jueves, 23 de diciembre de 2010

L’OFICI DE LES PARAULES / EL OFICIO DE LAS PALABRAS-TRADUCCIÓN Y COMENTARIO POR EL POETA PERE BESSÓ

Pere Bessó, poeta, académico y traductor, España





L’OFICI DE LES PARAULES / EL OFICIO DE LAS PALABRAS-TRADUCCIÓN Y COMENTARIO POR EL POETA PERE BESSÓ


Querido poeta:


He acá el poema que trasviste el propio oficio del poeta y su material. Un metapoema a la carta, si no fuera porque te pierde el lirismo. Mejor, te gana. Pierdes en la vivisección, acaso. Ganas –y mucho- en el desbordamiento meticuloso del oficio. No podrías empezar más fuerte: ninguna palabra deja de serlo, tal cual, en el círculo de los siglos. Y, como quien no quiere la cosa, encierras la palabra en su redonda perfección y sin desgaste por mor del tiempo. Lo sabían los presocráticos y lo sabía Eliot, aunque éstas navegasen en paisaje yermo. También lo sabe la autora que te sirve de perfume en el vestíbulo: frente al tedio de la tarde el cuerpo de la vida, o el eco de las voces que el poeta lanza en la montaña. Y no se vale que juegues, como un niño, a la acumulación de autores en el patio interior del poema. No hay quiasmo, no hay duda, no hay preterición de la alquimia ni del vuelo del Otro: no name, no face, no number. Tu taxonomía de las palabras es rica, polimórfica y, sin embargo, ajustada en sí misma. Palabras blancas de nieve; palabras foscas de ala de búho; palabras carnales de sábana y lienzo; palabras que cabalgan en estrofas, aguas y cuerpos; palabras vísceras y palabras sed o comestibles… Pero todas y cada una como las mujeres que amamos una vez, con su específico y unívoco aroma. Palabras, sagradas palabras en cuya busca dejamos la piel, como el Otro dejó delicadeza, árbol de mar y vida. Y tú dejas no salvas sino la pólvora íntima de este siglo que te yergue. Palabras que escuchas en el trino de los pájaros descalzos y que meticulosamente reescribes de madrugada, palabras de azúcar, de volcán o indigestas, de vigilia o de exilios de sueños…




L’OFICI DE LES PARAULES



Ahora decido recrear el cuerpo de la vida
sin que dejen de oírse en el tedio de las tardes
las extrañas palabras de este siglo.
LOURDES GONZÁLEZ


Cap paraula no deixa de ser tal en el cercle dels segles;
totes són vísceres, cavalcadures, batalles de cos i llit.
A voltes són aqueixa nit habitada pel brufol i els rats penats,
a voltes fosques com l’horitzó que es perd en la malesa:
—sense dubte tenen massa ales per a la meua set nua:
llunes i universos comestibles.
No hi ha camins que prescindisquen de la seua flaire,
ni setmanes sense escopinades, ni parets sense oblits.
Si bé són innecessàries al llit, sovintegen en el mercat,
albirant la seua boca d’orquestra.
Per a aquest món de pólvora i plors, val la seua humida flaçada,
els ocells descalços damunt de l’herba,
el mapa blau del somrís amb el seu volcà de sucre.
Existesc i després les perpetue en cada pàgina que es fon
en les meues ninetes; davallen a les meues mans amb la seua camisa redona;
filen els tramvies del fum fins a soscavar la tristesa.
—quant pesaven en la valisa de Vallejo,
en el Ciudadano del olvido d’Huidobro, en La espada encendida,
de Neruda, en els Mal de amores d’Óscar Hahn?
Quant pesaven en els Diàlegs de Plató, o en Sòcrates, Heràclit,
En Descartes, Goethe, Góngora, Quevedo,
l’abís amb rostre d’arbre, els discursos cecs dels objectes,
l’home arrossegant les paraules imprescindibles,
—les de sempre, sense vacil•lacions, suportant la llum de l’aigua?
Hi ha paraules comestibles: primer es balbuceja l’escriptura;
Hi ha paraules que és precís tirar-les en paracaigudes;
Unes altres haurem d’engolir-les com l’oli de bacallà,
I d’altres, no menys importants, es fornegen al tinter de l’infinit.
Hi ha paraules per a tots els gustos:
depén una mica de les flaires que estiguen en la balança;
sense dubte hi ha paraules coentes: inodores i incolores,
i hi ha intermedis per a evitar les ensopegades en dejú
i la mala digestió.
amb la meua miopia, em proposí emprar les dels ocells. A ells els dec
el monòleg amb les estrelles, els dies de matinada,
l’aire fresc que s’amuntega en les meues esquerdes.
Descarte les paraules suspicaces per allò d’una indigestió:
a voltes només són ombra o espill del meu rostre;
hi ha moments que es converteixen en exili dels somnis…

Baratària, 21.XII.2010


EL OFICIO DE LAS PALABRAS




Ahora decido recrear el cuerpo de la vida
sin que dejen de oírse en el tedio de las tardes
las extrañas palabras de este siglo.
LOURDES GONZÁLEZ



Ninguna palabra deja de ser tal en el círculo de los siglos;
todas son vísceras, cabalgaduras, batallas de cuerpo y lecho.
A veces son esa noche habitada por el búho y los murciélagos,
a veces oscuras como el horizonte que se pierde en la maleza:
—sin duda tienen demasiadas alas para mi sed desnuda:
lunas y universos comestibles.
No hay caminos que prescindan de su aroma,
ni semanas sin escupitajos, ni paredes sin olvidos.
Si bien son innecesarias en la cama, abundan en el mercado,
asomando su boca de orquesta.
Para este mundo de pólvora y sollozos, vale su húmeda cobija,
los pájaros descalzos sobre la hierba,
el mapa azul de la sonrisa con su volcán de azúcar.
Existo y luego las perpetúo en cada página que se derrite
en mis pupilas; descienden a mis manos con su camisa redonda;
hilan los tranvías del humo hasta socavar la tristeza.
—¿cuánto pesaban en la valija de Vallejo,
en el Ciudadano del olvido de Huidobro, en La espada encendida,
de Neruda, en los Mal de amores de Óscar Hahn?
¿Cuánto pesaban en los Diálogos de Platón, o en Sócrates, Heráclito,
En descartes, Goethe, Góngora, Quevedo,
el abismo con rostro de árbol, los discursos ciegos de los objetos,
el hombre arrastrando las palabras imprescindibles,
—las de siempre, sin titubeos, soportando la luz del agua?
Hay palabras comestibles: primero se balbucea la escritura;
Hay palabras que es preciso tirarlas en paracaídas;
Otras habrá que ingerirlas como el aceite de bacalao,
Y otras, no menos importantes, se hornean en el tintero del infinito.
Hay palabras para todos los gustos:
depende un poco de las fragancias que estén en la balanza;
sin duda hay palabras cursi: inodoras e incoloras,
y hay intermedios para evitar los tropezones en ayunas
y la mala digestión.
con mi miopía, me propuse usar las de los pájaros. A ellos les debo
el monólogo con las estrellas, los días de madrugada,
el aire fresco que se amontona en mis grietas.
Descarto las palabras suspicaces por aquello de una indigestión:
a veces sólo son sombra o espejo de mi rostro;
hay momentos que se convierten en exilio de los sueños…

Barataria, 21.XII.2010