lunes, 9 de abril de 2012


Tantes absències juntes fan diminut l’elefant del sol; gira el mos al cos,
la redonesa de les espigues al vas que no escaparà a la respiració del vessament.
Imagen tomada de la página virtual/bibliotecapleyades.net




CARRER CIRCULAR/CALLE CIRCULAR- COMENTARIO Y TRADUCCIÓN DE PERE BESSÓ


Querido André:


“Nolli tangere círculos meos” se dice que exclamó Arquímedes, absorto en sus figuras del jardín de su casa de Siracusa, cuando se acercaba el bárbaro resoplando henchido de sangre.

Desde la noche de la Humanidad el círculo ha sido en su redondez la consideración de lo perfecto, de lo bello acabado. No es pues de extrañar que las calles circulares y sus rotondas tengan la huella lírica de lo esencial.

Ello permite a los ojos del poeta una consciente subversión de la imagen que proyecta la realidad ostensible. Para ello sólo necesita agitar y convulsionar lo real lingüístico, pues que, como nos aclaró Wittgenstein, nada hay más allá de la lengua. Sólo conocemos la realidad en términos de lenguaje.

Un paso más y encontramos al poeta taumaturgo re-nombrando las cosas, tal cual ya emprendieron como tarea los surrealistas en su búsqueda, finalmente, del lenguaje sin cadenas para el Hombre Nuevo. En efecto, el poeta sale, entra, marcha y, sin embargo, ‘piétine sur place’, se mantiene en el mismo sitio, en el presente imperfecto, llega a decir.

Es entonces cuando desde la calle circular y las dos órbitas del devenir redondo –redondo azar de Pedro Salinas- puede el poeta ayudarse con la rêverie y el ensueño al contemplar el regurgitar de los ciclos:

A veces quiero entender todos los círculos apolillados de la geometría, la carne debajo del metal o la piedra, el súbito botón que cierra la corteza de cuanto tocan mis manos.

Un reconocerse en este viejo lenguaje tan antiguo como la redondez de las venus a imitación de las lunas y de los círculos de los rituales mágicos mesopotámicos. Un lenguaje simbólico, no sígnico y transracional. Absolutamente poético sin necesidad de poética alguna. Un lenguaje libre:

En la calle, los tragantes, las axilas del corazón mordido por las entrañas de la ironía: el tropo del agujero jugando a la sinestesia y la animización de la hipérbole; en lo sombrío, la carcajada áspera del sonido de otoño, la trompeta líquida del aullido en el caudal mar.

Absolutamente creacional, pero me quedaré tan sólo en una metáfora asombrosa: los tragantes del alcantarillado de la ciudad son las axilas del corazón mordido, roído por la entrañas de la ironía. Toda una tarea este ejercicio de desentrañar la campana del poema otoñado, porque sabemos que las aguas van al mar, al tercero y redondo, definitivo y eterno que cantó Juan Ramón.





CARRER CIRCULAR




Isc, entre, camine. Sempre sóc al mateix lloc, en aqueix cercle filós de les sabates. Al capdavall, la meditació té la redonesa del pànic. La set en la gola toca la lluna ferida del brancall convertida en nit pels quatre cantons del present imperfet; m’entendreix la pal•lidesa de l’alé quan aquest en tràngol de fetilleria esmuny l’ebriesa de les monedes, els cels rutilants de les temples, la gota de trementina trencada per la velocitat de l’ona o l’ala. Als ulls s’ofeguen les dues vocals juntes i acaben anihilant el grapat d’ocells despintats de les ninetes; el trau del cel és ple de basalt: una absència i una altra. Tantes absències juntes fan diminut l’elefant del sol; gira el mos al cos, la redonesa de les espigues al vas que no escaparà a la respiració del vessament. A vegades vull entendre tots els cercles arnats de la geometria, la carn davall del metall o la pedra, el sobtat botó que tanca l’escorça de tot el que toquen les meues mans. Al carrer, els albellons, les axil•les del cor mossegat per les entranyes de la ironia: el trop del forat jugant a la sinestèsia i l’animització de la hipèrbole; en l’ombrívol, la riallada aspra del so de tardor, la trompeta líquida de l’udolament al mar cabalós.

Baratària, 08.IV.2012




CALLE CIRCULAR



Salgo, entro, camino. Siempre estoy en el mismo sitio, en ese círculo filoso de los zapatos. Después de todo, la meditación tiene la redondez del pánico. La sed en la garganta toca la luna herida de la ramazón convertida en noche por los cuatro costados del presente imperfecto; me enternece la palidez del aliento cuando éste en trance de hechicería, desliza la embriaguez de las monedas, los cielos rutilantes de las sienes, la gota de trementina rota por la velocidad de la ola o el ala. En los ojos se ahogan las dos vocales juntas y terminan por destruir el puñado de pájaros despeinados de las pupilas; el ojal del cielo está lleno de basalto: una ausencia y otra. Tantas ausencias juntas, hacen diminuto el elefante del sol; gira la mordida en el cuerpo, la redondez de las espigas en el vaso que no escapara a la respiración del derramamiento. A veces quiero entender todos los círculos apolillados de la geometría, la carne debajo del metal o la piedra, el súbito botón que cierra la corteza de cuanto tocan mis manos. En la calle, los tragantes, las axilas del corazón mordido por las entrañas de la ironía: el tropo del agujero jugando a la sinestesia y la animización de la hipérbole; en lo sombrío, la carcajada áspera del sonido de otoño, la trompeta líquida del aullido en el caudal mar.

Barataria, 08.IV.2012