viernes, 27 de marzo de 2009

Medianoche del mar-comentario y traducción al catalán por Pere Bessó i González

Pere Bessó i González






Medianoche del mar y el resuello de olas virgilianas



El poema que hace unos momentos me enviaste merece una lectura reposada, lenta, deleitosa, como se quería Vicente Aleixandre y rezongaba Dámaso Alonso en su poema de la llegada de la novia al alba.

Sin embargo, te adelanto que me gusta el poema de factura larga, en donde la voz adquiere vuelo y se puede jugar en él a dos caras, intensidad y extensión, claves de tu manera. Poetas hay que se entregan tanto a la depuración que luego convierten en el poema en un mero estilema, en una construcción de una sóla imagen o metáfora, y claro es que no siempre se tiene la luz suficiente para escribir el poema que le justifique a uno. Lo tuyo, en cambio, es regocijo y trabajar con la pasión que anida en las aguas mansas. Me gusta tu poesía. Quizás es que debía conocerla ahora, en el momento en que me avezo a otra dimensión poética: esta simetría inexacta de los versos paralelos que me conducen con todo desparpajo a tu lectura. Bueno, mañana al mediodía me dedicaré al clareo de tu poema y, posiblemente, así es como leo, a la traducción del texto. Te confesaré algo: la mejor lectura, la más profunda del Pere acontece con la traducción. La precisión del "concepto" (tal cual lo entendían los barrocos castellanos, el wit de los poetas cortesanos ingleses del s.XVII) es la precisión de la palabra poética. Pero, bueno, eso tú ya lo sabes en abundancia.

Por lo demás, he gozado este largo poema de versos cadenciosos y que, en ocasiones, buscaban en los recovecos el ritmo del salmo y de lo atávico, adámico o el resuello de las olas virgilianas de la alta nox en alta mar. Acá te va, amigo, resuelta en la mitjanit de la mar de mi lengua.

Pere bessó i González
Mitjanit del mar

Ací en la mitjanit del mar, tots els impossibles, tots els temps:

Déu suplicant en les ones del meu pensament, la carn

Mossegada a dentegades, l’aguait emmordassant en el somni.
El temps ens devora a cada ensopegada, madura en l’alé;
En la foscor, damunt de la sorra, la necessitat de veure les estovalles
Del dia, no el bosc d’aquest dolor mossegant els talons;

A voltes la soledat es penja dels meus peus sense sabates:

—Aqueixa soledat de l’artificial que esquinça les meues mans, el meu cos
I quant en ella el bosc de la llum, humit, juga a les cadenes.
Vindrà la llum, potser, amb la seua innocent clau? Eixiré d’aquestes

Absències rovellades després de travessar els verbs cremats:
—La carícia, l’amor, els llavis càlids de l’alegria, la respiració

De l’harmonia compartida? Ací les ales a l’aguait, el pit
Com un mar airós, l’amor indicible en l’alé…
Mentre habite aquest litoral dels meus somnis, m’he internat en la nit

Dels meus ulls, en la set del desensopiment, en l’escorça amarga de tant camí

Que en la seua saba de bresques creix, —creix com un dard en la set
De les llavors, en aquesta pregona força de la meua ferida.
Com una descàrrega de metralladores cauen les ombrel·les en la nit.

—Imatges d’irreals gesmils atabalen el meu paisatge: persianes
De fosc sabor, sinistres cavalls de nostàlgia al vent, espills

Suplicants de postals sense cap reivindicació, allà on ens han dit
Que es troba el Paradís i aquest sap a pol·lucions crepitants,

A hiverns esquinçant l’alegria dels genitals, ardent arquer
damunt de llunes horitzontals, destí de les pregàries adàmiques…
Però no, la mitjanit raja sang en les seus botes de combat.

—en ella fins els cabells clars s’ofeguen en el seu esfèric horitzó;
Insomne és el darrer vent que mormola en les paraules, fosca

La llengua on hi hagué alé; lent, aquest cel de l’agonia…
Quan la humitat de les formigues se n’allunya, quan no dolen les tempes,

La història es refà als molls de les nines; llampega
La memòria, la gebrada dicta el seu estricte escot de transeünt.

Nit i dia i ombres combaten en el cedre de la meua sang.

—Nits,
Dia i ombres ragen en l’alambí del seu mateix crit

Com un mar prement les palpebres, com una cambra on
El sutge ha begut la transparència del zodíac…
Mitjanit del mar en les aigües. Mitjanit la flama adusta de l’assetjament

Darrere d’un fons de cortines,

al fons buit dels rostres, al fons
on l’ànima es dissol cega de tant pelegrinar allà als llenços
Del seu mateix bategar, nit pregona en la cara i la pell, potser

Un altre planeta on la incertesa s’ha tornat un genet d’espills,
I l’arcà una silueta de l’alba…
Ací la mtjanit del mar i tots els seus impossibles, només ací amb la despulla

Al bell mig de les nines…
Traducción Pere Bessó y gonzález

Medianoche del mar

Ahí en la medianoche del mar, todos los imposibles, todos los tiempos:

Dios suplicante en las olas de mi pensamiento, la carne

Mordida a dentelladas, el acecho amordazando en el sueño.
El tiempo nos devora a cada tropiezo, madura en el aliento;
En lo oscuro, sobre la arena, la necesidad de ver los manteles

Del día, no el bosque de este dolor mordiendo los talones;

A veces la soledad se cuelga de mis pies sin zapatos:

—Esa soledad de lo artificial que rasga mis manos, mi cuerpo
Y cuanto en ella el bosque de la luz, húmedo, juega a las cadenas.
¿Vendrá la luz, acaso, con su inocente llave? ¿Saldré de estas

Ausencias con herrumbre después de atravesar los verbos quemados:
—La caricia, el amor, los labios cálidos de la alegría, la respiración

De la armonía compartida? Ahí las alas a la espera, el pecho
Como un mar airoso, el amor indecible en el aliento…
Mientras habito este litoral de mis sueños, me he internado en la noche

De mis ojos, en la sed del desvelo, en la corteza amarga de tanto camino

Que en su savia de panales crece, —crece como un dardo en la sed
De las semillas, en esta profunda fuerza de mi herida.
Como una descarga de ametralladoras caen las sombrillas en la noche.

—Imágenes de irreales jazmines aturden mi paisaje: persianas
De oscuro sabor, siniestros caballos de nostalgia en el viento, espejos

Suplicantes de postales sin reivindicación alguna, allí donde nos han dicho
Que se encuentra el Paraíso y éste sabe a poluciones crepitantes,

A inviernos rasgando la alegría de los genitales, ardiente arquero
Sobre lunas horizontales, sino de los rezos adánicos…
Pero no, la medianoche chorrea sangre en sus botas de combate.

—en ella hasta los cabellos claros se ahogan en su esférico horizonte;
Insomne es el último viento que murmura en las palabras, oscura

La lengua donde hubo aliento; lento, este cielo de la agonía…
Cuando la humedad de las hormigas se aleja, cuando no duelen las sienes,

La historia se rehace en los muelles de las pupilas; relampaguea
La memoria, la escarcha dicta su estricto escote de transeúnte.

Noche y día y sombras combaten en el cedro de mi sangre. —Noches,
Día y sombras chorrean en el alambique de su propio grito

Como un mar estrujando los párpados, como una habitación donde
El hollín ha bebido la transparencia del zodíaco…
Medianoche del mar en las aguas. Media noche la llama adusta del asedio
Tras un fondo de cortinas,
al fondo vacío de los rostros, al fondo
Donde el alma se disuelve ciega de tanto peregrinar allí en los lienzos
De su propia palpitación, honda noche en la cara y la piel, acaso

Otro planeta donde la incertidumbre se ha vuelto un jinete de espejos,
Y el arcano una silueta del alba…
Ahí la medianoche del mar y todos sus imposibles, solo ahí con el despojo
En medio de las pupilas…



lunes, 23 de marzo de 2009

Medianoche del mar-André Cruchaga

Ana María Veas González, Chile




______Medianoche del mar______



Ahí en la medianoche del mar, todos los imposibles,
todos los tiempos:/ Dios suplicante en las olas
de mi pensamiento, la carne/ Mordida a dentelladas,
el acecho amordazando en el sueño./El tiempo
nos devora a cada tropiezo, madura en el aliento;/
En lo oscuro, sobre la arena, la necesidad de ver
los manteles/ Del día, no el bosque de este dolor
mordiendo los talones;/ A veces la soledad
se cuelga de mis pies sin zapatos:/ —Esa soledad
de lo artificial que rasga mis manos, mi cuerpo/
Y cuanto en ella el bosque de la luz, húmedo,
juega a las cadenas.¿Vendrá la luz, acaso,
con su inocente llave?
¿Saldré de estas/ Ausencias con herrumbre
después de atravesar los verbos quemados:/
—La caricia, el amor, los labios cálidos de la alegría,
la respiración/ De la armonía compartida?
Ahí las alas a la espera, el pecho/Como un mar
airoso, el amor indecible en el aliento…/
Mientras habito este litoral de mis sueños,
me he internado en la noche/ De mis ojos,
en la sed del desvelo, en la corteza amarga
de tanto camino/ Que en su savia de panales crece,
—crece como un dardo en la sed/De las semillas,
en esta profunda fuerza de mi herida.
Como una descarga de ametralladoras caen
las sombrillas en la noche./ —Imágenes de irreales
jazmines aturden mi paisaje: persianas/
De oscuro sabor, siniestros caballos de nostalgia
en el viento, espejos/ Suplicantes de postales
sin reivindicación alguna, allí donde nos han dicho/
Que se encuentra el Paraíso y éste sabe a poluciones
crepitantes,/ A inviernos rasgando la alegría
de los genitales, ardiente arquero/Sobre lunas
horizontales, sino de los rezos adánicos…
Pero no, la medianoche chorrea sangre
en sus botas de combate./ —en ella hasta
los cabellos claros se ahogan en su esférico
horizonte;/Insomne es el último viento que murmura
en las palabras, oscura/ La lengua donde hubo
aliento; lento, este cielo de la agonía…/Cuando
la humedad de las hormigas se aleja,
cuando no duelen las sienes,/ La historia
se rehace en los muelles de las pupilas;
relampaguea/La memoria, la escarcha dicta su estricto
escote de transeúnte./ Noche y día y sombras
combaten en el cedro de mi sangre. —Noches,/
Día y sombras chorrean en el alambique
de su propio grito/ Como un mar estrujando
los párpados, como una habitación donde/
El hollín ha bebido la transparencia del zodíaco…
Medianoche del mar en las aguas. Media noche
la llama adusta del asedio/ Tras un fondo
de cortinas, al fondo vacío de los rostros,
al fondo/Donde el alma se disuelve ciega de tanto
peregrinar allí en los lienzos/De su propia
palpitación, honda noche en la cara
y la piel, acaso/ Otro planeta donde
la incertidumbre se ha vuelto un jinete
de espejos,/Y el arcano una silueta del alba…
Ahí la medianoche del mar y todos sus imposibles,
solo ahí con el despojo/ En medio de las pupilas…
Barataria, 28.VIII.2008






COMENTARIO:

Es un abismo de poesía y basta un verso para un largo comentario. Pero poniéndonos un poco superficiales para lograr un comentario donde deben ir miles diremos que es un poema existencial. Simbólico. Trata del asumirse vivo, en esa hora que se presta a todos los vértigos: La medianoche. Y el poeta se desnuda. Se ve. Se autoanaliza. Se sufre. En el dolor y la gloria de existir. Y está la soledad humana, la siempre presente y la que mueve la pluma.

“El tiempo nos devora a cada tropiezo, madura en el aliento”“…la necesidad de ver los manteles del Día, no el bosque de este dolor mordiendo los talones”

La noche casi siempre debe ser exorcizada. Es un trance para valientes. Porque a esa hora no valen los subterfugios que usamos en el día, para embotarnos. A medianoche estamos de almas desnudo, y, si no estamos familiarizados y pegados al pezón de Dios, tenemos que decir con el poeta que está “Dios suplicante en las olas de mi pensamiento”. Porque es la hora del pensar profundo. Y del sentirse lacerado por la vida. Porque eso hace la vida, dulcemente.

El poeta hace su recuento y se dice que lo artificial lo hiere.”Es la soledad de lo artificial que rasga mis manos, mi cuerpo”. De este verso devienen los misticismos, para romper este bosque hiriente como un cuchillo. Y, repito, lograr pegarse a los pezones ubérrimos y lechosos de Dios, para pasar la noche que es siempre cósmica, inmensa, aterrante, es el camino y la fórmula. Y este es el oficio de la Fe.Viene la Esperaza en la esperanza del Hombre. Tenía que venir aunque fuera en una pregunta. “¿Vendrá la luz, acaso, con su inocente llave?

“¿Saldré de estas ausencias…?” Y agrega un motivo nuevo, existencial, la vida humana, en resumen “¿…después de atravesar los verbos quemados: La caricia, el amor, los labios cálidos de la alegría, la respiración de la armonía compartida…? Luego el poeta se hunde, en su desvelo, en las añoranzas milenarias del hombre puestas “en la profunda fuerza de mi herida”.

En esta estrofa que sigue nos llueven en torrente todo el existir pleno del hombre, añorado hasta los bordes de la desesperación. Toda poesía que se rebalsa. Enumeración magistral y de nuevo poética, ebria de poesía, recalcando el poder del sexo y sus paraísos como centro de él, según lo dicho y enseñado. Y bien dicho. Pero el poeta se topa con su propia puerta cerrada que sería su noción de trascendencia…Por esto lo vuelve a devorar la medianoche, su enemiga, porque su alma está a la intemperie. Sin el escudo cósmico, contra vida humana, de la Fe, la verdadera, no la superstición que besa pies de yesos o se arranca las rodillas ante un dios sádico y neurótico. Sino la fe sola que crece porque crece en el centro del alma y es como el sicómoro de Jonás, que le quitaba la mordida rabiosa de un sol letal. Y hace posible un tú a tú con el responsable de todo.”…,la medianoche chorrea sangre en sus botas de combate” y le sume en todos los dolores posibles e imposibles que se expresan en visiones apocalípticas, no del mundo, sino del alma sola expuesta a sí misma en la feroz medianoche por donde cruza un hombre que se enfrenta a sí mismo.
Y el poeta, extenuado, hace un lento resumen, una salmodia críptica, de su trance…para concluir el poema testamentario de lo que tiene, de lo que ha logrado en su existir, o vivir…sin salidas “Ahí la medianoche del mar y todos sus imposibles, sólo ahí con el despojo en medio de las pupilas…” No hay conciencia de trascendencia gloriosa, ergo, se sufre y después se sufre, como otro poeta afirmaba de la vida. La noche como otro planeta de absurdos. No hay conciencia de la armonía cósmica y de un hacedor ebrio de amor, acoto, irrumpiendo indecentemente… pero con afán de ayudar…ante lo magistral de esta poesía que, en su Gethsemaní, suda lágrimas de sangre…
Chile, Quilpué, 28 de Agosto del 2008

viernes, 13 de marzo de 2009

Rumor de pájaros, prólogo-María Cristina Orantes

María Cristina Orantes, El Salvador. [foto Salvador Canjura]





____Rumor de pájaros, prólogo _____

Por María Cristina Orantes



La lectura de Rumor de pájaros de André Cruchaga me reservaba una auténtica sorpresa, ya que en el libro no sólo encontré una poesía de gran categoría artística, sino que además una profunda identificación con mi propio concepto acerca de lo que en poemario me parece una constante: la convicción de que el hombre es en realidad un alma que habita un cuerpo, un alma consciente de su deber: el combatir tanto a las fuerzas de ese ser interno, como a las de su envoltura carnal.

¡Ah mi materia:
Delgada pluma enlutada!

Somos esa materia
Que desborda vientos
Humildes cuerpos terrestres.
Y así seguiremos siendo:
Luz que por la ventana,
Remueve los escombros.

He comenzado a conocer a André Cruchaga a través de estas vivencias testimoniales, las cuales llegan al lector impregnadas de emociones fuertes, aplastantes, directas en su mayoría, imágenes en las que se destaca ese hondo pesar que el hombre lleva dentro; otras, caracterizadas por un gran hermetismo, terreno al que es casi imposible asomarse por ser muy propio del autor, quien se recoge tras las murallas de su mundo inpenetrable; así como también otras delicadas, dulces, cinceladas con una ternura indescriptible.

Somos seres de instantes muy sutiles.
Acaso como la luz de las luciérnagas.

Estos versos encierran en un lenguaje depurado y fino, una concepción muy personal de la vida: la de que el trayecto del ser humano por este mundo, no es más que un instante de luz que pasa y luego desaparece antes de que el hombre mismo alcance siquiera a darse cuenta.

La luz pasa como los vientos.
Los vientos como ojos caídos:
Cuando nos percatamos
Un mar salado nos enciela los párpados
O bien el horizonte nos encierra en jaula
De ahogantes y mudos violines.

André Cruchaga nos conduce a cada paso al encuentro de temas como el tiempo y la muerte, a los que si bien trata con solemnidad, también sabe revestirlos de un aura mágica nada dramática, sino por el contrario atrayente por la dimensión metafísica en que los encierra. “Importa lo que hoy se viva” dice, ya que esos breves instantes como la luz de las luciérnagas, marcan para el autor, un hito en cada estación que el alma hace en el mundo terrenal caracterizado por las limitaciones y humanos apegos, de los cuales el verdadero yo está obligado a liberarse.

Los elementos tierra, aire, agua y fuego, poderes externos de la naturaleza, se encuentran presentes a lo largo del libro en su lucha perenne con los elementos de la propia naturaleza del ser.

Somos como noche o como día.
Como roca fría o caliente.
Aquí o allá espejos o relámpagos
Nuestra carne efímera:
Mutable faz de la espuma sobre el agua,
De ese mar que cava en las sienes
Confusas soledades y hondas destrucciones.
Somos esa humana forma
De un paisaje que se desvanece.

Se cree que escribir poesía es fácil y más si se trata de verso libre. Está muy de moda el enlazar una serie de frases hermosas, de hilvanar imágenes poéticas una a continuación de la otra, pero sin llegar a conclusión alguna. En Rumor de pájaros sin embargo, la poesía cumple con uno de sus objetivos primordiales: el transmitir al lector las emociones, sentimientos y sensaciones propios del poeta. Las palabras dócilmente, van fluyendo de la pluma del autor enlazadas unas con otras, manteniendo la unidad desde el principio hasta el final, estructurando un todo armónico, un auténtico poema redondo, al que no le falta ni le sobra nada.

No podría dejar de mencionar que así como he saboreado esta creación de André, también me ha parecido muy original y novedoso el planteamiento de lo que me parece un diálogo de ideas e imágenes, así como sus consecuentes conclusiones en las que el poeta canta, gime, llora, grita, en fin, transmite al lector un intensa gama de emociones, en su mayoría pesimistas, grises, en las que imperan la soledad , la tristeza y el desamparo; pero finalmente el auténtico ser, consciente de esa realidad en la que no es más que un transeúnte de paso por la vida, logra sobreponerse a la materia que lo envuelve, sabiéndose un sobreviviente de la vida y de la muerte.

Somos sobrevivientes
Del más espeso aliento de la niebla
Desde que el ala, íngrima,
Empezó a hacer contrastes con las nubes.

Rumor de pájaros nos conduce a través de las percepciones del autor al filo de la vida y de la muerte, y en ese filo podemos estar solos, con nuestras propias sensaciones sostenidos por el hilo invisible del verbo transmitido por André Cruchaga.

María Cristina Orantes,
San Salvador, junio de 2002.
_______________
María Cristina Orantes, abogada y poetisa salvadoreña. Directora de la Sala Nacional de Exposiciones de CONCULTURA. Puede leer muestras de su poesía en Arte poética-Rostros y Versos, Laberinto del Torogoz y Álbum Nocturno, entre otros sitios donde la autora publica.

jueves, 12 de marzo de 2009

André Cruchaga, el cazador de metáforas-María Eugenia Caseiro

María Eugenia Caseiro, Cuba-USA





Aquí va este poema: Rastro de los sueños. A menudo uno escarba en el propio subconscinete y ahí, en ese entramado de la existencia misma, se encuentran ángeles y demonios.
André Cruchaga





André Cruchaga, el cazador de metáforas
Por María Eugenia Caseiro

Rastro de los sueños; así titula André Cruchaga el poema que ha sido objeto de las presentes especulaciones críticas. Un título glosado hoy por Cruchaga en 47 versos, pero preludiado, antecedido, por todas y cada una de sus metáforas -las prehistóricas- producidas para llegar a esta denominación que bien podría ser el nombre propio de un poemario completo, o yendo más allá, el título que acopia, en cuatro palabras, toda la obra de André Cruchaga.

Cuarenta y siete versos ensartan el collar de Rastro de los sueños, casi una metáfora por verso que puede estudiarse separada de la anterior o la siguiente sin dejar a un lado el sentido metafórico intratextual conjunto -constante en la obra de André Cruchaga-. De ello se desprende, no de este poema, esquemática de su trabajo, si no del conjunto Cruchaga, que puede que todavía esta labor de cazador le lleve toda su vida, y que toda su vida, la del antes y la del después, sea la caza interminable de tales sueños metafóricos; muchísimos más cuanto más devela. Sería cuestión de dedicar libros enteros a internarse en la selva de su poesía, netamente distintiva, metafórica, neobarroca, y sobre toda cosa apasionada. Sus imbricados versos se dejan llevar por el pasaje oblicuo de una discursiva en que, a pesar de lo intrincada, puede palparse el impromptu.

Aunque esté considerado como un arquetipo postraumático en poesía, el vocablo sueño, de condición ampliamente polisémica, partiendo de sus diferentes acepciones, se entroniza generalmente en el plano de la actividad onírica (ensoñaciones) y es ahí que antes de que la ciencia lograse dar al traste con una serie de cuestiones de verdadero interés para lograr entender mejor la actividad del cerebro humano en el período de sueño, incluso en el de vigilia, ya todas las culturas, grandes o pequeñas; todos los pueblos, razas, religiones del planeta, han conferido al sueño una tremenda importancia, siendo que muchos sueños han pasado a tener un carácter de historicidad. El propio Platón, que por una parte y apoyado en su dialéctica puso discípulos y adversarios frente a Sócrates y les hizo descubrir, por medio de sus contradicciones, ideas que tenían en sí mismos sin saberlo, concedía sin embargo a los sueños origen divino. Así Aristóteles, fundador de la lógica, asociaba los sueños a la experiencia. Por este camino hasta nuestros días, al sueño, aparte de su importancia vital como función biológica, que aún no se logra establecer qué mecanismos intervienen en él, ni qué funciones o factores biológicos abarca, a pesar de estar estrechamente relacionado con el cerebro y su actividad mental, también se le adjudican acepciones de índoles sagrada y misteriosas .

Este preámbulo que de alguna manera se halla vinculado al que precede al poema de Cruchaga y en que el autor habla de "escarbar" en el subconsciente, en esa búsqueda en la que tropieza con "ángeles y demonios", es apenas una de las disímiles rutas para entrar en la gruta de la poesía de André Cruchaga. Poesía recóndita, a veces laberíntica, pero siempre en contraste con altos momentos de vuelo en que se lanza en pos de un universo galáctico, desconocido, surrealista.

Regresando al poema cuyo título evoca en mí ese peregrinaje de su libro Viajar de la ceniza, publicado recientemente y que tuve el gusto de prologar, y presentir al tiempo que vaticinar, un nuevo viajar, esta vez por las anchurosas carreteras de los sueños de Cruchaga ya que Cruchaga es un domador de sueños, un cazador de metáforas; y, ¿qué es una metáfora? si no una especie de sueño con sus caprichosas torceduras llevado a las grafías del lenguaje.

El viaje, el incansable peregrinar de André Cruchaga por las sendas de la imaginación, es una de las constantes de su poesía. Rastro es también un vocablo de condición polisémica. Se rastrea en busca de algo, se persigue un rastro; lo hace nuestro autor: busca con olfato de cazador, persigue la presa, la captura, y aún con la inquietante certidumbre del instante de su captura, la sirve, ya palpitante, ya vencida, cocida y aromada con el sello del montero. Hablar de rastro, es también hablar de trazas, de los vestigios (de un todo) que nos llevan a la búsqueda de ese todo (los sueños como un todo) o de lo verdaderamente esclarecedor de esos sueños, y éste sería el caso de Rastro de los sueños, no de un sueño si no de los sueños, del sueño infinito, de ese sueño que es uno y son todos, de ese sueño que me atrevería a especular, es atrapar el infinito en una metáfora. Y como la letra de un tango, “en un beso la vida”, la vida en una metáfora es la premisa de nuestro cazador. Así la presa de Cruchaga se sirve viva, latente.

Cruchaga crea el ambiente que recrea por medio de la fusión de sus imaginarios de vueltas simbólicas al tiempo que deslinda de forma natural dentro de esa atmósfera aparentemente caótica, la necesidad de su búsqueda incesante. Siempre he dicho -lo creo- que el único orden posible es aquel que se halla en el caos, y es esa cantera caótica precisamente, cementero de donde nuestro autor extrae la roca para dar paso su orden; ordenado caos de Cruchaga pleno de yacimientos, de venas, de pozos, de galerías, en que nuestro cazador se convierte en Dios y crea la circunstancia desde la circunstancia misma, en un imaginario en que pareciera batallar con legiones de abrumadoras imágenes, con miríadas de episodios inenarrables que se agolpan. Pero para Cruchaga, contrariamente a ese rasgo de la obra de Salvador Spriú en la que el paso del tiempo conduce siempre a un final, aunque sólo haya una vida y sólo haya un tiempo que se agote, nuestro cazador no sólo prevé la circunstancia si no que asume el imponderable de que no puede ni debe perder un solo átomo de esa fuente de irradiaciones que recibe del tiempo -el cronométrico- en forma de relámpagos; relámpagos de oscuridad luminosa o de luminosidad oscura, como se les quiera llamar, que Cruchaga atrapa con voracidad, atesora en metáforas de versos fulmíneos, en palabra centelleante..., para correr en busca de otro y otro y otro relámpago que mantengan para siempre fuera de ese final, no a él, el Dios circunstancial, el cazador, si no a su presa: la palabra cifrada.

Consciente e inconsciente, con ángeles y demonios escritos en versos cifrados, la poesía de Cruchaga es presa lista para el comensal hambriento, y ya la historia, o la vida misma, se encargará de preservar sus mensajes.

Para André Cruchaga no existe el sosiego, nada es más importante que ir en pos de sus sueños, de los sueños; nada más importante que esas sombras que aletean en la luz o esas luminiscencias que aletean en la oscuridad, y a las que debe dar captura para que no queden fuera del juego del tiempo, y sea de esa única y difícil forma, cuanto más complejo más completo el escenario, el mundo, el universo de junglas con presas vírgenes que le obsesiona y en el que ya nunca abandonará su oficio de cazador solitario.



María Eugenia Caseiro
buhowriter@hotmail.com
12 de marzo de 2009

N.A. Las consideraciones o valoraciones críticas del reciente poema de André Cruchaga, Rastro de los sueños, cuya lectura e interpretaciones especulativas me asaltaron en momentos de insomnio, son causa, no de una lectura a tan altas horas si no de la lectura habitual, tal vez sea mejor decir el seguimiento, de la poética de Cruchaga. Me disculpo de antemano si ha resultado en algún desacierto, el que mi ojo amateur no logre abarcar toda la profundidad que amerita el trabajo de este poeta.
__________Rastro de los sueños________



“Rastros del sueño”, tejidos de la memoria:
Eco de un tiempo transfigurado en las persianas
Cálidas de las pupilas. El firmamento hundido
En las manos —el tren roto del calendario
En la lengua de los rieles, las ramas del viento
Como una lluvia que la música no borra.
—Aquí y allá, jugando al ajedrez del horizonte,
Al jardín oscuro de los relojes, a la sed que no sacia
Las lunas del País, al árbol del silencio
En los meses de la garganta, al fantasma del asfalto
En la noche caminando con cuervos y sicarios.
El amor y la ternura otra vez en la ausencia:
—sólo en los parques se ve el temblor de las sombras
Y esa forma del tiempo ceñida a la boca.
Esa forma de refugio marmóreo y de granito.
Los pies furiosos y cansados de caminar sobre
Las hojas de los libros, las calles carcomidas
Por el ansia, a veces apretada furia de la angustia.
Las horas arden en su partida moribunda:
Muerden en la centella de la almohada
—soplan los muros, las puertas y las ventanas.
El polvo ahoga los poros y junta la ceniza en los cuadernos
Donde hemos ido escribiendo las aguas interiores.
El hierro ha formado su violín de halcones, —sordos
Violines en la niebla de la tormenta, transiciones
Que sólo son posibles en la noche de los espejos.
El jadeo de los metales hiende la memoria:
Hoy discurren vahos en medio de respiraciones ácidas.
La sequedad puede más que un lecho de humedad plena.
La inocencia se perdió en cada palabra: hoy
Se ha llenado de pretextos e indiferencia y destiempo.
Los antiguos miedos fraguan su lado oscuro,
La rugosidad es demasiado habitual y carcome
Como un fuego a ciegas los sembradíos de la transparencia.
Luego los objetos en negro, la respiración
En su concavidad pétrea —las aguas bajando sin voz
Por los espejos y de nuevo la luz oscura ardiendo
En el cuerpo como la noche que cuelga sus ojeras
En el desván líquido de las pupilas…
La raíz del sueño se queda en la garganta, en la sombra
Súbita que se respira: Ahí la memoria juega
Sin palabras, pero arde frente al vértigo —hacia
Las aguas del aliento donde se lamen los suspiros.
El sueño siempre juega a ser un sueño de irrealidades:
Y por más días y lámparas o noches,
Ahí están rotos los párpados junto a una estación
Sin pupilas fiables, a los pañuelos del alba.
Barataria, 11.III.2009
______________
María Eugenia Caseiro es poeta, narradora, ensayista e historiadora cubana. Puede leer más de esta notable escritora en: Arte poética-Rostros y versos, Álbum Nocturno y Laberinto del Torogoz, entre otros sitios donde ella publica muestras de su extensa obra.