jueves, 12 de febrero de 2009

Prólogo a Viajar de la ceniza

María Eugenia Caseiro, Cuba-USA


__________Prólogo*_________
Viajar de la ceniza
Voyage à travers les cendres


“Todo poema auténtico, nace de la emoción, del sentimiento, de los valores sustentados por el poeta en su trance de materializar la vida interior: los gozos o los desgarramientos, sin que ello, necesariamente linde con lo trivial.”
André Cruchaga

André Cruchaga, orfebre de la poesía, posee una extensa trayectoria en este arte que practica desde los catorce años. Ha participado en diferentes certámenes nacionales y eventos literarios en su país natal, El Salvador, y publicado más de una decena de libros. Cruchaga, es poeta de la experiencia, sabe observar desde dentro, percibir emanaciones, respetar los cánones de la estética y encontrar esencia aún en lo mortecino o lo apagado. Su poesía intimista, llena de encrucijadas, es discurso persuasivo en que emergen espontáneamente una gama de impresiones, de sentimientos que unidos al desasosiego y la impotencia para subvenir a las aves quejumbrosas por la sed bajo las frondas del camino, nos sumergen en un mar de poesía distintiva tras la huella de su propia voz, elocuente voz que sale de la concepción inmediata de la idea, y que en la memoria, intenta escudriñar más allá del entendimiento, hacerse parte de cada perspectiva, mano que se extiende a palpar la textura de la conciencia para acarrear sobre sus espaldas el peso de la incertidumbre y volcarlo en elucubraciones que terminan por desbordarse en cataratas de imágenes y de buena poesía retórica.


“Su voz tiene la proximidad del horizonte
Y la geometría circular del espejo;
La ternura se hizo en ella con nombre y apellido,
El tiempo le dio las lecciones del sueño
Y el diáfano rumor de su vocación materna.
Todo fue luz; y el hábitat, una parábola.
De la angustia supo hacer un jardín;
Del hambre, un viaje de entendimiento.
Ahora, sin embargo, está en el umbral
De su propia sombra:
Sólo ella sabe, despierta o dormida
Del leve cielo de los cirios…”

“Viajar de la ceniza” trabajo que certeramente comienza su autor con una cita de Hugo Lindo, es un cuadernillo, como él mismo le ha nombrado, de poemas elegíacos que rayan la hipocondría del ser que vive encadenado, un viaje al interior de la conciencia germinando en un proceso de deslumbramiento de ésta (el yo poético), ante la percepción de una muerte que no da tregua, y una vida en la que ya no puede vivirse sin sentirse aprisionado por la angustia de sus corolarios. Es todo un vía crucis de sacudidas por las que atraviesa el ser golpeado y zaherido, un abatirse y debatirse en presencia de la muerte, esa muerte materializada, cuando nos habla especialmente de su madre, y que “será siempre, ráfaga del viento en sus sienes” y ha de moverle a plantearse continuas interrogantes que articulen la garra de un espectro sobre su garganta.

“¿Qué fue del arco iris? ¿Dónde está la memoria?
¿Acaso el olvido borra la historia?”

Es a veces esa muerte, la que camina con zapatillas de seda y ronda el misterio en cada paso, quien le intimida en continuo acercamiento y aún sabiendo que ha de imponerse con el beso eterno que nada ni nadie puede detener, siente incontenible, la frustración de no haber podido predecir.

“Era la muerte la que venía;
Soplaba entre la rama de los árboles,
Golpeaba con su nudo las ventanas,
Besaba con su frío la carne.”

Poeta de recursos, Cruchaga encuentra la frescura de la imagen a pesar de lo exhausto que puede parecer el tema tratado, y como buen artesano de la palabra que sabe utilizar los elementos líricos y afinarlos en cada transcurso en el poema, hace de éste un aliado con la misma destreza conque repercute el carácter de sus conmovedoras reflexiones.

“En la puerta del pecho, la madera suelta su voz;
Sin detenerse, el espejo de los pájaros…”


En este viajar de la ceniza, nuestro autor esgrime sus cuitas empleando una suerte de enumeración casi iterativa a lo largo de los textos, que a veces se convierte en arenga recriminatoria en un continuo germinar de imágenes que le obliga a mostrar, partiendo de tantas miradas como espejos tiene su alma horadada, no tanto lo nefasto de la muerte, sino las estrías de su propio pensamiento, desde una atmósfera fatigosa de sobrellevar, y donde el sujeto lírico es voz insistente o rayo que no cesa, y llegado a este punto me viene a la mente el soneto 6 de Hernández, cuyo verso final resume las desazones de este trabajo de Cruchaga: “¡cuánto penar para morirse uno!” Quizás haya otro denominador común en estos pasajes de Viajar de la ceniza y “aquel rayo”, y es el gusto del autor por el lenguaje depurado sin el abuso de las figuras léxicas, pero esto sería entrar en materia de comparaciones y no ha sido otra mi intención que la de acercar un poco la lámpara sobre el pozo de mis propias elucubraciones al entrar en un pequeño análisis del trabajo poético de Cruchaga en estas elegías que han traído a mi memoria las penas hernandianas.

Entonces, el hombre que fluye en el tiempo, atado a ese tiempo y entre las divergencias que conciben lo indefectible y lo cotidiano, sabe que su destino es ciertamente la inexistencia, que sus trabajos son de un fruto que no ha de prevalecer en lo particular…

“Toda la vida fue para este fin de áspero pantano.
Todo el fuego para este desvelo
En que, al fin, mudas de semblante”

...y que su luz de pensamiento ha de terminar en la total ignorancia.

“Mañana seré lámpara enterrada”

Lo hemos visto en este verso, que podría ser la columna de todo el poemario, y que forma parte del poema Lamentaciones de mi madre, donde hábilmente el poeta pone en boca de esa voz (ya memoria) de su madre, las palabras adecuadas para mostrar su propia frustración ante la muerte (aquí vuelvo a recordar, ahora a Calderón con los admirables monólogos de Segismundo), poema que dado el orden cronométrico que el autor ha querido conferirle al cuadernillo, se encuentra como el número once, pero que bien puede encabezar el trabajo. Aquí otra muestra del mismo texto:

“Incierto es el amor en la intemperie.
Es la noche o el día creciendo en espejismos.
La vigilia del azogue me impide la sonrisa.”

Y termina esa voz de su madre, que es su propia consciencia diciendo:

“Si la desolación es una aljaba con saetas,
Esta muerte es más atroz que cualquier tortura.”

Sin embargo, y a pesar de que la inconsciencia es el enemigo más temido, por ello el colocarla en voz de la madre muerta, la falta de conocimiento del futuro, que hablando de la muerte es todo un hecho, no cuenta con suficiente eficacia para detener la esperada continuidad, y en esa urgencia de sosiego, mientras encuentra la esperanza, el poeta sondea el dolor y lo va sombreando a base de códigos, de mecanismos que lo develan a partir de su lírica proverbial con la que nos arrastra:

“Uno se queda siendo dueño de nada.
No sirven las ventanas ni las manos”

“De la vida a la muerte sólo hay un paso:
Un goce sutil con muchas estaciones,
Un estar y olvidar que se ha vivido”

Cruchaga se aleja constantemente de lo habitual y simple para escuchar con el oído pegado la intuición y articular el poema con limpieza, concediendo un sagrario a sus estrategias semánticas que son consecuentes y muy variadas.

“Ella jamás duerme fuera del ámbito humano;
Lo que es su vida lo irradia en la noche:
Impone su dominio en la luna de los huesos”

Atisba en cada metáfora y parece trasponerse y sobrepasar el sosiego sin interrupciones, encontrar la elipsis y revelarla.

“Casa sola ya. Sombra callada;
Sin ningún habitante, salvo el silencio”

Esa cognoscencia de lo sagrado de la escritura le anima en los intervalos en que pareciera caer desde las cumbres de sus pensamientos, donde pudo ser muy probable que se apagara la voz y se notase el cansancio de ese aletear en lo mismo, y hasta bajar la guardia y perder la partida, pero se sabe cierto, conocedor de cada torcedura, por ende hábil y consciente, entonces echa garra a la esperanza, a la evocación de un anillo de continuidad.

El sujeto lírico resurge a pesar de la muerte. De lo contrario, ¿qué objeto tendría una poesía como la suya, que se convierte en facultad y planteamiento del dilema?. Si no hay disyuntiva, y solamente un plano en que morar mientras la vida pasa y la razón nos ha de abandonar, si por mucho que luchemos, todo ha de ser en vano, entonces, ¿por qué la insistencia en el concepto cíclico de la vida? Aquí estos versos que nos devuelven, con gran sutileza, a lo simbólico del reemplazo.


“Parte de ti se queda en las vigas de esta casa;
En la faz del dintel;
Tu voz viva en la memoria, aunque estés muerta.
Aquí dejas tu alma que nos mira
Como la llave íntima de la conciencia.
Tu adiós tiene la dulzura de la espera”

André Cruchaga tiende un puente en donde estuvo colocada una barrera, y en estos últimos versos, pareciera vivir en la clave de la idea del retorno, motivo por el cual no se entrega totalmente a la desesperanza….

“En este mundo donde los brazos acarician
La piedra oscura de la muerte.”

“¡Hoy estás toda de nuevo, como un surtidor
De la caricia!”

Finalmente, el arraigo, el apego, imperan en el tierno corazón del hombre con toda su raigambre, y la voz del poeta triunfa, se deja escuchar con nuevos arpegios y ocurre el rescate milagroso de la fe, la imagen que elude la apostasía y se aferra de nuevo la raíz en una suerte de epitafio en donde la madre, a pesar de su partida, sigue siendo ese eje que mueve el mundo.

“Mi madre mira desde arriba,
La propia emancipación del calendario.”

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Viajar de la ceniza de André Cruchaga es un trabajo digno de consideración a la hora de una lectura reflexiva. Sus poemas son poemas nacidos de la experiencia, brotados desde el dolor íntimo, como el propio autor expresara al ponerlos en mis manos, y nombrarme la primera depositaria de los mismos.

Innegablemente he disfrutado tanto de su valor literario como humano, y quise corresponder a su confianza y a su gran autenticidad como poeta, hombre sensible y luminoso, devolviendo con estas líneas que ciertamente brotaron de la admiración causada por la lectura de sus versos, una pequeña fracción de la emoción y el sentimiento impregnados a todo lo largo de su obra.

María Eugenia Caseiro
Ciudad de Miami, mayo 7 del 2006
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Prólogo a la versión en español del libro "Viajar de la ceniza" que saldrá publicado este año de 2009.