domingo, 7 de noviembre de 2021

ONZENA NIT │ UNDÉCIMA NOCHE

 

Imagen FB de Pere Bessó



ONZENA NIT

 

 

Desde esta cueva húmeda que es mi garganta aprendo un canto nuevo,

siembro. No dispongo de tiempo para morir, tengo que cuidar a otros

para limpiarme.

Katia Rejón Márquez

 

 

Ningú no disposa de més camí que el traçat en la foguera

dels somnis de l’ocell saltant en l’onzena nit de la pira,

ni dels fruits secs de les paraules en el buit de les hores.

Hi ha un buit d’arbre o ombra en aquesta flama de campana freda

Al voltant del temps imaginari.

A aquesta hora ens sembla escoltar una música de comiats.

Tant i mentres, el cor comparteix el seu silenci, el seu tenaç llenguatge

de somnambulisme, la seua llegió de xiprers: ací el dubte, la mort.

Una gavina remolcada en el pit, una gola premuda

de grisos, un sermó de goteigs a la vora d’un fonògraf

corcat en el cel brut i invisible on només hi ha diaris

amb classificats que ningú no llig: recorde l’ungüent musical

d’algun blues, una sonata de vaixell descurat a vora de l’aigua.

Entre una hora i una altra, juga el cor devorant peixos.

Jugue ací mentre llostreja: sóc una criatura a mercè

de la terra, entre nostàlgies i llibres que es volen reinventar

com un fullatge de lluernes, com una porta que ens recorde.

.

. Poema d’ANDRÉ CRUCHAGA traduït en català per PERE BESSÓ

 

UNDÉCIMA NOCHE

 

 

Desde esta cueva húmeda que es mi garganta aprendo un canto nuevo,

siembro. No dispongo de tiempo para morir, tengo que cuidar a otros

para limpiarme.

Katia Rejón Márquez

 

 

Nadie dispone de más camino que el trazado en la hoguera

de los sueños del pájaro saltando en la undécima noche de la pira,

ni de los frutos secos de las palabras en el hueco de las horas.

Hay un vacío de árbol o sombra en esa llama de campana fría

alrededor del tiempo imaginario.

A esa hora nos parece escuchar una música de adioses.

Mientras el corazón comparte su silencio, su tenaz lenguaje

de sonambulismo, su legión de cipreses: ahí la duda, la muerte.

Una gaviota remolcada en el pecho, una garganta apretada

de grises, un sermón de goteos al borde de un fonógrafo

carcomido en el cielo sucio e invisible donde solo hay periódicos

con clasificados que nadie lee: recuerdo el ungüento musical

de algún blues, una sonata de barco descuidado a la orilla del agua.

Entre una hora y otra, juega el corazón devorando peces.

Juego aquí mientras amanece: soy una criatura a merced

de la tierra, entre nostalgias y libros que quieren reinventarse

como un follaje de luciérnagas, como una puerta que nos recuerde.

.

De ‘Camino disperso’, 2021

©André Cruchaga