sábado, 19 de noviembre de 2011

AL•LEGORIA/ ALEGORÍA, TRADUCCIÓN Y COMENTARIO DE PERE BESSÓ


En el fondo, escrutamos las palabras, el precio que tiene la piel
para los almácigos, el fieltro de las luciérnagas en la conciencia.
Digamos que un día puede hacer la diferencia: hoy todo es posible en los brazos.
Imagen tomada de Miswallpapers.net





AL•LEGORIA/ ALEGORÍA, TRADUCCIÓN Y COMENTARIO DE PERE BESSÓ





Querido André: Sigo celebrando este tipo de poema en prosa, por seguir una denominación convencional. En esta ocasión haces uso renovado de la vieja aubade de los trovadores para saludar la mañana y, como en ella, el canto del gallo aparece ahora bajo la metáfora de la guitarra. Das el salto a la poética devocional de Francis Jammes y aquellos poemas suyos que evocaban las primeras voces campesinas preparándose para las faenas del campo en contacto con la armonía de Natura, mientras un rumor de cacerolas despertaba a la lumbre del hogar. Tu poema, André, suelo decirlo muy a menudo, permite ahondar en calas, las que se quisiere. Sin embargo, yo adelantaré una: el trabajo que supone articular un lenguaje poético en donde la palabra surge del interior y viaja hacia lo externo, tan pronto como vuelve -eterno viajante que es, que eres- al interior hondo, a esa profundidad de la que hablas en el poema, en el fondo de ti mismo. Ello permite al lector deslizarse en ese viaje de ida y vuelta a través de la doble metáfora: la que viaja a la fusión con la Naturaleza y aquella que la antropomorfiza: Veamos, por un lado, el fogón tibio del pecho (desplazamiento calificativo incluido), metáfora A de B, en donde la traslación viaja hacia el interior. Por otro, los párpados de los aleros, el mismo tipo de metáfora, pero esta vez, se produce la inversión de los planos real e imaginario o simbólico. Estas metáforas que he destacado del poema tienen la virtud de ser, además, plenamente sensitivas y, en concreto, visuales. Tanto que si dibujáramos mentalmente una casa y el cuerpo humano -como antaño renacentistas y barrocos hacían en la correspondencia de templo y cuerpo de la amada- veríamos como el párpado y el alero mantienen la simetría o analogía secreta que los poetas profundos establecen entre lo que es en apariencia disímil, diferente o disperso. He aquí uno de los valores de tu poesía que el lector avezado debe recordar siempre: a través de las palabras unificas el sentido del Universo. Dicho de otro modo, sólo a través del poema religas el cordón umbilical de tu existencia a la conciencia del Mismo.

Un abrazo,
Pere Bessó





AL•LEGORIA




De aquel idioma y de mis pasos por la tierra dicha no existe
imagen que esté hoy extinguida.
Los veleros tocan a las puertas
del aire donde persisto.
RAFAEL CADENAS




Salude els matins des de dins, quan la guitarra del gall emergeix del pati amb portes i finestres. Salude aqueix blanc dels somnis fent-se llum, recobrant els ràfecs del dia; excepte la deshora, les feines encenen les bastides del sabor, —tu i jo, enganxats al fogó tebi del pit, amb les paraules necessàries per a no corbar la boca, ni el pit, ni la gepa de la nit passada. Són innombrables les parpelles de les volades; ahir ens feia callar el condol, hui creix el vent com una filada d'ocells, des dels peus fins a les temples: des de la casa a les voravies ens aixopluga la branca del pit, l'entranya íntima de l'alé amb la seua vívida flama. (Els viatjants sempre guardem el coixí en la memòria; en la marxa obrim les mans de l'entusiasme, diguem-ne que descobrim el present de les llànties, l'obra de l'apetit a fons.) En el fons, escrutem les paraules, el preu que té la pell per als màstics, el feltre de les lluernes en la consciència. Diguem-ne que un dia pot fer la diferència: hui tot és possible als braços.

Baratària, novembre de 2011




ALEGORÍA




De aquel idioma y de mis pasos por la tierra dicha no existe
imagen que esté hoy extinguida.
Los veleros tocan a las puertas
del aire donde persisto.
RAFAEL CADENAS





Saludo las mañanas desde dentro, cuando la guitarra del gallo emerge del patio con puertas y ventanas. Saludo ese blanco de los sueños haciéndose luz, recobrando los aleros del día; salvo la deshora, las faenas encienden los andamios del sabor, —vos y yo, apegados al fogón tibio del pecho, con las palabras necesarias para no curvar la boca, ni el pecho, ni la giba de la noche anterior. Son innumerables los párpados de los aleros; ayer nos hizo callar el luto, hoy crece el viento como una hilera de pájaros, desde los pies hasta las sienes: desde la casa a las aceras nos abriga la rama del pecho, la entraña íntima del aliento con su vívida flama. (Los viajantes siempre guardamos la almohada en la memoria; en la marcha abrimos las manos del entusiasmo, digamos que descubrimos el presente de las lámparas, la obra del apetito a profundidad.) En el fondo, escrutamos las palabras, el precio que tiene la piel para los almácigos, el fieltro de las luciérnagas en la conciencia. Digamos que un día puede hacer la diferencia: hoy todo es posible en los brazos.