viernes, 28 de enero de 2011

LA NOCHE SUBLIMADA DE ANDRÉ CRUCHAGA- TEXTO DEL POETA PABLO MENACHO EN OCASIÓN DE LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO "SUBLIMACIÓN DE LA NOCHE/SUBLIMACIÓ DE LA NIT"


Pablo Menacho, poeta panameño



La noche sublimada de André Cruchaga



Pablo Menacho



La palabra escrita, cuando se trata de un acto de creación consciente, adquiere nuevas vestiduras, nuevos y resplandecientes ropajes, pues se hace transmisora de nuestras emociones más íntimas y, por lo tanto, más transparentes. Se hace auténtica y única. Sobre todo si estas emociones están vinculadas indisolublemente a los sentimientos más viscerales del ser humano que adquieren, además, pinceladas de extraordinaria belleza que la transfiguran en imágenes perfectamente perceptibles por un interlocutor que esté o no en sintonía exacta con lo que ha querido decir, en este caso, el poeta.

André Cruchaga lo sabe perfectamente bien, pues es un conocedor pleno y un hacedor de este oficio, a veces ingrato, pero muchas veces regocijante, y por ello su palabra es una precisa y clara talladura en la madera o la finísima filigrana de un orfebre que es capaz de crear formas novedosas y bellas con las que iluminar al mundo, al alma misma, convertida en piel a la intemperie y, por lo tanto, en hálito de vida, es decir: en experiencia plenamente vivencial.

Su vasta trayectoria y su trabajo cada vez más depurado y acunado en el silencio y la soledad que circunda todo acto creador dan a la luz de las Letras de este país, pequeño en espacio, pero vasto en la densidad de sus emociones, un puñado de versos que, más que una sublimación de la noche, son el primer destello del alba, es decir: ráfagas de la luz más pura que ilumina nuestro espíritu y nuestra conciencia.

Pero el poeta, en esa noche que anuncia sombras, a pesar de constatar la desesperanza de estos días aparentemente aciagos, se hace observador agudo e, incluso, profético e incisivo, de su realidad inmediata, del entorno en el que transcurre su cotidianeidad y en que, más allá del paisaje del hermoso y desnudo cuerpo de una mujer amada, crecen sus preocupaciones más entrañables. Porque es capaz de vislumbrar, parafraseándolo un poco, que “al filo de la ternura” toma forma el país en “esta historia inevitable de arena”.

Por donde se atisben sus versos, se les mira cosidos con el conocimiento de una tradición literaria muy vasta, en la que pueden percibirse, por ejemplo, las huellas del movimiento surrealista, cuya onda expansiva aún parece acompañarnos en estos tiempos de “posmodernidad”, pero también los oscuros ecos de César Vallejo o, en el otro extremo, los de Vicente Huidobro y, con ellos, la Generación del 27 en pleno, pues los mismos trasuntan, sobre todo, amor, pero un amor que es doble: por una parte, teñido por la vorágine indescifrable de la pasión y el deseo. Por la otra, amor a las raíces esenciales y al entorno en el que crecemos y avanzamos por la vida.

Por ello, nuestra querida y común amiga, la escritora y crítica dominicana Teonilda Madera, en el prólogo a este libro que nos convoca, señala que:

“La voz dolorosa formula una interrogante lacerante […] que
 advierte que el peligro acecha, que la patria está plagada de
 angustia, que hay sobresalto, dolor y tiniebla en el país.”

Ese país, por supuesto, que es otra piel que nos cubre: la de nuestros sueños y la de nuestras preocupaciones, la de nuestro desaliento y la de nuestros anhelos, donde el poeta, al contemplar la realidad que le circunda, nos dice:

En fin, vos y este País son mi única Historia verdadera:
[la perversidad
de los tatuajes, el puñal que luego se torna en elegía,
los mártires que duelen como una flor en las pupilas […]

Ese país que es inseparable de nosotros, de nuestra construcción humana, de nuestro pensamiento, y por tanto, amado y malquerido, ya que su entorno vital es el que nos hace ser lo que somos, el que nos acosa y el que nos redime a la vez, pero, en síntesis, es el espacio en el que se crea una obra poética que no podría ser la misma en otro lugar del planeta ni alcanzar las cotas a las que ha llegado, sino se nutriera con el asombro y la contemplación de cada segundo de este paisaje social.

En medio de los abismos que parecen acompañar las horas del poeta, André Cruchaga deja traslucir que el rumbo de los tiempos merece ser observado con precautoria atención, de modo que el poeta nos señala, escondidos o develados en sus versos, los signos exactos que marcan su época y, por lo tanto, los días de la historia en la que transita hoy sobre esta tierra.

Sublima, pues, la noche que transita entre la pasión y el deseo, pero también devela la noche de los tiempos, ese espacio que parece marcar, más que una crisis, el capítulo final del Humanismo, asediado, primero, por un hedonismo que ganó espacios desde hace décadas, pero también, arrinconado por la unipolaridad del mundo y los desequilibrios con los que dan tumbos nuestras sociedades actuales, siempre a la espera de esos momentos en que un destello, aunque sea fugaz, sea capaz de transformarlo todo y en transmutar la oscuridad en resonancias de luz.

* * * * *

Hace unos años, en este mismo país, bajo un pertinaz aguacero, nos presentamos un grupo de poetas, entre los que nos encontrábamos David Huerta, Belén Artuñedo Guillén, Teonilda Madera y este servidor, a dar un recital en el Centro Cultural de la Embajada de México. A la entrada estaba un hombre entusiasmado con unos papeles en sus manos que contenían algunos poemas escritos por nosotros y que él había rescatado cuidadosamente de la Internet.

Él también habría de acompañarnos en la lectura aquella noche que, a la luz de los años, ha seguido siendo particularmente especial para varios de nosotros y que, evidentemente, sigue proyectándose en el tiempo y en el espacio.

Así fue nuestro primer encuentro con André Cruchaga aquella mágica noche de un miércoles de julio del año 2002. Luego, atestiguamos su extraordinario amor por la poesía y con él su extraordinaria generosidad, pues más que difundir su propia obra poética, desde hace unos años atrás, emprendió un proyecto vasto de divulgación literaria que hoy es consulta obligada a través de la Internet.

De aquella noche primera a esta, en la que precisamente André Cruchaga nos regala con su libro Sublimación de la noche, que nos anuncia también nuevas claridades, pues siempre, después de la noche aparece la luz del día, abrazamos con verdadero regocijo estos versos suyos que nos irradian y nos proponen un mejor destino como seres humanos desde nuestra individualidad y nuestra colectividad.

Muchas gracias.
San Salvador, 27 de enero de 2011.

jueves, 27 de enero de 2011

ENDERROCS/ESCOMBROS: TRADUCCIÓN Y COMENTARIO DE PERE BESSÓ


Cada vegada aquest País és menys cert. El terror i la impunitat
no tenen nom, tampoc no calen els miracles per a eixir
d’aquestes aigües d’albelló.
Només la sal depredadora brilla en les axil•les; ací perdé
la dialèctica la seua mateixa placenta.
Fotografía: Jon Sullivan



ENDERROCS/ESCOMBROS: TRADUCCIÓN Y COMENTARIO DE PERE BESSÓ


Querido André:


Vaya poema! En la mejor línea del texto que se remonta a la Decadencia Barroca española. Aquí Quevedo -no es la primera vez que lo digo- estaría sonriente, aplaudiendo y pidiendo bises. Pero tu cantas tu patria con un poema que recuerda, incluso, las llamas y cenizas de la “Oración Fúnebre”, una nueva ars moriendi…
Sin duda, también tú te acercas con la mirada y la observación interiorizada a los muros de la patria, con una salmodia, que no soneto, que te permite alargar el verso y remontar o cercenar, sajar el ala, el vuelo.

Vivimos encerrados en el resuello de las migajas: migajas de todo;
no puedo amar a un País que sólo deja desposarte con la miseria,
con la destrucción del ala,
con la expropiación de la propia conciencia.

En el poema de resuelta denuncia y lamento cívico hay lugar para enumeración, una tras otra, de las lacras sociales que impiden que el País pueda avanzar, sueñe o tenga futuro. Hay, pues, pesimismo intenso, transido de lirismo. Un poema donde el poeta refleja la imposibilidad, incluso, de la realidad de la creación, en su doble vertiente, la afectivo-sexual y procreadora y la escritura. Un poema cuyo título Ruinas es la metáfora matriz que se desplegará en abanico, linealmente o como las muñecas rusas o matroskas. Lo que permitirá el efecto deseado del poeta por acumulación, en ocasiones, por intensificación en otras, y siempre desde el despliegue de principio a fin de los registros expresivos –fundamentalmente, la metáfora feísta- combinándose con los recursos de la figura de pensamiento que más gusta al poeta: la ironía como instrumento de honda raíz ética…

Pere Bessó
dijous 27 de gener de 2011



ENDERROCS




Matar a un enemigo no es difícil; matar
A un robot es matarse, bien pensado, a sí mismo.
GABRIEL CELAYA





Cada vegada aquest País és menys cert. El terror i la impunitat
no tenen nom, tampoc no calen els miracles per a eixir
d’aquestes aigües d’albelló.
Només la sal depredadora brilla en les axil•les; ací perdé
la dialèctica la seua mateixa placenta.
Crema la sang amb les seues fletxes fantasioses, el magma de l’huracà,
la ventúria muda de l’agonia, la disfressa enllumenant el subsòl.
No hi ha lloc segur per a estroncar els somnis, ni netejar
la respiració enmig d’onades sinuoses;
només hi ha temps i espai per a exaltar les Sumes tribulacions
en aquest camp soterrat d’ossos;
—no hi ha cap altre espill sinó el pedrissot sinistre del sutze
amb els seus tapials foscos: ací la presó és la ciutat o com si ho fóra,
en el missal de la cendra, en les aigües del desordre.
(De sobte es vol renunciar a aquest País on fugen
els ocells, a aquesta naturalesa fúnebre de la pols; ací crema
l’alé de l’escòria en cada voravia, en els carrers desordenats
de la bijuteria, en la febre de l’engany.
Cada ganivet procrea llàgrimes i futur: toquem el fil en cada
sabata; en cada consciència, la por és una altra mamella en secret.)
Vivim tancats en l’esbufec de les engrunes: engrunes de tot;
no puc estimar un País que només deixa desposar-te amb la misèria,
amb la destrucció de l’ala,
amb l’expropiació de la pròpia consciència.
Diàriament servim la boirina a taula: resem per a alimentar-nos
de fantasmes; al capvespre, la llum es converteix en blasfèmia;
en la foscor intensa, la boca respira les creus del dia.
en la llei no caben els descalços, ni el cadàver que construeix
a diari la vexació, ni el castell pintat d’arc del cel pels infants,
ni l’ull que pot veure més lluny certs laberints.
(Les falàcies ens serveixen d’umbrel•la i els aplaudiments, de pinyata:
hem caigut en els tatuatges de la disfressa,
en la pilota dominical de les diversions. L’ofici és tallar l’Esperança,
fins que l’extenuació siga la terra contundent de la misèria.
No puc estimar un País que fa de l’alfabet un balbuceig,
un circ, una porcatera, un llarg atzucac de ruïnes.)
Darrere de cada cos hi ha músiques sinistres, entumits boscos,
Un País escurçat, entranyes putrefactes, costelles delirants,
Trencs d’alba en pous macabres, bartolines on el foc
No dóna treva, morts cansats de morir en les peüngles,
Aigües lentes mossegades pel semen dels gossos, fem que envaeix
La memòria: tot es troba ací en aquesta follia de País que tenim,
Excepte, per suposat, l’alegria ferma del riure, excepte la finestra,
Sinó l’escalfred que repta pels porus…

Baratària.I.2011




ESCOMBROS





Matar a un enemigo no es difícil; matar
A un robot es matarse, bien pensado, a sí mismo.
GABRIEL CELAYA




Cada vez este País es menos cierto. El terror y la impunidad
no tienen nombre, tampoco son necesarios los milagros para salir
de estas aguas de alcantarilla.
Sólo la sal depredadora brilla en las axilas; aquí perdió
la dialéctica su propia placenta.
Arde la sangre con sus flechas fantasiosas, el magma del huracán,
el ventarrón mudo de la agonía, el disfraz alumbrando el subsuelo.
No hay lugar seguro para restañar los sueños, ni limpiar
la respiración en medio de oleajes sinuosos;
sólo hay tiempo y espacio para exaltar las Sumas tribulaciones
en este campo soterrado de huesos;
—no hay otro espejo, que el poyetón siniestro del hollín
con sus tapiales oscuros: aquí la cárcel es la ciudad o como si lo fuera,
en el misal de la ceniza, en las aguas del desorden.
(De pronto uno quiere renunciar a este País donde huyen
los pájaros, a esta naturaleza fúnebre del polvo; aquí arde
el aliento de la escoria en cada acera, en las calles desordenadas
de la bisutería, en la fiebre del engaño.
Cada cuchillo procrea lágrimas y futuro: tocamos el filo en cada
zapato; en cada conciencia, el miedo es otra ubre en sigilo.)
Vivimos encerrados en el resuello de las migajas: migajas de todo;
no puedo amar a un País que sólo deja desposarte con la miseria,
con la destrucción del ala,
con la expropiación de la propia conciencia.
A diario servimos la neblina en la mesa: rezamos para alimentarnos
de fantasmas; en el ocaso, la luz se convierte en blasfemia;
en la oscuridad intensa, la boca respira las cruces del día.
en la ley no caben los descalzos, ni el cadáver que construye
a diario el vejamen, ni el castillo pintado de arco iris por los niños,
ni el ojo que puede ver más lejos ciertos laberintos.
(Las falacias nos sirven de sombrilla y los aplausos, de piñata:
hemos caído en los tatuajes del disfraz,
en la pelota dominical de las diversiones. El oficio es sajar la Esperanza,
hasta que la extenuación sea la tierra contundente de la miseria.
No puedo amar a un País que hace del alfabeto un balbuceo,
un circo, una pocilga, un largo callejón de ruinas.)
Detrás de cada cuerpo hay músicas siniestras, entumecidos bosques,
Un País cercenado, entrañas putrefactas, costillas delirantes,
Amaneceres en pozos macabros, bartolinas donde el fuego
No da tregua, muertos cansados de morir en las pezuñas,
Aguas lentas mordidas por el semen de los perros, estiércol que invade
La memoria: todo está aquí en esta locura de País que tenemos,
Menos por supuesto, la alegría firme de la risa, menos la ventana,
Sino el escalofrío que repta por los poros…

Barataria, 23.I.2011

lunes, 17 de enero de 2011

"SUBLIMACIÓN DE LA NOCHE" DE ANDRÉ CRUCHAGA-POR CÉSAR RAMÍREZ, CARALVÁ


César Ramírez, Caralvá-escritor salvadoreño



"SUBLIMACIÓN DE LA NOCHE" DE ANDRÉ CRUCHAGA
POR CÉSAR RAMÍREZ, CARALVÁ,




Cuando nos reunimos, usualmente no hablamos de nosotros, puesto que domina la palabra en ese universo diminuto e hipnótico que permanece oculto al mundo material.
Hablamos con un café en la mano, observando y dejando que el mundo observe nuestros extraños ropajes poéticos, así transcurren las horas que pueden ser años. Para algunos el pecado más grave del mundo, el ocio, pero esa condición visible no capta el prolongado tiempo de trabajo en las madrugadas, ni el infinito trabajo en desvelos por investigaciones o una palabra perdida, tampoco explica como nacen los libros después de tanto trabajo, puesto que solo nos ven disfrutando un café…
En su momento intercambiamos libros, esas publicaciones heréticas que se multiplican por miles sin permiso de los obispos literarios y los comisarios ortodoxos que pronuncian anatemas, esos que predican odio por el pecado de escribir, puesto que su objetivo no es publicar, sino el pecado es escribir sin su permiso. Que pena que el mundo lea los manuscritos y nos publiquen en otras naciones, saludando la libertad. Que generosidad tiene el mundo para los poetas, elimina las fronteras para reconocer a uno de los suyos, porque André Cruchaga ha sido traducido al idioma vasco, francés, griego, holandés, rumano, catalán.
Así es nuestro encuentro, con libros en la mano que tienen el sentimiento más humilde del planeta, compartir el ascendente camino de las palabras desde el infierno del silencio a la luz de los lectores.
Así la palabra escrita y publicada, cita elementos esenciales ajenos al desastre del silencio o la desoladora imagen destructiva de nuestra sociedad, pero ahí está nuestra respuesta siempre aspirante a una nueva democracia.
En un momento son ineludibles las acciones conceptuales: caos, razón, temor, combate, cambiar al mundo con una pequeña frase, entonces observar la derrota del abismo, puesto que nosotros sabemos que el abismo habita entre nosotros, por ello nos esforzamos en combatirle desde la poesía. Y no se extrañen, antes de buscar al mal allá en la galaxia, observamos muy bien sino se encuentra entre nosotros. Anotando que los pequeños seres con su séquito profano, no pueden impedir que las naciones lean nuestros poemas más alegres en medio de tanta miseria espiritual.
Por eso la irreverencia de un libro ejerce su propia libertad.
De esa forma al leer el libro de André Cruchaga: Sublimación de la noche, encuentro la vigilia libertaria del amigo que otorga un regalo luminoso a los lectores:

Esperar hace envejecer innecesariamente.. ”

Ya no esperar… que maravillosa respuesta… nosotros no esperamos nada.

Pero como la vida no termina con nuestro café y existe la oportuna secuencia del amanecer, afirma:

“Vos ya no debes pensar en el suicidio ”

Así que el trabajo es la poesía que monta guardia contra sus opresores:

“Detrás de la vida, hay monstruos agazapados y al acecho”

Mientras el reposo de la palabra celebra el encuentro por su triunfo, también existe fuera del combate la tranquilidad de la madrugada al observar la creación constante.

“Toca empezar a escribir los epitafios del perfume”

En cierto momento reconocer: caos, combatir la oscuridad y descubrir el abismo debe ser norma y no excepción.
En otras circunstancias estas arpas dialécticas materialmente claman a diario por hacernos sus prisioneros sobre lo cual meditamos en el presente, con la oportuna acción que nos invita a luchar de nuevo… hora tras hora, porque en ocasiones no basta combatir emotivamente, sino con la frialdad de las madrugadas audaces para conquistar nuevas visiones del universo.

“ Como el remedo curvo de los algoritmos…”

Así se entrega el poeta al trabajo voluntario más allá de un salario, aún con la duda si merece un lector que acompañe su palabra:

“No sé si un día la Santísima Trinidad será con nosotros,
 sin la furia singular de los taladros, sin hacer eterno lo errático..”

La vida capitalista es muy eficiente para recordarnos nuestro sitio en este planeta, también el lugar de ángeles o demonios, cuestión de gustos sin olvidar el poema emergente…

“La escritura es resistencia. Sol ilimitado del surco.”

André es responsable por su don de la palabra y como lo anota:

“Hay jardines que mis ojos no ven.”

Casi al borde del libro, la materia humana se libera:

“ La hojarasca de los muertos, - de mis muertos -, los que amaba en el silencio de la pena.
Hay crímenes al otro lado de los sueños.”

De tal forma que la poesía anuncia la luz liberada, con esa extraña canción de esperanza que habita en sus jardines.
Celebrar el libro de André es compartir el oficio que desnuda al mundo, un libro que acepta el abismo y el caos, acepta la multitud de opiniones, incluso a los opresores instaurados en sus palacios yugulares, pero sin rendirse, afirma su vocación por un mundo diferente y alegre:

“Cantamos, gritamos, soñamos.
La soledad inventa barcos matutinos;
La lluvia cabellos grises sobre el horizonte
Desde ese balcón del tiempo libro mis batallas…”

Y donde Sublimación de la noche construye su amplio horizonte luminoso.
César RamírezCaralvá

sábado, 15 de enero de 2011

EPITAFIS PER A LA CLAREDAT/ EPITAFIOS PARA LA CLARIDAD-COMENTARIO Y TRADUCCIÓN POR PERE BESSÓ


Pere Bessó, poeta y traductor español



EPITAFIS PER A LA CLAREDAT/ EPITAFIOS PARA LA CLARIDAD-COMENTARIO Y TRADUCCIÓN POR PERE BESSÓ



Querido André:

La falsa paradoja está servida. De alguna manera, recordar es morir. Sígase, pues, en el espejismo o en el engaño, que llamamos en el común realidad. Sólo se conoce desde la conciencia de la muerte. Desde el inicio del poema, Epitafios de la claridad, la revelación, iluminación o éclat, trasluz o destello, que sólo el poeta maduro vislumbra en el tratamiento de la memoria. Sagrada palabra que en ti es material inexcusable. Ya te lo he dejado escrito en múltiples ocasiones. Una memoria sensitiva. Tu memoria huele, paladea, toca, escucha y, sobre todo, ve, más allá de la luz y de las sombras. Ve, como una incursión o agazapada, todos los mundos que en tu mundo caben. Una memoria, pues, que incluye el desvelo y el ensueño y, ahí es nada, procesos de acumulación y de azar en la escritura desde la memoria y el viaje a los paraísos perdidos. [Que no artificiales. En la poesía de André Cruchaga nada te es artificial, pero sí artificio, en el más noble y connatural de los sentidos.]

Y sólo me extenderé en un recuerdo propio de infancia parejo: la huella de la madre -raíz de la carne- embutiéndonos un jarabe o medicina, la sopa frente a la enfermedad o inapetencia, con el uso delicado y paciente de la cuchara más nítida y refulgente:

-mira, mira que viene el avión, ahum, mi niño, qué mayor, que lo quiere su mamá...



la raíz de la carne empujando la cuchara
de los azúcares fermentados en la respiración, a ratos, inclemente.

La huella, pues, de la memoria estasiada que revé el paso de trenes y rebailes de trompos. Una mirada nunca ajena al retorno, ay, desde la experiencia. Una memoria, sin embargo, que se traduce en fermento y poso y que nunca evita que el poeta se sepa en el inexorable camino, el tránsito.


Y vuelvo al inicio de esta nota a pie de pecera: la memoria, necesariamente fragmentaria, pero a voluntad, lleva a la pluralidad de textos sobre la piedra. Piedra de los ojos, piedra de la escritura. Epi-tafos. Y luz, claro de bosque en el poema.

Pere Bessó



EPITAFIS PER A LA CLAREDAT




Deixe en la memòria, les darreres monedes de les ombres. El forcat
astral de les guitarres, la voravia de la llengua amb les seues àrdues faenes;
deixe per als arcàngels, aquesta eternitat incompleta,
el mar menor dels mocadors, la gespa àcida de la saliva,
la taxa esberlada dels olors, les aigües de l’odi que tancaren
el meu horitzó, la suma de tot això afonant el meu hàlit.
Deixe que el silenci parle amb l’espessor del celler,
Al cap i a la fi he suportat la guitza de tantes bèsties:
—l’alienació insadollable, l’adusta boca assatjant la seua entumida
Sal entre les ombres del guarumo.
Aguaite la nit davant de les finestres: ací la mort crescuda
de l’Esperança, el fred dels martells,
l’incendi de les remors, les branques soscavades del camí.
Ja no camine apressa, encara que l’ànsia em desvetle:
la bretxa és groga, negra, intensa com els grisos de la veu.
En l’ensomni l’olor als capvespres: el brancall de la pluja,
els llocs que un dia celebraren el meu cor,
el retorn a l’arbitri del paisatge, ara des del fosc de la cova,
des de el crit exhalat del lament.
La credulitat deixà de ser una vaixella transparent, on ara
només cap el refugi caigut de les mirades.
(Deixe cada solitud en els meus llibres. Deixe la sina que em prodigue
d’albes i portes, el llit anunciat de les llavors,
les claus vegetals del vent en el riu blanc dels ulls;
deixe el gos que es sotraga les puces amb la llengua d’ombrel•la,
amb el parpelleig d’ulls contemplatius;
deixe, a banda de les paradoxes, les teranyines com obra d’art
dins dels meus poemes perduts en els porus secs de les parets;
deixe el riure absurd dels balbuceigs, els guspireigs
de les rugues, la meua boca precipitada en el desempar;
deixe que un altres gaudisquen de la seua mateixa careta: evoque uns altres temps
de caminant solitari, de curiosos trens i vaixells en les meues ninetes;
deixe els ossos ofegats en la meua gola, l’alteració
de les esferes, l’arrel de la carn empentant la cullera
dels sucres fermentats en la respiració, a estones, inclement.
Deixe la capçana de la pellofa en el fluir de les sabates,
en l’hemistiqui alterat dels semàfors, en la mort vertadera
que cau en els meus ulls, sense cap altre ara ni demà;
deixe la desaparició forçada de la meua consciència, la mortalitat
mutable del meu present, tots els dies cíclics del trompitxol
en la pols esparsa dels exorcismes: la resta és el deliri
del zodíac en posar-me la mortalla;
deixe, doncs, la pedra en el poema: la llum esgarrifada transcorre
en el pit; la claredat només fou un lloc comú i corrent
on les mosques assaciaren la gana. Sé que el trànsit
pertoca com aqueix ritme consonant de l’aigua en el cànter.)

Baratària, 11.I.2011




EPITAFIOS PARA LA CLARIDAD




Dejo en la memoria, las últimas monedas de las sombras. El arado
astral de las guitarras, la acera de la lengua con sus arduas faenas;
dejo para los arcángeles, esta eternidad incompleta,
el mar menor de los pañuelos, el césped ácido de la saliva,
la tasa quebrada de los olores, las aguas del odio que cerraron
mi horizonte, la suma de todo ello hundiendo mi hálito.
Dejo que el silencio que hable con la espesura del tabanco,
A fin de cuentas he aguantado la coz de tantas bestias:
—la enajenación insaciable, la adusta boca ensayando su entumecida
Sal entre las sombras del guarumo.
Aguardo la noche frente a las ventanas: aquí la muerte crecida
de la Esperanza, el frío de los martillos,
el incendio de los murmullos, las ramas socavadas del camino.
Ya no ando a prisa aunque el ansia me desvele:
la brecha es amarilla, negra, intensa como los grises de la voz.
En el ensueño el olor a los crepúsculos: la ramazón de la lluvia,
los lugares que un día celebraron mi corazón,
el retorno al arbitrio del paisaje, ahora desde lo oscuro de la cueva,
desde el grito exhalado del lamento.
La credulidad dejó de ser una vasija transparente, en donde ahora,
sólo cabe el refugio caído de las miradas.
(Dejo cada soledad en mis libros. Dejo el seno que me prodigo
de albas y puertas, el lecho anunciado de las semillas,
las llaves vegetales del viento en el río blanco de los ojos;
dejo al perro que sacuda sus pulgas con su lengua de sombrilla,
con su parpadeo de ojos contemplativos;
dejo, al margen de las paradojas, las telarañas como obra de arte
dentro de mis poemas extraviados en los poros secos de las paredes;
dejo la risa absurda de los balbuceos, los centelleos
de las arrugas, mi boca precipitada en el desamparo;
dejo que otros gocen de su propia máscara: evoco otros tiempos
de caminante solitario, de curiosos trenes y barcos en mis pupilas;
dejo los huesos ahogados en mi garganta, la alteración
de las esferas, la raíz de la carne empujando la cuchara
de los azúcares fermentados en la respiración, a ratos, inclemente.
Dejo el yagual del pellejo en el fluir de los zapatos,
en el hemistiquio alterado de los semáforos, en la muerte verdadera
que cae en mis ojos, sin otro ahora ni mañana;
dejo la desaparición forzada de mi conciencia, la mortalidad
mutable de mi presente, todos los días cíclicos del trompo
en el polvo dispersado de los exorcismos: lo demás, es el delirio
del zodíaco al momento de ponerme mi mortaja;
dejo pues, la piedra en el poema: la luz desgarrada transcurre
en el pecho; la claridad, sólo fue un lugar común y corriente
donde las moscas saciaron su apetito. Sé que el tránsito
es necesario como ese ritmo consonante del agua en el cántaro.)

Barataria, 11.I.2011

lunes, 10 de enero de 2011

EL FUEGO EN LA RAMA DEL POLEN/EL FOC EN LA BRANCA DEL POL•LEN TRADUCCIÓN Y COMENTARIO: PERE BESSÓ


Muerdo las ramas del polen en cada palabra habitada por el diente
del calendario. En el combustible de la memoria,
agoniza la fruta prohibida de las luciérnagas, los escombros
de la virginidad, los cadáveres con encajes de espuma.
Fotografía de Jon Sullivan



EL FUEGO EN LA RAMA DEL POLEN/EL FOC EN LA BRANCA DEL POL•LEN TRADUCCIÓN Y COMENTARIO: PERE BESSÓ





Mi querido Cru:

Traducirte es un placer. Pero cuando la memoria es trabajo que permite material tan delicuescente como la erótica misma en clave personal del recuerdo ensoñado, entonces traducirte es bálsamo y veneno, mercurio de aves ponzoñosas, fierabrás de los nocherniegos y de los noctámbulos, que, al cabo, no son lo mismo, lo diga Filemón o su mortadela.

Te copio un segmento del poema, muy cohesionado en sí mismo, porque comprendas que dificultad y placer son gestos de doncellez rota con la escarcha de mi lengua:


En el combustible de la memòria,
agonitza la fruita prohibida de les lluernes, els enderrocs
de la virginitat, els cadàvers amb randes d’escuma.



Y así el lector ágil descubre como en pares de opuestos, los elementos significantes de Eros y Tánatos. Pero en síntesis vida que agoniza y muerte que embellece. Y todo ello con el tratamiento de la metáfora surreal que dominas como pocos.

Así pues, si asentimos que la memoria es combustible (a partir de la metáfora de dos planos A de B), necesario para que nuestro cuerpo siga marchando, igualmente podremos aceptar a través de esa metáfora matriz su desarrollo: la fruta prohibida (+) de la luciérnaga (-). Es decir eros y luz falsa, mortecina, sombría, agonizante y, si se quiere, paronomásica (luciérnaga/luz de ciénaga). Lo mismo cabe decir de los despojos, ruinas o derribos (-) de la virginidad (+), con el añadido del morbo. Las vírgenes, ah las vírgenes, que diría el buen salido de Mallarmé...

Y, para culminar, esta secuencia, el derroche festivo de la última metáfora, plenamente connotativa (y contrastiva con las anteriores por lo que se refiere al orden lírico acumulativo de estructuras sintagmáticas paralelísticas en la escritura de lo trans-racional: "los cadáveres con encajes de espuma". Y es acá donde rompes a placer: los cadáveres (-) pletóricos no son ya cadáveres stricto sensu, nada menos que tienen encajes (+) de espuma (+). Es decir, la ruptura de sistema, lo contrastivo de metáforas y símbolos enteramente lexicalizados: el encaje, la randa, tela que pertenece al ámbito de los sentidos explotados en su alta morbosidad, acá léase también el sentido de la suavidad.

Quede dicho: el material memoria, tal cual lo definió José Ángel Valente, combustible imprescindible para el poeta de lujo que sueña versos, como los que acabo de citar, que merecen tratamiento crítico, académico o no, mas de antología insoslayable para averiguar los vericuetos de la poesía salvadoreña de medio siglo.

Pere Bessó.





EL FUEGO EN LA RAMA DEL POLEN




Changez votre âme contre celle de l’agate
Alors vous pourrez goûter au pollen des étoiles
Et dénouer les boucles du mandala…
ELIE-CHARLES FLAMAND




Muerdo las ramas del polen en cada palabra habitada por el diente
del calendario. En el combustible de la memoria,
agoniza la fruta prohibida de las luciérnagas, los escombros
de la virginidad, los cadáveres con encajes de espuma.
Cada quien muere cada día para santificar la vida, o por lo menos
hacerla más digerible: la superpoblación termina en las cacerolas,
y en la calma tempestuosa de los nichos.
El papel higiénico no deja de ser eufemismo en los toilets o restrooms;
el asombro siempre me lo dan los huevecillos de los peces,
la superficie del sueño apretado en algún pubis:
todo el calendario de las linternas está aquí con sus semanas
de sábanas y diversiones colectivas.
Resulta que el polen tomado en cucharas es afrodisíaco: lo dicen
los naturalistas en los libros de botánica;
también lo dicen los estafadores y charlatanes, las muchachas
de la vida fácil que necesitan arrojar el aliento en un solo quejido.
El pocillo de los días de guardar termina siendo reloj oxidado
sobre la piedra pómez de la quijada;
reírse es gratificante cuando todos los días tenemos circo romano:
—por cierto que es buen estratagema para olvidar las hemorroides,
las varices del hambre, la corcholata de la saliva,
la salsa de tomate en el yute de las sienes.
(Nunca he visto que el petate se resista a nuestras manías: brincar
el tálamo de la cordura, quemar el polen debajo de las sábanas,
hasta sacarle brillo a la sal de los poros
en su río creciente de bálsamos.) Sucede que en el sombrero de todas
las aguas de los encajes, caben velas a vapor, pequeños votes,
botellas de mar, arañas de gelatinosas vísceras, relojes de azúcar.
Hemos aprendido del fuego, cuanto el fuego nos quema y consume:
siempre es divertido jugar al sudor de los ojos,
limpiar los lentes sin renunciar a los ecos de la epidermis,
convertir el pubis en respiración de sirenas,
memorizar los colores del frutero,
polinizar la puerta transitiva de los párpados en pleno aguacero.
El fuego siempre nos satura de destinos: —estrechamos las uñas
De la tierra hasta ser humanos en el desatino;
El suspenso es redondo en los dedos: nacemos cuando la rama
De la carne asciende al polen y los hervores, —del árbol desbordado—,
a ese oráculo sin insomnios.
Por cierto que a nuestros ojos asoma la sal en cubitos de hielo.

Barataria, 02.I.2011





EL FOC EN LA BRANCA DEL POL•LEN



Changez votre âme contre celle de l’agate
Alors vous pourrez goûter au pollen des étoiles
Et dénouer les boucles du mandala…
ELIE-CHARLES FLAMAND


Mossegue les branques del pol•len en cada paraula habitada per la dent
del calendari. En el combustible de la memòria,
agonitza la fruita prohibida de les lluernes, els enderrocs
de la virginitat, els cadàvers amb randes d’escuma.
Cadascú mor cada dia per a santificar la vida o, almenys,
fer-la més digerible: la superpoblació acaba en les casseroles,
i en la calma tempestuosa dels nínxols.
El paper higiènic no deixa de ser eufemisme en els serveis o restrooms;
la sorpresa sempre me la donen els ouets dels peixos,
la superfície del somni premut en algun pubis:
tot el calendari de les llanternes és ací amb les seues setmanes
de llençols i diversions col•lectives.
Resulta que el pol•len pres en culleres és afrodisíac: ho diuen
els naturalistes en els llibres de botànica;
també ho diuen els estafadors i xerraires, les xicones
de la vida fàcil que necessiten amollar l’alé en un sol gemec.
El pouet dels dies de guardar termina essent rellotge oxidat
damunt de la pedra tosca de la maixella;
riure’s és gratificant quan tots els dies tenim circ romà:
—per cert que és bon estratagema per a oblidar les hemorroïdes,
les varices de la fam, la xapa de la saliva,
la salsa de tomata en el jute de les temples.
(Mai no he vist que el bolic es resistesca a les nostres dèries:
Saltironar el tálem del seny, cremar el pol•len davall dels llençols,
fins a traure-li brillantor a la sal dels porus
en el seu riu creixent de bàlsams.) Ocorre que en el capell de totes
las aigües de les randes, caben veles a vapor, petits bots,
botelles de mar, aranyes de gelatinoses vísceres, rellotges de sucre.
Hem aprés del foc, quant ens crema el foc consumeix:
sempre és divertit jugar al suor dels ulls,
netejar les lents sense renunciar als ecos de l’epidermis,
convertir el pubis en respiració de sirenes,
memoritzar els colors del fruiter,
pol•linitzar la porta transitiva de les palpebres en plena xafegada.
El foc sempre ens satura de destins: —estretem les ungles
De la terra fins a ser humans en el desencert;
El suspens és redó en els dits: naixem quan la branca
De la carn ascendeix al pol•len i els bulliments, —de l’arbre desbordat—,
a ese oracle sense insomnis.
Per cert que als nostres ulls traspua la sal en glaçonets de gel.

Baratària, 02.I.2011

sábado, 1 de enero de 2011

PRÓLOGO DEL LIBRO "BLASFEMIA DEL SUBSUELO", ESCRITO POR RICARDO LLOPESA


RICARDO LLOPESA
Instituto de Estudios Modernistas de Valencia, España



PRÓLOGO DEL LIBRO "BLASFEMIA DEL SUBSUELO",
POR RICARDO LLOPESA



Preciso es remontarse a poco más de un siglo para conocer un poco más de cerca el protagonismo literario que alcanzó, en la cumbre del pensamiento, la trayectoria poética de El Salvador y comprender el proceso que llega hasta la poesía de André Cruchaga. Ya sabemos que todo proceso de transformación, sobre todo el poético, es lento, debido a la hondura en que entierra sus raíces el lenguaje, convirtiéndose en involucionista.
Cuando Rubén Darío (1867-1916) llegó por primera vez a San Salvador, tenía doce años y el salvadoreño Francisco Gavidia (1863-1955) diecinueve. Éste había fundado, en 1880, y dirigía La Academia Literaria “La Juventud”, integrada por un grupo de muchachos ilusionados en darle brillo al verso de Víctor Hugo. Gavidia, su impulsor, supo distinguir con claridad la clave de la cesura en el verso alejandrino y el hexámetro griego, y le hizo a Rubén la revelación. Más tarde, con los años, Darío encontró en ese secreto el misterio del ritmo en el soneto y escribió “Caupolicán” (Santiago de Chile, 1888) haciendo sonar distinto el verso el castellano. Con esto quiero decir que el germen del modernismo surgió en la cabeza de un salvadoreño, pero fue el nicaragüense quien partió de los consejos de Gavidia, rompiendo los versos, a través de otros metros y generando otra música.
Pero el honor de Gavidia terminó por convertirse en herencia, hasta el punto que, como dijo Anderson Imbert, el abrazo del modernismo a El Salvador fue tan fuerte que terminó por convertirse en un enorme abrazo que duró más allá de la larga vida del anciano poeta. Este problema impidió avanzar, como hubiese sido lo correcto, por los caminos experimentales de la vanguardia y poner la poesía a la altura de los grandes.
Hubo que esperar la llegada de Roque Dalton (1935-1975) y su espíritu revolucionario para que la poesía entrase de lleno en la modernidad, con todo lo que implica ser moderno, en el contexto de las literaturas modernas, en busca de una línea distinta a la del pasado, que es la que ahora encontramos con nuevo ímpetu, tinte heroico y surrealista, en el libro Blasfemia del subsuelo, de André Cruchaga. Con el mérito de aparecer, conjuntamente, traducido al catalán por el poeta Pere Bessó, conocido en los ámbitos de la literatura.
Para quienes no lo saben, me permito trazar unos rasgos del traductor. En los primeros años del 70 publicó en Valencia la revista “Múrice”, que hizo historia porque iba tras lo nuevo y distinto, alejándose de la tan entroncada tradición. En este sentido, tanto España como El Salvador vivieron ahogados en el pantano del pasado. Bessó se inició en la poesía y sigue siendo poeta, pero eligió la política como medio para combatir la injusticia.
Nunca en el pasado podía imaginar que el poeta Bessó tradujese al catalán a un poeta salvadoreño. Al leer a André Cruchaga comprendí que es de los poetas que nacen para sembrar la semilla nueva que hace posible la reforestación de lo diferente. Lo que también hace que nuestro castellano explore todas las posibilidades de combinación, semejante a los números de las matemáticas o las notas del pentagrama, que siempre son los mismos, pero son siempre diferente, como lo es la palabra dentro del texto.
En el momento actual, la Poesía, en mayúscula, está en tránsito de dar un salto y dejar atrás las huellas del pasado. Para cumplir su cometido se asienta sobre una nomenclatura diferente, alejada de aquellas metáforas que huelen a polvillo viejo, haciendo posible la renovación, bajo el dictado de otro lenguaje poético. Muchos poetas del pasado más próximo a nosotros dejaron sus huellas impregnadas en poemas renovadores, al estilo de Darío, Huidobro o Paz, por poner tres ejemplos.
La poesía no se escribe con inspiración, sino con lucidez y rigor. La lección de Mallarmée quedó aprendida, cuando dijo que el poema se escribe con palabras, no con ideas. También queda atrás el lenguaje que convierte la lengua en discurso o en jerga, que es peor, porque el lenguaje es iluminación en la sombra. Esa es la mejor poesía. No obstante, cada quien es dueño en su casa de hacer del texto un discurso lógico o una jerga sin sentido. El problema más importante reside en el lector que busca la razón en un cuadro impresionista, sin detenerse a pensar que los tiempos han cambiado.
Blasfemia del subsuelo es un título que invita al lector culto a entrar en un espacio que le induce a trasladarse al ámbito de lo diferente. Lo que antes dijimos de Gavidia y de Darío. A su vez, recuerdo otros títulos de difícil comprensión, como el poema “Prosa para Des Esseintes” (1885), de Mallarmée, que inicia en la poesía la transgresión; título de donde Darío tomó el suyo para Prosas profanas (1896). Nada más empezar la lectura de la obra de Cruchaga, precisamente el tercer poema, que lleva el titulo del libro, “Blasfemia del subsuelo”, nos introduce en la atmósfera del poema, que refleja el caos de la vida, utilizando un lenguaje similar: “El absurdo también es un camino en la penumbra”. El léxico que lo explica adquiere la multiplicidad de los espejos o la simple interpretación de una realidad desdoblada, dentro de una sociedad marcada por rayos que no cesan de entrar a través de la información distorsionada: “El ojo es menos fiel que los pensamientos confesos, que los deseos”. El poeta se confiesa desde la lucidez, “Aliento de palabras extrañas y oscuras”, en busca de otro lenguaje, a fin de explicar las cosas cotidianas o verlas de modo distinto, tal como las interpreta la mente, lo que supone la soledad. No explico nada nuevo si digo que cuando miramos las nubes, cada quien las percibe de una manera distinta, a través de dibujos que son siempre diferentes. Es la realidad vista desde una mirada deformada, que es siempre distinta por escapar de la norma establecida. Cruchaga tiene razón y compromiso cuando escribe: “Ahora recuerdo que decir ciertas cosas o la verdad misma es un acto / Revolucionario…”. La revolución está en todas partes, el arte y la política tienen que militar dentro de la revolución para mantenerse vivos. En este sentido, el poeta confiesa una verdad: “El ojo es menos fácil que los pensamientos confesos, que los deseos.”
Esta crítica a la razón impuesta hay que mirarla en Cruchaga, no como una crítica al sistema, sino a la norma. “Son los viejos fuegos del desvarío los que atan las alas”, dice en el poema•”Dudas del aliento”. El poeta sabe lo que quiere en su empresa de cambio: “No quiero el zumbido de la plegaria”, ni “párpados caducos frente a mis pupilas”, “ni “la ternura en embaces de coca-cola o pepsi”, ni “ojos torturadores”, sino “un tren con escalera para subir al cielo”.
Luchar contra la crisis humana que padecen los pueblos hispanos, con una población de 500 millones de habitantes, supone hacerlo desde la base, donde reside la palabra, que es el léxico, todavía anclado en el pasado. Por tanto, en la tradición. En “Crimen conjetural” el poeta pasa a revisión al malestar que se produce en el seno de la sociedad, la monotonía, el exilio interior, la discordia, el desasosiego. Las referencias son muchas (“Una vez la monotonía se posa en el Universo, caen las begonias”); recurre a la imagen falsificada por la visión (“Hay jardines edificados por el espejismo de las pupilas”); el fluir de las revoluciones (“Desde luego las mareas alteran el fluir de la historia”); la pérdida de tiempo en la vida del fumador (“Convertir en ceniza la melancolía de los relojes”); el desencanto de banqueros y políticos (“Detener la comedia de los banqueros y los políticos”); el problema causado por las iglesias, principalmente la que se ha erigido como redentora de la humanidad occidental (“No sé si es posible atravesar en tren el cáncer de las iglesias”) o algo tan caduco como las ciudades envejecidas (“Sobre el papel todos los nombres de donde extraigo / Día a día, aquí, la muerte asedia con colmillos de luz ceniza: ─No sé si es el signo de los tiempos, [la transición, dirán los politólogos con dejo de sapiencia]”. El puño del poder “no padece fatiga”, “porque sus esqueletos ya nos volvieron indulgentes”. En este punto, no puede darse una verdadera poesía centroamericana sin que haga acto de presencia uno de los mayores insultos al ser humano por parte de quienes imponen su soberbia y hasta prepotencia.
Así, con verso amplio y suelto, de alto vuelo y estilo, que se distancia del léxico impuesto por la tradición, André Cruchaga, con pluma y no machete, poda y limpia, como cuando escribe: “Ciego estoy en la clarividencia del respiro: ─no deja de ser / tortura la maleza que sobre la piedra se yergue”.
Verso largo y libre, que al decir de Juan Ramón Jiménez, en 1905, es prosa. En ese caso, deberíamos hablar de los nuevos ritmos del verso prosaico o el despojo de los ritmos clásicos del verso. En el poema “Luis de Góngora”, homenaje al magnífico poeta español y padre de lo que fue luego el simbolismo francés, Cruchaga rinde pleitesía a la palabra del mago del lenguaje, cuyos versos iniciales dicen:

Desde la sal alada de la espuma a los hígados desclavados
de las carretas, el apareamiento del minuto acecha al alfabeto,
el incesto desclava las vírgenes habitadas, hasta el cortejo
dorsal de los pasmos.

Además del verso, el poema también es largo, bíblico, como los versos largos de Whitman, que fue el primero en librar la batalla en el campo de las letras y el primero en liberar el verso del corsé del metro e infundirle nuevos ritmos. Es hoy la intrépida aventura por modernizar este indomable potro castellano, que se resiste aferrándose al pasado, en lucha por encontrar otro ritmo y otra nomenclatura. En este sentido, la poesía de André Cruchaga camina en esa vanguardia.
Lo confesional salta a lo largo de todo el libro como radiografía del alma. Ya sabemos que la mejor biografía del poeta es su obra y esto, precisamente, es lo que hace grande a la obra. Los grandes poetas han sido confesionales, se implican e implican el tiempo que les tocó vivir. Las Confesiones de san Agustín es un ejemplo. También abundan las metáforas cargadas de novedad y originalidad, basten como ejemplo estas dos: “La estrella comestible de tu virginidad” y “El humo arde en cada palabra que escribo”. Cruchaga asume la escritura con sensualidad y sacrificio en la escritura. Nos recuerda a Flabert cuando escribía dolorosamente en lucha con la palabra. Cruchaga confiesa que: “En cada letra que escribo las consonantes se desangran, / igual que los ríos cuando los muerden los peces” (“Señuelo del dintel”).
El libro consta de treinta y ocho poemas de factura impecable. La mayoría de ellos llevan citas, no como despliegue de erudición, sino afinidad de espíritu o similitud con el texto, por el tema o la estética y vale la pena citar sus nombres, porque son nombres vigentes, de actualidad: Paul Gérardy, Louis Aragon, Carlos Marzal, José Lezama Lima, Julio Cortázar, Juan Eduardo Cirlot, Dionisio Ridruejo, Miguel de Unamuno, César Vallejo, Miquel Martí i Pol, Jean Arp, Charles Bukowsky, Emilio Adolfo Westphalen, Jon Juaristi, José Kóser, Roque Dalton, Arthur Rimbaud, Pere Quart, Philippe Soupault, Blas de Otero, Pere Bessó, Rafael Alberti y César Rosales.
Si André Cruchaga, por decisión propia, renunciara a la escritura y no dejase más que un libro, Blasfemia del subsuelo, sería como legar a la posteridad un monumento, similar al que se levanta en el parque, en San Salvador, a la memoria de Morazán, porque este libro es por sus propios méritos un monumento erigido a base de palabras, para convertirlas en una sólida construcción, hecha de piedra y espíritu.
Es poesía de alto aliento, sólo comparable a la labor de los grandes creadores. Desde mi punto de vista, un punto de vista muy personal, su poesía me deja atónito. Me recuerda la fuerza visionaria de poetas, como Pablo Antonio Cuadra y Ernesto Cardenal. En este sentido, su nombre, razonable es reconocerlo, se incorpora a la nómina de los grandes colosos de la poesía centroamericana y, por tanto, de la lengua castellana.
Y como los grandes poetas, André Cruchaga introduce en su discurso neologismos, por aquí y por allá, porque la lengua se le queda corta o porque necesita nuevas voces que hagan posible el fenómeno de decir más y precisar mejor, que el simple contenido de la palabra.


RICARDO LLOPESA
Instituto de Estudios Modernistas de Valencia
Diciembre de 2010


__________________

Ricardo Llopesa nació en 1948, en Masaya (Nicaragua); llegó a Madrid en 1965, y en 1967 a Valencia, donde vive. Residió como estudiante largas temporadas en París, Grenoble y Lille.

Su primer artículo apareció en el diario “Ideal” (Granada, España, 1967); su primer poema en la revista “Poesía Hispánica“ (Madrid, 1972), y su primer cuento en la antología “Narraciones hispanoamericas de tradición oral“ (Edit. Magisterio Español, Col. “Novelas y Cuentos“, Madrid, 1973).

Ha publicado centenares de artículos en periódicos y revistas de reconocido prestigio de España y América, como las históricas “Insula“ y “La Estafeta Literaria” (Madrid), “Cuadernos Americanos” (México), “Revista Hispánica Moderna” (Nueva York).

Ha colaborado con las Universidades de Columbia y Pitsburg (USA), Complutense y Alcalá (España), UNAN-León (Nicaragua) y UNAM (México), entre otras.

Es autor de quince ediciones críticas y anotadas de Rubén Darío, entre ellas, “Poesías inéditas” (Madrid, Visor, 1988); “Treatros”. Artículos desconocidos sobre Sarah Bernhardt en Chile (Aitana, Altea,1993; y Academia Nicaragüense de la Lengua, 2002); “Poesías desconocidas completas” (Aitana, Altea, 1994), en colaboración con los académicos José Jirón Terán y Jorge Eduardo Arellano ; “Prosas profanas” (Colección Austral, Espasa-Calpe, 1998, 2002 y 2008); “El canto errante” (2006), “Azul…” (Universidad León-Nicaragua, 2008 y 2010; y Universidad Alcalá, 2008), una “Biblioteca Rubén Darío” (8 vols., Valencia, 1996).

Fundó la Asociación (1993) y luego la Editorial Instituto de Estudios Modernistas (1999); la revista “Ojuebuey“ (1984-2003). Fue Presidente (1996-97) y Vicepresidente (1998-2009) de la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios. Desde 1997 es Miembro Correspondiente de la Academia Nicaragüense de la Lengua, Correspondiente de la Real Academia Española.