viernes, 30 de enero de 2009

Oscuridad sin fecha

Delfina Acosta, Paraguay





_______Oscuridad sin fecha__________
Delfina Acosta



Tiene la poesía de André Cruchaga algo de cotidianeidad y, al mismo tiempo, mucho de invención (toda poesía, por supuesto, es invención) que va más allá de los límites de la imaginación, para revelarnos un lenguaje poético puro, diferente a cuanto se ha leído hasta ahora de los poetas clásicos y de los contemporáneos.

Todas sus palabras, apasionadamente expresivas, están llenas de metáforas y de imágenes que nos acercan un estilo único. No; no hay lirismo en su obra. Hay mucho de experimentación, porque Cruchaga intenta deshacer a la palabra de su sentido perenne, eterno y permanente, para alumbrarnos con un cofre de luz, que va, inquieto, por todos los rincones de sus versos. El poeta salvadoreño toma la poesía en sí misma, como un pedazo de cuarzo, para ver en él las líneas, las formas, los colores. En su obra (original), hallará el lector el amor, el olor a muerte, el dolor que no cesa, la desesperanza, lo inesperado y la alegría. Esta poesía suya, en la que constantemente se mueve la vida en todas sus manifestaciones, gusta de los extremos.


Con un arte personalísimo, André Cruchaga aborda la creación literaria, y le imprime fuerza a sus versos. No tiene más elementos que una imaginación grande como un bosque y una intención evidente de derrotar el lenguaje torpe y artificioso de la poesía de estos tiempos. Hay que acercarse a la obra de este vate con mucho cuidado, y esto lo digo porque su lenguaje, su estilo son capaces, en su desbordamiento, de influir con fuerza en la poesía ajena.

Cruchaga es un poeta que versifica la vida, la de los demás, la suya, el mundo ancho y ajeno, y la interrogante de la existencia.


A manera de paréntesis

Y hablando de la vida no hay por qué temerle a los fantasmas.
Toda su penuria tiene su esperanza y su sigilo.
A veces los sueños nos vienen en una taza de café espeso,
Humeante, sonando al sonido sordo de la madera.
Sé después de andar entre inviernos caóticos,
Que las hormigas mueren viendo espejos inasibles...
_____________
Publicado en: ABC COLOR, Asunción, Paraguay, Domingo 28 de Enero de 2007.



jueves, 29 de enero de 2009

El poeta y su destino

Claudia Hérodier, El Salvador






____EL POETA Y SU DESTINO____
Claudia Hérodier


Presentación de libros:
Pie en tierra y Oscuridad sin fecha de André Cruchaga

Antes de entrar de lleno en materia quiero explicar que para esta tarea de la presentación de dos libros que considero excelentes por su densidad temática como por la riqueza, lo punzante y mordiente de sus imágenes, como son Oscuridad sin fecha y Pie en tierra, me sentí llamada a recurrir a un filósofo, traductor, poeta y crítico literario argentino, como es Santiago Kovadloff, a fin de poder ponerme a la altura de la poética de André, y por ello acudirán en mi auxilio algunas de sus palabras.

Lo primero que me sorprendió al leer el prólogo de Oscuridad sin fecha, escrito por Escobar Galindo, fue el que calificase la obra de André como “Poesía en permanente oficio de autodescubrimiento, sin desgarramiento ni quebraduras” cuando, en realidad, es un profundo ge-mido que desborda la sensibilidad humana:

“Supe desde niño de la materia oscura
y así dibujé presentes omnímodos.”

dirá el poeta en Retrospectiva del miedo, a lo que añadirá en Eterno juego en los ojos:

“Una plegaria dulce palpita alrededor de los féretros.
La muerte es un sonido que espero
entre esta prisa de vivir bajo la zozobra
y una casa con sus techos caídos.”

Por otra parte, las palabras que Cruchaga puso al frente de su libro Pie en Tierra, amarraron mis curiosidades de lectora en un punto preciso, ahí cuando dice: “Jamás he sido poeta social en el sentido que nunca he tenido ─desde mi poesía─ la pretensión didáctica proselitista de los temas sociales; pese a ello, mi poesía aborda con fidelidad y plena conciencia artística los problemas de nuestro tiempo histórico”, así como el hecho de que al final de cada poema aparezca el nombre de un lugar imaginario, como espacio desde donde el poeta nos habla, seguido de la fecha en que escribió.

Por otro lado, al ponerme en contacto directo con los textos, empezaron a golpearme de tal modo las palabras, que tuve que suspender por un tiempo su lectura y relectura, a fin de darme oportunidad de asimilarlos integralmente. Mientras, leí otros libros, entre ellos ese de Kovadloff, que me había obsequiado Juan Sánchez (Los poderes del poeta [1] ) y descubrí que a cada tanto, a medida que avanzaba en la lectura, los versos de André me tenían sujetada del cuello, me rodeaban como abejas y el zumbido era un eco permanente de eso que leía… al punto que fui subrayando en los distintos ensayos que recoge, lo que consideré le calzaba a Cruchaga como un guante.

Poeta de sensibilidades múltiples, de un lirismo lúcido, anclado en una conciencia crítica que a su vez se finca en su yo-relacional (yo-psicológico en consonancia con los otros y lo otro, el yo-individual imbuido de lo colectivo, que construye su subjetividad en la medida que asume la otredad como algo propio), elige, en estos dos libros, la actualidad “como espacio privilegiado donde irrumpe lo poético”, como diría el autor argentino, al tiempo que opta por un “lenguaje verosímil”, en el que las imágenes y los contrastes (de belleza patética) ponen de manifiesto su ser común denominador de experiencias ciudadanas, tanto como del hombre del siglo XX.En estos dos libros, el poeta no se sustrae de la “opresiva atmósfera” de lo cotidiano, enmarcada en los parámetros de lo occidental cuyo “extravío ontológico” lo ha llevado a implantar el “instinto de muerte” y a evitar con ello el canto del poeta, no su palabra. De ahí, quizás, que arranque su Pie en Tierra diciendo:

“Vida intensa la rosa que muere pronto.
El cuerpo mordiendo el grito en la boca.
Los días seculares. Los cuerpos cansados, sin reír;
la casa estrecha. Sin sombras y sin alma:
habitaciones sin muebles donde la aurora
es casi hoyo y la luz una bóveda”. (p.5)
y más adelante, en Cuestión de Conciencia, diga:

“Hemos llegado hasta la fosa de la barbarie
y respirado huesos y obsesos pálpitos de sombras.
Nada nos detiene aunque el dolor cubra el alfabeto.
Hay neblina en la palabra y lobos en el alma,
y, entre ambas, un cielo de grises y rastrojos.” (p.111-112)

Ya antes, en Oscuridad sin fecha, habrá dicho:

“El País que sueño arde en mi alma
con sus crudas huellas de muerte cotidiana.
Aquí nacieron mis ojos y vi el sol sobre la tierra,
girando sobre la retina de la noche y de la aurora.
No fue fácil tocar el fondo de sus labios:
para recorrerte miles de cuerpos cayeron sin resucitar,
heridos, ciegos, bajo una lluvia de ventanas.
País densamente hondo de féretros, de noches,
y sombras que se llevan las manos al pecho
para hacer creer que duele, punza, el recuerdo de la penumbra.” (p.30)

Así como en su poema Eterno juego en los ojos:

“Eran ellos y yo, todos los muertos
habitantes subterráneos del fuego,
de peces siderales con lámparas sangrantes.

Era yo cuando la sangre penetró otro espíritu.

Era yo frente a las luciérnagas del vacío.
Sigo siendo yo, es verdad, con otro corazón entre labios fugados
y una soledad con osamentas.” (p.66)

O bien como recoge el poema titulado Anticipo, del mismo libro:

“¿Adónde se va desnudo masticando el último beso?
No. No lo sé. No sé si Dios vive en esta agua oscura.
En este cielo duro bajo tierra…
Muchos me dijeron: Aquí comienza la vida eterna,
pero esto es extraño cuando uno se pierde
en los brazos hondos, sin origen, de la herrumbre.
Otros invocaron el misterio de Lázaro y fue inútil.
Sólo la tierra se movió con la pala del sepulturero.” (p.78)

Quizás por ello, “incapaz de reconciliar el sueño de la fe con el horizonte de la experiencia”, como diría Kovadloff, y por cuanto ese instinto de muerte ha impedido a su vez la existencia de un “espacio redencional” que le otorgue una esperanza, el poeta (como otro hombre en el mundo, o como un Dios), haya fundado su ser de poeta, su quehacer poético y su poética en un único principio rector que no es más ni menos que un “principio ético-estético”, entendiendo por ello lo que posibilita y da cuerpo al estar siendo del ser humano en el estar, y no al estar del mismo sin ser, tal como se desprende de la lectura del poema Dolor de patria:

“Patria, intangible eres. Infortunio eres.
Túnel eres: humo de la brasa donde gobierna la neblina
y los acantilados crecen como arbustos
de espesas montañas:

no encuentras más resquicio a la esperanza
que el aguacero que te arrastre al mar
donde acabe el dolor de estar sin ser.

a lo que el poeta opone radicalmente otro poema titulado Oficio de poeta, en el que dice:

“La mirada amiga de tantos poetas,
está allí, lluvia en la frente,
universo humano de ventanas,
abriendo sueños en los labios del futuro.”
(…)“Hoy puedo nombrar y sujetar las palabras:
es mío el íntimo reflejo del ojo,
la fiel caligrafía de la herida
y el arcano gesto de la conciencia.

Lo demás es inútil. Inútil la muerte, la pistola
la navaja y la posesión ajena.
Inútil los caminos mudos.
Inútil el regazo si no tiene el halo pagano
que lo hiera.

(Luego el poeta vence al gusano tutelar de la vida
para ganar la luz irreversible de la mariposa)…

Mi oficio, entonces, es de insomnios, umbrales y cenizas.” (p.79)

Habiendo ganado la luz para los hombres a través de la vigilia, situado siempre en los límites de lo existente, haciendo acopio de los rescoldos de la Historia –de lo deshumanizado, el poeta restaura lo humano por su oficio y por ello vence a la muerte. El futuro, pues, se llenará de sueños de otro futuro más lejano y atestiguará que el poeta es un deber-ser ineludible del hombre en tanto conjunta humanidad. Es así que la “función ontológica” de la poesía y sus poetas (la ‘razón-de-ser’), queda sellada de manera irreversible.

Pero, volviendo a lo del principio, a aquello de ‘poeta social’, André me seguía dejando la interrogante siguiente: ¿No se nombra como poeta social porque no se concibe, en tanto poeta, como un “hacedor de lo real” sino como un “intérprete del mundo”? Ojo con esto, me dije, pues ciertamente pareciera al leerlo, en una primera vuelta, que no es un poeta propositivo con su mundo y, sin embargo, ya decodificando los elementos que intervienen en el acto creativo y su producto, en este caso su poesía, descubrí que: ya sólo el ámbito en el que el poeta se instala para ejercer su oficio, para devenir quien es, nos dice mucho acerca de la respuesta a mi pregunta, pues no se trata sólo del mundo con su diversidad de poblaciones, culturas, lenguas y costumbres, el país natal, con sus ciudades llenas de calles y problemas, las zonas rurales abandonadas, desposeídas y sufrientes, (todo ello como puede desprenderse de la temática que abarca y como ustedes comprobarán cuando lo lean), sino su ámbito real, el que opera sobre sí mismo y le da sentido en tanto realidad concreta al tiempo de extenderse a la ‘otra’ realidad, la de los otros y lo otro, aquello que el poeta ha adoptado como suyo, como constitutivo y raigalmente suyo, es una ínsula nominada y creada por Cervantes… y este hecho, este hecho de situarse precisamente ‘ahí’ es el que opera como ‘clave’ para descifrarlo.

Por supuesto, me refiero a la ínsula de Barataria en la que Sancho Panza fungiera como Gobernador. Pero, para comprender mejor lo que enseguida habré de decir, voy a compartir con ustedes algunos fragmentos de una clase de literatura de la Universidad Complutense de Madrid, que bajé de la Web [2] , en la que se explica y aclara qué significa Barataria en la historia del mundo (no sólo el literario) y, sin duda, el por qué de la adopción de ella por parte del poeta, como un espacio interior en el que está cimentada su palabra, como ya dije, al tiempo que opera (y esto es lo interesante) como propuesta sutil para todos los hombres. Escuchemos pues:

Antes que nada, conviene decir que, por lo común, se cree que Don Quijote es el opuesto exacto de Sancho Panza, punto sobre el cual “Salvador de Madariaga acude a clarificarnos, "…esta línea antitética de primera impresión se resuelve en un delicado y complejo paralelismo cuyo desarrollo es una de las maravillas de este libro genial. Sancho es, en cierto modo, una transposición de Don Quijote en una clave distinta”.Dicho esto, y entrando ya en lo de Barataria, ya cuando Sancho va a asumir su cargo como Gobernador, “Don Quijote previene a su escudero de los peligros que traen las altas magistraturas: "... que los oficios y grandes cargos no son otra cosa sino un golfo profundo de confusiones” (...y le aconseja) “no olvidarse de la humildad de su procedencia, "has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo. Del conocerte saldrá el no hincharte, como la rana que quiere igualarse al buey", "has gala de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores.”. (...Así) “Su humildad lo lleva a renunciar al “don”, será Sancho, Sancho a secas. “Refugiarse en su antroponímico sin trastocarlo es asumir su origen pero es también mostrar a sus súbditos cómo el hombre puede romper las amarras del determinismo y apuntar a la libertad.”“Don Quijote le explica cómo aplicar la justicia: "Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia que las informaciones del rico". Debe buscar la verdad "por entre las promesas y dádivas del rico como por entre los sollozos e importunidades del pobre" y ser piadoso con el que sufre. "Al que has de castigar con obras no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones”. “Son famosos los juicios que lleva a cabo, tal es su trascendencia que a partir de allí los insulares "tuvieron a su gobernador por un nuevo Salomón”.“También es significativo lo que piensa hacer después de empaparse de pueblo en sus salidas de ronda por las plazas, como aconseja Don Quijote en su carta: "Visita las cárceles, las carnicerías y las plazas; que la presencia del gobernador en lugares tales es de mucha importancia>. Dirá Sancho: "es mi intención limpiar a esta ínsula de todo género de inmundicia y de gente vagabunda, holgazana y mal entretenida; porque quiero que sepáis, amigos, que la gente baldía y perezosa es en la república lo mismo que los zánganos en las colmenas, que se comen la miel que las trabajadoras abejas hacen”.(Sancho) “Da pruebas de su honestidad y de no abusar de su poder : "desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano: quiero decir que sin blanca entré en este gobierno y sin ella salgo, bien al revés de cómo suelen salir los gobernadores de otras ínsulas”.(Cervantes), “disfrazando de parodia el gobierno de Barataria, sugiere a los lectores de su tiempo que el hombre puede rasgar las ataduras de su estamento social y desde la libertad, construir la equidad.”

“Él enuncia una metáfora poética detrás de la cual se esconde una posible metáfora social: los Sanchos del mundo gobernando para los suyos, encarnando la búsqueda de verdad y justicia.”“Al igual que su amo llega a la conclusión de que así no debe ser el mundo y a partir de eso trata de cambiar la realidad”. […] “La hazaña de Sancho es "el trasbordo de un mundo a otro, de uno ruin a otro noble" y eso mismo es lo que planteamos en la clase: la posibilidad de creer en una utopía y acercarnos a ella.”Es, pues, desde una intra-metáfora (imitando a Unamuno), de una metáfora poética encarnada en sí mismo, que el poeta nos habla.

“He soñado, no lo niego. Pero los sueños
no existen más allá de la vida misma.
He soñado con una ciudad última:
-hacienda de pescadores justos-;”(p..26,Oscuridad sin fecha)

dirá el poeta en su libro Oscuridad sin fecha, aunque advierte, en los siguientes versos, cuán difícil y peligrosa es la tarea de pretender que los sueños se conviertan en realidad en un mundo como el nuestro, hijo de su tiempo, heredero de la filosofía de Descartes y por tanto de la Modernidad (y hablamos del siglo XVII), en la que se asume que por el hecho de pensar y pensarse (“Pienso, luego, existo”), el hombre es el garante de la existencia, y por ello crea devenir el dueño y señor de todo cuanto existe.

“El siglo XVII ─dirá Kovadloff─ asentó las bases de una epistemología a la que todavía estamos pagando tributo. Su tesis primordial, que es, a la vez, la más petulante de sus tesis, pretende que la lógica del entendimiento gobierne arbitrariamente la del mundo, y supone que la obsecuencia y el servilismo de la naturaleza hacia el hombre serán infinitos. Se establece así, entre las leyes de la observación y las que son inherentes a lo observado, un vínculo de dependencia a favor de las primeras: conocer significará dominar, saber querrá decir estar en condiciones de sojuzgar, y el progreso será homologado a la pura explotación. Desoída, y más que desoída, devastada, la Tierra es hoy un receptáculo de órdenes, el territorio de una cadena de abusos monstruosos practicados en nombre de una concepción de la vida que esconde detrás de eufemismos tecnocráticos, los impulsos de una sensibilidad criminal.” [3] Por ello, siguiendo con lo del sueño y los pescadores justos, en los siguientes versos el poeta afirme:

“a cambio he tenido casa sin balcones, manos obscenas,
y una marea cuyo filo corta los labios.” (p.26)

O como dirá en Sombra del País (I), de Oscuridad sin fecha:

“De repente, alguien te cimbra un arpón de soledades;
esto, porque te consideran conspirador de la noche.” (p.28)

Sin embargo, y pese a que como dirá en el poema Mis ojos ahora, del mismo libro:

“A la mañana también le digo noche
y a los huecos del terror les digo paz” (p. 1º28)

y pese a que el “estatuto ontológico” del mal social de nuestros días viene, según el autor, de la conquista, y se formaliza legalmente a partir de la Independencia (con lo cual personalmente no estoy de acuerdo porque considero que obviamos el enunciado de la repartición del poder en la época pre hispánica, también raíz de nuestro mal), el poeta pida que resucitemos:

“Los que no han podido amar la vida,
resucitados sean, convertidos sean,
no serviles
a la cruz
ni a la trinchera
ni a la tumba.” (p.113, Pie en Tierra)

“Para aquellos que hacen estallar begonias sangrientas,
un rayo de luz haga
gotear pájaros de sus sienes...” (p.114, Pie en Tierra)

Opuesta así la resistencia del poeta al “instinto de muerte” que permea nuestra historia, abierto a la indagación del otro sobre su quehacer y su oficio, sabedor que este oficio es el garante de humanidad y de futuro, diga de pie sobre la tierra:

“Si alguien me pregunta, ahora, qué hago, yo digo que
cavar
en la tierra: busco la comunión del pensamiento,
para ello, extiendo los brazos y me interno, confiado,
en el bosque...” (p.125 Pie en Tierra)

Siéntete, pues, André, honrado de ser el depositario vivo de la frase de León Felipe con la que concluye la clase de literatura antes aludida:“El poeta no es aquel que juega habilidosamente con las pequeñas metáforas verbales, sino aquel a quien su genio prometeico despierto lo lleva a originar las grandes metáforas:sociales,humanas,históricas,siderales ...”

Claudia HérodierJueves 6 de septiembre de 2007

[1] Kovadloff, Santiago. Los poderes del poeta, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid, 1991.
[2] Roxana Sosa y Alicia Brandou. Extraído de http://www.ucm.es/
[3] Opus cit. pág. 47.








miércoles, 28 de enero de 2009

Fuego de la memoria

María Cristina Orantes, El Salvador





_____Fuego de la memoria_____
María Cristina Orantes, poeta salvadoreña

La poesía de André Cruchaga, por su parte, siempre me ha parecido sólida y auténtica. Cuando escribí el prólogo a su libro “Rumor de Pájaros”, el cual leí de un solo tirón y disfruté profundamente, de inmediato me identifiqué con las emotivas imágenes que su poesía desborda, que si bien en su mayoría, son desamparadas, agónicas, y amuralladas, también las hay tesoneras y decididas, desafiantes y vencedoras, constituyendo dicho poemario, no sólo un muy buen libro de poesía, sino además un universo armónico y compacto. En su palabra creí percibir ese diálogo interno del poeta consigo mismo, diálogo que sólo puede estar presente en la cavilación del hombre de bien, conciente de su fragilidad, de sus limitaciones, así como de su espiritualidad, únicas razones que lo sostienen en un mundo de luchas y pesares, de prisas y agonías terrenas.

André, como auténtico poeta que es, se sabe inmerso en un mundo de materia, que lacera, que arrebata, que extermina, que divide y del cual, únicamente a través del don de la palabra bien expresada, privilegio conferido a unos pocos, logra liberarse y sobreponerse.

Así este escritor, a ratos intimista y hermético que sabe conjugar su ritmo interno con el de las fuerzas de la naturaleza, resulta ser un solitario vencedor en la batalla del alma y de la vida, tal como lo testimonia su poema A manera de paréntesis de “Oscuridad sin fecha”

“Y hablando de la vida no hay por qué temerle a los fantasmas.
Toda penuria tiene su esperanza y su sigilo”

Pero también la extensa poesía de Cruchaga, suele abarcar, las luchas y dolores por las que la patria se desvela y se desangra desde siempre; así ante la injusticia y la traición su voz ha sabido alzarse, responder y solidarizarse con los penitentes y desvalidos. El poeta, porta como único estandarte, la poesía transformada en grito de denuncia por aquellos que un día callaron para siempre y por los que sometidos por hambre, callan hoy; y mientras su voz continúe como fiel guardiana de recuerdos y nostalgias, siempre podrá escucharse llevado por el viento aquel primer verso de su poema Boceto, también de “Oscuridad sin fecha” que canta “En el fuego de la memoria el país arde” [Publicado En Revista PODA de Venezuela, cuyo editor es el poeta Ramón Ordaz]

Afán de palabra y viento

Víctor Bustamante, Colombia (C)Meridiano75




______Afán de palabra y viento_____
PorVíctor Bustamante



Con ese afán de quitarle al viento las palabras
A.C


Si hay una palabra que esté impregnada en la poesía de André Cruchaga, es la palabra libertad, libertad creadora, que se deshace en su universo poético. En él las palabras vuelan, horadan, adquieren otro significado: la pureza de su poesía. Lo fugitivo del tiempo él lo atrapa en una mirada. Lo absorbe la parvedad de los momentos, el instante de luz que define el contorno de los objetos y el cuerpo tomado cuando el alba sorprende in fraganti en esa vasta recuperación del deseo que en realidad es quien posee al poeta pero que después en la noche adquiere otras definiciones, lampos de luz y callada angustia, angustioso silencio que emerge de sus palabras para rescatar y encantar la existencia, su existencia que todo lo que toca lo tiene que definir con su poesía. “Hay tanto martirio en mi naturaleza” nos dice el poeta antes de emigrar a su interior a hacer presencia ese momento; sus palabras, palabra pura en su inocencia, -que es el acto intimo y creador- nos traen su poesía de fuego, asombro.

Su poesía está suspendida entre dos polos: las palabras que expresan lo inexpresado y su sentimiento creativo que batalla contra el tiempo, ese depredador.

martes, 27 de enero de 2009

Caminos cerrados

Francisco Azuela, México-Bolivia





________Prólogo________


Estudio mágico, luz intensa de una lámpara delgada, espacio lleno de libros, mirada atrapada en vidrios de lentes profundos, voz quejumbrosa y dolorida del poeta André Cruchaga, estalla en el ojo de la cerradura de sus Caminos cerrados donde un mundo real perece todos los días desangrándose el alma. La guerra rompe la lluvia y las alas yacen cubiertas de ceniza en la oscuridad de los tiempos. La bruma se ha instalado con todos sus dolores y su desolación cubriendo la noche del mundo, sin esperanza.

Quebrada la luz en el fondo de “...una cripta antigua...”, la vejez devela heridas y torturas, es el horror de la muerte violentada, cadáveres fríos bajo las tempestades, ríos de sangre y abandono.

Estamos ante un poeta que denuncia de entrada la “Plenitud del caos” y la “Tierra del miedo”. La viudez y el luto, herencias de un poder homicida y sanguinario siembran despojos humanos y deshechos sobre una tierra en llamas. A pesar de esta honda y larga expresión poética del sufrimiento, Cruchaga invoca una voz de esperanza sobre el hombre como un manifiesto de sueños y de anhelos, vuelo de gaviotas en el espejo de un mar tranquilo y transparente, sin espinas hirientes ni ríos calamitosos y enfangados de escombros.

Las luciérnagas tendrán un nuevo destello en los matorrales y la neblina se hará ausente en el corazón del hombre. En este deslumbramiento, la madera de corteza hueca ya no será un triste ataúd de cadáveres, es el deseo de un paisaje de mariposas bajo la lluvia recuperada. Así, en esa inocente sucesión de pasajes, de vida florecida y anhelada, entre la luz y la sombra, la desesperación se siente en las rupturas del aliento “Cuando la noche se desplome” en una cruel y “Oscura transparencia” y la hoguera del hombre se haya ido en el vuelo de los albatros entre “...baldosas y bengalas”.

Nuevamente el humo y la sombra en el remolino de la penumbra, angustia donde no se sabe si volverá “...el rocío de las palabras” en este delirante “Acontecer diario” de la historia de nuestros hondos padeceres. Poesía política en el sentido aristotélico de nuestros días, “Bajo el caos, la palabra” donde naciones del oriente viven en llamas quemando arcillas y la voz del profeta en el horizonte desolado de los desiertos.

La noche, mil noches la noche de cadáveres, el polvo y el vientre deshojado en el “...minuto eterno del caos”; heridas errantes en el “...alfabeto de los buitres”, baldío de túneles, huesos abandonados “En la miseria del instante” y la desesperación de un destino que explota en sus funerales sobre musgos y piedras silenciadas por el viento. Infierno de alucinaciones y breñales de inocencia en su simiente revelador de pájaros que se estrellan en su agonía de insomnios y de auroras.

La poesía de Cruchaga también es un mandato al exterminio de las armas y de las guerras, exigiendo la paz para ver y vivir con claridad el “oro azul” de nuestras vidas, la herencia cosmológica de nuestras existencias, humo fugaz de trenes silenciosos.

En este empeño obstinado donde la humanidad llora de rodillas a la orilla de la muerte, entre árboles caídos, “...despojados de todo”. Lápidas metálicas en un mar de “...espuma y arena”, donde habita el demonio con sus alas enormes y oscuras arrasando el mundo.

Siguen los tropeles en los “...espejos yermos” de las “Raíces del insomnio” que devora crepúsculos y vientos azotados en el vacío. La poesía de Cruchaga revienta con fuerza en la palabra, se mantiene incansable en la denuncia intensa, rompe paradojas “Entre la guerra y la paz” y en una triste y desgarradora anunciación declara que “...Dios está muriendo con nosotros...”.

Siguen los cementerios en los que ya no hay suficiente espacio para la muerte del precipicio y “...del despeñadero...” En esta asombrosa y doliente cronología de la muerte el “tiempo es atroz y sin sosiego” en el horizonte cotidiano de la angustia y de la falta de piedad cuando “La muerte arde en las pupilas” y se hace “...piedra el corazón del hombre”.

La rutina del dolor se vuelve tradición y parece aceptarse en un “Siniestro aguacero sin fronteras”. Entre sepulturas y cenizas, huesos e incienso “... el eco desnudo y sordo de la piedra” graba con frase de oro “La muerte en la humanidad nace”.

Cruchaga no es ningún sepulturero de penas y memoria, él no ha llevado a la humanidad a la muerte, su poesía es un mapa donde están tejidos todos los dolores del mundo. Duele leerlo porque sus versos desgarradores están cargados de revelaciones sangrantes de nuestro tiempo. Él no ha inventado la muerte avasallada, al hombre torturado descubierto en los huesos de su memoria. André Cruchaga muestra el mapa doloroso de nuestra historia, de esta historia que se vive todos los días y lo hace de una forma tempestuosa y desolada, su poética huele a sal, tierra y pólvora con la que expresa la verdad para recordar a quienes quieren ocultarla u olvidarla. El hombre de nuestro tiempo es la víctima mayor de los grandes desencuentros humanos en este “Tiempo de bestias”.

No es pesimismo ni “posesión de ausencia” en esta “...quemadura del alma” deshabitada con “girasoles negros...” en la niebla de un reloj que ha perdido el tiempo en el zarzal de un “...sollozo de cipreses” con “violines de llanto...” entre nubes y tumbas bajo una lluvia sobre los peñascos.

La telaraña crece, se apodera de la última lágrima en una huella enorme que es la “Negación de armonía”, “Donde duele su coito de oscuro sueño y la esperma amarga” en la penumbra de un “Examen de conciencia”.

En el “Alfabeto del extravío”, en plena intemperie “la esencia humana se torna más distante” en las ansiedades “de lenguajes oscuros” donde los trenes se pierden en la noche como una “Vida bajo piedra” y “La asfixia de este tiempo se siente hacia adentro” en una matriz desgarrada como “calendario de arena”, “...sobre las hojas de los eucaliptos, como el sonido de la piedra cuando cae el agua” en “...un arco iris de cometas...”

En esos epitafios sobre bodegones de insomnio y de criptas de ceniza, se ha perdido en la llama de los candelabros, invadida por murmullos de penumbra, congojas y escombros, el desamor.

En su tiempo de sombras, Cruchaga vuelve nuevamente a arremeter con su pluma de lluvia y de dolor “sobre los hilos del abismo”, “En las huellas del escombro” donde “La profecía de los espejos está cumplida”, en “Una huelga de mineros en Gutstinerdlach, México o Bolivia” y donde es falsa la sentencia de hablar de terrorismo en “los países No Alineados”, que el imperio del norte pretende devorar. Así, “con alguna esperanza” y “una realidad vivida” en su “...helada tempestad” de palabras, el poeta deja salir su voz en las tinieblas y contra el desaliento y “...relojes vacíos” a donde se ha ido “el musgo de los sueños”, en la “Caverna del escalofrío” caminando con dificultad en “el túnel de las pupilas”, “Vistiendo un corazón de guijarros...” En esa estación de catacumbas” donde se asoman dioses antiguos en un tiempo “...huraño y oscuro”, la “...brújula del alba” ha perdido sus cábalas en la “...oquedad de la roca” cuando es “Alta la noche...” y “El horizonte es una lágrima inestable” en “...el feroz bramido...”

La oruga “Debajo del cielo” es donde “La libertad desparrama su espuma cansada sobre las sienes”. “Hay hombres, mujeres y niños muriendo”, “Oscuro es el viento para los que no han nacido”, en esa “Mirada entre oscuridades” “Y la aurora de luz, duerme en la noche” recostada en su enorme sarcófago estallado en sus delirios, bajo una “...lluvia de alfileres”, quemados en el “...fuego del alba”.

Cruchaga, como un ave herida, lanza su desesperación y su dolor en la tremenda armazón de sus versos, donde están siempre, aunque parezcan repetición, la denuncia y la desolación del hombre, víctima de la guerra, la destrucción, la aniquilación y la muerte, realidades que no queremos ver porque nos queman y atormentan, pero el poeta con sus hondas palabras, como Sísifo, nos lleva al suplicio del eterno retorno.

Francisco Azuela
Poeta mexicano residente en Bolivia.
La Paz, 15 de octubre de 2007.


Lectura del silencio

Luis García Gil, Cádiz, España






______Lectura del silencio_____



Escribe André Cruchaga como vive, con la palabra resplandeciente y veraz sobre los labios. Escritura nacida de la vida, nacida del encuentro con las cosas pequeñas, con el universo de lo cotidiano. Poeta verdadero que busca y encuentra los cauces del verdadero sustento poético. Decía Jaime Gil de Biedma que la poesía le salvaba de la muerte. Y es esa la raíz de todo poema un misterioso combate por la permanencia, más allá del olvido y de la muerte, más allá de los silencios indescifrables que nos esperan.

Lectura del silencio responde a estas exigencias y es un poemario emotivo, de adjetivación precisa y timbre poderoso. Poesía del origen, del ayer habitado, de los trenes que esconde la memoria intuida de la vida. Recordar para acercarnos más a nosotros mismos y recordar en silencio porque es absoluta la sugerencia del título del libro de André Cruchaga. La infancia que refulge en la palabra del poeta con claridad sonora, aleteando con el vuelo preciso de su revelación. Versos que existen, que son por sí mismos, y que luego forman parte de un todo unitario. Nombres rotos y ausencias entrecruzándose como jazmines cuyo aroma perdimos, como novias barridas por el beso del olvido. El poeta asume la naturaleza frágil de la vida en cada peldaño lírico que va ascendiendo.

Lectura del silencio es libro de muchas lecturas, como toda poesía que se exige y nos exige ha de contar con el compromiso del lector atento y sensible. Vivimos tiempos especialmente difíciles para el verso. El cantaautor jiennense Joaquín Sabina afirma que la gente no lee, que los libros se pudren en las estanterías, que la poesía hay que salir a cantarla. No es cierto. La poesía también hay que cantarla pero como complemento porque ante todo exige el encuentro con la palabra impresa, el temblor delicado del poema en la intimidad de la noche, el táctil recorrido por las páginas de un libro. Ahí radica el verdadero enriquecimiento del poema que se lee casi a escondidas, de ahí viene su revelación, su eco, es ésa la lectura del silencio que André nos propone con versos que recorren densamente los espacios del recuerdo, las luces infinitas de esa memoria fértil que el tiempo nos derrama.

El poeta Carlos Bousoño escribió un hermoso y profundo libro titulado Oda en la ceniza. Poesía que tenía mucho de meditativa junto a su indudable sugerencia lírica. La poesía de Lectura del silencio es también poesía que medita, que piensa, que transita por ese sentimiento trágico de la vida que recorriera Miguel de Unamuno. Palabras sobre los raíles, sobre los caminos, sobre la vida que buscamos en cada parada, en cada itinerario. André nombra al silencio y nos dice que está hecho de “inverosímiles espejos”. La soledad “se toca y se calla” y la fe redime cuando nos quedan las palabras para sustentarnos, para invitarnos a su cálida complicidad. Aquí se resume el sentido de este libro abierto a las mareas del tiempo indescifrable, aquí estalla el hondo discurso del poeta, las ricas tonalidades de su verso.

La palabra de André es ancha, emocional, llena de vida, pese a sus múltiples desasosiegos. Llega al lector porque se siente, porque no se fía al engaño o a la estratagema verbal. No estoy de acuerdo con el maestro Pessoa al expresar que el poeta es un fingidor. En cada verso de todo gran poeta hay una verdad que nos duele, que nos propone sutiles encuentros con las lágrimas, con nuestra propia interioridad perdida. El verso de André no miente y es un desbordante río que no deja de donarnos palabras y senderos. Palabras que nacen paradójicamente del silencio, de lo no dicho, de lo que se amaga y finalmente ha de darse como se da un espejo para que nos miremos en él, a la manera de Sthendal.

Os invito a leer el libro Lectura del silencio desde este Cádiz galopante por las olas del mar. André es ya un poeta sumergido en una madurez rotunda, en la estación total de la palabra deslumbrante y viva. Lectura del silencio es fiel reflejo de esa madurez y habita con palabras los callados rincones del alma porque como dice en uno de sus versos “el labio cerrado está callado de mensajes”. Obvio por tanto todo preámbulo y dejo paso al poderoso anhelo de eternidad que lleva aparejada la poesía de André Cruchaga, poesía que se queda en la memoria del que la recibe y la hace suya.

Luis García Gil
Tamarindos, Cádiz, España.
Julio de 2002.



Dos palabras introductorias

David Escobar Galindo, El Salvador

___Dos palabras introductorias__



André Cruchaga es un poeta en plena y disciplinada madurez, que ha venido haciendo crecer su caudal creador desde muy temprano en la vida. Hombre vinculado entrañablemente con las vivencias campesinas y con los afanes educativos, su poesía es un testimonio constante del afán de creer en las virtualidades de la palabra en trance, y del acendrado ejercicio que convierte tales virtualidades en obra comunicable. Al hacer un recorrido por la caudalosa escritura de Cruchaga lo primero que se advierte es la fidelidad al cultivo de la propia experiencia: su poesía habla de la vida del poeta en comunión cotidiana con la vida de los otros, de los que rodean su sensibilidad y alimentan sus vivencias más fecundas. Y ese cultivo tan fervoroso y constante se confunde con la propia vida.

OSCURIDAD SIN FECHA se titula el libro que hoy se publica en edición bilingüe. Los poemas de Cruchaga están aquí traducidos al idioma vasco, por María Eugenia Lizeaga. No poseo el idioma de Euzkadi, y por eso no puedo dar fe personal de las bondades de la traducción, pero por lo que sé es trabajo realizado con inspiración sustanciosa. Y es que la poesía de Cruchaga, que es incansable búsqueda de las esencias para trasegarlas en símbolos que se filtran en palabras vivas, es natural transmisora de inspiraciones. Poesía en permanente oficio de autodescubrimiento, sin desgarramiento ni quebraduras, en la que el alma del poeta se recicla sin fin, haciendo de cada momento creador una reproducción espiritual y a la vez un reencuentro con los poderes acumulados de la existencia vivida.

Ajeno a las experimentaciones vacuas y a los alardes estilísticos superficiales, Cruchaga da la impresión de estar siempre en su pequeño mundo, en el que las ventanas abiertas dan a todos los puntos cardinales. Poeta de concentración existencial, se asoma, sin embargo, a cada instante, a los sentimientos y pensamientos de su tiempo. El sentido de su poesía es enigmático por naturaleza, pero con esa clase de enigma que se abre para albergar todas las preguntas y todas las respuestas posibles. Después de leer a Cruchaga uno se siente embargado de serenidad inquietante –y no es paradoja gratuita--, porque es como sentir a la vez escalofrío y confianza. Un verso de este libro me asalta de pronto, para ocupar su lugar en esta reflexión inicial: “Heráclito sangra a estas horas junto al otoño”.

He dicho que Cruchaga está en plena madurez, y me reafirmo en esa convicción al concluir la primera lectura de estos poemas, que desde luego merecen muchas relecturas, como ocurre con toda poesía auténtica y trascendental. La madurez del poeta es nostalgia de sí mismo y también conquista de sí mismo. La vida y la muerte, el amor y la nada, la soledad y el destino salen a cada instante a recibirnos desde los aleros, las cornisas y las terrazas de estos poemas. “Me duele saber que la vida encarna oscuridades”, dice el poeta. Pero al final reconoce que hay “un puente inventado hacia la eternidad”. Y ese invento es lo que de seguro sostiene el ímpetu de la palabra.

Muy salvadoreño y muy universal, André Cruchaga hace su recorrido por los círculos de su propia impaciencia creadora, como aquellos esforzados caminantes de las romerías de Esquipulas, que yo veía pasar, siendo niño, de regreso de su larguísima travesía, por la calle polvorienta del Cantón San Nicolás, en Apopa. Hombre de romería interior, André Cruchaga hace un alto a cada instante para soltar la golondrina de un mensaje descifrado. Las golondrinas que se han posado en los alambres de este libro nos recuerdan que el tiempo es una romería a la vez fosforescente y sombría. Ni la oscuridad ni la luz tienen fecha.


DAVID ESCOBAR GALINDO
San Salvador, 5 de febrero de 2006.