viernes, 7 de junio de 2019

LLINDARS FINITS

Imagen FB de Pere Bessó





LLINDARS FINITS




Puedes hacer un nudo de puertas con tus enigmas
Y así mismo desatar el tiempo entre sonidos y presagios
Vicente Huidobro




Al ventre de l’horitzó es poden veure els llindars finits
de la deshora i també les aigües que presagien foscos ocells:
vivim fent miques les portes, les finestres,
buscant aquesta oculta escletxa de la pèrdua.
L’escalfred torna al costat de la vesprada que declina
o es trenca amb l’alé. Ve, després, el crit de l’enderroc.
La closca dels records sagna, inversemblant,
com el signe dels temps: Misteri? No. Mai no hi hagué,
malgrat les estàtues de sal i la floridura de les esfinxs.
Al crit dels nusos, la rosa de les àncores encorbades
que esperen amb aquest argent viu d’ombra d’una llàgrima.
En la nuesa trencada de les sabates i els ulls, esclaten
les estranyeses de la fúria, les culleres de vinagre,
la molsa de bocadents que la boca no pot mitigar.
Una ferida crida en el tràngol de la memòria. A les nines.
Sovint el cos, panxa amunt del suplici,
s’eixuga només en el sanglot dels racons de la gola.
.
Poema d’ANDRÉ CRUCHAGA traduït en català per PERE BESSÓ





UMBRALES FENECIDOS




Puedes hacer un nudo de puertas con tus enigmas
Y así mismo desatar el tiempo entre sonidos y presagios
Vicente Huidobro




En el vientre del horizonte pueden verse los umbrales fenecidos
de la deshora y también las aguas que presagian oscuros pájaros:
vivimos haciendo añicos las puertas, las ventanas,
buscando esa oculta rendija del extravío.
El escalofrío regresa junto a la tarde que declina
o se rompe en el aliento. Viene, después, el grito del escombro.
La cáscara de los recuerdos sangra, inverosímil,
como el signo de los tiempos: ¿Misterio? No. Nunca lo hubo,
pese a las estatuas de sal y al moho de las esfinges.
En el grito de los nudos, la rosa de las anclas encorvadas
que esperan con ese azogue de sombra de una lágrima.
En la desnudez rota de los zapatos y los ojos, estallan
las extrañezas de la furia, las cucharas de vinagre,
el musgo de bruces que la boca no puede atenuar.
Una herida grita en el trance de la memoria. En las pupilas.
A menudo el cuerpo, bocarriba del suplicio,
se enjuga solamente en el sollozo de los rincones de la garganta.
.
Del libro “Estación Huidobro”, 2019
©André Cruchaga

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