemplar es vivir. Vivir es despertar”. Es como si el río de las irrealidades sujetaran al poeta y le indicaran otras rutas, aunque “De nada sirve abrir los ojos: todo es sombra”. Y en esa vastedad de la sombra distinta “La noche tiene un solo ojo ciego”. La ceguedad del mundo es asombrosa. Tenemos tanta capacidad para destruir, que se debe “Descubrir los pasos desgastados en los espejos”.

Los poemas de este poemario de Cruchaga son más extensos, como si quisieran expresarnos todo su dolor, su angustia existencial ante los avatares del mundo, ante los quehaceres de las fronteras, aunque “Nada es posible con ellos para que no se pudran las palabras”.

El sujeto lírico aboga por los desaparecidos “Luego sobrevienen los exterminios selectivos”. Las estadísticas planetarias, en ese sentido, son apabullantes. Uno se queda incrédulo ante tanta barbarie y eso que estamos en el Siglo XXI “Sólo me queda esperar noticias / Y asumir la culpa / Y recoger el espejo de mí mismo en pedazos”. Los poetas no renunciaremos a seguir denunciando ese Apocalipsis.

“Ahora nadie ve y nadie ha visto” (…) “Comiéndose la vida”. El dolor como comida es un signo devorador “Por mucho tiempo a los vivos nos come el luto”. Sus doloridos acentos singularizan una especie de esquema recolectivo de la angustia y los traumas humanos más evidentes, porque “Vivir aquí es una aventura de la sed”.

En el universo poético de André Cruchaga “Jamás regresaremos al mismo sitio / de donde partimos”, porque “Todos no somos los mismos”. En ese encontrarse y desencontrarse que es la vida, la voz de Cruchaga es un resquicio para reflexionar sobre la condición vital “Por eso la mayor fatalidad es estar vivo, seguir vivo”. Las herencias le preocupan al poeta “Partir dejando a otros, espectros de sí mismo”.

En las lecturas de André se advierte una fortaleza que afirma su concepción cosmovisionaria. Puede observarse en ellas, epígrafes testimoniales de figuras tan relevantes como Antonio Gamoneda, Pablo Neruda, Andrés Sabella, Roque Dalton., Manuel Altolaguirre, Luis Cardoza y Aragón, Jorge Luis Borges, Gabriela Mistral, Juan Antonio Massone, entre otros.

Saludamos, entonces, al Maestro Salvadoreño, porque sabemos que sus esfuerzos recurrentes serán a favor de la cultura y la poesía, que es el alma del mundo, a pesar de todas las insanias.



Lic. Miguel Fajardo Korea
miguelfajardokorea@hotmail.com
Premio Nacional de Educación de Costa Rica, 2008