Viaje póstumo, André Cruchaga
VIAJE PÓSTUMO/ VIATGE PÒSTUM
(RESEÑA)
José Siles González
CEU Facultad Ciencias de la Salud.
Universidad de Alicante, España
Se nos presenta la edición en castellano y valenciano de una
obra del poeta salvadoreño André Cruchaga cuya traducción ha estado a cargo de
Pere Bessó filólogo y catedrático de lengua y literatura española. André
Cruchaga es profesor de humanidades y como núcleo enriquecedor de su actividad
docente, ha desarrollado una importante y extensa obra poética que ha sido
galardonada con diferentes premios literarios y ha traducida a diferentes
idiomas: francés, rumano, holandés, vasco, valenciano, etc. Entre sus obras
destacan: Alegoría de la palabra (1992), Visión de la muerte (1994), Enigma del
tiempo (1996), Roja Vigilia (1997), Rumor de pájaros (2002), Pie en tierra
(2007), Caminos Cerrados (2009), Viajar de la ceniza (2010), Cuaderno de ceniza
(2013), Balcón del vértigo (2014), Post scriptum (2014), etc. Además ha
publicado sus poemas en las revistar literarias más prestigiosas de España y
América Latina.
André Cruchaga es un poeta de gran altura que puede provocar
cierta hipoxia y desvanecimiento en los lectores desprevenidos que no están
acostumbrados a caminar por senderos contiguos a los grandes desfiladeros donde
habita, en la profundidad abisal, la palabra con mayúsculas. La palabra como
sentimiento que es imagen y que se funde con aromas telúricos de tiempos
imperecederos: la metáfora al servicio de una creatividad combativa sostenedora
de esa clase de dignidad se sustenta en la observación de la realidad; un
entorno envolvente cuyo caos es tan subterráneo y trascendente que se
intangibiliza en la superficie insustancial y rutinaria de una vida cotidiana
fabricada para convertirnos en inconscientes. Sí, el poeta salvadoreño, con su
verso inflamado que todo lo ilumina, nos despierta y avisa del creciente auge
del pensamiento automático que acaba transformando nuestra existencia en un
devenir superfluo entre horarios lineales de comidas, cenas, idas y venidas al
trabajo y largas sentadas frente al sedante televisor.
El poeta Cruchaga emplea herramientas como el simbolismo y la
metáfora para rescatar trozos de conciencia faenando poéticamente en los
caladeros de un ultra-realismo cargado de dolor e incertidumbre: paso
incontrolable del tiempo, envejecimiento, muerte, despropósitos del ser humano
que acaba transformando lo más hermoso en pura miseria…, inexistencia; pero
mediante su poesía profundiza en los temas centrales de la vida como la misma
muerte (asalariada por la vida para sus propios fines…, especialmente el
postrero y definitivo):.Así en “Muerte” nos avisa de que es la medida de todas
las cosas: “Muero cada día cuando resbalo
en la cuerda floja del tiempo, este aliento carece ya de sombreros cae
la respiración hasta los tobillos, ¿qué me queda después de lamer los
excrementos? (Morir antes que mueran las palabras es la mejor solución). Morir
como se embriaga el tejado… “ (Cruchaga, 2014: 192)
Cruchaga es un poeta que no hace concesiones a la galería y
reinterpreta la realidad desnuda del discurrir de la vida como metáfora de
navegación existencial donde todo está en conexión:
Navegación
“A través del barro, las manos tallan las distancias:
esos pasos lentos del desvelo,
las sombras diurnas del relámpago, la piedra de la fatiga
donde deslumbran tantas instantáneas (…)”
(Cruchaga, 2014: 164).
También se detiene el poeta en las secuelas del paso del tiempo
y la manifestación de un inevitable arte, El olvido:
“Sueño ya el olvido y las extrañezas en vísperas de relojes
caducos.
El horizonte es irreparable en las postrimerías de la edad
(también los mostradores huesudos de las talabarterías,
los disfraces cumplidos
de los funerales sobre el mundo infinito del desquicio)(…)”
Es Cruchaga un poeta atento a los sentimientos que le provocan
sus capacidades perceptivas y lo refleja magistralmente en “Olfato”:
“Cuando el árbol de repente abre sus dominios,
el olfato implora al pájaro etéreo del cierzo,
-volveré a trepar al vendaval de la noche,
a su dosis de trementina,
a su embriaguez de escritura muerta”
En el poema que da título al poemario “Viaje póstumo”, el poeta
se sitúa en una posición álgida de anticipada nostalgia para despedirse sin
desistir de estar y dejando constancia de lo que pensará y hablará cuando ya no
pueda pensar ni hablar:
“Que la luz hunda su imagen en mi lápida.
Animada y visible al mismo tiempo.
Más allá de lo anónimo y el olvido, soy ciudadano de este país.
Pon una rosa sin aldabas sobre mi cruz,
un pétalo tan solo hacia el horizonte
como vos una calle que desafíe al tiempo (…)”
Por todo esto y mucho más presente en su dilatada obra, André
Cruchaga es un poeta de gran altura que puede llegar a provocar cierto vértigo
en los lectores desprevenidos que tal vez estén más acostumbrados a la poesía
de salón donde emerge de forma rebuscada y artificiosa lo amable, feliz y bienaventurado
que es ese bicho bipedestador que es el hombre. No, no están acostumbrados a
caminar por senderos contiguos a los grandes desfiladeros donde habita, en la
profundidad abisal, la palabra con mayúsculas…, la única capaz de aprehender y
transmitir cuestiones tan esenciales como la auténtica y contradictoria
realidad del ser humano.
Alicante, 10/01/2014
España